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Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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Un torpe y limitado robot por cada 50 soldados de EEUU en Afganistán

Uno de los culpables del alboroto que se ha generado en los últimos años sobre el uso de robots en la guerra se llama Peter Singer. No el Peter Singer de Australia, filósofo cuyos libros en defensa de los derechos de los animales siempre he leído con interés y admiración, sino Peter Singer, el estadounidense, analista político de la Brookings Institution.

Peter Singer, nuestro Peter Singer, al que mencionamos en varias ocasiones en estas páginas, escribió un magnífico primer libro titulado Corporate Warriors: The Rise of the Privatized Military Industry, sobre la privatización de la guerra, tema al que volvíamos el domingo. Dos años más tarde, en 2005, se adentró en el universo de los niños soldados con un libro bastante pobre en desarrollo y análisis en comparación con el anterior: Children at War.

En el año 2009 dejó a un lado a los CEO de la guerra y al abuso de los niños obligados a coger un arma para adentrarse en el universo de la robótica aplicada al escenario bélico. La obra Wired For War: The Robotics Revolution and Conflict in the 21st Century, publicada por Penguin, que tuvo un enorme éxito de ventas y generó una auténtica riada de artículos, debates televisivos y publicaciones sobre el tema. Hasta lo llevó al Daily Show de Jon Stewart.

Robots armados hasta en la sopa

Blogs militares como Danger Room o War is Boring se cansaron de citarlo cada vez que un nuevo ingenio salía de la fábrica o llegaba al terreno. El autor de este último blog, David Axe, ya había sacado en 2008 el libro War Bots, siempre en su respetable línea de poco texto y muchas ilustraciones. Auténtica y nunca disimulada fascinación que tiene este joven periodista free lance por los comics.

El acierto de Peter Singer fue plantear el debate ético sobre la hipotética utilización de robots de combate en la guerra. Debate que asimismo abrimos, muy originales, ya ven, en estas páginas. El error de Peter Singer fue dejarse llevar por el entusiasmo y vaticinar que esta revolución en el campo de batalla se encontraba a la vuelta de la esquina.

Explicaciones para esta predicción que aseguraba que Terminator ya se había despedido de su novia, a la que le había regalado el enésimo osito de peluche al tiempo que le prometía casamiento al volver de los 14 meses en Afganistán, y estaba a punto de subirse a un avión en Fort Campbell – se suponía que el año 2015 sería el punto de inflexión en esta historia – no faltan.

Ni hoy ni mañana, quizás pasado

En primer lugar, vivimos en una era en la que los adelantos científicos no dejan de deslumbrarnos día tras día (mi último cacharro, el Ipad, me deslumbra tanto, literalmente, que muchas veces me cuesta conciliar el sueño. Según el Washington Post, la pantalla retroiluminada – gracias por la explicación a Rosa Jiménez Cano -, impide la generación de melatonina y causa insomnio. Así que últimamente he decidido que, a la cama, sólo libro, de papel, como toda la vida). Una era en la que todo parece posible.

En segundo lugar, el empleo masivo de aviones no tripulados de combate por parte de Israel en las guerras de Líbano y Gaza de 2006 – que describimos desde el terreno, con ese ruido infernal y lóbrego – marcó el comienzo de un notable cambio en la forma en que se articula la estratégica bélica desde el aire.

Y una carrera por parte de buena parte de los países del mundo, incluida España, por hacerse con estos ingenios robóticos voladores que lideran los Predator con los que EEUU conduce ataques urbi et orbe – desde Somalia, pasando por Yemen, Afganistán, Irak y Pakistán-, además de controlar la frontera con México. En este caso sí el debate tiene fundamento y no se trata de un especulación, pues los drones vulneran de raíz el concepto de soberanía y son considerados por algunos analistas como formas de asesinato selectivo.

Pero en tierra firme, donde ponen sus botas los soldados, la revolución anunciada por Singer aún no ha llegado – eso de “endurecer el carácter de las guerras, porque se desplegarán máquinas sin corazón encargadas de hacer el trabajo sucio” – y es probable que tarde mucho más en llegar de lo anunciado. Quizás decir en su favor que muchas veces sus palabras han sido magnificadas por los periodistas que lo entrevistaban (¿titulares sobredimensionados, engañosos? No, no puede ser, no es un práctica habitual en el periodismo, lo sé).

Sentido común robótico

En este sentido, el título del post sería deliberadamente engañoso si dejásemos fuera lo de “torpe y limitado”, siempre dicho con cariño queridas máquinas, pues los robots desplegados a millares son los ya conocidos ingenios para desactivar minas antipersona y IED, para acercarse a vehículos sospechosos en los puestos de control o para adentrarse en zonas hostiles. Los Pak Bot, de la empresa IRobot (la misma que fabrica la aspiradora Roomba 532, un aparato similar sólo que en lugar de bombas absorbe pelusas) y los Talon.

Así lo contaba ayer David Axe en Danger Room:

Y sobre la cifra de los 2.000 robots. No dudamos de que se hayan enviado 2.000 robots a la guerra, pero ¿cuántos de estos se encuentran guardados en los almacenes de los batallones porque son demasiado torpes para el combate, demasiado tontos para sumar a la lucha o simplemente no necesarios?

«Torpe y limitado» es una cosa, «tontos» es otra muy distinta, que conste en actas de los futuro Terminator.

En otras palabras, el futuro lógico de los robots en tierra será en misiones donde los operadores humanos pueden supervisarlos de cerca – no como los robots voladores, que ya realizan misiones con poca guía humana -. No veremos pelotones en el terreno sólo de robots ni francotiradores robotizados en el futuro próximo.

El 3 de marzo de 2009, escribí en este blog: “Aunque las palabras del analista militar Peter Singer suenen apocalípticas, seamos cautos y esperemos a descubrir qué nos depara el futuro”.

Parecía lógico, de sentido común, cierta cautela, pues a día de hoy no existe la tecnología para que una máquina armada con una ametralladora ligera M249 asuma las responsabilidades de un hombre y pueda decidir cuándo entra en combate, quiénes son civiles y quiénes insurgentes, quiénes amigos y enemigos, entre tantas otras funciones.

Sí, sentido común. Esperar que lo tengan los robots, cuando escasea tanto entre los humanos, resulta francamente atrevido.

La Xbox 360 y los robots de la guerra en Afganistán

Cuando el año pasado tuvimos la oportunidad en Afganistán de convivir junto a los soldados de la compañía Able, perteneciente a la 101 División Aerotransportada de EEUU, descubrimos la fascinación que sus jóvenes integrantes tenían por los videojuegos.

Después de patrullar durante el día el polvoriento valle del Tagab en busca de talibanes, al volver a la base Kuchsbach pasaban las noches disputando interminables batallas en el Call of Duty 4: Modern Warfare (partidas en las que este cronista era vencido irremediablemente, tanto por diferencia generacional como por torpeza congénita). De la guerra virtual al combate real en cuestión de minutos.

Danger Room se hace eco de una noticia del blog de Lee Brimelow que parece marcar la unión definitiva entre ambos universos:

En el Flash Blog, Lee Brimelow tiene una interesante exclusiva sobre cómo un interfaz de la Xbox 360 fue diseñado para el R-Gator, un prototipo de vehículo robotizado que John Deere y I Robot lanzaron en 2004… Los militares ya habían optado por controles tipo Xbox y Playstation para robots como el PackBot, un robot pequeño, portátil, que está en servicio en Irak y Afganistán.

El R-Gator surge del encuentro del vehículo militar M-Gator, con forma de coche de golf y fabricado por la empresa John Deere, y los ingenios robóticos de la empresa IRobot (algunos de cuyos modelos ya hemos visto en este blog).

El R-Gator puede funcionar de forma manual, semiautónoma o autónoma. Su principal función sería la de centinela, pues cuenta con un sistema acústico y de cámaras REDOWL para la detección de francotiradores enemigos, aunque también podría participar en misiones de ataque.

Así lo describe Lee Brimelow: “El R-Gator es esencialmente un vehículo que se conduce de forma remota a través de una Xbox 360 que controla todas las cosas”.

La información se la dio Wade Arnold, cuya compañía, T8DESIGN, construyó “un interfaz aéreo para que los militares conduzcan un robot de combate de última generación llamado R-Gator».

“Wade mencionó cómo el control Xbox es el preferido por los jóvenes soldados pues están acostumbrados a él, algo que me pareció muy gracioso”, concluye Brimelow.

Robots en el campo de batalla (vídeo)

En este momento hay 12 mil robots en Afganistán e Irak entre los que se cuentan algunos ingenios armados como el SWORD, que lleva una ametralladora M249 y que es fabricado por la empresa PackBot.

Como ya hemos visto en este blog, algunos analistas sostienen que el Ejército de EEUU será mayoritariamente robótico en el año 2025. Bill Gates comparó recientemente el momento de desarrollo, próximo a un gran salto cualitativo, en el que se encuentran los robots, con la situación en la que estaban los ordenadores a principios de los años ochenta.

La compañía RoboteX Inc, con base en Palo Alto, California, produce algunos robots armados. El más promocionado es el Robot AH. Diseñado por Adam Gettings, lleva dos rifles Atchisson Auto Assault-12 (AA-12). El dueño de RoboteX, Terry Izumi, es un antiguo colaborador de empresas como Dreamworks o Disney.

En su página web señala que estos modelos han sido creados para «el reemplazo de tropas de infantería». Modelos de «bajo coste y alta utilidad» destinados al tan cacareado, y ahora mermado por decisión de Robert Gates, Future Combat System.

En su página de UTube, la empresa acaba de colgar un curioso vídeo en el que no sólo se ven sus actuales creaciones sino que muestran a través de animaciones propias y ajenas cómo esperan que sean y se comporten los robots del futuro.

El ingenio con forma humana que aparece en el minuto 1:49 del vídeo se mueve por un miserable barrios de chabolas sudafricano (como los que visitamos hace tres años). Parece ser la personificación – quizás un poco exagerada, aunque no por ello menos interesante para el debate – de lo que hace tiempo bautizamos en este blog como el «paradigma Gaza».

El «paradigma Gaza»: miseria y robots en el campo de batalla

En 2003 no había ni un sólo robot en los conflictos de Irak y Afganistán. Ahora hay más de 12 mil. Algunos analistas afirman que estamos apenas en los albores del desarrollo y empleo de estos ingenios. Señalan al año 2025 como fecha estimada en que las fuerzas armadas de EEUU serán «mayoritariamente robóticas».

Cada día llegan más imágenes que dan testimonio de esta presencia de los robots en los campos de batalla. Ya hemos visto en este blog la curiosa relación que los soldados establecen con ellos al ponerles nombres y hasta darles condecoraciones.

Dos soldados de la Cuarta División de Infantería, en la base Hawk de Irak, practican con un PakBot, del que hay unas dos mil unidades en el terreno y que es fabricado por la empresa iRobot, que fuera del ámbito militar también desarrolla robots caseros, de escaso éxito hasta el momento, como la Roomba 532, que es una suerte de aspiradora inteligente.

La sargento Kasandra Deutsch enseña a soldados iraquíes del Noveno Regimiento de Ingenieros la fuerza del robot TALON, que al igual que el PackBot es empleado para detonar explosivos.

En 2007 se confirmó la presencia en Irak de los primeros robots armados. De la familia del TALON surge el SWORD, que lleva una ametralladora ligera M249. La empresa que lo fabrica, al igual que a otro robot armado llamado MAARS, niega en su página web supuestos casos en que los SWORD dispararon a los propios soldados de EEUU.

En la categoría de los robots se suele incluir a los aviones no tripulados. Los Predator y Reaper, a los que se acaba de agregar una tercera generación aún más letal, son los que realizan la mayor parte de las operaciones de la CIA en Pakistán, con una cifra de efectividad y de bajas entre civiles muy cuestionada.

En la fotografía se ve al artificiero Jerry Reidy, del 73 Regimiento de Caballería, lanzar un drone RQ-11 Raven durante el curso de entrenamiento. Los Raven se lanzan antes de las misiones para anticipar cualquier peligro que pueda esperar a los soldados en el trayecto.

Futuro y debate

Bill Gates comparó recientemente el momento de desarrollo, próximo a un gran salto cualitativo, en el que se encuentran los robots, con la situación en la que estaban los ordenadores a principios de los años ochenta.

Poco tiempo pasa sin que alguna revista especializada anuncie la aparición de un nuevo ingenio de esta clase. El último en salir a escena se llama Ember. Lo fabrica también iRobot. Apenas supera en tamaño a un libro de bolsillo y funcionaría en red, como un regimiento de arañas que antecederían a los soldados en el acceso a una zona o vivienda peligrosa.

Lo que también continúa en alza es el debate legal y ético del uso de los robots en la guerra, que ya hemos discutido aquí. Hace unos días, el profesor de filosofía Peter Asaro, afirmaba con entusiasmo que los robots podrían saber distinguir mejor entre enemigos y civiles, por lo que podrían reducir los llamados daños colaterales.

Peter Singer, uno de los mayores especialistas en robots, autor del libro Wired for War, le respondió con ironía que si es por poder, él también «podría ganarse la lotería» o «vencer a Lebron James en un duelo de baloncesto».

Lo que no está en discusión es una realidad a la que podríamos llamar el «paradigma Gaza». Las últimas tecnologías del siglo XXI empleadas para luchar contra insurgentes que se mueven en escenarios como Gaza o Afganistán, donde la población carece de electricidad, de agua corriente y vive en niveles de postergación propios del Medioevo.

El debate ético sobre el creciente uso de los robots en la guerra

Autor del libro Wired for War: The Robotics Revolution and Conflict in the 21st Century, P.W.Singer es uno de los mayores expertos en el uso de los robots en los campos de batalla, cuestión que hemos abordado de manera recurrente en este blog.

En un artículo publicado recientemente en The Wilson Quaterly, describe el aumento exponencial del empleo de estos dispositivos:

Cuando las fuerzas de EEUU fueron a Irak en 2003, no tenían un solo robot en el terreno. Para el final de 2004, el número ascendía a 150. Para el final de 2005, con 2.400 unidades, cifra que duplicó al año siguiente. Para el final de 2008, se estimaban en 12.000 las unidades destinadas al terreno. Y todas estas son armas de primera generación.

Esta realidad lo lleva a establecer una relación con la primera guerra mundial, cuando entraron en escena tecnologías que hasta poco tiempo antes no habían existido más que en la imaginación de escritores de ciencia ficción como Julio Verne y H.G. Wells.

Al igual que ahora, esos cambios generaron una serie de necesarios cuestionamientos no sólo estratégicos y militares, sino también políticos, legales y éticos:

Por ejemplo, EEUU y Alemania diferían en la interpretación sobre cómo la guerra entre submarinos debía llevarse a cabo, lo que empujó a EEUU entrar en la guerra. Del mismo modo, los aviones probaron ser útiles para descubrir y atacar a tropas a grandes distancias, pero también dieron lugar al bombardeo de ciudades y otros sitios, lo que llevó el combate al propio frente.

Uno de los aspectos que preocupan a Singer sobre esta evolución es que la guerra ejecutada a control remoto se vuelva «demasiado fácil, demasiado tentadora» para los soldados. Preocupación que planteamos en este blog desde Gaza, Líbano o Afganistán al ver las consecuencias de los ataques de los aviones no tripulados.

Hace más de un siglo, el general Robert E. Lee observó: «Es bueno que encontremos la guerra horrible, de otro modo nos podremos aficionar a ella». No pensaba que algún día los pilotos harían la guerra yendo a trabajar cada mañana en su Toyota híbrido a un cubículo desde el que dispararían misiles a miles de kilómetros de distancia para volver a tiempo para asistir al entrenamiento de fútbol de sus hijos.

Mientras que nuestras armas están diseñadas para tener mayor autonomía, surgen importantes preguntas. ¿Pueden los nuevos armamentos distinguir al amigo del enemigo? ¿Qué leyes y ética aplicamos? ¿Qué «mensaje» reciben los que están del otro lado? Finalmente, ¿cómo controlaremos los seres humanos a estas armas que son mucho más rápidas e «inteligentes» que nosotros?

Con el año 2025 como fecha estimada en que las fuerzas armadas de EEUU serán «mayoritariamente robóticas», analizaremos en próximas entradas las respuestas que otros analistas, como David Axe, que también escribió un libro sobre el tema, han dado a las preguntas planteadas por Singer, y describiremos algunos de los robots y experiencias que resultan más preocupantes…

Un cementerio para los robots de la guerra

Cuenta el Wahington Post que entre los soldados estadounidenses y los robots que emplean en Afganistán e Irak ha surgido una estrecha relación. Algunos les ponen nombres, les dan rangos militares, los condecoran. Una forma de apreciar que sean muchas veces estos artilugios los que se la avanzan al frente del pelotón en un campo minado o al entrar a una casa.

Eso sí, viendo la facilidad con que se los cargan a la hora de desactivar explosivos, el próximo paso quizás sea dedicarles un cementerio, o un memorial con sus nombres, no digo en los jardines de Washington pero al menos en el ciberespacio. Como en este caso, en el que soldado comenta acongojado: «oh, mierda… pobre robot».

Bajas aparte, el uso de estos dispositivos – que pueden ser autónomos, semiautónomos o manejados a control remoto-, no es reciente en los conflictos armados.

Como antecedente podríamos recordar al Goliath, aquel vehículo de demolición no tripulado, que lleva hasta cien kilos de explosivo y que la Wehrmacht empleaba por control remoto para destruir tanques, puentes y edificios durante la segunda guerra mundial.

Los pequeños de la familia

Aunque ayer veíamos al BigDog, una suerte de mula destinada a la carga, lo cierto es que la mayoría de los dispositivos que se usan hoy en la guerra son de pequeñas dimensiones, con una fisonomía que se asemeja a la de los tanques. Su principal función consiste en desactivar explosivos.

En esta categoría destaca el TALON, que pesa 28 kilogramos, aunque hay versiones más livianas, y que cuenta con un brazo mecánico y dispositivos para la transmisión de sonido e imagen. Se empleó ya en Bosnia, en las ruinas de las Torres Gemelas. Otros artilugios similares son el MATILDA, de la empresa Mesa Robotics, con base en Alabama, o el MARCbot, de la empresa Exponent Inc.

Pero la estrella sin dudas es la familia PackBot, que cuenta con más de dos mil unidades en Irak y Afganistán, y otras tantas en camino. Su creadora es la empresa iRobot, que fuera del ámbito militar también desarrolla robots caseros, de escaso éxito hasta el momento, como la Roomba 532, que es una suerte de aspiradora inteligente.

“La entrega de dos mil PackBot y su demanda sostenida confirman la necesidad de vehículos no tripulados terrestres para que asistan a nuestras tropas en el terreno» afirma Joe Dyer, presidente de iRobot Government and Industrial Robots. “El PackBot permite al personal neutralizar bombas, coches bombas y otra clase de explosivos, ayudando a salvar la vida de los soldados».

El PackBot surge de un plan de investigación lanzado en 1998 por la Agencia de Investigación de Proyectos Avanzados de Defensa(DARPA), que buscaba la creación de una nueva generación de estos ingenios para acompañar a los soldados. En 2007 iRobot firmó con el Departamento de Defensa un contrato por 286 millones de dólares.

Se empezó a usar en Afganistán para inspeccionar cuevas, bunkers y edificios, y para cruzar campos minados en el año 2002. En 2003 desembarcaron en Irak, con el fin de revisar vehículos y desactivar explosivos. iRobot también a vendido numerosos modelos a Gran Bretaña y Alemania.

Más liviano, más rápido

El PackBot es más liviano que el TALON, por lo que un soldado lo puede llevar a sus espaldas. De hecho, está diseñado para entrar en la mochila standart de un efectivo del Ejército de EEUU, conocida como MOLLE, y que se comenzó a emplear en 2001. Se tarda apenas unos minutos en ponerlo en funcionamiento.

Cuesta entre 40 y 200 mil dólares, dependiendo del modelo, como lo deja bien en claro este soldado, que comenta de forma casi premonitoria: «Quiero ver si nos los cargamos ahora, la carretera se llenaría de trocitos. Cuarenta mil dólares tirados a la basura».

Resulta un 30% más rápido que sus competidores, alcanzando los 14 k/h. Cuenta con dos palas que permiten a superar diversos obstáculos. Se puede sumergir en agua. Cuenta con GPS, compás electrónico y sensores de temperatura. Se maneja a través de un PC portátil.

El modelo Packbot 510 es el más popular de la línea. Tiene controles por joysticks, por lo que su uso resulta sumamente sencillo. En 2006, iRobot lanzó el programa Sentinel que permite a un solo operador dirigir a un escuadrón de robots semiautónomos.

La puesta en el terreno de modelos como el TALON, pero armados con ametralladoras M249, da para un largo debate que quizás podamos abordar en otra ocasión.

El primer robot cuadrúpedo ya se entrena con soldados de EEUU

Podría escribir acerca del plan del gobierno de Israel para construir 73 mil nuevas viviendas para colonos judíos en territorio palestino, violando así una vez más el derecho internacional y situando aún a mayor distancia cualquier posibilidad de terminar con la ocupación. ¿Alguien dijo que desea la paz?

Podría escribir sobre los 3.561 millones de euros que los representantes de decenas de países acaban de donar a Gaza, sin decir demasiado sobre el embargo material y humano que padece esa vergonzosa prisión a cielo abierto que es la franja. ¿Ir a la causa del problema?

Mejor pagar y esperar seis años a que se reconstruya todo lo que se destruyó en apenas 22 días, si es que antes Israel no decide desplegar nuevamente su furia y hacer así, una vez más, que el dinero de nuestros impuestos se evapore bajo los misiles Hellfire. ¿Silencio cómplice?

Pero como se trata de otra vuelta de tuerca de la misma hipócrita negación de la legalidad internacional que llevamos 41 años presenciando, mejor escribir sobre los robots, ya que, por ahora, son algo hasta simpático. Aunque las palabras del analista militar Peter Singer suenen apocalípticas, seamos cautos y esperemos a descubrir qué nos depara el futuro.

Así presenta la compañía Boston Dynamics a uno de sus proyectos más ambiciosos, el BigDog:

Es un robot cuadrúpedo que camina, corre, escala y lleva pesadas cargas. BigDog es impulsado por un motor de gasolina que maneja un sistema de acción hidráulica.

En realidad, deberían haberlo llamado BigMule, porque eso es lo que parece, una gran mula. Pero quizás pensaron que la palabra perro suena propia de un escenario bélico: Dogs of War, Devil Dog…

Las piernas del BigDog se articulan como las de un animal, y tienen elementos que absorben y reciclan la energía de un paso al siguiente… Mide un metro de largo, 70 centímetros de alto y pesa 75 kilogramos.

Ya en 2004 recibimos las primeras noticias de la gestación de BigDog. Y a lo largo de este tiempos hemos visto cómo el pequeño iba superando nuevos retos. La compañía madre nos mostró los vídeos de sus progresos: recibir patadas, caminar sobre piedras y subir cuestas, bailar al ritmo ochentero de Herbie Hanckok (¡que en su momento parecía futurista!), y abrirse paso a través de la nieve atiborrado de maletas. Fuentes de la misma ya han confirmado a este blog que lo póximo será el vídeo de la comunión de la criatura, con traje de marinerito y todo.

BigDog está siendo desarrollado por Boston Dynamics con el objetivo de crear robots que tengan movilidad por terrenos duros, y que puedan ser llevados a cualquier lugar en la Tierra a los que puedan ir personas o animales. Este programa es financiado por la Agencia de Investigación de Proyectos Avanzados de Defensa(DARPA).

Efectivamente, esta empresa ha recibido 40 millones de dólares del Departamento de Defensa de EEUU para llevar adelante este robot que, a diferencia de los vehículos de dos ruedas, da la impresión de ser capaz de acompañar a los soldados a cualquier parte, como demuestra el último vídeo de la compañía, grabado en Fort Benning, Georgia, en lo que sería la antesala se su despliegue en la guerra:

Estábamos al tanto del uso de decena de unidades del iRobot PackBot 510 para la detonación de bombas en Irak. Sabíamos de otros ingenios parecidos, aunque más pequeños, de Boston Dynamics: LittleDog (el perrito), RHex (la araña), Rise (la otra araña). Pero el BigDog, un trasto ciertamente impresionante, por sus dimensiones y objetivos va mucho más allá.

Lo que uno se pregunta, humildemente, es si no sería mejor emplear las entrañables mulas de toda la vida. No consumen gasolina, sino paja que por sí solas reciclan en combustible. No hacen tanto ruido (bueno, a veces). Los talibanes las usan para transportar sus RPG 7 y sus ametralladoras dushka, y parece que no les va tan mal. Más de uno en Washington dice que están ganando la guerra.