Viaje a la guerra Viaje a la guerra

Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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Caracas y el futuro de la violencia

De la violencia contra los albinos en Tanzania a las barras bravas del fútbol en Argentina, para luego viajar a Kenia y de allí saltar a Mogadiscio con la intención de tomar el pulso a la ciudad tras la salida de Al Shabab, a diez meses de nuestro primera paso por la capital de Somalia. Aún no ha terminado el año, ni los viajes, pero ya es hora en «Viaje a la guerra» de buscar destinos para 2012.

Retratos de madres que han perdido a sus hijos como consecuencia de la violencia en Caracas, Venezuela. Proyecto Esperanza. (LEO RAMIREZ/AFP/Getty Images)

Sigo convencido de que hemos sido la última generación de reporteros en ser testigos de guerras abiertas entre naciones. Avanzamos hacia un mundo menos beligerante en el sentido clásico del término, en buena medida gracias a la revolución en las comunicaciones y la expansión de la democracia. Una expansión imperfecta, con avances y retrocesos, pero difusión y promoción al fin. Sólo basta mirar treinta años atrás para notar los progresos.

Pero esto no quiere decir que nuestra realidad vaya a estar ausente de violencia. Esta seguirá latente, persistente, llevándose vidas inocentes por delante, principalmente en los lugares en los que los gobiernos no están presentes: tanto sea en Estados fallidos como Somalia donde el poder es disputado por grupos armados; o regiones dominadas por el narcotráfico y el crimen organizado como en México, Guatemala o Nicaragua; o zonas más delimitadas como barrios de chabolas.

Desigualdad latinoamericana

América Latina, la región con mayores diferencias entre ricos y pobres del planeta, conoce bien la violencia ligada a la desigualdad social, la corrupción endémica y la falta de Estado, que será la más común en el siglo XXI. Zonas en las que, ante la carencia de árbitro, de justicia, manda el más fuerte.

En este blog la hemos retratado exhaustivamente en las favelas de Río de Janeiro y en la barriadas marginales de Buenos Aires. Inclusive el último trabajo que hemos hecho en Argentina, sobre las barras bravas del fútbol, también muestra un tipo de violencia que prolifera gracias a la mala gestión de la seguridad por parte de las autoridades y a un poder político que en buena medida actúa en connivencia con estos grupos de ultras.

En este sentido, hace tiempo que considero a Caracas un destino prioritario. Certeza que se ha vuelto más acusada tras mantener una conversación con David Beriain, que conoce en profundidad la realidad de esta ciudad.

Los malandros de Petare

Unas 14.000 personas murieron asesinadas en Venezuela el pasado año. Dos por hora. 48 asesinatos cada 100 mil habitantes. El doble que en el resto de América Latina. Y si hablamos de Caracas, la cifra asciende a 140 muertos por violencia cada 100 mil habitantes. Un goteo de vidas perdidas que hace de Caracas la urbe más violenta del mundo junto a Ciudad Juárez.

Nuestro paso por la capital venezonala sin dudas se centrará en la realidad de barriadas marginales como Petare, que tiene más de dos millones de habitantes. Seguir la labor de la policía. Conocer de cerca la realidad de los «malandros», nombre con el que se conoce a los grupos de delincuentes en este país en el que se estima que hay 15 millones de armas ilegales y en el que el 90% de los homicidios quedan sin resolver.

Adentrarse en alguno de los hospitales a los que llegan los heridos y muertos, en especial los fines de semana, que es cuando las muertes superan el medio centenar. Igual que hicimos en 2007 en Río de Janeiro, nos acercaremos a las personas que sufren las consecuencias de esta violencia. Como casi siempre, los más pobres.

Asimismo será un destino interesante por el hecho de que una cantidad significativa de países de la región han emprendido un notable proceso de avance económico, con millones de personas que salen de la pobreza, con crecimientos del PIB superiores al 5%. Venezuela, víctima hoy del populismo y el culto a la personalidad, y en el pasado del egoísmo congénito de sus elites, parece estar quedándose atrás.