Viaje a la guerra Viaje a la guerra

Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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Termina la guerra de Somalia… en Twitter

Claro que seguirán teniendo lugar escaramuzas, que en algunas regiones Al Shabab aún tiene cierto poder, pero lo cierto es que la larguísima y cruenta guerra civil que asoló a Somalia durante décadas terminó el pasado me de septiembre con la captura de Kismayo, bastión de los islamistas vinculados a Al Qaeda.

Soldado de la Unión Africana en el último puesto de lucha de Mogadiscio contra Al Shabab. Foto: Hernán Zin. 2010.

Soldado de la Unión Africana en el último puesto de lucha de Mogadiscio contra Al Shabab. Foto: Hernán Zin. 2010.

En este blog tuvimos la suerte de poder seguir desde la propia Somalia – Mogadiscio, Garowe, Galkayo – la gestación y avance de la ofensiva de fuerzas africanas, asesoradas y financiadas por Occidente, que terminaría con arrinconar a los islamistas de Al Shabab, que hace apenas dos años dominaban la mayor parte del país.

Esta ofensiva tuvo un punto de inflexión notable, que fue la incorporación de tropas de la vecina Kenia a través de la operación Linda Nchi (que en kisuajili quiere decir “Proteger la Nación”). Hasta ese momento, en la misión de la Unión Africana, llamada AFRICOM, solo habían participado efectivos de Uganda, Burundi y Sierra Leona.

Tuits islamistas

La llegada del Ejército de Kenia, que acorraló a los islamistas al entrar por el oeste, dio lugar a un hecho sin precedentes: que Al Shabab creara una cuenta en la red social Twitter en diciembre de 2011 para dirigirse en inglés a los kenianos. En especial al mayor Emmanuel Chirchir, portavoz castrense de los altos mandos de Nairobi, que ya tenía cuenta en la red social.

Así nació una rivalidad que muchos seguimos en directo a lo largo de meses entre @MajorEChirchir y @HSMPress, la cuenta de Al Shabab. Al principio, basada sobre todo en bravuconadas, chanzas y burlas, pero que luego se fue volviendo más violenta por parte de @HSMPress, que ya no solo se centró en los Kenia sino que empezó a lanzar mensajes para todo el mundo. Mensajes en los que mostraba fotografías de soldados africanos capturados, en los que daba cuenta de los «infieles» muertos que provocaban sus ataques suicidas y emboscadas.

Finalmente, la semana pasada Twitter clausuró la cuenta de Al Shabab después de que publicara fotos de un oficial de las fuerzas especiales francesas muerto en la operación de rescate de un compatriota que lleva ya dos años secuestrado en Somalia, y de que anunciara que iba a matar al rehén.

Adiós Omar adiós

Desde entonces, muchos se han formulado las siguientes preguntas, que yo también me hacía cada vez que leía un nuevo mensaje de Al Shabab. ¿Es mejor dejar abierta una brecha para saber qué piensa esta organización radical, insurgente, terrorista? ¿O es conviene cortarla de cuajo para que sus tuits no tengan un efecto propagandísticos, de llamada, sobre todo a la comunidad de somalíes que vive en Europa y Estados Unidos?

El analista J.M. Berger afirma que se debe permitir la cuenta pero con restricciones, pues considera que es una gran fuente de información. De hecho, él mantuvo varios diálogos con la cuenta de Al Shabab, que sospecha que está dirigida por Omar Hammami, el terrorista estadounidense del que ya habíamos hablado en estas páginas por sus vídeos de rap colgados en You Tube, en los que llamaba a la yihad, y por su autobiografía, también colgada en la red.

Conocido asimismo como Abu Mansur Al-Amriki, este joven propagandista de Al Shabab, que merecería un buen documental, sufrió en algún momento el acoso de la propia organización, que lo amenazó de muerte, aunque luego parece que se llegó a una suerte de acuerdo o de mediación que le permitió no solo seguir con vida sino tuiteando. Esto último, hasta el pasado viernes, cuando escribió por última vez en 140 caracteres.

Autobiografía de un terrorista estadounidense en Somalia

En estas páginas ya hemos hablado en varias ocasiones de la andanzas de Abu Mansur Al-Amriki, el terrorista de Al Shabab que se hizo famoso por ser oriundo de los EEUU y por improvisar en You Tube canciones de rap para invitar a los jóvenes musulmanes del mundo a sumarse a la yihad en Somalia.

Abu Mansur Al-Amriki posa con el libro que acaba de publicar en Scribd y en el que cuenta su transformación de joven seguidor de Nirvana a yihadista en Somalia.

It all started out in Afghanistan / When we wiped the oppressor straight off the land / Uni crumbled / rumbled and tumbled / humbled and mumbled / made a power / withdraw and cower/ Land by land / and war by war / only gonna make our black flag soar / drip by drip / shot by shot / only gonna give us the death we sought.

La última vez que nos referimos a él fue en marzo, cuando colgó un vídeo en la red en el que decía que su vida estaba en peligro pues miembros de Al Shabab lo estaban buscando para asesinarlo como consecuencia de “diferencias en sharia y estrategia”.

Desde entonces, corrieron por la Red rumores que decían que había huido de Somalia para entregarse a la CIA, y otros que sostenían que finalmente había sido asesinado por Al Shabab. Para hacer aún más confuso el relato, Al Shabab publicó en su cuenta de Twitter que la vida de Mansur Al-Amriki no estaba en peligro.

Dos meses más tarde, parece que el terrorista estadounidense ha limado asperezas con Al Shabab y Al Qaeda, pues lanzó ayer un nuevo vídeo en el que llama a la yihad global y, en un acto no poco sorprendente, su autobiografía en inglés. Así es, primero el rap y ahora la literatura.

Narcisismo

Después de que medios de comunicación como The New York Times viajaran al pueblo de Daphne, en el estado de Alabama, para indagar sobre los orígenes de este hijo de padre sirio musulmán y madre estadounidense evangelista, Omar Shafik Hammami decide dar ahora su propia versión del camino que lo llevó a pasar de ser un adolescente que jugaba a la Nintendo y escuchaba Nirvana, a abrazar el salafismo para terminar por ser el rostro más conocido a nivel mundial del islamismo radical en Somalia.

La lectura del libro, que está en Scribd, interesa por lo curioso que es el viaje que emprendió este joven de 28 años. Un viaje cuyas vicisitudes narra con una facilidad para la exposición de su vida más íntima, para centrarse en el epicentro del relato, que lo califica indudablemente como vástago de la cultura estadounidense por más tiempo que lleve en Somalia. No en vano afirma que fue una «estrella del fútbol» en su colegio.

Un periplo en el que cuenta cómo discute tras el 11S con otros alumnos, dudando de si ponerse del lado de EEEU o del contrario, y luego se encierra en la mezquita a repetir Alahu Akbar para no poner en cuestión sus creencias hasta que aparece un «clérigo salafista» que lo adoctrina y le borra todo atisbo de vacilación. Después, Mansur Al-Amriki explica que empieza a ser acosado por la CIA y que se ve obligado a emigrar a Canadá, donde conoce a la mujer somalí con la que se casaría.

Valiosa descripción

Sin embargo, lo más interesante del libro – al menos para quien escribe estas palabras – es la descripción de los campos de entrenamiento de Kismayo, ciudad portuaria del sur de Somalia, en los que recala tras haber establecido contactos con los islamistas a través de foros de Internet.

Allí lo recibe en noviembre de 2006 nada menos que Fazul Mohammed, líder de Al Qaeda en África Occidental, del que también ya hemos hablado en estas páginas y que cayó abatido en un puesto de control de Mogadiscio hace casi un año.

Al haber tan poca información sobre Al Shabab, la narración que Mansur Al-Amriki que hace de los campos de entrenamiento de Kismayo, donde es aleccionado en el uso de armas y en la lucha de guerrillas – que en poco tiempo más aplicarían contra los etíopes tras los seis meses de sosiego de la Unión de Cortes Islámicas, en una defensa del territorio cuya estrategia critica – es un material de enorme valor para aquel al que le interese la guerra de Somalia.

Y más aún en un momento como este, en el que tras la ofensiva de estos días de la Unión Africana en el corredor de Afgoye, los islamistas vinculados a Al Qaeda parecen estar viviendo sus horas más bajas.

El terrorista rapero de Somalia teme por su vida

“Grabo este mensaje porque mi vida podría estar en peligro debido a diferencias que tengo sobre sharia y estrategia con Al Shabab”, dice Abu Mansur Al-Amriki al principio del vídeo de un minuto que apareció en la red el viernes. De fondo, la bandera negra con letras blancas de la organización y un fusil AK 47.

De algún modo tiene sentido que se despida de la vida de insurgente a través de una grabación en You Tube – que colgó el usuario somalimuhajirwarrior, que quiere decir el «guerrero extranjero somalí» – pues fue justamente a través de este medio que se hizo famoso. Ya alguna vez hablamos en estas páginas de los vídeos de rap en los que invitaba a los musulmanes a sumarse a la lucha contra los infieles en Somalia.

It all started out in Afghanistan / When we wiped the oppressor straight off the land / Uni crumbled / rumbled and tumbled / humbled and mumbled / made a power / withdraw and cower/ Land by land / and war by war / only gonna make our black flag soar / drip by drip / shot by shot / only gonna give us the death we sought

Y también tiene sentido que su último mensaje fuera ante las cámaras porque este miembro de Al Shabab, y por lo tanto también de Al Qaeda, viene de la sociedad de la comunicación de masas y del espectáculo: Estados Unidos de América.

De Alabama a la yihad

Como resulta evidente, lo de Al-Amriki es un pseudónimo, el Americano, que le pusieron a este joven de 28 años, oriundo del pueblo de Daphne, en el estado de Alabama, cuyo nombre verdadero es Omar Shafik Hammami.

Hijo de padre musulmán sirio, y de madre estadounidense evangelista, asistía de niño a campamentos bíblicos y de adolescente era fanático de Nirvana y de los juegos de Nintendo hasta que, tras un viaje a Siria, se convirtió a la versión más conservadora del islam: el salafismo (galería con fotos y vídeos de su infancia).

En Canadá se casó con una mujer de origen somalí. Y de allí se fueron a vivir a Alejandría, Egipto. A través de un foro en Internet de radicales musulmanes, conoció en este país a Daniel Maldonado, un estadounidense que se había convertido al islam en Massachusetts y que también se había mudado con su familia a Egipto.

Un año más tarde, sin decírselos a sus parientes, ambos viajaron a Somalia. Poco después comenzaron a formar parte de las filas de Al Shabab. La Unión de Cortes Islámicas dominaba la mayor parte del país en aquel entonces.

Únete a Al Shabab

La carrera yihadista de Maldonado fue breve. La invasión etíope respaldada por EEUU lo obligó a huir a Kenia, donde las autoridades locales los arrestaron el 21 de enero de 2007 para luego deportarlo a su país natal. En Houston, Texas, tuvo que enfrentarse a la justicia acusado de pertenencia a organización terrorista.

Abu Mansur Al-Amriki adquirió relevancia gracias a una entrevista que le hizo Al Yazira que empleó para pedir a musulmanes occidentales que se unieran a la lucha yihadista en Somalia, como él mismo había hecho. A pesar de tener apenas 22 años, logró subir posiciones en Al Shabab. Según información de inteligencia, Hammani no sólo daba muestras de ser útil como propagandista, sino que se muestra feroz en la lucha armada.

En 2009 aparece en un vídeo de 31 minutos en el que explica cómo hacer una emboscada. Allí se lo ve con Ahmed Shirwa, que fue el primer estadounidense que actuó como terrorista suicida en Somalia, cuando atacó la sede de la ONU en Somalilandia. Se estima que son más de 20 los ciudadanos de EEUU que se unieron a la guerra en Somalia. La mayoría oriundos de Minneapolis.

Desconfía de los extranjeros

Uno de sus últimos vídeos fue otro torpe rap que en marzo de 2011 publicó en Internet para burlarse de las noticias que decían que había muerto luchando en Mogadiscio. Meses más tarde se lo vio en la ceremonia de despedida a Bin Laden, con los altos mandos de Al Shabab, donde dio un discurso en el que dijo «todos somos Osama».

En octubre de 2011, llamó la atención que su nuevo vídeo, «Lecciones aprendidas», no fuera difundido por el canal oficial de Al Shabab: Al-Kata’ib. Los rumores decían que algunos líderes de la organización habían empezado a cuestionar el papel de los combatientes extranjeros como Hammami.

La ruptura con Al Shabab habría llegado por la extraña manera en que terroristas foráneos murieron en varios enfrentamientos. Muktar Abdirahman «Godane», el jefe máximo de la insurgencia integrista, habría hecho detener a dos extranjeros que intentaban verlo por este asunto.

Abu Mansur Al-Amriki tiene una casa, un coche y un burro en la ciudad somalí de Merka, donde reside cuando no está combatiendo. Algunas fuentes señalan que consiguió una segunda esposa. La posibilidad de que huya del país, y que pase información a los EEUU, es remota pero seguramente es la que lo lleva a decir que su vida está amenazada.

Volar para contarla: los peligros de aterrizar en Somalia

Volar para contarla es una sección de este blog que se originó en junio de 2008 en la terminal número dos del aeropuerto de Dubai. Exactamente en el momento en que levanté la cabeza y descubrí en la pantalla que los primeros vuelos de la mañana tenían como destinos nada más y nada menos que Kabul, Mogadiscio, Bagdad y Peshawar. Quizás fuera por el cansancio del viaje desde Madrid, pero comprar un pasaje al azar en aquel sitio o jugar a la ruleta rusa parecían casi lo mismo.

Pilotos mexicanos del PMA a punto de partir hacia Mogadiscio, Somalia (HERNÁN ZIN)

Fue entonces cuando me pregunté qué clase de gente es la que toma esos vuelos. Y lo que descubrí a mi alrededor, y luego en el autobús hacia la aeronave, fue una curiosa amalgama de personal humanitario, efectivos militares, diplomáticos, contratistas-mercenarios y resignados habitantes del lugar.

Si a esto le sumamos los eventuales terroristas – que según la prensa se desplazan desde Europa y EEUU a Dubai para luego ir a luchar a lugares como Somalia – cada pasaje de cada avión constituía una suerte de resumen, de síntesis, de los protagonistas de esas guerras.

Pilotos rusos

Después llegó el momento verdaderamente revelador, que terminaría de modelar la idea que daría vida a Volar para contarla: bajé del autobús, me puse en la cola antecedido y sucedido por dos tipos barbudos vestidos con idénticos salwares blancos y gorro de lana estilo ensaimada, y vi cómo el piloto – un enorme ruso con la camisa abierta y cadena de oro sobre el pecho – le daba patadas con la punta de los pies a los neumáticos para comprobar si tenían suficiente presión.

Allí surgió la pregunta que daría vida a esta sección: ¿Quiénes son los pilotos que cada día se la juegan para volar a zonas en guerra?

La historia de aquel avión, perteneciente a la compañía Pamir Airways – sobre el que escribí fascinado por la tarde, apenas llegué a Kabul, al igual que mi admirado compañero Mikel Ayestaran -, nunca encontró sitio en Volar para contarla porque se estrelló dos años más tarde en el norte de Afganistán.

Tenemos dos ruedas

Pero sí lo han hecho muchas otras que hemos ido contando en esta sección. Una forma asimismo de tratar de entender cómo funciona esa otra industria de la aviación, la que casi nunca vemos, la que se desplaza por países no sólo en guerra sino casi ausente de infraestructuras, la que mueve por el mundo tanto sea ayuda humanitaria como armas, drogas o especies protegidas.

Una sección de este blog que hace un par de años comenzó a convertirse en un documental cuyas historias he estado desgravando y subtitulando estos días en Buenos Aires. Un documental, a medio hacer – otro más en la lista – del que rescataré uno de los testimonios que más me ha gustado: el del piloto keniano Andrew Waruru.

Un personaje en toda regla al que acompañé a través de Somalia. Extraordinario por su compromiso ético, por su valentía y por su sentido del humor. Basta decir que cuando se nos pinchó un neumático al despegar de la ciudad de Galkayo, me dijo riendo a carcajadas: “No te preocupes, tenemos dos”.

Uno de cada tres aviones de guerra de EEUU es no tripulado

En este blog fuimos testigos de un hecho sin precedentes: el uso masivo de aviones no tripulados en un conflicto armado. Sucedió en Gaza, en el año 2006, durante la operación Lluvia de verano que el gobierno de Israel lanzó sobre la franja como respuesta al secuestro del soldado Gilad Shalit, llevándose por delante la vida de más de 450 personas, en su gran mayoría civiles.

Avión no tripulado MQ-1 Predator. EEUU ha perdido 38 unidades en Irak y Afganistán. Foto: Reuters.

Semanas más tarde, el mismo fenómeno se repetiría de forma más vasta aún en Líbano, donde Israel lanzaría decenas de drones para realizar labores de inteligencia y ataque durante la conocida como «Guerra de los 33 días» que Ehud Olmert decidió conducir contra Hassan Nasaralá y su Partido de Dios.

El estupor y la sorpresa frente a aquel despliegue de drones lo plasmé aquí, el 28 de noviembre de 2006, en el artículo Aviones no tripulados, los nuevos protagonistas de la guerra.

Historia de un cambio

Desde que el actor británico, y aficionado a la aviación, Reginal Denny vendiera 53 unidades del modelo RP 4 al ejército de EEUU en 1939, para que los artilleros pudieran hacer prácticas de tiro, los aviones no tripulados han formado parte de la industria armamentística y de las estrategias bélicas. Desde el Ryan Firebee en Corea y Vietnam hasta los Pioneer en la Primera Guerra del Golfo.

Sin embargo, los aviones no tripulados recién saltaron a los titulares de la prensa por su capacidad de ataque en noviembre de 2002, cuando un misil Hellfire lanzado desde un Predator alcanzó el todoterreno en el que viajaba por el norte de Yemen Qaed Salim Sinan al-Harethi, supuesto líder de Al Qaeda. Una operación de la CIA que pocos imaginaron en aquellos días que terminaría por convertirse en la norma.

Tan comunes son estos dispositivos ahora, una década más tarde, y tan extendido se encuentra su uso, que uno de cada tres de aviones de guerra de EEUU es un UAV según un informe del Congreso de EEUU del 3 de enero de 2012. Uno de esos Predator, Raven, Global Hawk, Reapers y Sentinels que a diario recorren los cielos de Irak, Afganistán, Somalia y Pakistán.

El crecimiento ha sido exponencial si tomamos en cuenta que en 2005 apenas el 5% de los aviones militares eran drones. En la actualidad hay 7.949 aviones no tripulados y 10.767 aeronaves tradicionales. Eso sí, el modelo más popular es el Raven, con 5.346 unidades, que es sumamente pequeño y portátil, imposible de comparar en costes de producción y mantenimiento con un cazabombardero F22.

Nuevos escenarios bélicos

Como tantas veces hemos escrito en este blog, la guerra ha cambiado radicalmente en el siglo XXI. Ya no se enfrentan estados ni ejércitos profesionales, sino que la violencia se despliega en aquellas zonas donde los gobiernos no tiene poca o nula presencia y grupos insurgentes, mafiosos o terroristas campan a sus anchas.

En este escenario de fronteras difusas, donde la información es casi más importante que la fuerza, los aviones no tripulados cumplen un papel cada día más destacado. Si los EEUU van a la cabeza es en parte gracias a la visión de Robert Gates, hoy ex Secretario de Defensa, que supo adaptar el gasto militar de su país en esta dirección.

Luego viene Israel, que fue el gran precursor de estos ingenios gracias a la labor del ingeniero aeronáutico Alvin Ellis tras la guerra de Yom Kippur. Y después los demás países, que desde Irán pasando por India, Rusia y Turquía, hace años que se lanzaron a conseguirlos.

Una forma de hacer la guerra que también ha levantado criticas por parte de organizaciones de Derechos Humanos, pues acciones como las que se llevan a cabo casi a diario en Pakistán, no dejan de ser una forma de asesinato selectivo, sin juicio ni pruebas. También a nivel de Derecho Internacional, por su sistemática violación de la soberanía de otros Estados, ha sido y es muy cuestionada.

La guerra por un lugar llamado Jubalandia

En anteriores entradas hemos repasado los detonantes que llevaron a Kenia a invadir a Somalia: el secuestro de las cooperantes españolas de MSF en el campo de Dadaab y de varios turistas europeos en la isla de Lamu.

Sin embargo, resultaría inocente pensar que esta operación militar, llamada Linda Nchi – que en kisuajili quiere decir «Proteger la nación» -, surge de una decisión precipitada. Sabemos gracias a diversas fuentes que el gobierno de Nairobi comenzó en 2010 a preparar la incursión armada que finalmente lanzó el pasado mes de octubre.

Soldados de AMISOM en primera línea de combate contra los islamistas de Al Shabab. Mogadiscio, Somalia. Sept 2011 (HERNÁN ZIN).

Según Wikileaks, en enero de 2010 Kenia pidió apoyo directo a EEUU para la invasión. La idea era conquistar la región conocida como Jubalandia, bastión de Al Shabab. Una vez neutralizados los islamistas, poner allí un gobierno afín.

Entre los planes, que Washington no quiso respaldar directamente, se pretendía que el ataque militar lo llevasen a cabo unos dos mil somalíes reclutados de los campos de refugiados en territorio keniano.

Zona de seguridad

Jubalandia es una región autónoma del sur de Somalia también conocida como Azania, que está compuesta por los distritos de Gedo, Baja Juba y Media Juba. Al este limita con el océano Índico y al oeste con Kenia. Su nombre deriva de que es recorrida por el río Jubba. En 1924 fue cedida por los británicos a los italianos, que llamaron Oltre Giuba. A partir de 1960 pasó a ser parte integral de la Somalia independiente.

En 2006, los islamistas de la Unión de las Cortes Islámicas empezaron a controlarla. Tras la retirada de las tropas etíopes, fueron los radicales de Al Shabab quienes se hicieron con el poder en Jubalandia.

Hoy sabemos que Kenia realizó la operación militar con sus propios soldados, más de dos mil, y que cuenta con el respaldo de EEUU y en menor medida de Francia. En teoría, el momento para ejecutar el plan no podría ser mejor: como vimos en nuestro reciente paso por Mogadiscio, Al Shabab tuvo que abandonar la capital superada por las tropas de la AMISOM y de Ahlu Sunna, y el sur del país sufre una terrible hambruna, que sin dudas ha debilitado las posiciones de los islamistas además de restarles apoyo popular.

El futuro

Las noticias sobre el avance de las tropas kenianas en Somalia son escasas. Parecen aún encontrarse lejos de su principal objetivo, que han bombardeado a lo largo de los últimos días: el puerto de Kismayo, epicentro de Al Shabab, que se estima que deja más de 50 millones de dólares al año en beneficios a los islamistas.

Tampoco se sabe qué sucederá si Kenia logra el objetivo de controlar Jubalandia. Lo más lógico sería que sus hombres pasasen a formar parte de AMISOM, la fuerza de la Unión Africana integrada por soldados de Burundi, Uganda, Yibuti y, próximamente, Sierra Leona, que se encuentra en Mogadiscio.

En el ámbito de las especulaciones cae también la incógnita sobre quién controlará esta región autónoma, quién será el futuro «presidente de Azania». Algunos señalan al profesor Mohammed Abdi Gandi, que vive en Kenia y se formó en Francia. Otros a Ahmed Madobe, señor de la guerra del que ya hablamos en estas páginas.

Pero el principal interrogante es saber si la jugada le saldrá bien a Kenia. Un país que vive del turismo, que tiene una vasta población somalí en su territorio y que, como vimos hace unas semanas, desde su independencia había sabido mantenerse al margen de las trifulcas regionales.

Saber si Jubalandia puede ser su barrera para mantener alejados al islamismo radical y la guerra de su territorio. O, justamente, todo lo contrario: que Jubalandia termine siendo el puente que legitime y aliente el arribo del caos a Kenia.

Entender Somalia: el ascenso de las milicias sufíes de Ahlu Sunna Waljama’a

La retirada de Al Shabab de los barrios del norte de Mogadiscio – que, sin embargo, continúa realizando ataques puntuales en la capital, con un saldo de 45 muertos el pasado mes y una docena de decapitaciones -, parece haber situado a Somalia nuevamente frente al más complejo y antiguo de sus problemas: los señores de la guerra.

Puesto militar en las calles de Mogadiscio. Noviembre 2010. (HERNÁN ZIN)

Hasta el repliegue de los integristas vinculados a Al Qaeda, los señores de la guerra habían aparcado sus diferencias y ambiciones de poder para enfrentarse a un enemigo común, o había sido expulsados de sus territorios. Ahora que “Los jóvenes” han regresado a sus feudos en el sur, Somalia vuelve al caos en el que se encontraba en 2006, antes de que la Unión de Cortes Islámicas tomase el país.

Recordemos que si aquel heterogéneo conjunto de 13 tribunales islámicos logró hacerse con el control durante seis meses fue porque la población estaba harta de las luchas y abusos de los señores de la guerra con sus lealtades a clanes y subclanes. Algo parecido a los que sucedió entre 1994 y 1996 con los talibanes en Afganistán.

Hoy Somalia vuelve a 2006. Y la debilidad del Gobierno de Sharif Ahmed, que a diferencia del de hace cinco años al menos está presente en la capital, permite vislumbrar que los señores de la guerra serán nuevamente un desafío más allá de las alianzas que algunos de estos personajes han establecido con EEUU y Etiopía en los últimos años.

O, lo que es peor aún, Somalia podría regresar a la situación de 1991 cuando tras la caída del dictador Siad Barre dos señores de la guerra emprendieron una brutal pugna por hacerse con la presidencia del país: Mohamed Farah Aidid y Ali Mahdi. El origen de estos 20 años de guerra civil y Estado fallido.

Por esta razón, para comprender el futuro próximo inmediato de Somalia resulta fundamental conocer la composición, origen y ambiciones de estos grupos armados sobre los que volveremos en próximas entradas de Viaje a la guerra.

Luchar contra los integristas

Ahlu Sunna Waljama’a (ASWJ) es una de las organizaciones que con mayor vigor ha luchado contra Al Shabab. Va más allá de la adscripción a un determinado señor de la guerra o clan, pero su capacidad militar la hace un actor clave en los equilibrios de poder del Gobierno de Sharif Ahmed.

Los miembros de ASWJ son musulmanes sufíes. Hasta el 2008 habían permanecido al margen de la lucha armada. Fueron los ataques de Al Shabab contra sus líderes y símbolos religiosos los que los llevaron a convertirse en una organización paramilitar. Para los miembros de Al Shabab, adscritos al wahabismo, los sufíes son apostatas pues veneran a sus ancestros. De allí las acciones también contra las tumbas que los sufíes convierten en lugares de culto.

De hecho, el origen del grupo en 1991 fue exactamente el mismo. Nació del deseo de defender los valores sufíes frente a la organización Al-Ittihad al-Islamiyya (AIAI), la única que en aquellos tiempos de lucha entre señores de la guerra estaba vinculada con el islamismo integrista. Varios de sus jerarcas se salieron de la Asamblea Islámica de Académicos de Somalia para tratar de unir a las tres órdenes sufíes del país: Qadiriyya, Salihiyya y Ahmadiyya.

Etíopes y mercenarios

Según narra Jeremy Scahill en un reciente reportaje para The Nation, la creación por parte de ASWJ de un brazo paramilitar en 2008 para hacer frente a Al Shabab dejó en un principio “mucho que desear”. Sólo cuando comenzó a recibir ayuda por parte de Etiopía, la milicia fue tomando verdadera forma. La administración de Addis Abeba brindó financiación, armas y entrenamiento al grupo. Estrategia que no podría haber seguido sin el apoyo de los EEUU.

También la empresa militar privada Southern Ace, con base en Hong Kong y vinculada al mercenario sudafricano Edgar Van Tonder, aportó los medios y la experiencia para que ASWJ desarrollara su brazo paramilitar. Un informe de la ONU señala que Southern Ace violó de forma flagrante el embargo de armas. A tal punto que hizo que el precio de las municiones subiera en el país.

Lealtades confusas

Además de presencia en Mogadiscio, ASWJ controla las regiones de Mudug, Gedo y Galgaduud, y partes de Hiiraan, Middle Shabelle y Bakool. El 22 de febrero de 2009, el grupo creó la Administración Central de Somalia, una suerte de gobierno de facto en un territorio casi equivalente a la provincia de Galgaduud. Al frente se situó Sheikh Omar Muhammad Farah.

Sin embargo, esta acción quedó opacada cuando ASWJ firmó en marzo de 2010 un acuerdo con el presidente Sharif Ahmed para integrar el Gobierno de Transición Federal. Recibió cinco ministerios, parte del control de aparato de seguridad nacional y puestos diplomáticos.

En un informe publicado en julio, el Grupo de la ONU para la Supervisión de Somalia manifestó su desconfianza con respecto a ASWJ al señalar que “parecen representantes de potencias extranjeras más que autoridades locales emergentes”. Afirmación que pone en entredicho las lealtades de este grupo ahora que Al Shabab ha emprendido la retirada.

La misma pregunta se podría hacer sobre los señores de la guerra: ¿responden al Gobierno o a las potencias que los arman y financian? ¿Renunciarán al control de sus feudos en favor de un poder central o la guerra civil volverá con nuevos bríos?

Augustine Mahiga, representante de la ONU para Somalia señaló similares dudas en abril de 2011, agregando además que el grupo parece carecer de un liderazgo unificado, lo que dificultaría asimismo las negociaciones.

A favor de ASWJ es importante señalar que el viernes fue una de las organizaciones firmantes de la Hoja de Ruta auspiciada por la ONU para reemplazar el Gobierno de Transición Federal. Acción elogiada por Catherine Ashton.

Entender Somalia

Si nada se tuerce, en poco tiempo más estaremos de regreso en Somalia. Un buen momento para – además de preparar equipos, hacer maletas, sacar seguros, pedir permisos y organizar contactos -, repasar los cuadernos de notas, la bibliografía de referencia – entra la que destaca, sin dudas, el trabajo del profesor Ioan Lewis – , y reunir la información que nos permitirá tener una visión más profunda, con mayores matices y menos anclada en el presente, de la desesperada situación que se vive en Somalia como consecuencia del hambre y de la guerra.

Mujeres y niños desplazados reciben sus tarjetas de identificación en un campamento de Mogadiscio. (Ismail Taxta / REUTERS)

Empezaremos por la organización social del país: los seis grandes grupos y sus respectivos clanes y subclanes, además de colectivos históricamente marginados por sus raíces bantúes como los jareer. Recorreremos luego la historia antigua somalí, con la influencia de los sultanatos árabes y las continuas luchas contra los cristianos abisinios. Descubriremos cómo se forjaron la cosmopolita Hamar (nombre que recibe Mogadiscio en somalí) y sus pares costeras Brava, Merca y Zeila.

Además, nos adentraremos en el período colonial, en la independencia y en la guerra civil, y en las características geográficas y económicas de esta nación del Cuerno de África. En este último aspecto, en el que destaca el trabajo del profesor Peter D. Little, trataremos de entender cómo es posible que el PIB de Somalia siga creciendo, y los hombres de negocio prosperando, en medio del caos.

Sobre esta cuestión, una anécdota de nuestro último viaje: apenas bajamos del avión en Mogadiscio recibimos un mensaje de bienvenida de la compañía local de móviles. El aeropuerto estaba desierto debido a los reiterados ataques de Al Shabab, nosotros avanzábamos a paso firme con las maletas, pero los teléfonos, fundamentales para hacer negocios y para la guerra, se mostraban tan eficientes como en cualquier otro lugar del mundo.

Por estos derroteros irán las próximas entradas de este blog.

Un periodista muerto

Con respecto a las últimas noticias que llegan desde Somalia, ninguna es buena, para no romper con la tradición.

Al Yazira difundió un vídeo la semana pasada en el que se ve a decenas de milicianos de Al Shabab caminando por Mogadiscio. Algo queda claro: tarde o temprano van a volver, como ya hicieron en 2007 tras la invasión etíope respaldada por EEUU. Cuestión de tiempo. Cuando pase la hambruna, que se ha cebado especialmente con el sur, donde Al Shabab es fuerte, tratarán de retomar la capital y su antiguo feudo, el mercado de Bakara, tan importante para la recolección de dinero. Quizás lo intente antes.

En relación a la hambruna, que se perpetuará hasta 2012, la ONU acaba de incorporar una sexta región a la alerta alimentaria: Bay, que también se encuentra en el sur del país. El pasado 20 de julio, las Naciones Unidas declararon oficialmente el estado de hambruna en las regiones de Bakool y Bajo Shabele, a las que se unieron en agosto las zonas de Balcad y Cadale, en el Shabelle Medio, y el campo de desplazados internos de Afgoye, en Mogadiscio.

La tercera noticia apenas tuvo repercusión en los medios: un periodista malayo murió el viernes por la tarde como consecuencia de disparos de AMISOM, la misión militar de la Unión Africana, que está integrada principalmente por soldados de Uganda y Burundi. Sucedió en el famoso Kilómetro Cuatro, cruce de carreteras primordial en Mogadiscio, y uno de los lugares con mayor número de puestos de control. Se llamaba Noramfaizul Mohd Noor. Trabajaba para TV3 de Malasia. Tenía 39 años y dos hijos.

Historia del hambre en el Cuerno de África

Desde el siglo XVI, los colonizadores árabes y europeos fueron dejando constancia de las hambrunas que de manera recurrente asolaban al Cuerno de África.

omalia está sufriendo la peor hambruna en 20 años y 3,7 millones de personas corren el riesgo de morir por inanición. (Jakob Dall / REUTERS)

En tiempos más recientes, entre 1888 y 1892, la Gran hambruna etíope terminó con la vida de un tercio de la población del país. A la muerte del 90% del ganado como consecuencia de una epidemia de peste bovina que llegó desde la India, se le sumó la sequía provocada por una oscilación del caudal del Nilo y un brote masivo de viruela y otro de fiebre tifoidea.

La siguiente hambruna de vastas dimensiones tendría lugar en la región etíope de Tigray, en el año 1958. Puso fin a la existencia de más de 100 mil personas.

El Cuerno de África volvió a ser golpeado con fuerza por una crisis alimentaria en 1973. Entre 40 y 80 mil individuos perecieron en el norte de Etiopía. La mayoría eran agricultores oromo y pastores afar (como los que retratamos en este blog en nuestro paso por el país en 2007, cuando el hambre también los había llevado a una situación desesperada).

Esta crisis daría la excusa a un grupo de militares comunistas conocidos como Derg para levantarse contra la figura despótica y retrógrada del emperador Haile Selassie, que sería depuesto y ejecutado a los 83 años de edad. El llamado “Rey de reyes”, el mesías de los rastafaris – que Kapuscinsky retrataría en «El emperador», libro que lo dio a conocer a nivel internacional -, había llegado al poder en 1930.

Hambruna con alimentos

El bengalí Amartya Sen, premio Nobel de Economía, estudió exhaustivamente esta hambruna en su extraordinaria obra “Poverty and Famines”. Intentaba demostrar que, al igual que sucediera en la Gran hambruna bengalí de 1943, en las crisis del Sahel y de Bangladesh de los años 70, la disminución en la oferta de alimentos no había sido la razón de estas catástrofes. Había comida pero la gente no podía acceder a ella.

Uno de los líderes de aquella junta militar, Hailé Mariam Mengistu, llegó a la presidencia de la República Democrática Popular de Etiopía en 1987. Aliado de la Unión Soviética, instauró un régimen brutal y autoritario conocido como el Terror rojo. Seguía al frente del país cuando se desató la hambruna que mataría a más de un millón de personas entre 1984 y 1985. Los experimentos colectivistas que llevaba años realizando fueron en parte responsables de aquel desastre.

Una que hambruna que tuvo su epicentro en Wollo y Tigray y que saltó a la primera plana de las televisiones mundiales debido a las campaña mediática emprendida por Bob Geldorf en el Reino Unido a través de Live Aid. La cifra de muertos superó el millón.

Después vendría la polémica por el uso de la ayuda extranjera por parte del gobierno de Hailé Mariam Mengistu, que estaba en guerra con los rebeldes del norte del país. Robert Kaplan, en su libro “Rendición o hambre”, da cuenta de forma minuciosa de lo sucedido en aquellos tiempos.

Operación dar ayuda

En 1991 le tocó el turno a Somalia. La caída del dictador Siad Barre empujó al país a la guerra civil. La estrategia de “tierra quemada” de los clanes fue la que empezó a provocar el hambre que mataría a 200 mil personas.

En agosto de 1992, los EEUU intervendrían militarmente para asegurarse de que la ayuda no quedase en mano de los señores de la guerra. Empezaba la operación Provide Relief, que sería un fracaso de tales proporciones para Bill Clinton que en 1994, el presidente demócrata evitaría intervenir para detener el genocidio de Ruanda.

En los últimos años se han sucedido las sequías y hambrunas puntuales en Somalia, Kenia, Etiopía y Eritrea, pero nada semejante a la catástrofe alimentaria que hoy tiene como zona cero a la región somalí de Baja Shabelle y que ya anunciamos en estas páginas en el mes de marzo. Al repasar la situación de caos, vacío de poder central y violencia en Somalia, no se puede más que coincidir con Amartya Sen en que no hay mejor remedio para el hambre que la paz y la democracia.

La liberación de Mogadiscio

Las milicias de Al Shabab han abandonado Mogadiscio rumbo a Merca y otras ciudades del sur del país. Una excelente noticia para el presidente Sharif Ahmed y su Gobierno Federal de Transición, para las tropas de la AMISOM, para la comunidad internacional y, sobre todo, para los habitantes de la capital de Somalia que llevan ya cuatro años sufriendo los abusos de los integristas y las brutales consecuencias de la guerra.

Soldados de AMISOM en Mogadiscio (Reuters)

¿Por qué decidieron salir de Mogadiscio, donde, como vimos en nuestro paso por la devastada urbe en el mes de noviembre, tenían un vasto control? Suyos eran los barrios del norte y el mercado de Bakara, importantísima fuente de recursos para la financiación de la guerra. Sin contar con el dominio absoluto que tienen en el sur del país.

La respuesta no es sencilla, como nada lo es en Somalia, pues son varios los escenarios que parecen haberse puesto en su contra a lo largo de los últimos meses.

La guerra

Desde que la Unión Africana lanzara una vasta ofensiva el 18 de febrero, Al Shabab ha recibido numerosos golpes – muerte de combatientes extranjeros y de altos mandos de la organización – que la han hecho retroceder poco a poco en el mapa de la urbe bañada por las aguas del Índico. Retroceso del que fuimos dando cuenta en las páginas de este blog.

Sin dudas, un éxito para la Unión Africana en su conjunto, que empieza a demostrar que puede hacerse cargo de los asuntos de la región más allá de su paupérrimo presupuesto. Y en lo personal, una victoria para el presidente ugandés Yoweri Museveni, que en plenas elecciones decidió elevar el número de soldados que sumaría a AMISOM.

Tras el atentado perpetrado el año pasado año por Al Shabab en Kampala durante el Mundial de Fútbol, con un saldo de 76 muertos, Museveni podría haber optado por disminuir su contribución a la fuerza de paz de la Unión Africana, que está conformada principalmente por soldados ugandeses. Ellos han sido las principales bajas en estos meses de conflicto junto a sus pares de Burundi.

Un éxito también para el gobierno del presidente Sharif Ahmed, cuyas fuerzas, entrenadas por EEUU y la UE, participaron asimismo de la ofensiva.

Este antiguo miembro de la Unión de Cortes Islámicas ha sufrido no sólo atentados que terminaron con las vidas de varios de sus ministros sino también luchas intestinas en su Ejecutivo, como la que mantuvo con el ahora ex primer ministro Mohamed Abdullahi Farmajo, que dejó el cargo tras el llamado Acuerdo de Kampala, firmado en junio.

En noviembre fuimos testigos del escaso poder que tenía más allá de Villa Somalia, su residencia.

El hambre

La otra razón para la salida de Al Shabab es sin dudas la brutal hambruna que está padeciendo el Cuerno de África, pero especialmente el sur de Somalia, la zona bajo su control. Además de impedir el arribo de asistencia humanitaria, en los últimos días los integristas han estado bloqueando la partida de los refugiados en busca de ayuda.

Todo esto habla de un caos que necesita más hombres para ser controlado, a lo que hay que sumarle la propia presión de los combatientes con respecto a la situación de sus familias. Los integrantes de Al Shabab son en buena parte descastados, ajenos a los grandes clanes.

Si se mantiene el control del gobierno sobre Mogadiscio, las organizaciones no gubernamentales podrán articular mejor su labor de ayuda humanitaria, que hasta ahora se realizaba mayoritariamente desde Nairobi.

Los aviones con alimentos ya no tendrán que arriesgarse a los disparos con RPG desde el agua o el fuego de mortero desde la ciudad cada vez que aterrizan en el aeropuerto Aden Abdullah Osman Daar, escenario de tantos atentados en los últimos años.

El regreso

Quien conozca la historia de estos veinte años de guerra civil en Somalia sabe que se puede estar ante una victoria temporal, efímera; que las milicias de Al Shabab pueden haber optado por replegarse para minimizar los daños y luego regresar. De hecho, ayer seguían los combates en Mogadiscio, de la que se dice que aún controla un 10%.

Algo parecido sucedió en 2006, cuando las tropas etíopes invadieron el país respaldadas por la administración de Washington. Los islamistas de la Unión de Cortes Islámica retrocedieron hacia el sur del país.

No tardaron mucho en recuperar Kismayo, su bastión – que cayó en manos etíopes el 1 de enero de 2007 -, para lanzar luego una contraofensiva. Fue entonces cuando Al Shabab, el brazo armado de los islamistas, se hizo fuerte desplazando a los elementos más moderados y reforzando los lazos con Al Qaeda. Las fuerzas etíopes abandonaron finalmente el país en 2009.

Es posible que la historia se vuelva a repetir. Y que Al Shabab vuelva a Mogadiscio apenas la coyuntura le sea más favorable.