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Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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El despegue de África: la expectativa de vida aumenta un 10% en una década

En este blog hemos debatido en numerosas ocasiones sobre los extraordinarios y vertiginosos cambios que está experimentando la humanidad. El ascenso de tantos países considerados del “Sur” y el retroceso de esta Europa cansada, envejecida, carente de pasión, demasiado lastrada por una derecha liberal a la que solo se le ocurre una solución a nuestros problemas: recortar derechos a los ciudadanos para ver si así podemos competir de igual a igual con las potencias emergentes.

Vendedores ambulantes luchan por colocar sus productos en Kampala. El ascenso de la clase media ha disparado el consumo en Uganda. Febrero 2013. Foto: Hernán Zin.

Vendedores ambulantes luchan por colocar sus productos en Kampala. El ascenso de la clase media ha disparado el consumo en Uganda. Febrero 2013. Foto: Hernán Zin.

El mundo de los 7.000 millones, como lo bauticé hace algún tiempo, pues es el número de personas que en este momento de transformación histórica, del final de siglos de preemincencia del hombre blanco, lo conformamos.

Un fenómeno al que en la última década se ha sumado también el continente africano, donde hoy se encuentran siete de los diez países que más crecen en todo el planeta, lo que no es poco decir.

Bienvenida Mrs Africa

África tardó, pero ya está aquí. No le fue fácil pues venía lastrada por un expolio colonial que no solo esclavizó a decenas de miles de hombres y mujeres y robo cantidades ingentes de materias primas, sino que apenas construyó carreteras, vías de tren, escuelas, universidades.

Mientras que en la India el Imperio Británico sí dejó una administración articulada y viable, al sur del Sáhara la consigna de las naciones que participaron de la Conferencia de Berlín parecía ser llevarse todo sin ceder casi nada.

Esto ha hecho que África viniera de muy atrás, tanto en estructuras administrativas como en recursos materiales y educación, sin contar la maltrecha autoestima. Tan atrás que al final le ha resultado posible saltarse algunos pasos en su desarrollo como vimos en estas páginas desde Kenia, Uganda, Tanzania o Ruanda.

De cero a todo

Adoptar la telefonía a través de los móviles, sin pasar por los teléfonos fijos, que casi no los hay. Sumarse a la banca no a gracias a cajeros y sucursales sino a servicios de telefonía como Mpesa, exitosísimo en Kenia. O fomentar la energía solar ante la ausencia de grandes centrales hidroeléctricas.

En su última edición, The Economist ha publicado un reportaje que arranca de manera no poco provocativa: tumbados en la playa, tres jóvenes senegaleses leen en sus Ipads las descorazonadoras noticias que llegan desde Europa. Cuatro soldados violan a una mujer en Moldavia; el caos social sacude Grecia. Desde su mundo en plena ebullición de oportunidades, de negocios, los muchachos sienten pena por el viejo continente.

Pero pasemos a las cifras:

. La expectativa de vida en África ha ascendido un 10% mientras que la mortalidad infantil ha descendido continuadamente en casi todos los países.

. Las muertes por malaria han bajado un 30% en un década.

. Los contagiados del VIH son ahora un 74% menos.

. En diez años el ingreso per capita se ha incrementado un 30% mientras que a lo largo de las dos décadas anteriores se había contraído un 10%.

. El número de jóvenes que asisten al colegio secundario escaló un 48% entre 2000 y 2008.

. África es el continente que más crece, a un promedio del 6% anual.

Pero quizás el dato más revelador sea el de la confianza. Sí, la que parece que hemos perdido en Europa y que ha migrado hacia el sur. Dos de cada tres africanos encuestados afirman que el año que viene será aún mejor que el actual.

Ni tribus ni corruptos

En 2008 cubrí para este blog la violencia postelectoral que en Kenia dejó más de dos mil muertos y medio millón de desplazados. Meses terribles, de asesinatos y persecuciones entre grupos tribales. Hoy los kenianos vuelven a votar. Y todo indica que lo harán sin que la presión del grupo étnico sea más importante que el interés nacional. Pamoya, como se dice en kisuajili: juntos, unidos.

Si las elecciones son un éxito, Kenia será un ejemplo para todo el continente de que uno de sus mayores lastres, el clientelismo tribal, se puede superar. El otro, es la corrupción. La cultura de la mordida, del kitu kidogo, que también se interpone entre África y su merecido horizonte de prosperidad.

Sudán, Kenia, Somalia… las transformaciones de África

A veces tenemos la sensación de que nada cambia. O, mejor dicho, de que nada cambia para mejor. Supongo que se trata de una cuestión de falta de perspectiva temporal, de que vivimos demasiado atados al día a día. Porque la realidad sí se transforma, y no en pocas ocasiones avanza y progresa.

Avanza la primera fase de las obras de urbanización de Kibera, el barrio de chabolas más grande de África (Foto: Hernán Zin)

Avanza la primera fase de las obras de urbanización de Kibera, el barrio de chabolas más grande de África (Foto: Hernán Zin)

Los dos primeros post de este blog los escribí hace ya casi siete años desde lugares cuyas realidades llevaban décadas estancadas en el dolor y la marginación; parecía casi imposible que sufrieran transformación positiva alguna: la barriada de Kibera en Nairobi y el sur de Sudán.

Cuando desembarcamos en el sur de Sudán la segunda guerra civil con el norte del país acababa de llegar a su fin. Había dejado cientos de miles de muertos y millones de refugiados. La ciudad de Juba carecía casi por completo de electricidad, carreteras, hospitales, hoteles. Y eso que se trataba de la urbe más próspera de la región.

Pocos confiaban en que las partes respetaran el acuerdo de paz, conocido por sus siglas en inglés CPA, y en que se celebrara el referéndum de autodeterminación fijado para el año 2011.

Con muchos desafíos aún en la agenda, y constantes tensiones con el régimen de Jartum, Sudán del sur logró convertirse en un nuevo estado africano, aunque allá por 2006 parecía casi imposible, como también se vislumbraba una tarea titánica sacar del caos a Somalia, otro de nuestros destinos habituales en este blog. Y, justamente hoy, el Gobierno de EEUU va a reconocer a su nuevo presidente: Hassan Sheik Mohamud.

Ciudad de chapa y cartón

De Kibera he escrito mucho en este blog, pues el rodaje del documental Villas miseria me obligó a volver en numerosas ocasiones a lo largo de cuatro años a esta barriada, que es la más grande de África.

Conocimos la historia de la pequeña Sharon Kayalo, que murió de sida al año de finalizar el rodaje; del Pastor Patrick Kimawachi, que la semana pasada recibió un disparo en el pie por parte de unos delincuentes en Kibera. Conocimos el buzaa, los lavabos voladores y hasta asistimos un domingo a uno de sus templos (vídeo).

En 2008 fuimos testigos de cómo la violencia postelectoral – que amenaza con repetirse en las elecciones del 4 de marzo – devastó Kibera. Llevó a luos, luyas y kikuyus a enfrentarse a machetazos.

En 2009, vuelta la calma, conté aquí cómo el Gobierno derrumbaba casas en la zona conocida como Soweto para abrir las primeras avenidas pavimentadas de acceso a la barriada – algo similar a lo que se está haciendo con las favelas más conflictivas de Río de Janeiro: abrirlas para integrarlas – a modo de paso previo para su urbanización. Proceso que registré también aquí en 2010.

El hombre del millón de chelines

Debo reconocer que nunca creí del todo en los planes de la administración de Nairobi, pues no era la primera vez que se anunciaba a bombo y platillo que se iba a transformar Kibera. Quizás, el factor determinante en esta ocasión es que el actual Primer Ministro, y candidato que encabeza las encuestas para el 4 de marzo, el luo Raila Odinga, viene del distrito de Langata, que abarca Kibera.

Debo reconocer también que los pasados días, al recorrer Kibera y ver los primeros edificios he sentido una honda emoción. Ver que estas callejuelas que llevo recorriendo una y otra vez desde 2005 con mi cámara empiezan a librarse de niños enfermos, de basura, no es poca cosa para mí.

Aunque la prueba real es hablar con los habitantes del barrio para comprobar si son ellos lo que realmente se van a beneficiar de un proyecto de urbanización que está en la primera de sus tres fases.

Me encuentro con un buen amigo, Wycliffe Ambeyi, del que ya he escrito en estas páginas. Portador del HIV, bautizado por sus vecinos como «el hombre del millón de chelines» por el valor de su piel albina, malvivía en una de las casetas más infames de la barriada.

Nos sentamos a hablar…

El despegue económico de África desde Kibera, la barriada más grande del continente

La multitud de grúas que hasta cinco años poblaban los cielos de España parecen haber migrado hacia el sur, en dirección contraria a las pateras, para recalar en algunas capitales de África. O al menos esa es la sensación que tengo al recorrer Nairobi y descubrir la cantidad de carreteras y urbanizaciones que se están construyendo.

Los primeros edificios se levantan en el centro de Kibera, el que fuera durante décadas el barrio de chabolas más grande del mundo. Enero 2013. Foto: Hernán Zin.

Los primeros edificios se levantan en el centro de Kibera, el que fuera durante décadas el barrio de chabolas más populoso de África, con más de un millón de habitantes. Foto: Hernán Zin. Enero 2013

En estas páginas ya he escrito en numerosas ocasiones sobre el nuevo mundo en el que estamos viviendo. Un mundo muchos más polifónico, compartido, donde el hombre blanco ha perdido el liderazgo tras varios siglos de ejercerlo con tantas luces como sombras.

Un nuevo orden mundial al que bauticé de los “7.000 millones” porque este es el número de habitantes del planeta que marca el cambio de ciclo. Por supuesto que no se trata de un movimiento lineal, pues está hecho de avances y retrocesos, pero sin dudas nos encontramos ante un punto de inflexión en la historia.

China como referente

Y como muestra de los tiempos de vertiginoso cambio, nada mejor que el continente africano, que crece a ritmos extraordinarios mientras que esta Europa envejecida, falta de reflejos, languidece.

Siete de los diez países que más crecen en el planeta se encuentran allí. En ningún otro lugar aumentan tanto las ventas de móviles o la creación de nuevas rutas aéreas.

Africa Confidential publica esta semana un exhaustivo análisis sobre el boom económico en algunas regiones del continente y compara lo que está ocurriendo con el despegue experimentado por China en los años 80, al tiempo en que advierte de los desafíos que aún debe afrontar.

Una China que le ha robado a Europa y EEUU el papel de referente en el África subsahariana. Lo vimos en este blog en la República Democrática del Congo, en Uganda, y por supuesto, lo he visto una vez más estos días en Nairobi.

Turistas indios

Las carreteras de la capital keniana las están haciendo mayoritariamente los chinos. Y allí se los ve, a pie de obra, junto a los obreros. Escuelas de negocios, bancos. Pero también, otro fenómeno, aún más novedoso: el turismo.

Un buen amigo, guía en Masai Mara, me decía que ya más del 50% de sus clientes eran indios o chinos. Algo que también he descubierto en los centros comerciales y en las discotecas de Nairobi, donde antes la mayoría de los expatriados eran occidentales y hoy son chinos.

Pero de todo este proceso, lo que más me ha fascinado es lo que está ocurriendo en Kibera, el barrio de chabolas más grande de África. Desde sus callejuelas escribí las primeras entradas de este blog hace casi siete años. Esas mismas arterias que hoy, finalmente, están siendo convertidas en avenidas como contaré en la próxima entrada…

De Cairo a Cabo con Enrique Meneses

A lo largo de los últimos años tuve el privilegio y el honor de acercarme en numerosas ocasiones a la casa de Enrique Meneses en Madrid, encender la cámara y escucharlo recordar sus experiencias en África. Cada entrevista abordaba un país, un fragmento de aquel fantástico viaje que hizo en 1956 de Egipto a Sudáfrica.

Con Enrique Meneses en su casa de Madrid en entrevista conjunta de Marta Molina para la revista Periodistas (Foto: Pablo Moreno).

La idea que compartíamos era la de recrear aquel periplo medio siglo más tarde. Yo viajaría al terreno y él, que era un apasionado de las redes sociales, lo seguiría desde su casa. De no estar vivos, buscaría a los descendientes de los personajes que él había conocido. Retrataría cómo el tiempo había transformados modas, costumbres, edificios, pueblos y ciudades en base sus fotografías.

El resultado iba a ser un documental, que en un comienzo aspiraba a reflexionar sobre la extraordinaria transformación que ha vivido África desde la descolonización hasta el boom económico actual (lo explicamos en este vídeo grabado en casa de Enrique), y que luego fui comprendiendo que sería también el homenaje a un hombre vitalista, inspirador y comprometido como pocos he conocido en mi vida.

Presencia inspiradora

Porque lo cierto es que aquellas grabaciones resultaban bastante complicadas. No por el estado de salud Enrique, que con su bombona de aire al lado parecía capaz incluso de ganarle la partida al cáncer, sino por el constante trajín de visitas que había en su casa.

Rara vez no llegaba algún joven con una grabadora, con un cuaderno de apuntes, a pedirle consejo. Y ante el derrotismo y la falta de iniciativa que imperan hoy en el periodismo, y el miedo de los muchachos a soltarlo todo y lanzarse a la ruta, él era terminante: «Trabaja, ahorra y vete con tu cámara». Insistía con una pasión ciertamente contagiosa: «No lo dudes. Vete a buscar historias, ya encontrarás quién te las compre».

Lamentablemente, el declive en la salud de Enrique hizo que el documental comenzara a perder fuelle. Quedó aparcado a la espera de que mejorara, pero no ha sido así. Hoy ha fallecido. Y la noticia de su muerte me encuentra justamente en África. Estaba en Kibera, el barrio de chabolas más grande del continente, sobre el que tantas veces hablamos en estas páginas, cuando recibí el mensaje de su muerte.

Desde aquí, compartir con vosotros mi admiración por Don Enrique Meneses, que más allá de sus magníficos reportajes supo ser también una fuente de inspiración para tantos periodistas. Es más, muchas veces, cuando el viento sopla en contra, cuando algo parece imposible, lo recuerdo frente al ordenador, con sus bombona de aire y diciendo «Vete, coge tu cámara y vete».

Aquí estoy maestro.

Villas Miseria (documental)

Tras otro año apretado de viajes, de reportaje en reportaje y de avión en avión, llega ahora el momento de echar el freno. Durante los próximos dos meses estaré encerrado editando mi nuevo documental, «Quiero ser Messi», para Televisión Española.

Así que en Viaje a la guerra no queda más que guardar las maletas por lo que resta de 2012, si bien ya estamos planificando los destinos y reportajes para 2013, que incluirán Sudán, Uganda, India, Pakistán, México… Siempre tratando de orientar la mirada hacia los conflictos que no ocupan los grandes titulares de la prensa. Abriéndola además a toda forma de violencia: desde la pobreza, el racismo y la marginación hasta la violación de los derechos humanos.

Como lo que hago cuando estoy editando es ver trabajos ajenos por las noches para coger ideas, se me ocurre que quizás podría compartir con vosotros a lo largo de estos dos meses en el dique seco algunos de los documentales que vaya viendo y que crea que merezcan la pena traerlos aquí tanto por su innovación narrativa o por la originalidad o importancia de su temática.

De chabolas y arrabales

A modo de arranque, «Villas Miseria», que no es un trabajo ajeno sino propio, por lo que lo tengo bastante visto, no os voy a engañar. Es más, seguramente algunos de los que seguís el blog también lo tenéis visto, pues muchas de las historias de este documental aparecieron primero en estas páginas. Historias como la de Patrick Kimawachi, Sharon Kayalo, Dipti Porchás, Nepal o Elena «La Loca».

Es un trabajo humilde, realizado con más voluntad que recursos. De hecho, el 95% de las imágenes las grabé solo, con una destartalada cámara, y también el guión ha sido de cosecha propia. En definitiva, un one man show que nunca es lo aconsejable en este rubro. Cuando haces televisión, el trabajo en equipo, la diversidad de miradas y especialidades, resulta fundamental.

Sí creo que es una observación interesante sobre la realidad de este mundo en transformación vertiginosa. Narra la migración del campo a la ciudad que tuvo lugar a lo largo del siglo XX, la mayor de la historia. Como consecuencia, en 2009 ya la mitad de la humanidad vivía en ciudades, año en que salió el documental. Pero no todas las personas que abandonaron las zonas rurales logran integrarse de pleno en las urbes. Más de mil millones malviven en sus arrabales, en los conocidos como barrios de chabolas o villas miseria.

Cinco muertos

También creo que en lo humano es un trabajo con cierto valor, ya que son historias que seguí a lo largo de los años, en diversos barrios de chabolas de Kenia, India y Argentina. Quizás esa fue la mayor virtud de trabajar solo, casi sin presupuesto y arrancando ratos libres de otros trabajos, que no tenía fecha de entrega y podía volver cuantas veces quisiera.

Esta dilación en el tiempo hizo que cinco de los protagonistas del documental hayan muerto. Prueba irrefutable de que la vida miserable, en la indigencia, mata. Algunas muertes tuvieron lugar después de terminar la edición final, por lo que solo tuve este blog como forma de hacerlas públicas. A todas estas personas, que me abrieron las puertas de sus vidas y de sus humildes moradas, y que ahora lo harán a vosotros, está dedicado el documental.

La guerra por un lugar llamado Jubalandia

En anteriores entradas hemos repasado los detonantes que llevaron a Kenia a invadir a Somalia: el secuestro de las cooperantes españolas de MSF en el campo de Dadaab y de varios turistas europeos en la isla de Lamu.

Sin embargo, resultaría inocente pensar que esta operación militar, llamada Linda Nchi – que en kisuajili quiere decir «Proteger la nación» -, surge de una decisión precipitada. Sabemos gracias a diversas fuentes que el gobierno de Nairobi comenzó en 2010 a preparar la incursión armada que finalmente lanzó el pasado mes de octubre.

Soldados de AMISOM en primera línea de combate contra los islamistas de Al Shabab. Mogadiscio, Somalia. Sept 2011 (HERNÁN ZIN).

Según Wikileaks, en enero de 2010 Kenia pidió apoyo directo a EEUU para la invasión. La idea era conquistar la región conocida como Jubalandia, bastión de Al Shabab. Una vez neutralizados los islamistas, poner allí un gobierno afín.

Entre los planes, que Washington no quiso respaldar directamente, se pretendía que el ataque militar lo llevasen a cabo unos dos mil somalíes reclutados de los campos de refugiados en territorio keniano.

Zona de seguridad

Jubalandia es una región autónoma del sur de Somalia también conocida como Azania, que está compuesta por los distritos de Gedo, Baja Juba y Media Juba. Al este limita con el océano Índico y al oeste con Kenia. Su nombre deriva de que es recorrida por el río Jubba. En 1924 fue cedida por los británicos a los italianos, que llamaron Oltre Giuba. A partir de 1960 pasó a ser parte integral de la Somalia independiente.

En 2006, los islamistas de la Unión de las Cortes Islámicas empezaron a controlarla. Tras la retirada de las tropas etíopes, fueron los radicales de Al Shabab quienes se hicieron con el poder en Jubalandia.

Hoy sabemos que Kenia realizó la operación militar con sus propios soldados, más de dos mil, y que cuenta con el respaldo de EEUU y en menor medida de Francia. En teoría, el momento para ejecutar el plan no podría ser mejor: como vimos en nuestro reciente paso por Mogadiscio, Al Shabab tuvo que abandonar la capital superada por las tropas de la AMISOM y de Ahlu Sunna, y el sur del país sufre una terrible hambruna, que sin dudas ha debilitado las posiciones de los islamistas además de restarles apoyo popular.

El futuro

Las noticias sobre el avance de las tropas kenianas en Somalia son escasas. Parecen aún encontrarse lejos de su principal objetivo, que han bombardeado a lo largo de los últimos días: el puerto de Kismayo, epicentro de Al Shabab, que se estima que deja más de 50 millones de dólares al año en beneficios a los islamistas.

Tampoco se sabe qué sucederá si Kenia logra el objetivo de controlar Jubalandia. Lo más lógico sería que sus hombres pasasen a formar parte de AMISOM, la fuerza de la Unión Africana integrada por soldados de Burundi, Uganda, Yibuti y, próximamente, Sierra Leona, que se encuentra en Mogadiscio.

En el ámbito de las especulaciones cae también la incógnita sobre quién controlará esta región autónoma, quién será el futuro «presidente de Azania». Algunos señalan al profesor Mohammed Abdi Gandi, que vive en Kenia y se formó en Francia. Otros a Ahmed Madobe, señor de la guerra del que ya hablamos en estas páginas.

Pero el principal interrogante es saber si la jugada le saldrá bien a Kenia. Un país que vive del turismo, que tiene una vasta población somalí en su territorio y que, como vimos hace unas semanas, desde su independencia había sabido mantenerse al margen de las trifulcas regionales.

Saber si Jubalandia puede ser su barrera para mantener alejados al islamismo radical y la guerra de su territorio. O, justamente, todo lo contrario: que Jubalandia termine siendo el puente que legitime y aliente el arribo del caos a Kenia.

Turistas, cooperantes y secuestros tras la incursión del ejército de Kenia en Somalia

Según veíamos en la entrada anterior, desde que se independizara de Gran Bretaña en 1963, Kenia supo mantenerse al margen de los sucesivos conflictos armados que asolaron a sus vecinos en África Oriental.

Soldado ugandés en Mogadiscio. Sept 2011. HERNÁN ZIN

Característica esta que quizás responda a lo difícil, traumático y sangriento que resultó alcanzar justamente aquella independencia, pues a la insurrección protagonizada por los mau mau – la milicia kikuyu liderada por Dedan Kimathi, que moriría ejecutado en 1957 – los colonizadores respondieron con una brutal represión. Más de cien mil kenianos terminaron en campos de concentración, como bien describe Caroline Elkins en The Untold Story of Britain’s Gulag in Kenya, libro por el que ganaría el Pulitzer en 2006.

Sin embargo, la distancia que desde 1963 Kenia mantenía de las trifulcas regionales se rompió hace apenas unas semanas, cuando el Ejecutivo de Mwai Kibaki y Rial Odinga decidió que pondría en marcha el plan que llevaba tiempo gestando: invadir Somalia para perseguir y acorralar a Al Shabab, la milicia islamista vinculada a Al Qaeda y que domina buena parte del centro y sur del país

Los antecedentes

¿Qué fue lo que provocó esta intervención que termina con décadas de aislamiento bélico de Kenia? ¿Qué llevó a los gobernantes kenianos a enviar a 1.600 soldados a combatir al país más peligroso del planeta, ausente de Estado y sumido en una guerra fratricida desde hace veinte años?

En primer lugar, la sucesión de secuestros que grupos armados somalíes han venido realizando en territorio keniano en los últimos meses:

. En septiembre, una pareja de turistas británicos de mediana edad fue secuestrada de un resort vacacional del norte de Lamu. A David Tebbut, el marido, lo mataron de un disparo. Judith, su mujer, pasó de mano en mano, como es habitual en estos casos. Se cree que está en poder de piratas en Puntland.

. El 1 de octubre, hombres armados privaron de libertad a Marie Dedieu, una ciudadana francesa que vivía en Lamu. Según las autoridades francesas, Marie Dedie, que sufría una discapacidad motriz, murió en cautiverio.

. El 13 de octubre, dos cooperantes españolas fueron secuestradas del campo de refugiados de Dadaab.

Fue a raíz de esta última acción contra Médicos Sin Fronteras (organización que ya perdió a varios trabajadores en la propia Somalia), que el Gobierno keniano decidió mandar al ejército a la frontera, al tiempo en que lanzaba ataques aéreos contra las posiciones de los islamistas en el sur de Somalia.

Las razones

En este blog seguimos desde la misma Kenia las matanzas tribales que conmocionaron al país tras las elecciones presidenciales de 2007. Como ya escribí en estas páginas, el vuelo que nos llevó de Londres a Nairobi estaba vacío, pues pocos extranjeros se animaban a viajar ante las brutales imágenes que repetían las televisiones de todo el mundo.

Tras aquellos lóbregos dos meses, Kenia tuvo que hacer un gran esfuerzo para recuperar el turismo, que es su principal fuente de divisas extranjeras. Recién en 2010 superó nuevamente la cifra de un millón de visitantes anuales, que era la constante antes de 2007.

Los secuestros por parte de comandos somalíes de europeos en zonas turísticas en los últimos dos meses amenazaban directamente estos logros, proyectando a los potenciales turistas una imagen negativa del país.

Otra razón de peso es la sobrepoblación de los campos de refugiados de Dadaab. Más de 450 mil personas se hacinan en la frontera. ¿Cuánta gente más pueden absorber como consecuencia de la hambruna sin que esto afecte su equilibrio interno?

(En la próxima entrada las consecuencias y los potenciales escenarios que pueden salir de este inesperado movimiento en el tablero del Cuerno de África).

Sorpresa y preocupación ante la incursión armada de Kenia en Somalia

Desde su independencia de Gran Bretaña en 1963, Kenia supo mantenerse al margen de los conflictos que asolaron a sus vecinos en el este de África.

Tanque de la Unión Africana destruido en emboscada por islamistas de Al Shabab en Mogadiscio, Somalia. Sep 2011. (HERNÁN ZIN)

Etiopía sufrió la invasión de Somalia en 1977. El dictador Siad Barre mandó a sus tropas al territorio de Ogaden, pues lo consideraba parte integral de la Gran Somalia. Comenzaba así una guerra que terminaría en 1978 con la retirada de los somalíes.

En 1982, Etiopía devolvería el favor e invadiría Somalia. Incursión militar que la administración de Addis Abeba repitió en diciembre de 2006 alentada por los EEUU. Sus efectivos saldrían del país en febrero de 2009.

Al mismo tiempo que intercambiaba gracias con Somalia, Etiopía padecía los intentos secesionistas de los eritreos.

Treinta años de conflictos internos que culminaron con la independencia de Eritrea en 1993, que es hoy el Estado más hermético y totalitario del continente. Entre 1998 y 2000, ambos países se enfrentaron como consecuencia de disputas por la demarcación de las fronteras. Murieron 70 mil personas.

La gran guerra africana

Otro de los países colindantes con Kenia, Uganda, le declaró la guerra a Tanzania en 1978. El brutal Idi Amin no dudó en invadir a su vecino en la persecución de sus opositores políticos.

La ciudad de Mwanza, en la que estuvimos en este blog en el mes de mayo, fue testigo de aquella invasión que provocó la respuesta del presidente Julius Nyerere: una fuerza de más de 40 mil hombres que terminarían por derrotar a Idi Amín (que contaba con tropas y tanques que le había enviado Muamar Gadafi). El conflicto llegaría a su fin en 1979.

Uganda padecería a continuación, entre 1981 y 1986, la insurrección que echaría a Milton Obote y colocaría a Yoweri Museveni en el poder. Y luego el flagelo fratricida de Joseph Kony y el LRA, que duraría más de 20 años, provocaría 120 mil muertos y dos millones de desplazados internos.

Entre 1998 y 2003, Uganda sería uno de los tantos estados que participaría de la que fuera conocida como la Gran Guerra Africana: el segundo enfrentamiento armado en la República Democrática del Congo tras la salida de Mobutu Sese Seko del poder. Cinco millones de personas perderían la vida. Al igual que Ruanda, Kampala se beneficiaría enormemente del expolio de los recursos minerales congoleños.

Desde que comenzara a funcionar en 2007 la Misión de la Unión Africana para Somalia (AMISOM), Uganda ha sido su principal proovedor de soldados. La respuesta de los islamistas de Al Shabab llegó en 2010 con un atentado en Kampala durante el Mundial de Fútbol que dejó más de 70 muertos.

El sur de Sudán, animista y cristiano, se embarcó en dos largas confrontaciones con el norte árabe y musulmán en busca de la escisión política que recién consiguió en enero de este año. En 2003, Jartum tuvo que hacer frente a otra rebelión, la que se inició en Darfur, con millones de refugiados y muertos como saldo. Y ahora, la tensión está en la zona de Kordofan del Sur, donde los combates apenas encuentran eco en la prensa internacional.

Dejar de ser la excepción

Inclusive durante la guerra fría, Kenia logró mantenerse al margen de la esfera de los dos grandes bloques, evitando así el arribo masivo de armas como sucedió con muchos de sus vecinos en el cuerno de África.

Fue por este motivo que las luchas tribales de 2008, que cubrimos en este blog desde la misma Kenia, tuvieron un efecto limitado, pues la violencia se ejercía a punta de machete y con arco y flecha en lugar de con AK 47 y ametralladora de 30 mm.

Sin embargo, esta capacidad para eludir la guerra que no han tenido sus vecinos de la East African Community y del Cuerno de África, parece haber llegado a su fin en los últimos días con la incursión armada del ejército keniano en territorio somalí.

El detonante aparente fue el secuestro de las cooperantes españolas de MSF en Dadaab, pero las causas y razones son mucho más profundas y se vienen gestando desde hace meses.

Las explicaremos en la próxima entrada de este blog al tiempo en que intentaremos responder a las preguntas que no pocos se hacen ahora: ¿qué consecuencias tendrá para la propia Kenia y para la región esta intervención directa de Nairobi en Somalia? ¿Tiene el país los recursos y la voluntad política para hacer frente a estas consecuencias?

Robinson Mkwama: superviviente de la caza de albinos en Tanzania

Me encuentro con Robinson Mkwama en un barrio de la periferia norte de Nairobi. El rostro protegido del sol por una gorra blanca. Detrás de una gafas de monturas marrones, las pupilas de los ojos en movimiento perpetuo, infatigable. En contraste con el ajetreo de sus ojos, él parece sereno, poco conmocionado, por la experiencia demencial que ha vivido en los últimos días.

Acaba de regresar de Tanzania, donde el que suponía que era uno de sus amigos – un tal Nathan Mutei, de 28 años, que a lo largo de meses se fue ganando su confianza, su afecto – iba a venderlo por 400 millones de chelines tanzanos. De no haber intervenido la policía, Robinson Mkwama habría terminado en manos de algunas de las bandas que se dedican a matar a albinos para convertir sus cuerpos en amuletos.

Según me explicará más tarde Alex Munyere, presidente de la Albinism Society of Kenya (ASK), el caso de Robinson demuestra que la persecución de albinos está superando las fronteras de Tanzania – donde desde 2007 han sido asesinadas más de cincuenta personas- para expandirse por la región. Cuatro niños albinos han desaparecidos de sus hogares en Kenia.

Pero antes de la entrevista con Robinson Mkwama, que en cierta medida permite vislumbrar la razón del sosiego con el que da la impresión de sobrellevar lo vivido en estos días de odisea personal, algunas claves sobre el albinismo en África.

SER ALBINO

El albinismo es una deficiencia genética heredada que afecta a humanos y animales. Se caracteriza principalmente por la ausencia o disminución de pigmento en la piel, los ojos y el cabello. Se trata de una condición metabólica poco habitual. Un defecto en el gen que se encarga de la síntesis y distribución de la melanina.

Como media afecta a una de cada 20.000 personas. Incidencia que se multiplica en África, donde hay un albino por cada dos mil o cuatro mil habitantes dependiendo del país.

La falta de pigmentación en la piel y en el cabello genera que estas personas se encuentren desprotegidas frente a las radiaciones solares. Esto las hace muy propensas a quemarse con facilidad tras una breve exposición al sol. Como consecuencia, suelen desarrollar lesiones cutáneas y sufrir algún tipo de cáncer de piel.

DESPRECIO Y MARGINACIÓN

En el reino animal, los especímenes albinos resultan especialmente vulnerables, ya que carecen de elementos para camuflarse entre la vegetación, para ocultarse de los depredadores. En África, las personas que sufren albinismo parecen estar abocadas a un destino similar: a ser presas, siempre notables, siempre evidentes, de un medio que les es hostil.

Esta hostilidad es consecuencia de la serie de creencias populares que en el África subsahariana existen sobre los albinos y que varían de país en país. Algunas que he ido registrando a lo largo de los años a través de historias que hemos conocido de primera mano en este blog:

. No son personas, son espíritus.

. Son el fruto de relaciones mantenidas por sus madres con hombres blancos.

. Son un castigo divino por algo malo hecho por sus familias.

No es extraño que los padres abandonen a los niños albinos al nacer para no enfrentarse a las miradas de desaprobación del resto de la sociedad. Hay padres, inclusive, que en la desesperación de no saber qué hacer con los niños, los colocan bajo el sol. Esperan así que se bronceen, cuando lo único que le provocan son tremendas heridas.

PROBLEMAS DE VISIÓN

Los albinos se vuelven a enfrentar a la incomprensión y el rechazo cuando les llega la hora de asistir a la escuela. A diferencia de lo que normalmente se cree, lo que más dificulta sus vidas cotidianas no es la falta de pigmentación en la piel sino en los ojos.

Esta carencia les produce fotofobia (rechazo o repulsión a luz directa), así como un conjunto de anomalías visuales: falta de agudeza, falta de visión nocturna, visión estereoscópica limitada y nistagmo (movimiento involuntario de los ojos, generalmente en horizontal, perceptible por un observador).

Los maestros tienden a creer que los albinos no son inteligentes, pero en realidad el problema que sufren es que no ven bien la pizarra y tienen dificultades para tomar apuntes y leer. Muchos jóvenes que sufren albinismo terminan por dejar los estudios, lo que complica posteriormente su inserción en un mercado laboral.

La economía de subsistencia que predomina en África hace que no se cuente con los recursos para brindar a los albinos la atención que merecen.

Foto: HZ

La Corte Penal Internacional se juega su futuro en Kenia

El pasado mes de septiembre tuve la oportunidad de entrevistar a Hussein Omar Hussein, vicepresidente de la Comisión Keniana de Derechos Humanos, sobre el proceso abierto por la Corte Penal Internacional (CPI) contra los culpables de la violencia postelectoral que dejó más de 1.300 muertos y 300 mil desplazados en diciembre de 2007 y enero y febrero de 2008. Acontecimientos que cubrimos desde Kenia en este blog.

A diferencia de otros kenianos, Hussein defiende la intervención del tribunal liderado por el fiscal argentino Luis Moreno Ocampo:

«Uno de los asuntos a los que Kenia debe enfrentarse es la impunidad. Este es un país en el que los poderosos, los ricos, están acostumbrados a no seguir la ley. Ellos son su propia ley […] Si el proceso de la CPI avanzan, será una forma de responder a las demandas de la gente de a pie, que quiere justicia por los muertos, por los desplazados. Una forma de empezar a traer justicia a este país».

Ya en aquel entonces se especulaba con que cuatro lideres serían procesado por la CPI (la organización de Hussein responsabiliza a unos 200). En diciembre, finalmente, el tribunal con sede en La Haya dio los nombres de los acusados, que no eran cuatro sino seis destacados líderes de diversas etnias y partidos políticos: William Ruto, Henry Kosgey, Joshua Arap Sang, Uhuru Kenyatta, Francis Muthaura y Mohamed Hussein Ali.

Detener el proceso

Paradójicamente, el propio parlamento keniano decidió que no fuera un tribunal local el encargado de impartir justicia, abriendo así las puertas a la Corte Penal Internacional (que por primera vez actúa contra políticos y sin responder a un pedido del país o del Consejo de Seguridad de la ONU).

Desde la publicación de los nombres, estos políticos y sus aliados han intentado diversas fórmulas para frenar el proceso. Entre otras, una votación en el parlamento para que Kenia salga del Estatuto de Roma, que el país firmó en 2005. El 8 de marzo se aceleró aún más esta labor de bloqueo de la justicia internacional, pues la CPI hizo pública la citación a los imputados, que deberán declarar en La Haya esta semana: el 7 y 8 de abril.

En un acto desesperado, el presidente Mwai Kibaki mandó a una misión diplomática de alto nivel a Nueva York con la intención de que convenciera a los miembros Consejo de Seguridad de la ONU para que aplacen el proceso. El artículo 16 del Estatuto de Roma establece que un país puede pedir que se aplace una causa si esta supone una amenaza para la paz. El 19 de marzo, los miembros del Consejo dieron carpetazo al asunto sin responder a la petición del líder kikuyu, que no se presentará a las elecciones de 2012.

¿Una tribunal sólo para africanos?

La opción que le queda al Gobierno keniano es apelar al artículo 19, que sostiene que un país miembro puede pedir a la Corte Penal Internacional que le deje hacerse cargo por sí mismo del proceso jurídico. Esta sería la última vía posible para detener el juicio a los seis encausados.

Para calmar un poco las aguas, la Corte Penal Internacional ha asegurado que no serán privados de su libertad a condición de que no se acerquen a los testigos y no obstruyan la investigación. Al mismo tiempo, abrirá una oficina en Nairobi y lanzará campañas de sensibilización sobre su funcionamiento entre los kenianos.

Los contrarios a la acción de Luis Moreno Ocampo señalan que hasta ahora sólo ha procesado a líderes africanos, permaneciendo indiferente a las violaciones a los DDHH en otras latitudes. Son cinco las causas que tiene en marcha: Uganda, República Democrática de Congo, Darfur (Sudán), República Central Africana y Kenia.

Para el periódico The Economist, estamos ante una semana crucial para el futuro de Kenia, pues un acto desesperado, de último momento para evitar el proceso en la CPI, podría volver a empujar al país al abismo de la violencia. Sostiene que también la CPI se está arriesgando a la «verguenza e inclusive al fracaso», que le dificultaría la posibilidad de encausar a líderes de otros países.

Foto: Kim Ludbrook/EFE