De todos los centros de detención y tortura a los que nos acercamos en estos días en Bosnia Herzegovina, uno de los que mayor impresión nos provoca es el conocido como “Karaman Kuca” (La casa de Karaman).
Quizás como consecuencia del paraje silencioso, aislado, en el que se encuentra (aunque su figura esbelta se distingue desde el otro lado del valle, desde la carretera que conduce a la ciudad Foca). Tal vez debido al insoslayable recuerdo de Almira Bektovic, una niña de 12 años que estuvo prisionera en su interior.
El 2 de agosto de 1992, Dragoljub Kunarac, comandante de un grupo paramilitar de voluntarios serbios de Montenegro, ordenó que cuatro mujeres musulmanas que habían hablado a la prensa acerca de las terribles condiciones de vida de las detenidas en Partizan Sports Hall de Foca (epicentro de la limpieza étnica de bosnios musulmanes durante el primer año de la guerra), fueran trasladadas a la ciudad vecina de Miljevina.
Allí, Pero Elez, líder de la unidad paramilitar serbia llamada “Los guerreros de Vukovar”, con base en el hotel Miljevina, decidió que debían ser encerradas en la casa de Nusret Karaman (un bosnio musulmán que vivía en Alemania).
Más adelante otras mujeres siguieron el mismo destino. Algunas, como Almira Bektovic, apenas adolescentes. Entre el 2 de agosto y el 30 de octubre, nueve mujeres estuvieron recluidas en aquel sitio (en la imputación formulada por Carla del Ponte frente al tribunal para la ex Yugoslavia se las menciona como FWS-75, FWS-87, FWS-132, FWS-190, A.S., A.B., J.B. y J.G.).
Condena y fuga de Stankovic
Al frente de Karaman Kuca se situó Radovan Stankovic, subordinado de Pero Elez. Las mujeres eran tratadas como esclavas sexuales y debían cocinar y limpiar para los militares.
Él decidía quiénes podían ser violadas y por quién. Algunas sólo eran violadas por un mismo soldado en particular. Otras, como Almira Bektovic, sufrían abusos por parte de cualquiera al que se le permitiera vivir en aquella casa a la que llamaban “el burdel”.
A diferencia de lo que sucedía en el Partizan Sports Hall, aquí las mujeres tenían comida y no estaban encerradas, ya que se trataba de un lugar tan aislado, rodeado de soldados y civiles serbios, que no habrían podido escapar.
Cualquier intento de negarse a seguir las órdenes recibidas, era respondido con palizas y torturas (como el sumario señala que hizo Radovan Stankovic a la testigo protegida FWS-87 después de que esta se hubiese negado a bañarlo).
Cuando la casa se cerró, Radovan Stankovic se llevó consigo a la mujer conocida como D.B. a un apartamento en Miljevina durante diez días; luego a otro en el edificio Lepa Brena en la ciudad de Foca. Hasta que la dejó huir a Montenegro el 3 de noviembre de 1992, la violó reiteradamente y la obligó a trabajar para él. En diciembre de 1992, Stankovic entró al hospital de Foca y se llevó a una paciente a punta de pistola. Después de violarla le permitió volver para que siguiera con el tratamiento.
Stankovic fue condenado en noviembre de 2006 a 16 años de cárcel por la justicia bosnia, después de que el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia (TPIY) les remitiera el caso. Primera condena por crímenes contra la humanidad de los tribunales locales. La corte de apelación, en 2007, subió la sentencia a los 20 años. Pero ese mismo año, cuando lo conducían al dentista desde la prisión de Foca, Stankovic se fugó. Aún no hay noticias sobre su paradero.
«No me lleven, tengo 12 años»
Almira Bektovic no tuvo escapatoria. Tras pasar dos días en la casa de Karaman, fue devuelta al Partizan Sports Hall de Foca. Le dijo a sus familiares que había trabajado como sirvienta limpiando y cocinando para los soldados serbios.
En septiembre, cuando se encontraba junto a su madre y hermanas en el autobús que las llevaría hacia las zonas controladas por los bosnios musulmanes dentro de uno de los habituales intercambios de prisioneros, los soldados de Stankovic detuvieron el vehículo y la obligaron a bajar. Ella se resistió diciendo que tenía 12 años.
Una de las supervivientes sostiene que entró a la casa con una muñeca en los brazos, sin saber lo que le iba suceder. El soldado Nedo Samardzic fue el primero en violarla. Hecho este del que haría alarde, sobre todo por haberse adelantado a Pero Elez, que era el que siempre buscaba jóvenes a las que hacer perder la virginidad.
Tras sobrevivir a los abusos en la casa de Karaman, Almira cayó en las manos de Radomir Kovac, que la movía por los pisos de Foca para que otros militares la pudieran violar. Entre estos estaba Slavo Ivanovic, de 50 años de edad.
Lo último que se sabe de Almira es que el 22 de diciembre de 1992 fue vendida por Radomir Kovac a un soldado de Montenegro famoso por su violencia contra las mujeres. Según testigos, le pagó 100 euros por poder llevarse a la niña.
Fotos: Karaman’s House y edificios Foca (HZ)