Viaje a la guerra Viaje a la guerra

Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

Entradas etiquetadas como ‘al shabab’

Termina la guerra de Somalia… en Twitter

Claro que seguirán teniendo lugar escaramuzas, que en algunas regiones Al Shabab aún tiene cierto poder, pero lo cierto es que la larguísima y cruenta guerra civil que asoló a Somalia durante décadas terminó el pasado me de septiembre con la captura de Kismayo, bastión de los islamistas vinculados a Al Qaeda.

Soldado de la Unión Africana en el último puesto de lucha de Mogadiscio contra Al Shabab. Foto: Hernán Zin. 2010.

Soldado de la Unión Africana en el último puesto de lucha de Mogadiscio contra Al Shabab. Foto: Hernán Zin. 2010.

En este blog tuvimos la suerte de poder seguir desde la propia Somalia – Mogadiscio, Garowe, Galkayo – la gestación y avance de la ofensiva de fuerzas africanas, asesoradas y financiadas por Occidente, que terminaría con arrinconar a los islamistas de Al Shabab, que hace apenas dos años dominaban la mayor parte del país.

Esta ofensiva tuvo un punto de inflexión notable, que fue la incorporación de tropas de la vecina Kenia a través de la operación Linda Nchi (que en kisuajili quiere decir “Proteger la Nación”). Hasta ese momento, en la misión de la Unión Africana, llamada AFRICOM, solo habían participado efectivos de Uganda, Burundi y Sierra Leona.

Tuits islamistas

La llegada del Ejército de Kenia, que acorraló a los islamistas al entrar por el oeste, dio lugar a un hecho sin precedentes: que Al Shabab creara una cuenta en la red social Twitter en diciembre de 2011 para dirigirse en inglés a los kenianos. En especial al mayor Emmanuel Chirchir, portavoz castrense de los altos mandos de Nairobi, que ya tenía cuenta en la red social.

Así nació una rivalidad que muchos seguimos en directo a lo largo de meses entre @MajorEChirchir y @HSMPress, la cuenta de Al Shabab. Al principio, basada sobre todo en bravuconadas, chanzas y burlas, pero que luego se fue volviendo más violenta por parte de @HSMPress, que ya no solo se centró en los Kenia sino que empezó a lanzar mensajes para todo el mundo. Mensajes en los que mostraba fotografías de soldados africanos capturados, en los que daba cuenta de los «infieles» muertos que provocaban sus ataques suicidas y emboscadas.

Finalmente, la semana pasada Twitter clausuró la cuenta de Al Shabab después de que publicara fotos de un oficial de las fuerzas especiales francesas muerto en la operación de rescate de un compatriota que lleva ya dos años secuestrado en Somalia, y de que anunciara que iba a matar al rehén.

Adiós Omar adiós

Desde entonces, muchos se han formulado las siguientes preguntas, que yo también me hacía cada vez que leía un nuevo mensaje de Al Shabab. ¿Es mejor dejar abierta una brecha para saber qué piensa esta organización radical, insurgente, terrorista? ¿O es conviene cortarla de cuajo para que sus tuits no tengan un efecto propagandísticos, de llamada, sobre todo a la comunidad de somalíes que vive en Europa y Estados Unidos?

El analista J.M. Berger afirma que se debe permitir la cuenta pero con restricciones, pues considera que es una gran fuente de información. De hecho, él mantuvo varios diálogos con la cuenta de Al Shabab, que sospecha que está dirigida por Omar Hammami, el terrorista estadounidense del que ya habíamos hablado en estas páginas por sus vídeos de rap colgados en You Tube, en los que llamaba a la yihad, y por su autobiografía, también colgada en la red.

Conocido asimismo como Abu Mansur Al-Amriki, este joven propagandista de Al Shabab, que merecería un buen documental, sufrió en algún momento el acoso de la propia organización, que lo amenazó de muerte, aunque luego parece que se llegó a una suerte de acuerdo o de mediación que le permitió no solo seguir con vida sino tuiteando. Esto último, hasta el pasado viernes, cuando escribió por última vez en 140 caracteres.

Autobiografía de un terrorista estadounidense en Somalia

En estas páginas ya hemos hablado en varias ocasiones de la andanzas de Abu Mansur Al-Amriki, el terrorista de Al Shabab que se hizo famoso por ser oriundo de los EEUU y por improvisar en You Tube canciones de rap para invitar a los jóvenes musulmanes del mundo a sumarse a la yihad en Somalia.

Abu Mansur Al-Amriki posa con el libro que acaba de publicar en Scribd y en el que cuenta su transformación de joven seguidor de Nirvana a yihadista en Somalia.

It all started out in Afghanistan / When we wiped the oppressor straight off the land / Uni crumbled / rumbled and tumbled / humbled and mumbled / made a power / withdraw and cower/ Land by land / and war by war / only gonna make our black flag soar / drip by drip / shot by shot / only gonna give us the death we sought.

La última vez que nos referimos a él fue en marzo, cuando colgó un vídeo en la red en el que decía que su vida estaba en peligro pues miembros de Al Shabab lo estaban buscando para asesinarlo como consecuencia de “diferencias en sharia y estrategia”.

Desde entonces, corrieron por la Red rumores que decían que había huido de Somalia para entregarse a la CIA, y otros que sostenían que finalmente había sido asesinado por Al Shabab. Para hacer aún más confuso el relato, Al Shabab publicó en su cuenta de Twitter que la vida de Mansur Al-Amriki no estaba en peligro.

Dos meses más tarde, parece que el terrorista estadounidense ha limado asperezas con Al Shabab y Al Qaeda, pues lanzó ayer un nuevo vídeo en el que llama a la yihad global y, en un acto no poco sorprendente, su autobiografía en inglés. Así es, primero el rap y ahora la literatura.

Narcisismo

Después de que medios de comunicación como The New York Times viajaran al pueblo de Daphne, en el estado de Alabama, para indagar sobre los orígenes de este hijo de padre sirio musulmán y madre estadounidense evangelista, Omar Shafik Hammami decide dar ahora su propia versión del camino que lo llevó a pasar de ser un adolescente que jugaba a la Nintendo y escuchaba Nirvana, a abrazar el salafismo para terminar por ser el rostro más conocido a nivel mundial del islamismo radical en Somalia.

La lectura del libro, que está en Scribd, interesa por lo curioso que es el viaje que emprendió este joven de 28 años. Un viaje cuyas vicisitudes narra con una facilidad para la exposición de su vida más íntima, para centrarse en el epicentro del relato, que lo califica indudablemente como vástago de la cultura estadounidense por más tiempo que lleve en Somalia. No en vano afirma que fue una «estrella del fútbol» en su colegio.

Un periplo en el que cuenta cómo discute tras el 11S con otros alumnos, dudando de si ponerse del lado de EEEU o del contrario, y luego se encierra en la mezquita a repetir Alahu Akbar para no poner en cuestión sus creencias hasta que aparece un «clérigo salafista» que lo adoctrina y le borra todo atisbo de vacilación. Después, Mansur Al-Amriki explica que empieza a ser acosado por la CIA y que se ve obligado a emigrar a Canadá, donde conoce a la mujer somalí con la que se casaría.

Valiosa descripción

Sin embargo, lo más interesante del libro – al menos para quien escribe estas palabras – es la descripción de los campos de entrenamiento de Kismayo, ciudad portuaria del sur de Somalia, en los que recala tras haber establecido contactos con los islamistas a través de foros de Internet.

Allí lo recibe en noviembre de 2006 nada menos que Fazul Mohammed, líder de Al Qaeda en África Occidental, del que también ya hemos hablado en estas páginas y que cayó abatido en un puesto de control de Mogadiscio hace casi un año.

Al haber tan poca información sobre Al Shabab, la narración que Mansur Al-Amriki que hace de los campos de entrenamiento de Kismayo, donde es aleccionado en el uso de armas y en la lucha de guerrillas – que en poco tiempo más aplicarían contra los etíopes tras los seis meses de sosiego de la Unión de Cortes Islámicas, en una defensa del territorio cuya estrategia critica – es un material de enorme valor para aquel al que le interese la guerra de Somalia.

Y más aún en un momento como este, en el que tras la ofensiva de estos días de la Unión Africana en el corredor de Afgoye, los islamistas vinculados a Al Qaeda parecen estar viviendo sus horas más bajas.

El terrorista rapero de Somalia teme por su vida

“Grabo este mensaje porque mi vida podría estar en peligro debido a diferencias que tengo sobre sharia y estrategia con Al Shabab”, dice Abu Mansur Al-Amriki al principio del vídeo de un minuto que apareció en la red el viernes. De fondo, la bandera negra con letras blancas de la organización y un fusil AK 47.

De algún modo tiene sentido que se despida de la vida de insurgente a través de una grabación en You Tube – que colgó el usuario somalimuhajirwarrior, que quiere decir el «guerrero extranjero somalí» – pues fue justamente a través de este medio que se hizo famoso. Ya alguna vez hablamos en estas páginas de los vídeos de rap en los que invitaba a los musulmanes a sumarse a la lucha contra los infieles en Somalia.

It all started out in Afghanistan / When we wiped the oppressor straight off the land / Uni crumbled / rumbled and tumbled / humbled and mumbled / made a power / withdraw and cower/ Land by land / and war by war / only gonna make our black flag soar / drip by drip / shot by shot / only gonna give us the death we sought

Y también tiene sentido que su último mensaje fuera ante las cámaras porque este miembro de Al Shabab, y por lo tanto también de Al Qaeda, viene de la sociedad de la comunicación de masas y del espectáculo: Estados Unidos de América.

De Alabama a la yihad

Como resulta evidente, lo de Al-Amriki es un pseudónimo, el Americano, que le pusieron a este joven de 28 años, oriundo del pueblo de Daphne, en el estado de Alabama, cuyo nombre verdadero es Omar Shafik Hammami.

Hijo de padre musulmán sirio, y de madre estadounidense evangelista, asistía de niño a campamentos bíblicos y de adolescente era fanático de Nirvana y de los juegos de Nintendo hasta que, tras un viaje a Siria, se convirtió a la versión más conservadora del islam: el salafismo (galería con fotos y vídeos de su infancia).

En Canadá se casó con una mujer de origen somalí. Y de allí se fueron a vivir a Alejandría, Egipto. A través de un foro en Internet de radicales musulmanes, conoció en este país a Daniel Maldonado, un estadounidense que se había convertido al islam en Massachusetts y que también se había mudado con su familia a Egipto.

Un año más tarde, sin decírselos a sus parientes, ambos viajaron a Somalia. Poco después comenzaron a formar parte de las filas de Al Shabab. La Unión de Cortes Islámicas dominaba la mayor parte del país en aquel entonces.

Únete a Al Shabab

La carrera yihadista de Maldonado fue breve. La invasión etíope respaldada por EEUU lo obligó a huir a Kenia, donde las autoridades locales los arrestaron el 21 de enero de 2007 para luego deportarlo a su país natal. En Houston, Texas, tuvo que enfrentarse a la justicia acusado de pertenencia a organización terrorista.

Abu Mansur Al-Amriki adquirió relevancia gracias a una entrevista que le hizo Al Yazira que empleó para pedir a musulmanes occidentales que se unieran a la lucha yihadista en Somalia, como él mismo había hecho. A pesar de tener apenas 22 años, logró subir posiciones en Al Shabab. Según información de inteligencia, Hammani no sólo daba muestras de ser útil como propagandista, sino que se muestra feroz en la lucha armada.

En 2009 aparece en un vídeo de 31 minutos en el que explica cómo hacer una emboscada. Allí se lo ve con Ahmed Shirwa, que fue el primer estadounidense que actuó como terrorista suicida en Somalia, cuando atacó la sede de la ONU en Somalilandia. Se estima que son más de 20 los ciudadanos de EEUU que se unieron a la guerra en Somalia. La mayoría oriundos de Minneapolis.

Desconfía de los extranjeros

Uno de sus últimos vídeos fue otro torpe rap que en marzo de 2011 publicó en Internet para burlarse de las noticias que decían que había muerto luchando en Mogadiscio. Meses más tarde se lo vio en la ceremonia de despedida a Bin Laden, con los altos mandos de Al Shabab, donde dio un discurso en el que dijo «todos somos Osama».

En octubre de 2011, llamó la atención que su nuevo vídeo, «Lecciones aprendidas», no fuera difundido por el canal oficial de Al Shabab: Al-Kata’ib. Los rumores decían que algunos líderes de la organización habían empezado a cuestionar el papel de los combatientes extranjeros como Hammami.

La ruptura con Al Shabab habría llegado por la extraña manera en que terroristas foráneos murieron en varios enfrentamientos. Muktar Abdirahman «Godane», el jefe máximo de la insurgencia integrista, habría hecho detener a dos extranjeros que intentaban verlo por este asunto.

Abu Mansur Al-Amriki tiene una casa, un coche y un burro en la ciudad somalí de Merka, donde reside cuando no está combatiendo. Algunas fuentes señalan que consiguió una segunda esposa. La posibilidad de que huya del país, y que pase información a los EEUU, es remota pero seguramente es la que lo lleva a decir que su vida está amenazada.

La guerra por un lugar llamado Jubalandia

En anteriores entradas hemos repasado los detonantes que llevaron a Kenia a invadir a Somalia: el secuestro de las cooperantes españolas de MSF en el campo de Dadaab y de varios turistas europeos en la isla de Lamu.

Sin embargo, resultaría inocente pensar que esta operación militar, llamada Linda Nchi – que en kisuajili quiere decir «Proteger la nación» -, surge de una decisión precipitada. Sabemos gracias a diversas fuentes que el gobierno de Nairobi comenzó en 2010 a preparar la incursión armada que finalmente lanzó el pasado mes de octubre.

Soldados de AMISOM en primera línea de combate contra los islamistas de Al Shabab. Mogadiscio, Somalia. Sept 2011 (HERNÁN ZIN).

Según Wikileaks, en enero de 2010 Kenia pidió apoyo directo a EEUU para la invasión. La idea era conquistar la región conocida como Jubalandia, bastión de Al Shabab. Una vez neutralizados los islamistas, poner allí un gobierno afín.

Entre los planes, que Washington no quiso respaldar directamente, se pretendía que el ataque militar lo llevasen a cabo unos dos mil somalíes reclutados de los campos de refugiados en territorio keniano.

Zona de seguridad

Jubalandia es una región autónoma del sur de Somalia también conocida como Azania, que está compuesta por los distritos de Gedo, Baja Juba y Media Juba. Al este limita con el océano Índico y al oeste con Kenia. Su nombre deriva de que es recorrida por el río Jubba. En 1924 fue cedida por los británicos a los italianos, que llamaron Oltre Giuba. A partir de 1960 pasó a ser parte integral de la Somalia independiente.

En 2006, los islamistas de la Unión de las Cortes Islámicas empezaron a controlarla. Tras la retirada de las tropas etíopes, fueron los radicales de Al Shabab quienes se hicieron con el poder en Jubalandia.

Hoy sabemos que Kenia realizó la operación militar con sus propios soldados, más de dos mil, y que cuenta con el respaldo de EEUU y en menor medida de Francia. En teoría, el momento para ejecutar el plan no podría ser mejor: como vimos en nuestro reciente paso por Mogadiscio, Al Shabab tuvo que abandonar la capital superada por las tropas de la AMISOM y de Ahlu Sunna, y el sur del país sufre una terrible hambruna, que sin dudas ha debilitado las posiciones de los islamistas además de restarles apoyo popular.

El futuro

Las noticias sobre el avance de las tropas kenianas en Somalia son escasas. Parecen aún encontrarse lejos de su principal objetivo, que han bombardeado a lo largo de los últimos días: el puerto de Kismayo, epicentro de Al Shabab, que se estima que deja más de 50 millones de dólares al año en beneficios a los islamistas.

Tampoco se sabe qué sucederá si Kenia logra el objetivo de controlar Jubalandia. Lo más lógico sería que sus hombres pasasen a formar parte de AMISOM, la fuerza de la Unión Africana integrada por soldados de Burundi, Uganda, Yibuti y, próximamente, Sierra Leona, que se encuentra en Mogadiscio.

En el ámbito de las especulaciones cae también la incógnita sobre quién controlará esta región autónoma, quién será el futuro «presidente de Azania». Algunos señalan al profesor Mohammed Abdi Gandi, que vive en Kenia y se formó en Francia. Otros a Ahmed Madobe, señor de la guerra del que ya hablamos en estas páginas.

Pero el principal interrogante es saber si la jugada le saldrá bien a Kenia. Un país que vive del turismo, que tiene una vasta población somalí en su territorio y que, como vimos hace unas semanas, desde su independencia había sabido mantenerse al margen de las trifulcas regionales.

Saber si Jubalandia puede ser su barrera para mantener alejados al islamismo radical y la guerra de su territorio. O, justamente, todo lo contrario: que Jubalandia termine siendo el puente que legitime y aliente el arribo del caos a Kenia.

Regreso a Somalia: sequía y hambruna en el 20 aniversario de la guerra civil

En pocas semanas más, apenas reciba los permisos, estaré de regreso en Somalia. Mientras tanto – y al tiempo en que apuro las últimas jornadas de edición del documental «La guerra contra las mujeres» – sigo recopilando información sobre la situación humanitaria y bélica en el estado fallido por antonomasia. Nuestro último paso por Mogadiscio, Puntlandia y Somalilandia fue en noviembre de 2010.

Como veíamos en la anterior entrada, en estos momentos está teniendo en Somalia una vasta ofensiva con respaldo internacional que ha hecho retroceder a los islamistas de Al Shabab. La violencia ha alcanzado cotas desconocidas desde la retirada de las tropas etíopes en 2009, sin que la prensa, centrada en los acontecimientos en Libia, le esté prestando casi atención. En respuesta, los islamistas de Al Shabab están realizando reclutamientos forzosos para engrosar sus filas.

Además de los centenares de muertos, esta ofensiva, que comenzó el 18 de febrero, ha provocado un nuevo éxodo de refugiados hacia Kenia, según informa el ACNUR. Más presión así sobre el ya abarrotado campo de Dadaab que, con más de 300 mil habitantes, es el más grande del planeta.

Además de la guerra

También el fenómeno meteorológico conocido como La Niña está provocando sequías y empujado a miles de personas al exilio, especialmente en el sur del país. No son pocos los llamados de atención que está lanzando la ONU sobre una inminente hambruna, paradójicamente, en los albores del vigésimo aniversario del comienzo de la guerra civil, donde otra hambruna masiva dio pie a la intervención internacional.

Estas son las cifras generales del colapso humanitario en Somalia, que el 4 de marzo publicó la FAO:

. Una de cada tres personas en Somalia necesita ayuda humanitaria.

. En números de totales: de los 7,5 millones de habitantes del país, 2,4 millones requieren asistencia.

. Un aumento del 20% en los últimos seis meses debido a la escasez de agua provocada por La Niña.

. Se estima que 1,4 millones de personas se ha tenido que desplazar en el centro y sur del país.

. De estas, 535 mil se encuentra en situación de emergencia. Su alimentación no alcanza las 2.100 calorías diaria.

. 241 mil niños menores de cinco años sufren malnutrición, lo que representa un aumento del 7% con respecto a los últimos seis meses.

. En el sur alcanzan el 20%. En el norte, el 16%.

. 57.000 niños sufren de malnutrición severa.

. La producción agrícola durante la reciente temporada de lluvias, conocida como Deyr, fue la peor desde 1995.

. La canasta de productos básicos en el sur aumento un 32% su valor.

El dominio de Al Shabab en el sur del país, donde la crisis es mayor, impide el arribo de la tan requerida ayuda humanitaria. Otra característica que recuerda a lo sucedido hace dos décadas, aunque los protagonistas en aquel entonces eran Señores de la guerra.

Foto: «Marcha en Mogadiscio pidiendo ayuda para los desplazados por la sequía», AP.

La guerra de la música en Somalia

Los adjetivos para describir la realidad que vive Somalia dan la impresión de haber comenzado a escasear. Hace diez días aparecía la noticia de que la milicia integrista Hezb al Islam había prohibido que las radios emitisien música, pues la considera «no islámica». El mismo grupo insurgente, liderado por Hassan Dahir Aweys, que en el mes de diciembre ordenaba la lapidación por adulterio de un hombre en la ciudad de Afgoye.

Sobre este último hecho escribí un reportaje para El País que intentaba mostrar cómo Hezb al Islam, y la aún más grande y poderosa Al Shabab, comenzaban a parecerse a los talibanes, en parte como consecuencia del arribo a Somalia de yihadistas afganos y paquistaníes.

La reciente prohibición de la música parece significar un nuevo paso hacia el mimetismo con las formas de actuación y la filosofía de los hombres del mulá Omar, que dominaron Afganistán entre 1996 y 2001. Y que desde 2006 se han lanzado en una feroz ofensiva que está poniendo en jaque a las fuerzas de la ISAF.

Imitando a los talibanes

Hablando de mimetismo, Al Shabab no quería ser menos que su organización rival entre los islamistas radicales y decidió la semana pasada prohibir las campanas de las escuelas somalíes. No las considera contrarias al Corán, como la música, pero sí sostiene que se asemejan demasiado a las de las iglesias. Tiempo atrás había inhabilitado las repetidoras de la BBC y VOA.

En realidad, la primera en realizar lapidaciones fue Al Shabab. En agosto de 2008 ordenó enterrar y terminar a pedradas con la vida de Aisha Ibrahim Duhuhulow en la reconquistada ciudad portuaria de Kismayo. Las informaciones iniciales de la prensa local sostenían que Aisha tenía 23 años y que había sido castigada por adulterio. Luego Amnistía Internacional descubrió que no era mayor de 13 años. Además, la niña había sido violada por tres hombres cuando viajaba rumbo a Mogadiscio.

La estrategia de ambas organizaciones se vislumbra con bastante claridad: quieren mostrar que son capaces de terminar con el caos que sufre Somalia desde hace 19 años. No importa la crueldad y el absurdo de los métodos. No importa que se castigue incluso a los hombres que mastican khat. Lo primordial es el orden.

La misma lógica que permitió al mulá Omar salir de Kandahar en 1994 con su ejército de talibs adiestrados en las madrasas de Peshawar y en apenas dos años hacerse con el control del país del Hindu Kush, con excepción del valle del Panshir. La disputa fratricida de los Señores de la guerra, con sus saqueos, violaciones y asesinatos, les había allanado el camino.

Terminar con el caos

Ayer hablábamos en este blog sobre la actualidad de la obra de Mao Zedong. Su teoría sobre la guerra de guerrillas está más vigente que nunca en este mundo en el que han terminado las contiendas bélicas entre Estados y ejércitos regulares. Teoría que sostiene que el apoyo de la gente de a pie resulta fundamental para triunfar en las guerras asimétricas, por eso de que el pueblo es el agua en el que se mueve la insurgencia.

De esta máxima dan la impresión de estar al tanto el gobierno transicional de Sharif Ahmed, que cumple un año en el poder, y la administración Obama. El apoyo militar de EEUU continúa – que no quiere que el islamismo radical se expanda hacia sus grandes aliados en la región: Etiopía y Kenia -, pero de manera más solapada que en tiempos de Bush. Recordemos que fue la invasión etíope de 2006, con respaldo de la CIA, la que dio poder a Al Shabab en detrimento de la Unión de Cortes Islámicas.

La decisión del precario ejecutivo de Sharif Ahmed de cerrar a las radios que no emiten música, que ha colocado a los responsables de las emisoras frente a una disyuntiva no poco compleja – los locutores de la famosa radio Shabelle reemplazaron las canciones por sonidos de disparos, bocinas, galopes de caballo, para abrir sus programas -, se presenta como la respuesta a la misma lógica. Él también quiere dejar claro que tiene la autoridad para terminar con el caos en Somalia.

Foto: Bradi Media

Eritrea y las armas de Al Shabab

El régimen del presidente Isaias Afewerki ha aislado progresivamente a Eritrea del resto del mundo. Rechaza casi toda la ayuda humanitaria y para el desarrollo que se le ofrece desde el extranjero. A pesar de la aridez del territorio que se encuentra, se cierra al comercio internacional y busca sustentarse con sus propios recursos (lo que genera la carencia de productos básicos entre la población).

Según Reporteros sin fronteras, se trata asimismo del país con mayor censura del planeta, situado en el puesto número 176 del ranking, inclusive detrás de Irán y Birmania. “¿Qué es la prensa libre? No hay libertad de prensa en ningún sitio”, declaraba el presidente Isaias Afewerki a Jonah Fisher, periodista de la BBC, que sería expulsado del país en septiembre de 2004 (siendo así el último corresponsal extranjero que trabajaría en Asmara).

Con apenas cinco millones de habitantes, es también de una de las naciones no en guerra con más refugiados. La semana pasada, doce jugadores de la selección nacional del fútbol pidieron asilo político al encontrarse en Nairobi, Kenia. Si a todos estos elementos les sumamos una sociedad militarizada hasta el paroxismo, no es de extrañar que se conozca a Eritrea como la Corea del Norte de África.

Sanciones

La reciente resolución del Consejo de Seguridad que impone sanciones a Eritrea por el envío de armas a Somalia, aísla aún más al régimen del presidente Isaias Afewerki (que llegó al poder en 1993, cuando la antigua colonia italiana ganó la independencia de Etiopía). Se trata del primer país castigado por la ONU después de la serie de resoluciones contrarias a las aspiraciones nucleares de Irán.

La propuesta surgió de Uganda, pues son sus soldados – que forman parte junto a tropas de Burundi de la misión de paz de 5.000 hombres de la Unión Africana para Somalia conocida como AMISOM – los que sufren los ataques de la milicia integrista de Al Shabab, a la que Eritrea ha estado armando (y según cuenta Gregory A. Pirio en una entrevista de Eduardo Molano en Nairobi, también “entrenando”).

Ya en 2007, un grupo de monitores de la ONU había detectado que «un Boeing 707 de carga, propiedad de la empresa Aerogem Aviation Ltd, con base en Ghana, había realizado 13 viajes entre Asmara y Mogadiscio, a veces llenando planes de vuelo falsos». Vuelos cuyo verdadero destino sería confirmado por la International Civil Aviation Organization.

Otra de las medidas que se ha articulado para evitar el arribo de armas es brindar más medios a AMISOM para que controle el espacio aéreo con la ayuda de las vecinas Yibuti y Etiopía. Localizar en el aire y evitar el aterrizaje de aviones cargados de armamento para los islamistas.

La intención principal de Eritrea al armar a Al Shabab es desestabilizar a Etiopía, país con el que protagonizó un enfrentamiento bélico entre 1998 y 2000 que costó la vida a más de 80 mil personas. Una comisión creada a posteriori decidió que la disputada región de Badme pertenecía a Eritrea. A pesar de ello, las tropas etíopes aún no se han retirado.

Podrá parecer sorprendente que un país paupérrimo y postergado como Eritrea tenga recursos para enviar armamento y entrenar a fuerzas extranjeras. Sin embargo, esta ha sido la lógica de la geopolítica en el Cuerno de África y en los Grandes Lagos a lo largo de las últimas décadas tanto se tratase de la contienda en Sudán o en la República Democrática del Congo.

Foto: AP

Rumbo al caos de Somalia

Somalia iba a ser uno de los primeros destinos de este blog. Se suponía que después de Sudán realizaríamos una breve visita a Gaza en julio de 2006 para luego volver a Nairobi y volar a Mogadiscio en un avión de la ONU, ya que la llegada al poder de la Unión de Cortes Islámicas había provocado cierta estabilidad en el país.

Nuestro desembarco en Gaza coincidió con el secuestro del soldado israelí Gilad Shalit y con la brutal operación militar lanzada en respuesta por el gobierno de Ehud Olmert: Lluvia de Verano, que terminó con la vida de más de 300 civiles inocentes.

Fue entonces cuando decidimos quedarnos en la franja para dar testimonio de lo que sucedía, ya que la prensa se había desplazado mayoritariamente hacia el norte como consecuencia de la confrontación con Hezbolá que se inició el 12 de julio. De aquella experiencia en el encierro del territorio más densamente poblado de Oriente Próximo surge el libro Llueve sobre Gaza.

Meses más tarde, cuando estuvimos libres para tratar de entrar a Somalia, los accesos se habían angostado y entumecido por culpa de la invasión etíope respaldada por la administración Bush que tuvo lugar en diciembre de 2007.

Si bien la asunción como primer ministro de Sharif Ahmed, integrante de la Unión de Cortes Islámica cuyo perfil trazamos en febrero, parecía augurar el comienzo de tiempos mejores tras 17 años de guerra y caos, lo cierto es que Somalia vive su peor momento. La ofensiva de las fuerzas de Al Shabab, que cuenta con apoyos de Al Qaeda y a la que no está pudiendo hacer frente elgobierno. La masiva crisis humanitaria, que se ve potenciada por lo peligroso que es el acceso de extranjeros al país: 3,64 millones de personas, casi la mitad de la población, que necesita ayuda urgente.

En pocas horas partimos hacia Nairobi, desde donde empezaremos a acercarnos a la realidad de Somalia. Primero en los campos de refugiados de Dadaab y luego en Somalilandia, abriendo contactos, buscando historias, sopesando las posibilidades de acceso al resto de esta nación devastada. Como siempre hacemos, mientras preparamos el viaje, estos días recorreremos la historia lejana y reciente de este país.

(Foto: Getty Images)

El ciclista chino que quería recorrer Somalia (y la «oficina humanitaria» de Al Shabab)

Aunque se trata de una obra de ficción, Joseph Heller permite vislumbrar en su gran libro Trampa 22 que la guerra no sólo es el escenario por antonomasia del horror, sino también del absurdo.

Lee Yue Zhong, que lleva doce años pedaleando alrededor del mundo, podría haber sido un personaje de Heller en su obstinación por recorrer Somalia en bicicleta. Según recoge Mike Pflanz en The Telegraph, la intención de Yue Zhong era “ver los paisajes y ciudades del país”.

Hace aproximadamente un mes, Lee Yue Zhong, que tiene unos cincuenta años, entró a lomos de su bicicleta a Hargeisa, capital de la región secesionista de Somalilandia. Desde allí pedaleó hasta Puntlandia a lo largo de dos semanas.

El ciclista chino ha recorrido ya 114 países y no quería dejar a Somalia fuera de la lista. Cuando fue detenido por las autoridades de Puntlandia, que lo expulsaron a Yibuti, declaró que se sentía “desilusionado”. Su intención era descansar, juntar fuerzas y seguir camino hacia Mogadiscio.

Parecía no importarle que la capital de Somalia esté viviendo los peores enfrentamientos en meses, pues las milicias integristas de Al Shabab han declarado la guerra abierta al presidente Sharif Ahmed, por más que este formara parte de la Unión de Cortes Islámicas. Más de 200 mil desplazados que regresaron a Mogadiscio en el mes de marzo han tenido que volver a huir.

Tampoco lo inquietaba el reciente secuestro de dos agentes de seguridad franceses en el famoso hotel Sahafi, ni el hecho de que dos reporteros extranjeros, Amanda Lindhout y Nigel Brennan, lleven casi un año retenidos contra su voluntad.

También podría formar parte del teatro del absurdo que el pasado 20 de julio Al Shabab anunciase la creación de una «Oficina para la Supervisión de las Agencias Extranjeras». Desde la invasión etíope de Somalia con apoyo de EEUU, en diciembre de 2006, Al Shabab ha avanzado de forma imparable hacia el poder, amenazando con desestabilizar toda la región.

Esto ha hecho que Somalia se convierta en el nuevo santuario de los yihadistas internacionales junto a Pakistán y Yemen. Sólo desde Minnessota más de veinte jóvenes han viajado para sumarse a la llamada «guerra santa».

Lo primero que ha hecho esta pretendida oficina de coordinación humanitaria es expulsar a tres agencias de la ONU, como antes lo había hecho con CARE. Sostiene que estas organizaciones han estado trabajando contra «el establecimiento de un Estado islámico en Somalia».

Por el momento no se ha animado a censurar al Programa Mundial de Alimentos (PMA), quizás porque el informe del Famine and Early Warning Systems Network del 21 de julio estima en 3,2 millones el número de personas al borde de la hambruna.

Las tropas etíopes comienzan su retirada de Somalia

Hace dos años, cuando saltaba a los medios la noticia de la invasión etíope de Somalia, en este blog manifestamos nuestra abierta oposición a la aventura belicista emprendida por Addis Abeba con el apoyo de EEUU.

Nos parecía que aquella iniciativa armada, destinada a desplazar a la Unión de Cortes Islámicas y potenciar al gobierno de transición del presidente Abdullahi Yusuf, conseguiría, por su lógica, todo lo contrario de lo que se había propuesto, además de llevarse por delante la vida de inocentes.

Sin embargo, no todas las opiniones coincidían en sentido. Desde las páginas de este periódico, plural en sus opiniones, Inocencio Arias aplaudía la invasión, como lo hacían analistas de otros medios.

No aprender del pasado

Meses antes, la Unión de Cortes Islámicas se había hecho con el control de buena parte del país, consiguiendo cierta estabilidad después de más de una década de guerra civil. La piratería había desaparecido y la ayuda internacional llegaba sin demasiados problemas.

Cierto es que articulaban una visión retrógrada y extrema del Islam, como que algunos de sus líderes habían lanzado amenazas abiertas a Etiopía.

Pero las lecciones de Afganistán e Irak, entre tantas otras, señalaban sin dudas que el camino de la invasión, más aún por parte de un país como Etiopía, con constantes hambrunas, un gobierno con un currículum nefasto en derechos humanos y un frente bélico latente con Eritrea, no era la solución.

Más razonable hubiese sido potenciar la actuación de la fuerza multinacional destacada en territorio somalí y ahondar en la vía de las negociaciones, antes que volver a apelar al uniteralismo belicista.

Con respecto a la amenaza de Al Qaeda esgrimida por EEUU, diversos informes señalan su escaso arraigo entre las tribus somalíes. Los bombardeos ordenados por Washington, que terminaron con la vida mujeres y niños, tampoco han tenido el resultado esperado.

El ascenso de Al Shabab

Hoy, las tropas etíopes se han comenzado a retirar de Somalia. Además de sus propias bajas, dejan a sus espaldas miles de muertos, más de dos millones de desplazados internos y tres millones de personas al borde la hambruna.

Sumamente preocupante de cara al futuro inmediato es que el gobierno de transición se encuentra aún más debilitado y desacreditado que en 2006, como señala la BBC.

Y que la Unión de Cortes Islámicas ha sido desplazada en gran medida por los miembros de Al Shabab, que ya controlan buena parte del sur de Somalia, incluidos puestos tan importantes como Kismayo y Merca. Su nombre significa «los jóvenes» y es considerada una organización terrorista por Washington.

No se trata de una organización monolítica, pero su rama más extrema se asemeja a la brutal ideología de los talibán. Desde las áreas que controlan llegan noticias de decapitaciones. Recordemos también la reciente lapidación de una niña de 13 años, violada por un grupo de hombres, a la que se acusó de adulterio.

Pero la más llamativa de las paradojas con respecto a la invasión es que, por su propio perfil ideológico y por su enfrentamiento con los miembros de la Unión de Cortes Islámicas, Al Shabad sí termine por establecer una alianza con el terrorismo internacional de Al Qaeda, haciendo realidad el miedo de EEUU, y poniendo en jaque la seguridad de la región.

Habrá que ver qué sucederá cuando el último soldado etíope saque sus botas de Somalia.