Viaje a la guerra Viaje a la guerra

Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

Entradas etiquetadas como ‘eeuu’

Rumbo a Afganistán: Diccionario del reportero empotrado (1)

Nunca falta el amigo o conocido que cuando dices que te vas a ir «empotrado» con las tropas de EEUU en Afganistán, suelta una risita burlona. Por un extraño giro del lenguaje, en su cabeza empotrado es sinónimo nada más y nada menos que de sodomizado, para decirlo con cierta elegancia. O sea, no vas a ir «empotrado con» sino que serás «empotrado por» los soldados. Supongo que cada uno proyecta sus propias fantasías sobre el plácido e inocente discurrir del relato ajeno.

Empotrado junto a la 101 Aerotransportada en el Valle de Tagab, Afganistán, en julio de 2008.

Como vimos en estas páginas hace unos años, justamente después de «empotrarnos» con la 101 Aerotransportada en Afganistán, no se trata algo nuevo. El mismísimo Robert Capa se sumó a los integrantes de la compañía E, pertenecientes al 16 Regimiento de la 1ª División de Infantería, en el arribo a la playa de Omaha el 6 de junio de 1944.

Así que aunque tomó relevancia con la invasión de Irak de 2004, lo cierto es que es una práctica tan antigua como este mismo oficio. Ya en el siglo XIX los cronistas se sumaban a los militares para ir a la guerra.

Supongo, otra vez, que después depende de cada uno dejarse empotrar o no narrativamente por los soldados. Hacer el esfuerzo de recorrer el país en busca de otros puntos de vista desde los que contar la historia. O, simplemente, ser crítico con esos militares que quizás hasta en un momento te protegieron o te salvaron la vida. Saber librarse así de cierta lógica sodomía afectiva e intelectual.

Incrustado y encamado

El término en inglés tampoco ayuda a quitarle connotaciones no deseadas al asunto. Se dice «embed», lo que a simple vista parece querer decir «encamado». Osea, que compartes lecho con la unidad a las que sigue. Lo cual, lamentablemente, en algunas bases muy pequeñas o puestos de avanzada, es literal dada la falta de espacio que duermas codo con codo con la soldadesca.

A empotrado y encamado podríamos sumarle «incrustado», que de vez en cuando aparece en crónicas periodísticas y que tampoco suena demasiado agradable. En este caso, las asociaciones sexuales o de otra índole las dejo en manos de los lectores. A ver qué sombras proyectáis sobre la palabra.

Visto en perspectiva, no resulta llamativo que exista un término propio para describir este asunto, pues si algo caracteriza a los militares es su pasión por las armas, por el papeleo y por crear su propio metalenguaje en base a neologismos y acrónimos impronunciables.

Si nada se tuerce, la cuenta atrás para viajar a Afganistán sigue corriendo y en poco tiempo más estaremos de regreso en el Hindu Kush. Así que es esta una gran oportunidad para que recuperemos y ampliemos el Diccionario del periodista empotrado que comenzamos en 2010 (aquel mismo año hicimos también un Diccionario carcelario argentino, cuando estuvimos fatigando los penales de Buenos Aires en busca de historias).

La mayoría de los términos que componen nuestro Diccionario español-empotrado ofrecen no poco lugar para la reflexión sobre la lógica de la guerra en el siglo XXI, como veremos a partir de la próxima entrada.

Der Spiegel publica nuevas fotos de abusos de soldados de EEUU, esta vez en Afganistán

Más allá de Libia, la guerra continúa en Somalia, que vive sus horas más lóbregas desde la salida de las tropas etíopes hace dos años. Apenas la Unión Africana nos dé los permisos, esperamos que en cuestión de días, volveremos a Mogadiscio.

Y la guerra sigue también en Afganistán, donde el número de muertos, civiles y militares, ha alcanzado una cifra record, con el final del letargo invernal como pistoletazo para un nuevo recrudecimiento de la violencia.

Sin embargo, parece que los miembros de ISAF no van a tener que esperar a que se deshielen las cumbres del Hindu Kush para que el ambiente se vuelva a caldear. Las tres fotos publicadas por el semanario alemán Der Spiegel han encendido todas las alertas.

Según informa The Guardian, los empleados de la ONU han recibido la orden de no salir a la calle en Kabul, pues se esperan manifestaciones y ataques de la población local como consecuencia de crueldad y brutalidad de las imágenes.

En realidad, las tres fotos que decidió hacer públicas Der Spiegel, de un total de 4.000, no han hecho más que retratar de forma explícita y tangible los abusos cometidos por una unidad de la 5ª Brigada de la 2ª División de Infantería del Ejército de EEUU, que operaba en Kandahar.

Abusos ya conocidos, pues doce de sus integrantes están siendo juzgados en un tribunal de Seattle. Cinco de ellos por asesinato premeditado.

Un caso que conmocionó recientemente al mundo ya que los militares del bautizado por la prensa como «escuadrón de la muerte», simulaban que sus víctimas habían perecido en combate, además de cortarles parte del cuerpo para llevárselas como trofeos.

Ayer, el Ejército de EEUU pidió perdón públicamente por el comportamiento de estos soldados. Altos mandos de ISAF compararon la dureza de las imágenes con las de Abu Ghraib.

Aquí, en Viaje a la guerra, nos recuerdan a las que publicamos en estas páginas en 2006 de los abusos de soldados israelíes a civiles en Hebrón y Gaza. También jóvenes militares sonriendo estúpidamente junto a cadáveres y personas privadas de libertad.

Fotos: La primera, Abu Ghraib. La segunda, soldados israelíes en un invernadero de Gaza.

América en armas: La familia que dispara unida permanece unida

En el libro que acaba de publicar, Sarah Palin no reniega de su pasión por la caza. Al contrario, saca pecho y hace gala de ella: “Hay lugar de sobra para todos los animales de Alaska – escribe con sorprendente ironía -, junto a una guarnición de patatas”.

Si bien el 52% de los estadounidenses desaprueba a Palin, aquellos que sí la apoyan lo hacen de forma apasionada y decidida, pues la consideran la mayor representante de esa América blanca, amante de las armas, evangélica, antiabortista, creacionista y renacida, opuesta a los esnobs de la Ivy League y los millonarios de Wall Street, que desde la curiosa capacidad que tiene para no saber localizar geografía alguna fuera de los EEUU, se cree llamada a liderar el mundo, así sea por la fuerza… cosas del destino manifiesto. Una representación que, a diferencia de otros conservadores, Palin realiza sin complejos ni matices.

Debo confesar que siento la misma fascinación cuasi antropológica – de ejemplar del National Geographic en que lo de “national” tendría algún sentido – por este segmento de la población de los EEUU que por las tribus del estado indio de Orissa o los dinka del sur de Sudán. Fascinación que me lleva a visitar regularmente páginas web como Life, Liberty, Etc., cuyo lema es «Cosas pro-armas, para gente pro-armas».

La última oferta de Life, Liberty, Etc., con un 20% de descuento por el día de Acción de Gracias, era la camiseta estampada con la palabra «infiel» en inglés y en árabe. Como dice la leyenda del anuncio: «Hazlo oficial. De todos modos ya te consideran uno».

No sólo acierta en la claridad del mensaje, ausente de complejos a la hora de admitir que estamos en guerra contra los musulmanes del mundo – hace 20 años los protagonistas de las camisetas eran los soviéticos -, sino en las fotos de las voluptuosas señoritas que lo ilustran: rubias, morenas, vestidas con la camiseta, que ostentan amenazantes fusiles. Lo único que rompe la secuencia es la foto final del gordito que aparece en el jardín de su casa con el pulgar levantado y un M-16 en la otra mano, y que por su reincidencia en otras imágenes se deduce que es el orgulloso dueño de la tienda on-line.

La sección de libros tampoco tiene desperdicio. Resulta evidente que el autor realizó un extraordinario esfuerzo intelectual a la hora de buscarle título a su famosa trilogía, que podríamos llamar de la concordia, la ausencia de miedo y la fraternidad: Enemigos domésticos, Enemigos foráneos y Enemigos domésticos y foráneos.

Pero tengo que confesar que mi obra favorita de la biblioteca es Armed America, cuyo autor, Kyle Cassidy, pasó dos años recorriendo EEUU para retratar a familias propietarias de armas.

Algunas fotos del libro son las que ilustran este post. Imágenes que dan cuenta otra vez de una falta de complejos que debe llenar de orgullo a la mismísima Sarah Palin y que al menos a quien escribe estas palabras recuerdan en estética y filosofía a los colonos israelíes que conoció en Cisjordania, con sus familias numerosas, sus armas, sus libros sagrados y su destino guiado por Dios (la gran diferencia es que los palestinos están resultando más complicados de erradicar de sus tierras ancestrales que los desprevenidos comanches, cheyennes o siux, aquellos terroristas primigenios de las praderas americanas).

Mi preferida es la segunda de la serie, a la que, inspirado por el ingenio del autor de la trilogía Enemigos, he bautizado: «Haz los deberes o verás». Como sostiene el tradicional dicho conservador: La familia que dispara unida permanece unida. ¿O no era así?

Guerra de drones entre EEUU, Irán y Pakistán

La preeminencia que a lo largo de estos últimos años han alcanzado los aviones no tripulados en las guerras se refleja en el aumento exponencial de la demanda y en la creciente cantidad de países que los poseen.

A principios de mes, Irán anunciaba la puesta en marcha de instalaciones, situadas en la provincia de Mazandaran, al norte del país, para la fabricación masiva de aviones y helicópteros no tripulados.

Según Hamed Saeedi, director de la Compañía Aeroespacial Farnas, darán vida a nuevos modelos con capacidad para neutralizar y desviar las señales de los radares gracias al diseño de fuselajes con superficies angulosas y materiales absorbentes en la línea del caza F117 Nighthawk o del bombardero B2 Spirit.

Irán lleva nueve años desarrollando estos ingenios voladores que se han ido superando en la distancia de vuelo, lo que pondría dentro del alcance de observación y ataque a parte de las bases estadounidenses en Irak y Afganistán (aunque el potencial de las armas iraníes siempre debe ser considerado con cierto escepticismo debido a la tendencia del régimen de Teherán, cuya escalada verbal no ha dejado de crecer gracias al populismo de Mahmud Ahmadineyad, a exagerar sus capacidades bélicas).

Tragar y migrar en Irán

Sus principales creaciones han sido los modelos Misrad (“migrante) y Ababil (“tragar”) que, como vimos en la anterior entrada del blog, Israel derribó en 2004 y 2005 cuando Hezbolá los lanzó sobre su territorio en respuesta a las constantes violaciones del espacio aéreo libanés por parte de las fuerzas aéreas hebreas, y en la guerra de 33 días de 2006.

Hace dos semanas aparecía la noticia de que el día 25 de febrero los EEUU habían derribado un drone iraní en Irak. Información que finalmente confirmarían las autoridades militares estadounidenses. Según declaró el coronel Scott Maw a Danger Room, la aeronave, modelo Ababil 3, fue seguida desde el momento en que cruzó la frontera. Se la abatió una hora y diez minutos más tarde.

Si se hubiese tratado de un avión tripulado, las repercusiones políticas del incidente habrían sido sin dudas mayores debido a la muerte o captura del piloto. Y tal vez esta sea una característica a resaltar del papel de los drones en los escenarios bélicos contemporáneos.

Más ataques para Obama

El derribo del avión no tripulado iraní en Irak generó no pocas reacciones y preguntas en EEUU. Algunas, por lo menos curiosas en su indignación si tenemos en cuenta que las fuerzas estadounidenses no recibieron invitación alguna para “desembarcar” en Irak, y que emplean de forma constante los drones para bombardear Pakistán.

Como veíamos el pasado lunes, el incremento de las horas de vuelo de los drones de combate de EEUU fue de un 94% entre 2007 y 2008, que protagonizaron 71 aviones Predator. Modelo que suele llevar misiles Hellfire y que se estrenó en Bosnia para luego ser empleado en Serbia, Yemen, Irak y Afganistán.

Basta seguir las noticias de Geo TV para estar al tanto casi al instante de los sucesivos ataques que EEUU realiza principalmente en las regiones de Waziristán del Norte y Sur (esta última, bastión del líder talibán pakistaní Baitullah Mehsud, al que se acusa de estar tras el asesinato de Benazi Bhutto).En 2008 sumaron más de cuarenta los bombardeos de los Predator.

Este año, a pesar del cambio de poder en la Casa Blanca, han continuado llevándose a cabo. Sin ir más lejos, este miércoles tuvieron lugar dos ataques que dejaron al menos siete muertos en Waiziristán del Sur.

Pero eso no es todo, la semana pasada el diario New York Times señaló que el ejecutivo de Obama consideraba ampliar sus bombardeos encubiertos en las provincias occidentales de Pakistán.

¿Guerra de drones?

Esta historia ha tenido varios momentos reveladores: el primero, cuando la senadora Diane Feinstein declaró ante el congreso que los drones despegaban desde bases en Pakistán, lo que dejó en mal sitio al gobierno de Islamabad, ya que siempre ha considerado a los ataques como “contraproducentes” que dan legitimidad a los insurgentes. Es más, hasta ordenó al Ejército que realizara prácticas sobre cómo derribar a los drones.

En realidad, el problema que ahora tiene el gobierno paquistaní es herencia de Pervez Musharraf. Mientras este último seguía al frente del gobierno, la administración Bush le pedía permiso con uno o dos días antelación antes de lanzar cada ataque. Ahora, como informa el LA Times, la CIA “se ha quitado los guantes” y actúa de forma autónoma.

Las quejas no han cesado por parte del presidente Asif Ali Zardar y del Ejército paquistaní hacia estas operaciones que hasta ahora sólo han logrado dar con dirigentes de rango medio de Al Qaeda (a lo largo de los últimos seis meses: Rashid Rauf, Abu Khabab, Khalid Habib y Usama al-Kini).

La pregunta que cabe hacerse es si los bombardeos fuesen realizados por cazas F16 en lugar de drones Predator, ¿estaríamos hablando entonces de una guerra abierta entre EEUU y Pakistán? Quizás ese sea otro de los cambios que los aviones no tripulados han traído a los conflictos armados.

Las tropas etíopes comienzan su retirada de Somalia

Hace dos años, cuando saltaba a los medios la noticia de la invasión etíope de Somalia, en este blog manifestamos nuestra abierta oposición a la aventura belicista emprendida por Addis Abeba con el apoyo de EEUU.

Nos parecía que aquella iniciativa armada, destinada a desplazar a la Unión de Cortes Islámicas y potenciar al gobierno de transición del presidente Abdullahi Yusuf, conseguiría, por su lógica, todo lo contrario de lo que se había propuesto, además de llevarse por delante la vida de inocentes.

Sin embargo, no todas las opiniones coincidían en sentido. Desde las páginas de este periódico, plural en sus opiniones, Inocencio Arias aplaudía la invasión, como lo hacían analistas de otros medios.

No aprender del pasado

Meses antes, la Unión de Cortes Islámicas se había hecho con el control de buena parte del país, consiguiendo cierta estabilidad después de más de una década de guerra civil. La piratería había desaparecido y la ayuda internacional llegaba sin demasiados problemas.

Cierto es que articulaban una visión retrógrada y extrema del Islam, como que algunos de sus líderes habían lanzado amenazas abiertas a Etiopía.

Pero las lecciones de Afganistán e Irak, entre tantas otras, señalaban sin dudas que el camino de la invasión, más aún por parte de un país como Etiopía, con constantes hambrunas, un gobierno con un currículum nefasto en derechos humanos y un frente bélico latente con Eritrea, no era la solución.

Más razonable hubiese sido potenciar la actuación de la fuerza multinacional destacada en territorio somalí y ahondar en la vía de las negociaciones, antes que volver a apelar al uniteralismo belicista.

Con respecto a la amenaza de Al Qaeda esgrimida por EEUU, diversos informes señalan su escaso arraigo entre las tribus somalíes. Los bombardeos ordenados por Washington, que terminaron con la vida mujeres y niños, tampoco han tenido el resultado esperado.

El ascenso de Al Shabab

Hoy, las tropas etíopes se han comenzado a retirar de Somalia. Además de sus propias bajas, dejan a sus espaldas miles de muertos, más de dos millones de desplazados internos y tres millones de personas al borde la hambruna.

Sumamente preocupante de cara al futuro inmediato es que el gobierno de transición se encuentra aún más debilitado y desacreditado que en 2006, como señala la BBC.

Y que la Unión de Cortes Islámicas ha sido desplazada en gran medida por los miembros de Al Shabab, que ya controlan buena parte del sur de Somalia, incluidos puestos tan importantes como Kismayo y Merca. Su nombre significa «los jóvenes» y es considerada una organización terrorista por Washington.

No se trata de una organización monolítica, pero su rama más extrema se asemeja a la brutal ideología de los talibán. Desde las áreas que controlan llegan noticias de decapitaciones. Recordemos también la reciente lapidación de una niña de 13 años, violada por un grupo de hombres, a la que se acusó de adulterio.

Pero la más llamativa de las paradojas con respecto a la invasión es que, por su propio perfil ideológico y por su enfrentamiento con los miembros de la Unión de Cortes Islámicas, Al Shabad sí termine por establecer una alianza con el terrorismo internacional de Al Qaeda, haciendo realidad el miedo de EEUU, y poniendo en jaque la seguridad de la región.

Habrá que ver qué sucederá cuando el último soldado etíope saque sus botas de Somalia.

El juicio a Chuckie Taylor y la tortura en EEUU

No cabe duda alguna de que Chuckie Taylor habrá pensando en más de una oportunidad en lo irónico de su situación: han sido las autoridades de EEUU las que lo han llevado a prisión, y son las autoridades de EEUU las que ahora han comenzado a juzgarlo por tortura.

Justamente el país que durante los últimos ocho años ha aplicado la tortura de forma sistemática, desde Abu Ghraib hasta Bagram, desde Guantánamo hasta Diego García, y tantos otros destinos por los que pasaron los vuelos de la CIA.

Bautizado como Roy Belfast Jr. (y conocido como Chuckie Taylor, Charles Taylor II y Charles MacArthur Emmanuel), el hijo del ex presidente de Liberia fue responsable entre los años 1999 y 2003 de una rama del poder ejecutivo que torturaba y ejecutaba a quienes se oponían abiertamente al gobierno de su padre.

Y aquí viene el segundo giro irónico de esta historia, terrible para sus víctimas: el departamento que Chuckie Taylor comandaba con mano de hierro respondía al nombre de Unidad Antiterrorista.

El comienzo del fin

Tras haber sido el principal responsable de la guerra de los diamantes sangrientos que terminó con tantas vidas de inocentes, y generó cientos de miles de mutilaciones, en la vecina Sierra Leona, Charles Taylor , presidente de Liberia entre 1997 y 2003, se exiló en Nigeria gracias al acuerdo de paz que puso fin al conflicto.

El 29 de marzo de 2006, Charles Taylor padre fue arrestado cuando trataba de cruzar la frontera con Camerún.

Intentaba en vano evitar que la Corte Internacional Penal, con sede en la Haya, lo juzgara. Proceso que ya ha comenzado y en el que se lo acusa de once cargos de crímenes de guerra y de lesa humanidad cometidos en Sierra Leona.

Su hijo, Chuckie Taylor, fue detenido al día siguiente, mientras trataba de entrar a los EEUU, país del que es ciudadano. En virtud de la Ley Federal contra la Tortura de este país (18 U.S.C. §§ 2340-2340), el pasado 27 de septiembre comenzó su juicio.

Es la primera vez, desde que fuera promulgada en 1994, que las autoridades estadounidenses aplican esta legislación, que les permite juzgar a sus nacionales por torturas cometidas en el extranjero.

Chuckie Taylor es acusado de quemar y aplicar descargas eléctricas a cinco liberianos. Testigos no faltan. Y las heridas y mutilaciones que muchos de ellos presentan servirán sin dudas para que el hijo del dictador pase el resto de su vida en prisión.

¿Justicia universal?

Como señala Amnistía Internacional, es de celebrar que la comunidad internacional haya comenzado a actuar con contundencia para perseguir los crímenes contra la humanidad que se producen a diario en África, desde la República Democrática del Congo hasta Darfur y Uganda.

La ironía de esta situación, que sea EEUU quien juzgue al hijo de un dictador africano por tortura, quizás desaparezca el día en que Donald Rumsfeld y Dick Cheney sean también llevados ante un tribunal. El día en que la llamada Justicia Universal deje de ser un ámbito que sólo juzga a líderes caídos en desgracia de naciones periféricas.

Niños, piedras y soldados de EEUU en Afganistán

Apenas escuchan el sonido de los blindados, los niños salen corriendo a la carretera. Poco les importan las nubes de tierra que se levantan al paso de los vehículos, que les cubren el rostro, los brazos, que los cincelan como sombras, como meras siluetas, bajo el sol que cae a plomo en el bochorno del verano de Afganistán.

Los soldados les han puesto nombre. Los llaman “los niños del polvo”. En cada una de las misiones diurnas en la que he salido con ellos del cuartel del valle de Tagab, los hemos encontrado, allí, junto a la ruta, levantando los brazos, pidiendo un regalo, una limosna.

“Al principio les tirábamos botellas de agua, bolis, pero ya no lo hacemos”, me comenta Cox, que viaja a mi lado en el blindado MRAP. “Tememos que un día uno se cruce y pase una desgracia”.

No sería la primera vez que esto ocurre en una zona de conflicto. Es consecuencia de las prisas, del miedo, del encuentro entre la apacible vida rural, en la que los niños vagan a su antojo, sin que sus padres estén encima de ellos, y el desembarco de la parafernalia militar y humanitaria de Occidente.

Sucede en el norte de Uganda, en donde los camiones del PMA (Programa Mundial de Alimentos), se han llevado la vida de numerosos niños en su raudo paso por las aldeas, flanqueados por vehículos armados que los protegen de los posibles ataques del LRA.

Tuvo lugar también hace poco, al sur del río Litani, en Líbano, cuando un blindado español colisionó contra un autobús escolar. La pequeña Noor, de nueve años, sufrió importantes heridas en la cara y en uno de los brazos, según informó Mikey Ayestaran en su blog. Heridas que le van a suponer numerosas operaciones a lo largo de los años.

Una piedra

Según me comenta Hernández, mi otro compañero en la parte trasera del MRAP, la presencia de los niños resulta siempre un buen augurio. Verlos en la carretera significa que los talibán no han planeado emboscada alguna. De otro modo, desparecen. Sus padres los meten en las casas. “La gente sabe cuando los terroristas no están por atacar”, explica.

Anochece en el valle de Tagab. La misión de hoy es establecer un puesto de control en la carretera principal. Los niños se acercan una y otra vez. Nos llaman a los gritos. Nos saludan. Hasta que arrancamos de regreso al cuartel. Es el momento crítico, el que suelen utilizar los talibán para lanzar sus granadas, cuando los convoyes dan media vuelta y los soldados se relajan.

Por la ventana posterior del MRAP veo que un niño coge una piedra. Corre y nos la tira. Acto seguido, el resto de los pequeños hace lo mismo.

Empotrado en Afganistán: luchar por las mentes y los corazones

Operación destinada a ganarse “los corazones y las mentes de los afganos”. Al tercer pelotón de la base le toca esta semana la labor de patrullar la zona. Sus integrantes, en su mayoría jóvenes que no superan los 24 años, se preparan. Cargan las armas en los humvees, coordinan las frecuencias de las radios. El sargento da las instrucciones. Comenta que hay amenaza de atentado suicida.

Seis vehículos blindados se detienen frente a un pueblo próximo a la base. Desde allí los soldados caminan. Es un pueblo colorido, con su gran bazar, su mercado de camellos, y al mismo tiempo miserable, ausente de luz, de agua corriente, como buena parte de Afganistán, anclado en la Edad Media.

La patrulla se dirige a la escuela local, que recibe ayuda económica de EEUU. Uno de los jóvenes militares se entrevista con el director. Habla del número de alumnos, de los turnos.

Aprovecho, salgo y converso con los estudiantes. “Con los talibán hay que negociar. Son nuestros hermanos musulmanes, no podemos pelear con ellos”, afirma uno de ellos.

Uno de los soldados que está escuchando, se acerca e interviene: “¿Te van a hacer escuelas, carreteras, los talibán?”, le pregunta. El joven estudiante, de 20 años, insiste en que hay que negociar con los integristas, la misma línea que defiende el presidente Karzai.

Continúa la operación, que no sin cierto nerviosismo se dirige al mercado de camellos, abarrotado de animales y vendedores a primera hora de la mañana, con el magnífico marco de las montañas como telón de fondo.

Converso con uno de los soldados. Tiene 22 años, entró al Ejército cuando tenía 18 porque ese siempre había sido su sueño. “Debía terminar en unos meses pero me han ordenado que me quede un año más”, explica.

Sirvió en Ramadi, Irak, cuando aún no era mayor de edad. “Podía ir a la guerra, pero en mi país no me podía tomar una cerveza«. Cuando finalmente lo den de baja espera poder acudir a la universidad para estudiar informática. En unas semanas lo ascienden a sargento. «Es un poco más de dinero, no mucho, 300 dólares».

Se suponía que la misión, de dos horas, terminaba en el bazar, donde los soldados harían compras como una forma de integrarse con la comunidad local. Tarjetas de teléfono, souvenirs, frutas. Sin embargo, recibimos un pedido de QRF (Quick Reaction Force) y volvemos a los blindados y nos marchamos a toda prisa. Son las ocho de la mañana.

Criminales de guerra: soldados con problemas mentales en Irak

Al repasar esta semana algunos de los más sonados crímenes de guerra de EEUU en Irak, nos preguntamos por las posibles causas de estos hechos. Sin duda, responden a multitud de factores que van desde el estrés postraumático, que sufre uno de cada seis combatientes, hasta el abierto desprecio por la vida del otro.

Pero en algunos casos, como señala el profesor James Kelly, estos brutales actos contra civiles indefensos podrían estar relacionados con la imperiosa necesidad del Pentágono de conseguir nuevos reclutas, lo que lo habría llevado a reducir los niveles de exigencia en los procesos de selección.

No es que antes hubiese que ser doctor en derecho internacional y tener un historial moral exquisito para sumarse a las fuerzas armadas, pero la laxitud en el reclutamiento ha abierto la puerta a personas que antes no hubiesen sido destinadas a zonas de combate.

El sargento Jeffrey D. Waruch podría resultar paradigmático en este sentido, pues ya en EEUU había dado muestras de tener evidentes problemas psicológicos. No en vano se le había impuesto una orden de alejamiento de dos mujeres de las que supuestamente había abusado, y la policía le había requisado las armas que tenía en su casa.

Una vez en el terreno, Waruch reaccionó de forma brutal cuando el convoy en el que viajaba, por las proximidades de la ciudad de Al Abbassi, fue alcanzado por una bomba en febrero de 2004.

Aunque el explosivo sólo les hubiera causado heridas leves, Waruch se bajó y corrió hacia una madre, Shaha al Jabouri, y sus dos hijas, que estaban trabajando en un campo de judías. Les disparó cuando intentaban huir. Intisar al Jabouri, de 13 años, murió debido a las heridas.

Tiempo después se supo en la prensa que el sargento Marcus Warner trató de prevenir que Waruch viajase a Irak, ya que lo consideraba “un cáncer para sus hombres”.

Si la experiencia de un conflicto armado resulta profundamente perturbadora para quien está en pleno uso de sus facultades, mucho más lo es para personas inestables emocionalmente y con problemas psicológicos.

Estas últimas tienen aún más probabilidad de cruzar la línea y cometer un crimen de guerra . Sin embargo, el Pentágono las envía a ganarse “el corazón de los iraquíes”.

Pero no sólo eso, ya que en algunos casos EEUU parece dispuesto a amparar sus crímenes. Waruch, que diez días más tarde se vio involucrado en otro asesinato de un civil iraquí, nunca se sentó frente a un tribunal. Sólo fue dado de baja del ejército en 2006.

Continúa…

Lawrence Hutchins y el asesinato de un hombre inocente en Irak

Como consecuencia de la Matanza de Haditha, cuya génesis e intento de ocultación describimos en las últimas entradas de este blog, 24 civiles iraquíes perecieron a manos de una patrulla de marines de la compañía Kilo.

Furiosos tras perder a uno de sus compañeros al estallar una bomba en la carretera, los soldados se bajaron del vehículo humvee en el que viajaban y entraron en las dos primeras casas que encontraron. Allí dispararon contra ancianos, mujeres y niños.

Resulta curioso que, justamente cuando un reportaje de la revista Time destapaba el escándalo de Haditha, varios miembros de la misma compañía de marines entraban a la casa de otro iraquí, lo sacaban con las manos atadas y lo mataban a sangre fría en la ciudad Hamdania.

A diferencia de lo sucedido en Haditha, las autoridades castrenses no intentaron ocultar los hechos y pusieron a disposición judicial a los culpables de lo ocurrido el 26 de abril de 2006.

La primera llamada de atención sobre el comportamiento de las tropas de ocupación de EEUU en Irak vino como consecuencia de las torturas en Abu Ghraib. Después le siguió la matanza de Hadihta y ahora este nuevo incidente que venía a demostrar que las cosas no iban bien.

La pantomima

Dos hechos resultan estremecedores en este crimen. En primer lugar, los soldados habían salido a buscar a otro hombre, Saleh Gowad, líder de la insurgencia. Pero al no encontrarlo mataron a su vecino: Hashim Ibrahim Awad, de 52 años.

La confesión del contramaestre Melson J. Bacos resultó crucial durante el proceso jurídico militar. Según su versión, los soldados estaban molestos porque Sahed Gowlad había sido capturado y liberado en tres oportunidades. Entonces decidieron que tomarían la justicia por sus manos.

¿Cómo se explica esto? Quizás del mismo modo que la masacre de Haditha. La compañía Kilo había perdido más de 20 hombres en la región a causa de las bombas situadas en la carretera, por lo que intentaban golpear a la insurgencia y vengarse de ella como fuera.

El segundo elemento perturbador pasa por la pantomima que representaron los soldados para tratar de ocultar su crimen. Bacos cogió un AK47 y disparó al cielo. Acto seguido, el sargento Lawrence Hutchins III llamó al cuartel diciendo que los estaban atacando y pidiendo permiso para responder a la agresión.

A Hashim Ibrahim Awad lo colocaron en un hoyo. Hutchins le disparó en tres ocasiones en la cabeza. El cabo Trent Thomas le pegó siete tiros en el pecho. Y un cuarto hombre, Robert Pennington, cogió la mano del fallecido y la apoyó en el gatillo del AK47 para que quedaran marcadas sus huellas dactilares.

«Sabía que estaba haciendo algo malo”, afirmó Bacos, quien añadió que luego de intentar decir algo un marine le respondió: «deja de comportarte como una mujercita».

Aunque tal vez lo más estremecedor de todo el asunto sea que Hashim Ibrahim Awad era físicamente un hombre mermado. Sus vecinos los conocían como «Hashim el cojo». Tras combatir en la guerra contra Irán de los años 80, había perdido parte de una pierna. También sufría de problemas en la vista.

Los acusados

Siete marines y un médico de la marina se enfrentaron a la justicia militar por esta caso en la base de Campo Pendleton, California. El galeno era Melson J. Bacos.

Trent Thomas fue hallado culpable de conspiración y secuestro. Se lo destituyó de su cargo pero no ingresó en prisión.

El abogado defensor dijo que su cliente no hizo más que seguir las instrucciones del sargento Hutchins. “Un marine en combate no desafía las órdenes de los mandos”, afirmó.

El cabo interino Robert Pennington se declaró culpable y fue sentenciado a ocho años de prisión el 19 de febrero de 2007. Otro de los condenados fue Marshall Magincalda, de 24 años. Aunque no disparó, sí se lo considera responsable de trazar el plan la noche anterior junto a sus compañeros.

“Quiero decir que siento las ofensas que he cometido”, declaró. “Me gustaría pensar que podré seguir para hacer buenas cosas en mi vida y dejar una mejor impresión de la que estoy dando ahora”.

Uno de los testigos que habló a favor de Magincalda dijo que lo consideraba un héroe por su actuación en Faluya, donde perdió a dos compañeros. Un psiquiatra castrense afirmó que sufría depresión y estrés postraumático como consecuencia de los combates.

Sargento Lawrence Hutchins III

Señalado como el principal responsable de la acción por sus compañeros, el sargento Hutchins fue hallado culpable de asesinato premeditado, de falsedad testimonial y latrocinio. El 2 agosto de 2007 se lo condenó a 15 años de prisión.

“Participé en los eventos del 26 de abril por la sensación de que era parte de nuestra misión”, afirmó este joven de 22 años. “Cada día explotaban bombas no identificadas en nuestra área de operación. Sabíamos quién lo hacía… No habíamos hecho todo lo posible, sin dudas».

Originario de Plymouth, Massachusetts, sus compañeros de colegio lo recuerdan tocando el piano para entrener a su familia, trabajando como guardavidas en la playa y como un buen amigo.

Se graduó en 2002. Tenía 17 años cuando se unió a los Marines. Venía de una familia de soldados y decidió que la universidad podía esperar. Su excelente desempeño le permitió ascender rápidamente a sargento.

Hutchins está casado con una compañera de escuela, Reyna Griffin, y es padre de una niña de dos años. Su abogado sostuvo que se había comportado de esa forma como consecuencia del pobre ejemplo de los oficiales al mando y de la aprobación que les habían dado para usar la violencia al capturar e interrogar a los presuntos insurgentes.

Continúa…