Viaje a la guerra Viaje a la guerra

Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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Termina la guerra de Somalia… en Twitter

Claro que seguirán teniendo lugar escaramuzas, que en algunas regiones Al Shabab aún tiene cierto poder, pero lo cierto es que la larguísima y cruenta guerra civil que asoló a Somalia durante décadas terminó el pasado me de septiembre con la captura de Kismayo, bastión de los islamistas vinculados a Al Qaeda.

Soldado de la Unión Africana en el último puesto de lucha de Mogadiscio contra Al Shabab. Foto: Hernán Zin. 2010.

Soldado de la Unión Africana en el último puesto de lucha de Mogadiscio contra Al Shabab. Foto: Hernán Zin. 2010.

En este blog tuvimos la suerte de poder seguir desde la propia Somalia – Mogadiscio, Garowe, Galkayo – la gestación y avance de la ofensiva de fuerzas africanas, asesoradas y financiadas por Occidente, que terminaría con arrinconar a los islamistas de Al Shabab, que hace apenas dos años dominaban la mayor parte del país.

Esta ofensiva tuvo un punto de inflexión notable, que fue la incorporación de tropas de la vecina Kenia a través de la operación Linda Nchi (que en kisuajili quiere decir “Proteger la Nación”). Hasta ese momento, en la misión de la Unión Africana, llamada AFRICOM, solo habían participado efectivos de Uganda, Burundi y Sierra Leona.

Tuits islamistas

La llegada del Ejército de Kenia, que acorraló a los islamistas al entrar por el oeste, dio lugar a un hecho sin precedentes: que Al Shabab creara una cuenta en la red social Twitter en diciembre de 2011 para dirigirse en inglés a los kenianos. En especial al mayor Emmanuel Chirchir, portavoz castrense de los altos mandos de Nairobi, que ya tenía cuenta en la red social.

Así nació una rivalidad que muchos seguimos en directo a lo largo de meses entre @MajorEChirchir y @HSMPress, la cuenta de Al Shabab. Al principio, basada sobre todo en bravuconadas, chanzas y burlas, pero que luego se fue volviendo más violenta por parte de @HSMPress, que ya no solo se centró en los Kenia sino que empezó a lanzar mensajes para todo el mundo. Mensajes en los que mostraba fotografías de soldados africanos capturados, en los que daba cuenta de los «infieles» muertos que provocaban sus ataques suicidas y emboscadas.

Finalmente, la semana pasada Twitter clausuró la cuenta de Al Shabab después de que publicara fotos de un oficial de las fuerzas especiales francesas muerto en la operación de rescate de un compatriota que lleva ya dos años secuestrado en Somalia, y de que anunciara que iba a matar al rehén.

Adiós Omar adiós

Desde entonces, muchos se han formulado las siguientes preguntas, que yo también me hacía cada vez que leía un nuevo mensaje de Al Shabab. ¿Es mejor dejar abierta una brecha para saber qué piensa esta organización radical, insurgente, terrorista? ¿O es conviene cortarla de cuajo para que sus tuits no tengan un efecto propagandísticos, de llamada, sobre todo a la comunidad de somalíes que vive en Europa y Estados Unidos?

El analista J.M. Berger afirma que se debe permitir la cuenta pero con restricciones, pues considera que es una gran fuente de información. De hecho, él mantuvo varios diálogos con la cuenta de Al Shabab, que sospecha que está dirigida por Omar Hammami, el terrorista estadounidense del que ya habíamos hablado en estas páginas por sus vídeos de rap colgados en You Tube, en los que llamaba a la yihad, y por su autobiografía, también colgada en la red.

Conocido asimismo como Abu Mansur Al-Amriki, este joven propagandista de Al Shabab, que merecería un buen documental, sufrió en algún momento el acoso de la propia organización, que lo amenazó de muerte, aunque luego parece que se llegó a una suerte de acuerdo o de mediación que le permitió no solo seguir con vida sino tuiteando. Esto último, hasta el pasado viernes, cuando escribió por última vez en 140 caracteres.

Sin paz para la prensa en Somalia: 17 periodistas asesinados en 2012

Hay posguerras que son inclusive más brutales que las propias guerras, en especial para la prensa. Los combates abiertos han cesado pero el lenguaje que predomina es el de las armas, en gran medida gracias a la impunidad que da la ausencia de un Estado eficiente. Y los periodistas que salen ávidos a contar historias chocan de frente con esa violencia que intenta acallar las denuncias de crímenes pretéritos, ajustar cuentas o mantener el silencio con respecto a estructuras corruptas.

Periodistas de Radio Mogadiscio siguen transmitiendo cada día a pesar de la violencia. Septiembre 2011, Somalia. (Foto: Hernán Zin)

Lo vimos en estas páginas en la República Democrática del Congo, con el cobarde asesinato de Didace Namujimbo, periodista de Radio Okapi, que tanto me ayudó en julio de 2008 cuando desembarqué en Bukavu para rodar el documental “La guerra contra las mujeres”.

Tres meses más tarde, varios hombres lo esperaban en la puerta de su casa para matarlo. Un destino similar al que había sufrido antes Serge Maheshe, otro reportero de la independiente Radio Okapi, auspiciada por Naciones Unidas.

Muertes que reflejan una realidad tantas veces ignorada: la mayoría de los periodistas asesinados son locales y no extranjeros, aunque la prensa preste mayor atención a estos últimos. En 2011, la relación fue de un 84% de reporteros nacionales muertos frente a un 16% de corresponsales, enviados especiales y free lance llegados desde otros países.

El 60% perdió la vida mientras cubría noticias políticas y apenas el 20% en conflictos armados. Un 33% era freelance. Un 98% eran hombres. Y el 100% de los casos, atención, ha quedado impune. Pakistán, Irak, Libia y México eran los lugares más peligrosos en 2011 para ejercer este oficio.

Mogadiscio, ciudad enemiga la prensa

Tras 21 años de muerte, anarquía y violencia endémica, la guerra en Somalia parece haber llegado a su fin esta semana con la toma de Kismayo – el gran bastión de los islamistas en el sur del país -, por parte de las tropas de la Unión Africana.

Como vimos en nuestros últimos viajes a Mogadiscio, la capital fue liberada de Al Shabab hace 13 meses. Llevaba años dividida en dos, con una clara línea separando a los bandos como Sarajevo en los 90 y Beirut en los 80.

La retirada de los fundamentalistas, que contamos con Jon Sistiaga para Canal Plus, resultó ser más letal para los periodistas que la propia guerra. En aquel reportaje conocimos a Abdi Aziz Mohamed, un periodista de Radio Mogadiscio apodado “África” al que varias veces Al Shabab puso precio a su cabeza. A pesar del final del conflicto abierto en la capital, “África” apenas abandonaba la emisora por miedo a lo que le pudiera pasar.

Desde entonces, en la misma medida en que la llegada de la paz y el fin de conflicto se hacían cada día más evidente, mayor era el número de periodistas somalíes asesinados, hasta el punto de que se ha convertido en el lugar más peligroso del mundo para la prensa. Este es el listado que me envían desde Moga de los compañeros que se han dejado la vida solo en lo que va de año:

. 28 de enero: Hassan Osman Abdi Fantastic (Director de Shabelle Media)

. 22 de febrero: Abukar Hassan Kadaf (Director de Radio Somaliweyn)

. 4 de marzo: Ali Ahmed Abdi (Radio Galkayo)

. 5 de abril: Mahad Salad Adan (Shabelle Media)

. 3 de mayo: Farhan Jeemis Abdulle (Radio Daljir)

. 24 de mayo: Ahmed Adow Anshur (Shabelle Media)

. 7 de julio: Abdiqadir Omar Abdulle (Universal TV)

. 13 de julio: Abdi Jeylani Malaq (periodista, comediante)

. 12 de agosto: Yusuf Ali Osman (veterano periodista del Ministerio de Información)

. 12 de agosto: Mohamud Ali (locutor de la radio Voice of Democracy)

. 16 de septiembre: Zakariye Mohamed Mohamud (cámara freelance)

. 20 de septiembre: Hassan Yusuf Absuge (Radio Maanta)

. 20 de septiembre: Liban Ali Nur (Somali National TV)

. 20 de septiembre: Abdisatar Dahir Sabriye (Somali National TV)

. 20 de septiembre: Abdirahman Yasin (Radio Voice of Democracy)

. 27 de septiembre: Abdirahman Mohamed Ali (Periodista deportivo de Ciyaaraha Maanta)

. 28 de septiembre: Ahmed Abdulahi Fanah (Agencia de Noticias de Yemen)

Desde aquí, nuestros respetos a sus familias y compañeros.

El último día de guerra en Somalia

Quizás este sea recordado en el futuro como un día histórico en Somalia. El día en el que se puso fin a 21 años de guerra civil, anarquía y muerte. Tras casi dos semanas de rumores sobre una ofensiva de las tropas de la Unión Africana contra Kismayo, el último bastión de los islamistas, las noticias que llegan desde el sur del país indican que ahora sí, la batalla decisiva por el control de esta ciudad portuaria de 180 mil habitantes, ha comenzado.

Soldado de la Unión Africana en la última trinchera del frente contra los islamistas de Al Shabab. (Foto: Hernán Zin)

Y lo ha hecho de manera épica, con el desembarco masivo de soldados de la Unión Africana a las 2 AM en unas playas situadas a cuatro kilómetros del centro de la ciudad. Una acción sorpresiva, una inesperada Normandía, que seguramente pocos vislumbraban en Al Shabab, ya que hasta ahora el Océano Índico solo les había traído los esporádicos bombardeos de barcos de guerra.

Una acción que confirmaba el Mayor Emmanuel Chirchir, portavoz del Ejército de Kenia, sobre cuyas pasiones tuiteras ya escribimos en estas páginas. Según ha declarado al NYT, el nombre de la ofensiva es Operación Martillo. Y se trataría de la primera operación militar anfibia de un ejército africano.

Reuters cita a testigos en la propia Kismayo que afirman que Al Shabab disparó a los buques de guerra con fuego antiaéreo, y que luego dirigió sus fuerzas hacia la playa para tratar de repeler el desembarco.

Las fuerzas de la misión de la Unión Africana, llamada AMISOM – con las que en 2010 estuvimos en este blog recorriendo las calles de Mogadiscio -, habrían también entrado por tierra desde las inmediaciones de Kismayo, desde las aldeas que en las que llevan semanas estacionadas, y también estarían atacando ahora mismo desde el aire con aviones no tripulados y helicópteros (como tantas veces han hecho en el pasado).

Cobertura occidental

No queda claro si los barcos de EEUU y Europa de la misión ATALANTA han brindado apoyo y cobertura a la Operación Martillo. De lo que no hay duda es de que esta ofensiva se ha planeado de forma conjunta con altos mandos castrenses estadounidenses y europeos, que son los que supervisan y codirigen la estrategia de las tropas de la Unión Africana en Somalia.

La ausencia de periodistas hace que se dependa para la información de fuentes oficiales y de testigos. Algunos hablan de la presencia de soldados occidentales en el desembarco, lo que resulta difícil de creer. Por su parte, los medios de comunicación de Al Shabab, tanto radio Al Andalus como su cuenta en twitter, continúan activos y minimizando la ofensiva.

Hace 13 meses, los islamistas de Al Shabab perdieron Mogadiscio (semanas más tarde viajamos en estas páginas a Somalia para describir la vida en la recién liberada capital). Desde entonces, el retroceso de Al Shabab ha resultado imparable, hasta el punto de que recientemente sus aliados de Hizbul Islam declararon estar dispuestos a dejar las armas y dialogar con el nuevo Gobierno que asumió el poder el pasado domingo.

Si se confirman las informaciones, la caída de Kismayo sería un golpe del que difícilmente se podría recuperar Al Shabab. Y para Somalia implicaría el final de 21 años de guerra civil. Una razón para el moderado optimismo, pues la salida del gran enemigo islamista implica volver a abrir la puerta a la lucha entre clanes y señores de la guerra.

Sí sería un alivio para la región, sobre todo para la vecina Kenia, que ya se está beneficiando de una espectacular declive en la piratería. La captura de Kismayo marcaría un punto de inflexión que permitiría volver a potenciar el desarrollo turístico y comercial de sus playas y de su puerto en Mombasa.

¿El final de 21 años de anarquía en Somalia?

En este blog hemos estado en Somalia en varias ocasiones a lo largo de los últimos años, lo que nos ha permitido seguir de cerca la evolución de unos acontecimientos que hoy parecen indicar que finalmente, tras 21 años de caos, anarquía y ausencia de Estado, la guerra civil que comenzó en 1991 tras la caída del dictador Siad Barre podría estar en sus últimos estertores.

La catedral de Mogadiscio da cuenta en su devastada fisonomía de las heridas dejadas por 21 años de guerra civil (Foto: Hernán Zin).

Hace ya unas semanas que sabíamos que, tras la liberación de la ciudad costera de Merca por parte de las tropas de la Unión Africana, la siguiente ficha en el dominó islamista iba a ser su gran cuartel general y puesto fuerte, Kismayo, que está situada a 582 kilómetros de Mogadiscio, también a orillas del Índico.

De mano en mano

Recordemos que los islamistas, bajo el amplio paraguas de la Unión de Cortes Islámicas (UCI), ganaron el control de Kismayo a principios de 2006. Meses más tarde dominaban buena parte del país. La tropas etíopes que en diciembre de ese mismo año invadieron Somalia con el apoyo de la administración Bush, arrebataron la ciudad a los islamistas. Acción que ayudó a encumbrar al ala más radical de la UCI, Al Shabab, que en árabe quiere decir “los jóvenes”.

Al Shabab logró recuperar su feudo el 22 de agosto de 2008, tras la que fuera conocida como Batalla de Kismayo, que en dos días dejó 89 muertos. Otra vez esta urbe portuaria de 180 mil habitantes fue el trampolín para la posterior dominación del país hasta el punto de que, como vimos en una de nuestras visitas, la propia Mogadiscio estaba dividida – al mejor estilo de la Beirut de los 80 o la Sarajevo de los 90 – entre las fuerzas del Gobierno de Transición y los islamistas radicales.

A punto de caer

Las noticias que desde hace unos días llegan desde el sur de Somalia hablan del avance de las tropas de la AMISOM y del Gobierno frente al retroceso de los combatientes Al Shabab. Finalmente, ayer las agencias de noticias se atrevían a anunciar la retirada de los radicales.

¿Se puede hablar ya con cierta certeza del final de la guerra civil? Todo parece indicar que dependerá de la gestión que haga el nuevo Gobierno de Somalia, que asumió el poder el pasado domingo. Si hace una gestión de los recursos públicos justa, eficiente, más allá de los clanes, que responda a las expectativas generales de la gente de a pie. Una fuerza insurgente como Al Shabab poco terreno podrá recobrar si no es con el apoyo de la población civil.

Quizás ahora, lo más interesante sea analizar cómo fue que los islamistas aliados de Al Qaeda perdieron en poco más de un año el férreo control que ostentaban sobre la mayor parte de Somalia. Repaso de acontecimientos que haremos en una próxima entrada.

Autobiografía de un terrorista estadounidense en Somalia

En estas páginas ya hemos hablado en varias ocasiones de la andanzas de Abu Mansur Al-Amriki, el terrorista de Al Shabab que se hizo famoso por ser oriundo de los EEUU y por improvisar en You Tube canciones de rap para invitar a los jóvenes musulmanes del mundo a sumarse a la yihad en Somalia.

Abu Mansur Al-Amriki posa con el libro que acaba de publicar en Scribd y en el que cuenta su transformación de joven seguidor de Nirvana a yihadista en Somalia.

It all started out in Afghanistan / When we wiped the oppressor straight off the land / Uni crumbled / rumbled and tumbled / humbled and mumbled / made a power / withdraw and cower/ Land by land / and war by war / only gonna make our black flag soar / drip by drip / shot by shot / only gonna give us the death we sought.

La última vez que nos referimos a él fue en marzo, cuando colgó un vídeo en la red en el que decía que su vida estaba en peligro pues miembros de Al Shabab lo estaban buscando para asesinarlo como consecuencia de “diferencias en sharia y estrategia”.

Desde entonces, corrieron por la Red rumores que decían que había huido de Somalia para entregarse a la CIA, y otros que sostenían que finalmente había sido asesinado por Al Shabab. Para hacer aún más confuso el relato, Al Shabab publicó en su cuenta de Twitter que la vida de Mansur Al-Amriki no estaba en peligro.

Dos meses más tarde, parece que el terrorista estadounidense ha limado asperezas con Al Shabab y Al Qaeda, pues lanzó ayer un nuevo vídeo en el que llama a la yihad global y, en un acto no poco sorprendente, su autobiografía en inglés. Así es, primero el rap y ahora la literatura.

Narcisismo

Después de que medios de comunicación como The New York Times viajaran al pueblo de Daphne, en el estado de Alabama, para indagar sobre los orígenes de este hijo de padre sirio musulmán y madre estadounidense evangelista, Omar Shafik Hammami decide dar ahora su propia versión del camino que lo llevó a pasar de ser un adolescente que jugaba a la Nintendo y escuchaba Nirvana, a abrazar el salafismo para terminar por ser el rostro más conocido a nivel mundial del islamismo radical en Somalia.

La lectura del libro, que está en Scribd, interesa por lo curioso que es el viaje que emprendió este joven de 28 años. Un viaje cuyas vicisitudes narra con una facilidad para la exposición de su vida más íntima, para centrarse en el epicentro del relato, que lo califica indudablemente como vástago de la cultura estadounidense por más tiempo que lleve en Somalia. No en vano afirma que fue una «estrella del fútbol» en su colegio.

Un periplo en el que cuenta cómo discute tras el 11S con otros alumnos, dudando de si ponerse del lado de EEEU o del contrario, y luego se encierra en la mezquita a repetir Alahu Akbar para no poner en cuestión sus creencias hasta que aparece un «clérigo salafista» que lo adoctrina y le borra todo atisbo de vacilación. Después, Mansur Al-Amriki explica que empieza a ser acosado por la CIA y que se ve obligado a emigrar a Canadá, donde conoce a la mujer somalí con la que se casaría.

Valiosa descripción

Sin embargo, lo más interesante del libro – al menos para quien escribe estas palabras – es la descripción de los campos de entrenamiento de Kismayo, ciudad portuaria del sur de Somalia, en los que recala tras haber establecido contactos con los islamistas a través de foros de Internet.

Allí lo recibe en noviembre de 2006 nada menos que Fazul Mohammed, líder de Al Qaeda en África Occidental, del que también ya hemos hablado en estas páginas y que cayó abatido en un puesto de control de Mogadiscio hace casi un año.

Al haber tan poca información sobre Al Shabab, la narración que Mansur Al-Amriki que hace de los campos de entrenamiento de Kismayo, donde es aleccionado en el uso de armas y en la lucha de guerrillas – que en poco tiempo más aplicarían contra los etíopes tras los seis meses de sosiego de la Unión de Cortes Islámicas, en una defensa del territorio cuya estrategia critica – es un material de enorme valor para aquel al que le interese la guerra de Somalia.

Y más aún en un momento como este, en el que tras la ofensiva de estos días de la Unión Africana en el corredor de Afgoye, los islamistas vinculados a Al Qaeda parecen estar viviendo sus horas más bajas.

La nueva Mogadiscio

El mercado de Bakara al poco tiempo de la retirada de Al Shabab (Hernán Zin)

En este blog tuvimos la posibilidad de viajar a Mogadiscio en dos momentos cruciales de su convulsa historia reciente:

. En noviembre de 2010, cuando la violencia en la capital somalí parecía superar inclusive a la que había tenido lugar en 1993, durante la caída del Black Hawk y la primera batalla de Mogadiscio. Los integristas de Al Shabab y las fuerzas de la Unión Africana luchaban casa por casa, barrio por barrio, por hacerse con el control de esta urbe.

Y nosotros bajamos del avión a toda prisa, chaleco antibalas ya puesto, para recorrer sus calles desiertas de transeúntes de la única manera posible para un occidental: a lomos de un carro blindado.

. Luego en septiembre de 2011, un par de meses después de que las tropas de la Unión Africana lograran expulsar a Al Shabab de Mogadiscio. La violencia seguía latente, especialmente a través de atentados suicidas y ataques con mortero. Los integristas, posicionados en las afueras de la urbe, amenazaban con volver a recuperar sus posiciones. En especial al mercado de Bakara, que durante años había sido su gran bastión.

Se veían progresos – más gente en la calle, negocios que abrían – pero no se sabía con certeza de que lado iba a la moneda del destino de Somalia. Esa moneda que desde hace dos décadas se obstina en reiterarse en su faceta más oscura.

Progresos notables

Desde entonces, la acción coordinada de los ejércitos de Kenia, Etiopía y la Unión Africana, con la colaboración de las tropas del Gobierno Federal de Transición y de milicias locales como las de Ahlu Sunna, empujaron a los islamistas más lejos aún de la capital al tiempo en que les arrebataban importantes territorios del sur y centro del país.

En Mogadiscio, el estruendo de las bombas parece haber sido reemplazado definitivamente por el de los martillos en las obras. La ONU reabrió sus oficinas tras décadas de ausencia, así como algunas embajadas. Decenas de edificios comenzaron a reconstruirse al tiempo en que la vida comercial, cultural y deportiva empezaba a florecer tras dos décadas de violencia y de represión islamista. Llegaron artistas internacionales y jefes de Estado.

Una de las noticias que más dio la impresión de ilustrar a esta nueva Mogadiscio fue la apertura del antiguo Teatro Nacional de Somalia. Algo que no pocos medios del mundo celebraron. Quizás por eso, que hace una semana una terrorista suicida se llevase por delante allí la vida de seis personas, entre las que se contaban varios integrantes del Gobierno, pareció un duro golpe. Una vuelta al pasado.

Sin vuelta atrás

Sin embargo, los avances en la capital y en buena parte del país son ya casi imparables. Resulta muy complicado que Mogadiscio vuelva a ser lo que era. Al Shabab podrá golpear con saña a través de atentados suicidas y ataques con mortero, pero volver a conquistar Bakara y tantos otros barrios, es imposible.

Principalmente por una razón: la insurgencia vive y prospera gracias al apoyo popular. Y la forma en que los islamistas gestionaron la hambruna, impidiendo el ingreso de la ayuda internacional, les ganó la condena unánime de la población. Ese fue el punto de inflexión en una carrera hacia el poder que comenzaron en 2006, tras la invasión de Etiopía respaldada por EEUU, y que hoy está truncada.

El terrorista rapero de Somalia teme por su vida

“Grabo este mensaje porque mi vida podría estar en peligro debido a diferencias que tengo sobre sharia y estrategia con Al Shabab”, dice Abu Mansur Al-Amriki al principio del vídeo de un minuto que apareció en la red el viernes. De fondo, la bandera negra con letras blancas de la organización y un fusil AK 47.

De algún modo tiene sentido que se despida de la vida de insurgente a través de una grabación en You Tube – que colgó el usuario somalimuhajirwarrior, que quiere decir el «guerrero extranjero somalí» – pues fue justamente a través de este medio que se hizo famoso. Ya alguna vez hablamos en estas páginas de los vídeos de rap en los que invitaba a los musulmanes a sumarse a la lucha contra los infieles en Somalia.

It all started out in Afghanistan / When we wiped the oppressor straight off the land / Uni crumbled / rumbled and tumbled / humbled and mumbled / made a power / withdraw and cower/ Land by land / and war by war / only gonna make our black flag soar / drip by drip / shot by shot / only gonna give us the death we sought

Y también tiene sentido que su último mensaje fuera ante las cámaras porque este miembro de Al Shabab, y por lo tanto también de Al Qaeda, viene de la sociedad de la comunicación de masas y del espectáculo: Estados Unidos de América.

De Alabama a la yihad

Como resulta evidente, lo de Al-Amriki es un pseudónimo, el Americano, que le pusieron a este joven de 28 años, oriundo del pueblo de Daphne, en el estado de Alabama, cuyo nombre verdadero es Omar Shafik Hammami.

Hijo de padre musulmán sirio, y de madre estadounidense evangelista, asistía de niño a campamentos bíblicos y de adolescente era fanático de Nirvana y de los juegos de Nintendo hasta que, tras un viaje a Siria, se convirtió a la versión más conservadora del islam: el salafismo (galería con fotos y vídeos de su infancia).

En Canadá se casó con una mujer de origen somalí. Y de allí se fueron a vivir a Alejandría, Egipto. A través de un foro en Internet de radicales musulmanes, conoció en este país a Daniel Maldonado, un estadounidense que se había convertido al islam en Massachusetts y que también se había mudado con su familia a Egipto.

Un año más tarde, sin decírselos a sus parientes, ambos viajaron a Somalia. Poco después comenzaron a formar parte de las filas de Al Shabab. La Unión de Cortes Islámicas dominaba la mayor parte del país en aquel entonces.

Únete a Al Shabab

La carrera yihadista de Maldonado fue breve. La invasión etíope respaldada por EEUU lo obligó a huir a Kenia, donde las autoridades locales los arrestaron el 21 de enero de 2007 para luego deportarlo a su país natal. En Houston, Texas, tuvo que enfrentarse a la justicia acusado de pertenencia a organización terrorista.

Abu Mansur Al-Amriki adquirió relevancia gracias a una entrevista que le hizo Al Yazira que empleó para pedir a musulmanes occidentales que se unieran a la lucha yihadista en Somalia, como él mismo había hecho. A pesar de tener apenas 22 años, logró subir posiciones en Al Shabab. Según información de inteligencia, Hammani no sólo daba muestras de ser útil como propagandista, sino que se muestra feroz en la lucha armada.

En 2009 aparece en un vídeo de 31 minutos en el que explica cómo hacer una emboscada. Allí se lo ve con Ahmed Shirwa, que fue el primer estadounidense que actuó como terrorista suicida en Somalia, cuando atacó la sede de la ONU en Somalilandia. Se estima que son más de 20 los ciudadanos de EEUU que se unieron a la guerra en Somalia. La mayoría oriundos de Minneapolis.

Desconfía de los extranjeros

Uno de sus últimos vídeos fue otro torpe rap que en marzo de 2011 publicó en Internet para burlarse de las noticias que decían que había muerto luchando en Mogadiscio. Meses más tarde se lo vio en la ceremonia de despedida a Bin Laden, con los altos mandos de Al Shabab, donde dio un discurso en el que dijo «todos somos Osama».

En octubre de 2011, llamó la atención que su nuevo vídeo, «Lecciones aprendidas», no fuera difundido por el canal oficial de Al Shabab: Al-Kata’ib. Los rumores decían que algunos líderes de la organización habían empezado a cuestionar el papel de los combatientes extranjeros como Hammami.

La ruptura con Al Shabab habría llegado por la extraña manera en que terroristas foráneos murieron en varios enfrentamientos. Muktar Abdirahman «Godane», el jefe máximo de la insurgencia integrista, habría hecho detener a dos extranjeros que intentaban verlo por este asunto.

Abu Mansur Al-Amriki tiene una casa, un coche y un burro en la ciudad somalí de Merka, donde reside cuando no está combatiendo. Algunas fuentes señalan que consiguió una segunda esposa. La posibilidad de que huya del país, y que pase información a los EEUU, es remota pero seguramente es la que lo lleva a decir que su vida está amenazada.

Volar para contarla: pinchazo y aterrizaje de emergencia en Somalia

El avión avanzó por la pista de tierra del aeropuerto de Galkayo con paso torpe, atropellado, balanceando aparatosamente las alas mientras luchaba por alcanzar velocidad. Según nos dirían más tarde los pasajeros, en algún momento del carreteo se escuchó una fuerte explosión que hizo que se miraran unos a otros atemorizados. Ni los pilotos, ni yo que iba con ellos en la cabina, percibimos el estruendo. Afortunadamente.

Pilotos kenianos tras doce horas de volar por Somalia. Foto: HERNÁN ZIN.

Lo que sí hicimos fue respirar con alivio cuando aquella ciudad perdida en el centro de Somalia, dada a los secuestros y a la violencia como pocas, comenzó a transformarse en apenas una lejana mancha contra un fondo árido, y frente a nosotros, en el horizonte, se fue perfilando el vasto continente africano.

Nos informó del pinchazo Peter, el ingeniero de vuelo. Me tuve que poner de pie para que pudiera entrar en la cabina. «El neumático quedó inservible. Habrá que cambiarlo cuando estemos en tierra», afirmó en inglés con acento keniano. «¿De qué lado está?», preguntó Charles Waruru, el capitán. «Del derecho».

Acto seguido, Waruru cogió el intercomunicador, carraspeó para aclararse la garganta y se dirigió al pasaje: «Señoras y señores, como muchos de ustedes ya han notado hemos sufrido un leve percance al despegar. No hay nada de lo cual preocuparse. Por razones de seguridad no volveremos a Galkayo sino que nos dirigiremos al aeropuerto de Wajir, donde cambiaremos el neumático averiado…»

Debo confesar que la alocución del piloto se me hizo eterna mientras trataba de vislumbrar si bajo aquel tono cordial, de profesional en control de la situación, había algo que debía inquietarme. Alguna sutil grieta de temor. Apenas concluyó, con el habitual «que tengan un buen viaje», se lo pregunté.

– Tenemos dos neumáticos – me dijo sonriente -. Dos de cada lado. Así que a menos que se pinche otro, todo debería ir bien.

Razones para confiar en Charles Waruru no me faltaban. Desde las siete de la mañana habíamos estado aterrizando, despegando y volando por buena parte de la geografía septentrional de Somalia: Hargeisa, Garowe, Bosaso, Galkayo, y ahora Wajir para luego seguir camino rumbo a Nairobi. Un trayecto que realizaba dos veces por semana arriesgándose a sufrir atentados o ataques en un territorio que lleva nada más que veinte años en guerra civil.

Morteros en Mogadiscio

De los ataques fue uno de los temas sobre los que más hablamos a lo largo de las doce horas que pasé en la cabina junto a él y a su copiloto, un corpulento sij keniano llamado Raju, que también desprendía calma y profesionalidad. En un momento pensé que, de sufrir un accidente, alguien tendría que sacar lo que quedase de mí de entre esos dos hombres con los que estaban encerrado en la cabina. En un espacio tan pequeño y entre medio de tanta palanca de metal y reloj, no iba a ser una labor sencilla.

– Estábamos aterrizando en Mogadiscio cuando el controlador aéreo nos empezó a gritar: “Marchaos, marchaos”. Y se quedó en silencio – se había arrancado a contar un par de horas antes Waruru, al poco tiempo de dejar atrás Bosaso, cuna de la piratería en Somalia -. Pero ya era muy tarde para remontar el vuelo, teníamos la ciudad enfrente, así que continuamos avanzando.

En ese avance les cayó primero un mortero a la derecha, y luego a la izquierda.

– Nos dirigimos rápidamente al aparcamiento para que subieran los pasajeros y otro disparo de mortero cayó en la pista. Pasamos mucho miedo. Todos corrían.
Cuando el pasaje estuvo completo cerramos la puerta y nos fuimos.

En Mogadiscio la pista corre paralela al océano y a la ciudad. Esto obliga a los aviones a tratar de permanecer el mayor tiempo posible sobre el agua antes de girar bruscamente para dirigirse al aeropuerto. Estrategia que hasta en un momento dejó de ser útil: cuando los insurgentes de Al Shabab comenzaron a aguardar en botes, con sus RPG en alto.

Waruru sostiene que les han disparado en docenas de ocasiones, pero que aquella fue sin dudas en la que más cerca estuvieron de no contar la historia. Raju asiente. Como precaución, lo que hacen es evitar volar por encima de pueblos y ciudades antes del aterrizaje, pero siempre hay un momento vulnerable por más maniobras que realicen.

– Que te dispare Al Shabab es una cosa, pero alló donde no está Al Shabab también te disparan. Yo creo que es por diversión. Jóvenes que ven pasar un avión y se retan a ver quién le da. ¿Puedes? Y quizás apuestan algo. Este un país salvaje, con muchas armas, muchos años de guerra y sin ley.

Volar para contarla: sobre cómo aterrizar sin que te secuestren en Somalia

Si esperabas aprovechar la parada para bajar a estirar las piernas, ir al baño y comprar algún souvenir o perfume en las tiendas libres de impuestos, lamento decirte que el aeropuerto de Galkayo te resultará lastimosamente decepcionante.

Los restos oxidados de un avión de Garowe Airlines, un par de contenedores al final de una pista de tierra, una larga fila de todoterrenos de ONG, tipos con AK47 allí donde mires… y el encargado de seguridad del aeropuerto que apenas asomas la cabeza y empiezas a bajar la escalera te grita desde la pista: “¿Qué haces? ¿Quieres que te maten? Guarda la cámara. Vuelve a tu asiento”.

Con el piloto Charles Waruru (izquierda) y el resto de la tripulación tras aterrizaje de emergencia por un pinchazo sufrido al despegar de Galkayo, Somalia.

Atontado por el resplandor de un sol inmisericorde que se refleja en el fino manto de arenisca ocre que en esta parte del mundo todo lo cubre, ni tiempo te da para preguntar a cuánto venden la nueva fragancia Eau de Somalia de Thierry Mugler. Así de amigable y entrañable es el sitio.

Una llamada a la suerte

Lo que te cuenta el piloto en la cabina, mientras ves cómo los pasajeros que van a subir al avión son cacheados al comienzo de la pista, tampoco ayuda a acrecentar tu cariño por el aeropuerto de Galkayo.

“Es el peor lugar para aterrizar en Somalia”, arranca el capitán Charles Waruru, que conoce como pocos el trasfondo de la actividad aérea del país. No en vano vuela allí dos veces por semana para el Programa Mundial de Alimentos. “A medida que nos acercamos, cada veinte minutos llamamos a nuestro hombre en tierra para que nos diga cómo está la seguridad. Uno de nuestros mayores miedos es a los secuestros”.

¿Y si el hombre que está en tierra – porque en la torre de control no está ya que el aeropuerto no tiene, al igual que free shop – fuese a su vez amenazado con armas para hacerlos aterrizar?

“Lo mismo que si nos esperan entre los arbustos, poco podemos hacer”, explica Waruru. “Ya ocurrió hace dos años, unos pilotos estaban por aterrizar, les dijeron que no había problema, y apenas tocaron tierra aparecieron unos tipos de la vegetación y se los llevaron. Nueve meses permanecieron prisioneros”.

– ¿De qué nacionalidad?

– Kenianos, creo. Un vuelo de la Unión Europea. Terrible.

Entre piratas y terroristas

Situada en la frontera entre las regiones semiautónomas de Puntland – famosa por ser la cuna de la piratería en Somalia – y Galmudug, la ciudad de Galkayo sufre el acoso tanto de los insurgentes-terroristas de Al Shabab como de diversos señores de la guerra y milicias irregulares.

La lista de secuestros que han tenido lugar en Puntland, y en particular en la zona de Galkayo, es extensa. Desde el periodista francés Gwen Le Gouil en 2007, pasando por la médico española Mercedes García y la enfermera argentina Pilar Bouza que trabajaban para MSF aquel mismo año, y el fotógrafo gallego José Cendón en 2008, hasta el más reciente de un danés y una estadounidense que estaban desactivando minas para el Danish Demining Group (DDG) en octubre de 2011 en las inmediaciones del aeropuerto de Galkayo.

Los pasajeros empiezan a subir al avión. Marie Mumu, la azafata, les da la bienvenida. La mayoría son cooperantes extranjeros. Llegan congestionados por el bochorno y el polvo, sin aliento, con el pasaje en la mano, pero algo me indica, quizás cierto gesto de distensión, quizás cierta sonrisa reprimida, que están contentos de salir finalmente de Galkayo. Eso sí, no lo harán sin llevarse un buen susto final, que nada es fácil en Somalia.

Volar para contarla: los peligros de aterrizar en Somalia

Volar para contarla es una sección de este blog que se originó en junio de 2008 en la terminal número dos del aeropuerto de Dubai. Exactamente en el momento en que levanté la cabeza y descubrí en la pantalla que los primeros vuelos de la mañana tenían como destinos nada más y nada menos que Kabul, Mogadiscio, Bagdad y Peshawar. Quizás fuera por el cansancio del viaje desde Madrid, pero comprar un pasaje al azar en aquel sitio o jugar a la ruleta rusa parecían casi lo mismo.

Pilotos mexicanos del PMA a punto de partir hacia Mogadiscio, Somalia (HERNÁN ZIN)

Fue entonces cuando me pregunté qué clase de gente es la que toma esos vuelos. Y lo que descubrí a mi alrededor, y luego en el autobús hacia la aeronave, fue una curiosa amalgama de personal humanitario, efectivos militares, diplomáticos, contratistas-mercenarios y resignados habitantes del lugar.

Si a esto le sumamos los eventuales terroristas – que según la prensa se desplazan desde Europa y EEUU a Dubai para luego ir a luchar a lugares como Somalia – cada pasaje de cada avión constituía una suerte de resumen, de síntesis, de los protagonistas de esas guerras.

Pilotos rusos

Después llegó el momento verdaderamente revelador, que terminaría de modelar la idea que daría vida a Volar para contarla: bajé del autobús, me puse en la cola antecedido y sucedido por dos tipos barbudos vestidos con idénticos salwares blancos y gorro de lana estilo ensaimada, y vi cómo el piloto – un enorme ruso con la camisa abierta y cadena de oro sobre el pecho – le daba patadas con la punta de los pies a los neumáticos para comprobar si tenían suficiente presión.

Allí surgió la pregunta que daría vida a esta sección: ¿Quiénes son los pilotos que cada día se la juegan para volar a zonas en guerra?

La historia de aquel avión, perteneciente a la compañía Pamir Airways – sobre el que escribí fascinado por la tarde, apenas llegué a Kabul, al igual que mi admirado compañero Mikel Ayestaran -, nunca encontró sitio en Volar para contarla porque se estrelló dos años más tarde en el norte de Afganistán.

Tenemos dos ruedas

Pero sí lo han hecho muchas otras que hemos ido contando en esta sección. Una forma asimismo de tratar de entender cómo funciona esa otra industria de la aviación, la que casi nunca vemos, la que se desplaza por países no sólo en guerra sino casi ausente de infraestructuras, la que mueve por el mundo tanto sea ayuda humanitaria como armas, drogas o especies protegidas.

Una sección de este blog que hace un par de años comenzó a convertirse en un documental cuyas historias he estado desgravando y subtitulando estos días en Buenos Aires. Un documental, a medio hacer – otro más en la lista – del que rescataré uno de los testimonios que más me ha gustado: el del piloto keniano Andrew Waruru.

Un personaje en toda regla al que acompañé a través de Somalia. Extraordinario por su compromiso ético, por su valentía y por su sentido del humor. Basta decir que cuando se nos pinchó un neumático al despegar de la ciudad de Galkayo, me dijo riendo a carcajadas: “No te preocupes, tenemos dos”.