Viaje a la guerra Viaje a la guerra

Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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Witness

Witness es un programa de televisión que comenzamos a perfilar con Jon Sistiaga haca ya más de un año, cuando nos dirigíamos a rodar en Uganda sobre la llamada «Ley antihomosexualidad», tema que tantas veces tratamos desde distintos países de África en las páginas de este blog.

Sí, la misma infame ley que finalmente se aprobó el 24 de febrero de 2014, poniendo en riesgo la integridad de miles de gays y lesbianas (una demostración de que mientras luche la guerra en Somalia en nombre de Occidente, el gobierno de Kampala poco tiene que temer a las tímidas amenazas de sanciones de EEUU y Europa, que nunca se harán realidad. Todo esto sin contar que la gran potencia ahora en África es China, que no tiene la costumbre de preguntar sobre los derechos humanos).

Witness es ante todo un espacio para todo el talento audiovisual, narrativo, que hay ahí fuera y que muchas veces no alcanza la visibilidad que merece. Tanto navegando por Internet como hablando con compañeros, yo me he encontrado con auténticas joyas que apenas tenían un centenar de visitas, desde cortos documentales hasta reportajes.

En Witness, vemos primero el vídeo, o un resumen del vídeo, y luego Jon Sistiaga entrevista al autor. Aquí podéis ver el primer programa.

Uno de los aspectos más interesantes de Witness es que Jon y yo no solo seleccionamos vídeos que nos recomiendan o que encontramos en Internet, sino que estamos abiertos a vuestras propuestas. Así que ya sabéis, si tenéis una buena historia, enviádnosla.

Por mi parte, preparando todo para salir hacia Ruanda, donde se cumplen 20 años del genocidio. Y desde donde escribiré este blog las próximas semanas.

«La guerra contra las mujeres» en Carne Cruda

Javier Gallego hace la radio que me gusta. No la radio ramplona de tertulianos que opinan de lo que sea con tal de cobrar su sueldo a fin de mes, quitando espacio y recursos económicos a los reporteros y especialistas. Esos opinadores compulsivos que nunca dicen «de esto no sé, lo siento» y que en un mismo programa hablan de Somalia, Bárcenas y la cuenta del resultados del BBVA cuando resulta imposible tener una opinión de peso sobre temas tan diversos. Y ahí vienen las barbaridades que se escuchan, sobre todo cuando tratan de política internacional.

Escena del documental LA GUERRA CONTRA LAS MUJERES de Hernán Zin, preseleccionado a los Goya 2014.

Escena del documental LA GUERRA CONTRA LAS MUJERES de Hernán Zin, preseleccionado a los Goya 2014.

La sobreabundancia de tertulias es, en mi humilde opinión, el peor de los males del periodismo en España. La prueba de que esta profesión magnífica la destruimos desde dentro, por desidia, por falta de rigor profesional, por el maldito amiguismo, y no tanto desde fuera como se suele afirmar.

No, Javier Gallego hace junto a su equipo de Carne Cruda una radio honesta, pausada, prolijamente documentada, que evita los lugares comunes, que hace pensar y, lo que es más importante, soñar, viajar, a lomos de la música y la palabra. Radio con mayúsculas, de la que hace falta. Un periodismo de primer nivel, sin concesiones a lo fácil, y no por ello ausente de una gran audiencia.

Por eso ha sido para mí un gusto haber pasado una hora con él, sentado en su estudio, hablando en la entrevista que en estos momento se está emitiendo en La Ser. Y que podéis escuchar aquí. Una entrevista en la que repasamos en profundidad el documental La guerra contra las mujeres, cuya génesis fui contando día a día en este blog durante años y que ahora se encuentra camino a los Goya.

Los sonidos de «La guerra contra las mujeres»

El domingo se estrenó finalmente «La guerra contra las mujeres», documental cuyo rodaje fui compartiendo con vosotros en este blog día a día durante tres años. El estreno fue en La 2 de TVE y tuvo picos de audiencia de 350 mil espectadores, haciendo una media de un 1,4% de cuota de pantalla, lo que para un tema tan duro es muy alentador y no puedo más que agradecer a todos los que lo habéis difundido y apoyado.

Como ya conté en estas páginas, la película tiene una extraordinaria banda sonora de Carlos Martín, una mezcla muy buena de sonido de Daniel Rodrigo y un tema original interpretado por Bebe y compuesto por Bebe, Carlos Jean y yo.

Este es el videoclip que hicimos uniendo la poderosa voz de Bebe y fragmentos de «La guerra contra las mujeres». Las ventas del tema irán para la ONG África Directo. Ya está disponible en I Tunes

En lo personal, se cierra un ciclo de un lustro de trabajo en este proyecto. Siento tanto alivio y satisfacción como un hondo vacío, una suerte de depresión post parto. Pero más allá de todo, lo único realmente importante es que ahora, esas voces, esos testimonios, esas realidades, no son solo mías sino también vuestras.

El documental completo lo podéis ver y escuchar aquí.

Un brindis desde Detroit por los siete años de Viaje a la guerra

Detroit, cuna de la industria automotriz de EEUU gracias al genio de Henry Ford, y de la música Motown de Steve Wonder, Jackson Five y Marvin Gaye entre tantos otros. La urbe que en sus buenos tiempos supo situarse en el cuarto lugar de prosperidad del país.

El edificio de la General Motors, corazón aún de la decadente Detroit. (Foto: Hernán Zin)

El edificio de la General Motors, corazón aún de la decadente Detroit. (Foto: Hernán Zin)

Hoy, una ciudad en caída libre, en irrefrenable proceso de decadencia, que en diez años ha visto nada menos que al 25% de su población partir en busca de horizontes. En las últimas décadas ha pasado de tener casi dos millones de habitantes a 700 mil. Edificios públicos vacíos, barrios zombies a los que el ayuntamiento no puede brindar agua corriente o electricidad.

Sí, es aquí, en esta ex megalópolis que por momentos para no ser más que una fantasmagórica sucesión de esqueletos de edificios vacíos y aceras ausentes de transeúntes, donde me encuentra el séptimo aniversario de Viaje a la guerra.

Hace siete años abandonaba Nairobi, donde habíamos hecho un primer recorrido juntos por Kibera, para dirigirme a Sudán del Sur y luego a Uganda. Los primeros dos conflictos que narré en estas páginas, para acto seguido serguir por Gaza, Líbano… tres meses de arranque muy potentes.

Un aniversario que merece una doble celebración: por haber sobrevivido a estos siete años de trabajo en zonas de conflicto y, lo que parece más arriesgado y difícil aún, por haber subsistido a pesar de una crisis económica que ha convertido al periodismo español en un andamiaje menguante, cada día más carente de contenido (aunque no de grandes profesionales), como la propia Detroit.

Gracias a todos

Siete años en los que he recorrido suficientes kilómetros como para dar la vuelta al mundo en diez ocasiones. En los que escrito más de 2.000 folios, colgado más de 500 fotografías y decenas de horas de vídeo.

Siete años en los que han desfilado por estas páginas incontables historias tanto de las víctimas como de los verdugos de la guerra. Tiempo en el que he conocido de cerca lo más abyecto y lo más sublime de la condición humana.

Tantas historias que ahora me vuelven, con nombre y apellido, mientras repaso mentalmente estos siete años: la lucha de Vumilia Balangaliza en la República Democrática del Congo; los niños famélicos del hospital de Mogadiscio; los caminante nocturnos de Gulu; los mutilados de Kabul; Sharon Kayalo en Kibera; los huérfanos de Juba; Huda y el inhumano bloqueo de Gaza…

Siete años por los que ahora cojo una botella de Bourbon del minibar de este hotel plagado de fotos de coches antiguos, situado frente a las imponentes torres plateadas de General Motors. Exhausto tras un día de seguir a milicias armadas por los caminos perdidos de Michigan. Abro la botella y brindo con todos vosotros. ¡A vuestra salud! Gracias por la compañía a lo largo de esta experiencia tan extraordinaria. Sin dudas la más aleccionadora y fascinante de mi vida.

La maleta del reportero

Momento de cambio de ciclo. De cerrar proyectos y buscar nuevos horizontes. En la recta final de dos documentales – «La Guerra contra las mujeres«, en el que llevo ya un lustro trabajando, y «Quiero ser Messi«, que se estrenará en TVE – y dando los primeros pasos en varias producciones que me tienen no poco ilusionado.

Entrevista a Mayte Carrasco en su casa de Madrid. Nos muestra un recuerdo de la guerra de Georgia. Marzo 2013. Foto: Alberto Rojas.

Entrevista a Mayte Carrasco en su casa de Madrid. Nos muestra un recuerdo de la guerra de Georgia. Marzo 2013. Foto: Alberto Rojas.

Una de ellas está íntimamente ligada con este blog. Por ahora, la estamos llamando «La maleta del reportero», aunque seguramente será un título que cambie a medida que el proyecto vaya evolucionando y encontrando su propia voz, su propia lógica intrínseca.

Más no puedo desvelar. Bueno sí, que cuento con excepcionales compañeros de viaje como Alberto Rojas, Raquel Villaécija y Rosa Meneses. Todo un lujo.

Y que una parte de su propuesta pasa por el diálogo con reporteros, por rescatar algunos de sus recuerdos más significativos y determinantes. Hasta ahora he tenido el placer de sentarme nada menos que con Alfonso Armada y Mayte Carrasco.

Esta semana, más compañeros, a los que será sin dudas también un placer y una lección, escuchar. Otro lujo que espero poder compartir ya más abiertamente con vosotros dentro de poco tiempo en estas páginas.

Por un 2013 con menos altares y banderas

Lo malo de pasar Nochevieja en Buenos Aires es que se le suman unas horas más de vida a este lóbrego y absurdo 2012. Un año que esperemos que se pierda pronto en la confusa bruma de nuestra memoria colectiva y, sobre todo, que no vuelva. Bien ahí por los australianos, sana envidia, que ya casi están a punto de librarse de él.

En un helicóptero Chinook del Ejército de EEUU, sobrevolando la provincia de Kandahar para seguir el trabajo de los desactivadores de bombas de la base Lagman. Agosto 2012.

¿Deseos para 2013? ¿Para este séptimo año de vida Viaje a la guerra? Los mismos de siempre: menos banderas y menos altares que estamos a una altura de la historia, en pleno siglo XXI, en que deberían ser un anacronismo.

Si repasamos los conflictos que visitamos tan a menudo en estas páginas, veremos que nacionalismos y religiones están casi siempre entre sus causas por la capacidad intrínseca que tienen para hacer a los ciudadanos serviles al poder.

También el comercio de estupefacientes, que debería ser de una vez por todas legalizado, pues no existen argumentos científicos o sociológicos serios para que no lo sea. Y miles de personas pierden la vida cada año por su culpa al tiempo en que grupos armados irregulares que matan, que abusan, que aterrorizan, se enriquecen y hacen fuertes en zonas de África, Asia y América Latina.

De los libros de no ficción de este año os recomiendo El narco, de Ioan Grillo, que a partir de la página 156 realiza la mejor descripción hecha hasta el momento de una guerra que en México ha dejado ya 60 mil muertos desde 2006. Después de leerlo, y de seguir el repaso que hace de 100 años de lucha global de EEUU contra las drogas, dudo que alguien pueda defender el estado actual de cosas.

En definitiva, menos religión, menos patria, menos hipocresía… menos barreras arbitrarias que nos separen a los ciudadanos y que permitan a los poderosos controlar aún más nuestros destinos… abrazar la vida como es, sin tantos mamoneos.

Sé que suena a mucho pero no perdemos nada con intentarlo nuevamente en 2013.

Y la personalidad del año es… Malala Yousafzai

No, en realidad no lo es. Según la revista Time lo es Barak Obama, también Premio Nobel de la Paz. Malala Yousafzai quedó en segundo puesto aunque ha demostrado tener bastante más valentía que un presidente de EEUU tan arrojado en sus discursos como pobre en su capacidad para la transformación profunda, decidida, de la realidad.

Niños paquistaníes encienden velas por la saluda de Malala (EFE).

Supongo que es siempre más estimulante hacerse la foto con el presidente de EEUU – que a pesar de todo aún no ha perdido su aura de estrella de rock – y lanzar al mercado otra estampa pretendidamente icónica, que con una adolescente de 15 años tiroteada por los talibanes de Pakistán por defender el derecho de las niñas a ir a la escuela.

Pero esta clase de decisión no es sorprendente en el periodismo. Al contrario, es la norma. Haga un ejercicio: abra su periódico preferido y cuente cuántos personajes de las fotos llevan traje y corbata. La mayoría, ¿no?. Políticos, banqueros, empresarios. Pues eso, que casi siempre hablan los mismos. Los tertulianos habituales de nuestro destino colectivo.

Miguel Ángel Devesa, el gallego que dominaba el tráfico de cocaína en África

La pregunta que aún hoy se hace Miguel Ángel Devesa es cómo fue que aquellos policías que lo detuvieron en su casa de Bamako fueron capaces de resistirse a los 20 mil euros que sacó de un cajón y que les puso sobre la mesa a cambio de su libertad. Parece que tuvo mala suerte y le tocaron los únicos agentes del orden no corruptos de todo Mali. Abdoulaye Sow, comisario del tercer distrito de Bamako, y sus hombres, para ser más precisos.

Miguel Ángel Devesa, centro de la fotografía, junto a sus cómplices tras haber sido detenidos en Bamako.

Veinte mil euros porque era lo que tenía en metálico aquel 22 de agosto de 2011, ya que de haber tenido un millón de euros, también se los hubiese ofrecido. Sabía que aquel arresto llegaba en el peor momento posible, con una evidencia difícil de negar o refutar: el cuerpo troceado del colombiano Juan Carlos García Soto, apodado Johnny, repartido por su casa.

De hecho, antes de ofrecer el dinero lo que había dicho a los policías era que había estado sacrificando un cordero por Ramadán, y que por esa razón tenía la camisa manchada de sangre.

Señalar al líder

Una vez en la prisión de Bamako, Miguel Ángel Devesa explicó que el muerto había intentado disparar contra él por una deuda y que Souza Miranda, su guardaespaldas, desenfundó más rápido y le mató disparó. Después lo descuartizaron para hacer desaparecer el cuerpo.

Durante varios meses las autoridades de Mali trataron a Miguel Ángel Devesa como a un homicida sin saber que tenían entre manos a uno de los mayores narcos de la región. Según cuenta El País, quien los alertó sobre quién era el gallego fue el ministro del Interior marroquí Taieb Cherkaoui durante una visita a Bamako, en octubre de 2011, para asistir a la reunión del grupo de acción antiterrorista del G-8 (CTAG), que se amplió a los países de la zona.

Taieb Cherkaoui reveló públicamente que 34 personas, entre ellas dos mujeres y también un ciudadano español, acababan de ser detenidas en Salé, ciudad próxima a Rabat, la capital. Estas personas conformaban una red que introducía droga en Marruecos para reexportarla a Europa (droga que llegaba a través de Mali y Mauritania).

La organización había efectuado ocho envíos de cocaína, por un total de 600 kilogramos, entre marzo y agosto de 2010. Gracias a los interrogatorios se supo que el jefe de la organización criminal era un español detenido recientemente en Mali por homicidio. Efectivamente, Miguel Ángel Devesa

A partir de ese momento, Miguel Ángel Devesa, que está preso en la cárcel de Bamako-Coura – construida para albergar a 400 reos, pero donde se hacinan más de 1.600 – empezó a ser interrogado por los hombres de la Dirección General de Seguridad del Estado de Malí, que emplearon métodos menos amables para intentar sacarle la verdad. Si llevaba droga a Europa, a través del diserto, era evidente que el expolicía gallego tenía contactos con Al Qaeda.

De Galicia al mundo

Quizás la pregunta más importante de esta historia sea cómo consiguió Miguel Ángel Devesa convertirse en uno de los grandes capos del narcotráfico en África Occidental. Cómo fue armando la redes de contactos y recursos financieros para montar semejante empresa.

Originario de Pontevedra, entre 1999 y 2003 formó parte del Cuerpo Nacional de Policía, en una carrera en las fuerzas de seguridad que distó de ser modélica. Es más, se lo terminó por suspender del cuerpo debido a sus comportamientos contrarios a la «integridad, la dignidad y la disciplina». Se lo relacionó con el tráfico de drogas, explosivos y armas, y con la falsificación de documentos de identidad.

En definitiva, el paso por la policía de este hombre que hoy tiene 42 años, le sirvió para adquirir los conocimientos y establecer los contactos que luego emplearía para comprar la droga en América Latina, llevarla a África y terminar por venderla en España.

A la sombra de la empresa Germain Export SL, cuyo fin social es «el comercio al pormenor de vehículos terrestres», en 2007 Miguel Ángel Devesa comenzó a articular su estrategia de tráfico de drogas. La otra punta del negocio estaba una oficina de la que era propietario en el edificio UATT de Bamako que también alberga a la delegación de la Unión Europea. Germain Export SL era uno de los patrocinadores del club de fútbol de Mopti, la ciudad de donde es originario el depuesto presidente de Malí Amadou Toumani Touré, por lo que queda claro que Devesa había sabido relacionarse con los poderosos del país.

Air Cocaine

En uno de esos duros interrogatorios salió a la luz que Miguel Ángel Devesa había estado detrás del accidente aéreo que había comenzado a llamar la atención del mundo sobre el tráfico de drogas en África Occidental. Accidente protagonizado por Boeing 727 cuyo fuselaje calcinado fue encontrado el 2 de noviembre de 2009 en el desierto de Mali, cerca del pueblo de Tarkint. Los restos de la aeronave – que según la UNDOC llevaba 10 toneladas de cocaína provenientes de Maracaibo, Venezuela – los mostró Jon Sistiaga en uno de sus últimos reportajes para Cuatro.

Ahora, acceder a lo que quedó del Boeing 727 alquilado por Devesa, no resulta sencillo, ya que se encuentra en Azawad, la recientemente creada república tuareg, en la que Al Qaeda está más que presente.

Ese es uno de los grandes obstáculos para el documental que, como comentaba hace un par de entradas, hace tiempo que sueño con hacer y que me gustaría ponerme manos a la obra a finales del año. Otro desafío importante es cómo llegar a Miguel Ángel Devesa en la cárcel y entrevistarlo… se aceptan sugerencias.

Sexto aniversario de Viaje a la guerra

Traed las tartas, las velas y los regalos que este blog cumple seis años desde que arrancara su andadura allá por junio de 2006, en aquel primer desembarco en el sur de Sudán que rápidamente enlazamos con la invasión israelí de la Franja de Gaza – tras la captura del soldado Gilad Shalit – para continuar por la llamada «Guerra de 33 días» en el Líbano.

Para no perder la sana costumbre, el sexto aniversario de Viaje a la guerra me encuentra en la ruta, dirigiendo un documental para TVE que verá la luz en diciembre.

Un nacimiento intenso, caótico, que forjó esta bitácora en el fuego de la ironía, la reflexión, las experiencias personales y, sobre todo, las voces de quienes sufren los conflictos armados.

Seis años de sobrevivir no ya sólo a los peligros evidentes de la guerra sino al tedio y la soledad que muchas veces marcan los relojes en la ruta, y a los comentarios cargados de afecto de ciertos lectores. Seis años, debo confesarlo también, aleccionadores, apasionantes. Los mejores seis años de mi vida.

Con el mérito añadido en estos últimos tiempos de sobrevivir a algo bastante más complejo que las bombas, las enfermedades o los intentos de secuestro: la bendita crisis. Supervivencia que agradezco sinceramente a Arsenio Escolar, Virginia Alonso y todos los responsables de 20 Minutos, que sé que han puesto especial empeño en que Viaje a la guerra siga aquí.

Y aquí sigue, en la ruta, para no perder la costumbre. En un proyecto que estreno en diciembre en TVE y del que por ahora no puedo compartir demasiados más detalles, sólo que en un mes estaremos en Afganistán y luego vendrán Siria, India, con más reflexiones y crónicas que poblarán estas páginas.

Sí puedo decir que, como se ve en la foto, en estas tierras hace un frío del carajo, así que traed ya esas velas y esas tartas para celebrar con calor y compañía este sexto aniversario… y que vengan muchos más.

Soñar con aviones llenos de cocaína

Ya en otras ocasiones he hablado en estas páginas de proyectos de documentales y libros que en algún momento he vislumbrado, pergeñado, pero que aún no he podido hacer realidad. Proyectos que, como decía el maestro mejicano Octavio Paz, pueden llegar a representar mejor al autor que las obras a las que sí logró dar vida.

Restos del avión que trasladó la cocaína de Colombia al desierto de Malí en noviembre de 2009. / JON SISTIAGA

Hace un par de años presenté aquí aquella idea para hacer un documental en la República Democrática del Congo sobre cómo su historia de sufrimiento, abuso y explotación se repite una y otra vez. Y, hace unos pocos meses, compartí con vosotros parte del primer capítulo de 13 Objetos, serie por la que tengo una enorme estima.

En lo alto de mi ranking personal se encuentra una historia de la que mucho me ha hablado Jon Sistiaga, que la conoce como pocos, y que si me seduce es porque aúna dos elementos de gran valor narrativo: las peripecias de un personaje sumamente singular y un contexto tan apasionante, inquietante, como desconocido. La historia del llamado Air Cocaine.

Un gallego en África

A lo largo de la última década, África Occidental se ha convertido en una de las rutas del narcotráfico más importantes del mundo. Países como Guinea Bissau reciben cada año toneladas de drogas procedentes de América Latina que luego de ser procesadas y reempaquetadas son enviadas a Europa.

Una ruta de la que apenas han hablado los medios de comunicación si bien este comercio cargado de violencia, dinero sucio y corrupción está teniendo un impacto sumamente negativo en los habitantes de la región, y está gestando una serie de narcoestados, o estados fallidos, que tarde o temprano serán un lastre para el desarrollo de África.

Una ruta en la que ha tenido entre sus promotores a un hombre, español, gallego y pontevedrés para más señas: Miguel Ángel Devesa. Antiguo policía echado por corrupción al que la prensa tampoco ha prestado casi atención aunque se trata de uno de los mayores narcotraficante que jamás ha dado España. El responsable de organizar el vuelo del Boeing 727 que terminó destrozado en el desierto de Mali, y al que los locales bautizaron como Air Cocaine.

(En la próxima entrada, la vida de Miguel Ángel Devesa. Y, como siempre, aquí abierto a vuestras sugerencias e informaciones).