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Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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Historia del hambre en el Cuerno de África

Desde el siglo XVI, los colonizadores árabes y europeos fueron dejando constancia de las hambrunas que de manera recurrente asolaban al Cuerno de África.

omalia está sufriendo la peor hambruna en 20 años y 3,7 millones de personas corren el riesgo de morir por inanición. (Jakob Dall / REUTERS)

En tiempos más recientes, entre 1888 y 1892, la Gran hambruna etíope terminó con la vida de un tercio de la población del país. A la muerte del 90% del ganado como consecuencia de una epidemia de peste bovina que llegó desde la India, se le sumó la sequía provocada por una oscilación del caudal del Nilo y un brote masivo de viruela y otro de fiebre tifoidea.

La siguiente hambruna de vastas dimensiones tendría lugar en la región etíope de Tigray, en el año 1958. Puso fin a la existencia de más de 100 mil personas.

El Cuerno de África volvió a ser golpeado con fuerza por una crisis alimentaria en 1973. Entre 40 y 80 mil individuos perecieron en el norte de Etiopía. La mayoría eran agricultores oromo y pastores afar (como los que retratamos en este blog en nuestro paso por el país en 2007, cuando el hambre también los había llevado a una situación desesperada).

Esta crisis daría la excusa a un grupo de militares comunistas conocidos como Derg para levantarse contra la figura despótica y retrógrada del emperador Haile Selassie, que sería depuesto y ejecutado a los 83 años de edad. El llamado “Rey de reyes”, el mesías de los rastafaris – que Kapuscinsky retrataría en «El emperador», libro que lo dio a conocer a nivel internacional -, había llegado al poder en 1930.

Hambruna con alimentos

El bengalí Amartya Sen, premio Nobel de Economía, estudió exhaustivamente esta hambruna en su extraordinaria obra “Poverty and Famines”. Intentaba demostrar que, al igual que sucediera en la Gran hambruna bengalí de 1943, en las crisis del Sahel y de Bangladesh de los años 70, la disminución en la oferta de alimentos no había sido la razón de estas catástrofes. Había comida pero la gente no podía acceder a ella.

Uno de los líderes de aquella junta militar, Hailé Mariam Mengistu, llegó a la presidencia de la República Democrática Popular de Etiopía en 1987. Aliado de la Unión Soviética, instauró un régimen brutal y autoritario conocido como el Terror rojo. Seguía al frente del país cuando se desató la hambruna que mataría a más de un millón de personas entre 1984 y 1985. Los experimentos colectivistas que llevaba años realizando fueron en parte responsables de aquel desastre.

Una que hambruna que tuvo su epicentro en Wollo y Tigray y que saltó a la primera plana de las televisiones mundiales debido a las campaña mediática emprendida por Bob Geldorf en el Reino Unido a través de Live Aid. La cifra de muertos superó el millón.

Después vendría la polémica por el uso de la ayuda extranjera por parte del gobierno de Hailé Mariam Mengistu, que estaba en guerra con los rebeldes del norte del país. Robert Kaplan, en su libro “Rendición o hambre”, da cuenta de forma minuciosa de lo sucedido en aquellos tiempos.

Operación dar ayuda

En 1991 le tocó el turno a Somalia. La caída del dictador Siad Barre empujó al país a la guerra civil. La estrategia de “tierra quemada” de los clanes fue la que empezó a provocar el hambre que mataría a 200 mil personas.

En agosto de 1992, los EEUU intervendrían militarmente para asegurarse de que la ayuda no quedase en mano de los señores de la guerra. Empezaba la operación Provide Relief, que sería un fracaso de tales proporciones para Bill Clinton que en 1994, el presidente demócrata evitaría intervenir para detener el genocidio de Ruanda.

En los últimos años se han sucedido las sequías y hambrunas puntuales en Somalia, Kenia, Etiopía y Eritrea, pero nada semejante a la catástrofe alimentaria que hoy tiene como zona cero a la región somalí de Baja Shabelle y que ya anunciamos en estas páginas en el mes de marzo. Al repasar la situación de caos, vacío de poder central y violencia en Somalia, no se puede más que coincidir con Amartya Sen en que no hay mejor remedio para el hambre que la paz y la democracia.

Elecciones africanas 2010 – 2011

Al igual que buena parte del mundo, África ha avanzado hacia la democracia. Democracias en ocasiones tan jóvenes como poco maduras y articuladas, basadas en el clientelismo tribal, el nepotismo, el caudillismo y la falta de información de los ciudadanos sobre sus derechos (o la ausencia de instrumentos eficientes más allá del voto para hacerlos valer), pero democracias al fin con el potencial que esto implica.

Las siguientes son las convocatorias electorales más relevantes de África para los próximos dos años. A algunas de estas citas esperamos poder acudir en este blog, como ya lo hemos hecho en el pasado. De los primeros meses del año podemos señalar las recientes elecciones presidenciales en Togo, que volvió a ganar Faure Gnassingbe sin que se registraran episodios violentos similares a los que en 2005 costaron la vida a cientos de personas.

En el saldo negativo se deberían incluir el Golpe de Estado en Níger tras la reforma constitucional de Mamadou Tandja, la violencia callejera y la postergación por sexta vez desde 2005 de los comicios en Costa de Marfil, y la incertidumbre sobre el regreso a un régimen civil en Guinea Conakry.

Abril 2010: SUDÁN

Sudán fue nuestro primer destino en Viaje a la guerra. Llegamos tras la firma del acuerdo de paz bautizado como CPA (Comprenhensive Peace Agreement), que puso fin a la segunda guerra entre norte y sur. Un conflicto que dejó casi dos millones de muertos.

En nuestra visita del pasado mes de octubre, recogimos las acusaciones al gobierno de Jartum de querer obstaculizar las elecciones que se celebrarán entre el 11 y el 19 de abril, y que tenía como fecha inicial julio de 2009. No pocas voces señalaban que podríamos estar en los albores de una nueva guerra de secesión.

Para el presidente Omar Al Bashir, que tiene orden de captura por la Corte Penal Internacional como consecuencia del genocidio de Darfur, será la primera vez desde 1996 que su poder será sometido a las urnas. Pero las mayores expectativas derivan de que estas elecciones son la antesala del referéndum de autodeterminación de 2011, en el que los habitantes del sur tendrán que decidir si se independizan del norte, según lo establecido por el CPA.

Mayo 2010: ETIOPÍA

Las elecciones parlamentarias y regionales en Etiopía también son esperadas con recelo y precaución por los observadores internacionales debido a la escasa cultura democrática del primer ministro Meles Zenawi, que tiene entre sus aficiones meter en prisión a los adversarios políticos. En la memoria colectiva etíope aún está presente la violencia postelectoral de 2005, que sumó más de 200 muertes.

Paradójicamente, Meles Zenawi nunca ha perdido el apoyo de EEUU, que lo considera un actor clave en la región frente a las amenazas islamistas en Somalia y Etitrea. Recordemos que el ejecutivo de Addis Abeba decidió invadir Somalia en 2006 con el apoyo de George Bush. Una ofensiva militar que concluyó en 2008 y que no hizo más que desestabilizar a la región y fomentar el ascenso de Al Shabab, milicia vinculada a Al Qaeda que hoy disputa calle a calle el control de Mogadiscio al gobierno del presidente Sharif Ahmed.

Junio 2010: BURUNDI

En las elecciones por el ejecutivo de Bujumbura del 28 de junio, así como al parlamento y al senado de finales de julio, participarán una docena de partidos políticos. Serán unos comicios reñidos. Disputa que habla del progreso democrático de Burundi, que se espera que tenga una de las elecciones más limpias del continente.

Agosto 2010: RUANDA

En nuestras sucesivas visitas a Ruanda hemos descubierto una nación que poco tiene del caos que impera en sus vecinos, especialmente en la República Democrática del Congo. El orden y la relativa prosperidad del País de las mil colinas es mérito en buena medida de la gestión del presidente Paul Kagame. Personaje controvertido al que se acusa de coartar la libertad de prensa y de ejercer el poder de forma autoritaria.

Son estas características del Frente Patriótico Ruandés las que hacen suponer que las elecciones presidenciales del próximo 9 de agosto no destacarán por su transparencia. El Comité de Solidaridad con el África Negra exige a la UE que rectifique la decisión de no enviar observadores y que supedite la ayuda internacional al respeto por los Derechos Humanos.

Septiembre 2010: SOMALILANDIA

La región de Somalilandia, que se escindió de Somalia hace 19 años sin haber sido reconocida aún por la comunidad internacional, en teoría celebrará elecciones el próximo otoño. Nuestra última visita a la región coincidió con el aumento de la violencia en Hargeisa como consecuencia de la decisión del presidente Dahir Riyale Kahin de rechazar el censo electoral.

Dahir Riyale Kahin, cuya popularidad se ha desplomado debido al nepotismo y la corrupción, ya ha extendido su mandato – originariamente de cinco años – en tres oportunidades sin pasar por las urnas. A diferencia de Somalia, la antigua colonia británica se encuentra en relativa paz y estabilidad desde la caída del dictador Siad Barre. Cualidad esta que Riyale parece estar poniendo en juego por sus ambiciones de poder. Seguiría así el ejemplo de Robert Mugabe en Zimbabue y Mwai Kibaki en Kenia.

Octubre 2010: TANZANIA

No resulta arriesgado asegurar que las elecciones en Tanzania serán de las mejores del continente. Los votantes tanzanos elegirán a un presidente por un término de cinco años y renovarán a 232 parlamentarios de la asamblea unicameral conocida como bunge. El país de Julius Nyere, uno de los líderes más destacados de la reciente historia africana, reserva 37 escaños para mujeres.

Foto: Getty Images.

La fotografía que cambió el destino de Somalia

Pocas imágenes han tenido tanto ascendiente en nuestra historia más próxima como las que el reportero canadiense Paul Watson hizo en 1993 del cuerpo sin vida del sargento David Cleveland mientras era arrastrado por una multitud enfurecida a través las calles de Mogadiscio. Una imagen, por la que recibiría el premio Pulitzer, que terminaría por provocar la retirada de EEUU de Somalia. País que aún hoy, quince años más tarde, sigue sumido en el caos.

Quizás se podría situar en el mismo nivel de impacto al reportaje realizado por el cámara keniano de origen indio y creador de la agencia Camerapix, Mohamed «Mo» Amin, de la hambruna etíope de 1984, que generó una masiva respuesta humanitaria internacional con el músico Bob Geldorf y el concierto de Live Aid como llamado a las conciencias del mundo.

Aunque, según señala con acierto Robert Kaplan en su obra «Rendición o hambre», nadie pediría cuentas al sangriento régimen comunista de Mengistu Haile Mariam, verdadero responsable de la miseria debido a sus experimentos colectivistas con las comunidades rebeldes de la etnia tigré.

Líder golpista pro soviético de rostro invisible para Occidente que sucedió al supuesto dios hecho dictador Haile Selassie – cuya corte describe brillantemente Ryszard Kapuscinski en «El Emperador»-, que al tiempo en que sus conciudadanos se morían de inanición se gastaba en Addis Abeba millones en celebraciones de su poder.

Una dinámica similar a la que hoy sigue Meles Zenawi, actual presidente del país, empeñado en reprimir y encarcelar a sus opositores políticos. El año pasado invirtió cantidades ingentes de dinero en los fastos del año 2000 etíope, mientras las organizaciones internacionales denunciaban la aparición de nuevas hambrunas. Sin contar, por supuesto, el gasto militar en invadir Somalia en nombre de EEUU y en reprimir a los rebeldes en la región de Ogaden.

Hambre, guerra y conciencias

Ya en «Poverty and Famines», su magnífico estudio de las hambrunas en el siglo XX – desde la de Bengala en 1943, hasta la de Etiopía de 1972 y la de Bangladesh de 1974-, Amartya Sen, premio Nobel de Economía, dejó en claro que todos estos desastres, que terminaron con millones de vidas, han tenido como responsable último al hombre, y no a las catástrofes naturales, como tan a menudo se cree. En cada uno de los casos existían alimentos suficientes para todos. No llegaban a los hambrientos debido al afán de especulación económica y a la falta de voluntad política.

La génesis de la fotografía del soldado arrastrado por las calles de Mogadiscio, que atormentó a Paul Watson hasta que una década más tarde reunió el valor para ponerse el contacto con la familia de David Cleveland, la narra en su libro «Where War Lives».

Biografía íntima, descarnada, de un periodista que como pocos ha estado en primera línea de fuego, y que analizaremos en próximas entradas de este blog. Un adelanto: tras años de investigaciones, Paul Watson concluye que el derribo de los helicópteros Black Hawk fue la “primera victoria de Al Qaeda sobre Estados Unidos”.

El cambio climático castiga a los nómadas afar (3)

“Estamos preparando nuevos proyectos para que los afar puedan prosperar. Pero esta emergencia nos obliga a centrarnos en la ayuda humanitaria más que en el desarrollo”, me dice Valerie Browning, a quien le pregunto también por la infibulación, la peor forma de mutilación genital femenina, que implica coser los labios de la vagina de las jóvenes. “En algunos años hemos conseguido que disminuya notablemente. Son los líderes religiosos los que nos están ayudando a educar a la gente, los que explican que el Corán se opone a esta práctica. Con su apoyo esperamos que dentro de poco desaparezca por completo de nuestra comunidad”, me responde.

Tras acompañar durante varios días a Valerie a través del desierto, en una labor que me despierta honda admiración, parto por mi cuenta, con el todoterreno que he alquilado en Addis Abeba, para descubrir la realidad de los afar.

Junto a Million, el chófer, y un guía que nos asigna Valery, Mohamed, recorremos la planicie sedienta, paupérrima, asolada por las tormentas de arena, por temperaturas que alcanzan los cincuenta grados, y a través de la cual las familias nómadas se desplazan en procura de alimento para su ganado. El vasto territorio que conforma la frontera que separa a Etiopía, Eritrea y Djibuti.

Me sorprendo al encontrar una fauna de los más variada: perdices, gacelas, monos. Pero lo que más perplejidad me produce es la aridez de cuanto territorio fatigamos. Y me hace preguntarme cómo es que los afar sobreviven desde hace siglos en esta tierra pedregosa y estéril.

Damos con algunas familias que parecen salidas de relatos bíblicos. Llevan semanas caminando por el desierto en busca de fuentes de agua, pues la sequía que asola esta región como consecuencia del cambio climático ha cambiado la lógica por la que antes se guiaban y lograban subsistir.

Los veo amontonarse en torno a los pocos pozos que aún tienen algo de agua. Observo cómo las familias dejan a sus espaldas a los animales muertos, y luchan por levantar a los que aún quedan con vida, por empujarlos para que sigan adelante, incluidos los camellos, que son la base de su supervivencia, ya que les brindan la leche, base de su alimentación.

Hasta ahora he escrito de todos los chóferes y guías con los que he trabajado para dar vida a Viaje a la guerra, con afecto y gratitud. Ya fuera Kayed en Gaza, Fadhi en Líbano o Cícero en las favelas de Brasil. Lamentablemente, Million es la excepción. Tenía deshinchada la llanta de repuesto, un descuido que nos obligó a pasar buena parte de la noche en el desierto, a merced de cuánto grupo armado pudiera haber en la zona.

Después, el Toyota Landcruiser, que se suponía que estaba en buenas condiciones, según me aseguró en Addis Abeba antes de salir hacia la tierra de los afar, no hacía más que romperse. Primero el sistema eléctrico, después la dirección. Esto nos obligó a perder valiosas horas de trabajo, a pernoctar en pueblos olvidados, a buscar una y otra vez talleres mecánicos.

Cuando estábamos en la carretera principal no había demasiados problemas. El tráfico fronterizo de camiones que viajan desde las tierras altas de Etiopía hacia el Mar Rojo, cargados de contenedores, ha dado vida a un rosario de asentamientos donde podíamos encontrar ayuda, más allá de que se trataba de lugares en los que predominaban los burdeles de mala muerte y las tiendas de contrabando.

Pero fuera de allí nuestras constantes averías resultaban penosas y extenuantes. Algo positivo del tedio de tener que empujar a todas horas el coche, de no saber si íbamos a llegar al próximo destino, fue que dormí en los lugares más insólitos. En algunas ocasiones con los nómadas afar. En otras, en pueblos apenas habitados, junto a la puerta de un restaurante o dentro del coche.

Oportunidades que aproveché para conversar con Mohamed, un joven de 28 años, refugiado, que había escapado del gobierno dictatorial de Eritrea para acabar en Logya, trabajando junto a Valery Browning como maestro en APDA.

Bajo las estrellas, Mohamed me explicó en profundidad cómo es la cultura afar, tan desconocida para los occidentales. El por qué de la infibulación, el mito de la castración de los enemigos, sus rituales guerreros, el valor del ganado, la concepción que tienen del islam. Una cultura fascinante que espero que logre sobrevivir al momento crítico, de marginación y olvido, en el que se encuentra.

El final de viaje fue agónico, parecía que no íbamos a llegar más a la capital de Etiopía, donde me esperaba el vuelo de regreso a España. Por una parte me sentía deseoso de dejar atrás el calor extremo del desierto, la dieta a base de enyera, pan y leche, los improvisados lechos polvorientos, en los que se dedicaban a recorrerme por el cuerpo toda clase de insectos.

Pero también sentía deseos de conocer mejor a los afar. Y experimentaba cierta culpa, como ya me ocurrió en Gaza, en Sudán y Uganda, de dejar a mis espaldas a una gente me había recibido de forma generosa, hospitalaria, y que estaba atrapada en una situación extremadamente dolorosa e injusta.

El cambio climático castiga a los nómadas afar (2)

Los afar viven desde hace siglos en el desierto de Danakil y en las márgenes del río Awash. Su principal fuente de subsistencia es el ganado, que mueven por las llanuras en busca de alimento. Algunos también se dedican al comercio de sal, ya que en la región existen vastos recursos de este mineral.

Las lluvias, fundamentales para su subsistencia, han venido fallando de forma continuada desde 1999, según me comenta Julien Chambaud, de la oficina de Acción contra el hambre en Addis Abeba. Esto ha hecho que los afar estén padeciendo una crisis sin precedentes.

Durante varios días acompaño a Valery Browning, la responsable de APDA, a repartir ayuda humanitaria. Se levanta al alba y parte con su ambulancia hacia aquellas comunidades en que la situación es más desesperante. Encontramos casos de malnutrición, de cólera. Valery no da abasto. Entrega alimentos, herramientas para que se excaven pozos. Cada vez que regresa a su oficina recibe una nueva llamada y vuelve a partir.

«A esta gente, que es la que sabe vivir en armonía con su medio, en vez de escucharla, de aprender de ella, el mundo se obstina en ignorarla y condenarla a la desaparición», me dice Valery, malika para los afar, que a cada momento me despierta mayor admiración por su capacidad de trabajo, su compromiso y su fuerza.

En un paupérrimo centro de asistencia sanitaria del gobierno etíope encontramos a docenas de personas, en su mayoría mujeres y niños. El nivel de malnutrición que padecen me recuerda a esos retratos de la hambruna en el norte de Etiopía en 1984. Pómulos prominentes, mejillas hundidas, brazos lánguidos, de piel reseca. Mientras sostengo la cámara de vídeo y grabo las imágenes con las que haré un capítulo de la serie Un día más con vida que saldrá en septiembre, siento una profunda e insoslayable tristeza.

Sin perder un instante, Valery descarga la camioneta. Me dice: «Al gobierno etíope tampoco le importa esta gente. Mira la asistencia que les brinda, las condiciones en que los tienen. Lo único que quieren de los afar son sus tierras».

Como si la labor de Valery no fuera ya de por sí complicada, en partes del trayecto nos quedamos varados en la arena. Al lado de los hombres de su organización, ella se coloca detrás del guardabarros, cuenta hasta tres y empuja. Manda, dirige, pero también trabaja, tira hacia adelante, junto al resto de su equipo.

Aunque grupos armados afar secuestraron a turistas italianos en 1995, y hace unos meses a varios británicos, lo cierto es que me siento seguro viajando con ellos. A estos grupos se los relaciona con el Afar Revolucionario Democratic Union Front (ARDUF), frente que busca la creación de una región independiente en Etiopía y Eritrea y cuyo lema es “el mar Rojo pertenece a los afar”.

Mi gran preocupación, como la de todos con los que recorro el desierto para repartir ayuda humanitaria, son los isa, enemigos acérrimos de los afar. Ni en una sola ocasión he salido a la carretera sin estar acompañado por algún hombre armado con AK-47. Los momentos de mayor tensión son cuando nos sumergimos en la arena y no podemos continuar, lo que nos convierte, como me explican, en un blanco fácil para los isa, que tienen origen somalí.

La sequía que se ha cebado de forma tan brutal con esta región del mundo, ha llevado a numerosas familias afar a desplazarse hacia las zonas altas de Etiopía. Esto ha provocado enfrentamientos con los oromos, ya que los animales de los afar dañan sus cultivos. Uno de los primeros conflictos como consecuencia del cambio climático, aunque todo permite preveer que no será el último.

Paradójicamente, África, el continente que menos contamina, es el que se está llevando la peor parte de esta historia. Más de 300 millones de personas ya están viendo amenazados sus medios de subsistencia debido al recalentamiento del planeta. O, mejor dicho, al estado de negación colectiva que ha hecho que nuestra reacción ante el que es el mayor desafío que debemos enfrentar, haya sido hasta el momento lenta e ineficiente.

Continúa…

El cambio climático castiga a los nómadas afar (1)

“Primero se mueren las vacas, después las cabras y los últimos son los camellos”, me dice Ibrahim, líder de una comunidad nómada afar. “Y ahora se nos están muriendo los camellos. Nunca hemos estado tan mal”. Minutos después lo veo junto a los hombres, mujeres y niños de su familia luchando por levantar a uno de los últimos animales que le quedan con vida.

Los afar son desde hace más de mil años los orgullosos habitantes de la franja de desierto que se extiende tanto en la zona oriental de Etiopía como en Eritrea y Djibuti. Pastores nómadas, comenzaron a convertirse al islam tras el primer contacto con comerciantes árabes en el siglo X. Se los distingue a simple vista por su cabello en tirabuzones y sus grandes cuchillos curvos. Su prenda principal es el «sanafil», una suerte de falda que tradicionalmente variaba de color según el sexo.

En Djibuti, donde alcanzan un tercio de la población, protagonizaron en 1991 un violento alzamiento contra el gobierno central del país, en manos de los somalíes, que dejó miles de muertos y que concluyó en 1994 con un acuerdo de paz y una redistribución del poder que reconoció el peso de los afar en la ex colonia francesa.

En Etiopía suman un millón y medio de personas. Hacen sus chozas, llamadas «ari», con ramas y telas, que mueven regularmente en busca de fuentes de agua para sus animales, en especial durante la temporada seca. El conjunto de chozas, núcleo de cada comunidad, recibe el nombre de «burra».

Otro rasgo peculiar de esta gente, sobre la que tan poco se ha escrito e investigado desde Occidente, son los dientes, que se afilan desde que son pequeños empleando cuchillos para que parezcan colmillos. Una característica que quizás haya impresionado a los viajeros europeos del siglo XIX y XX, ya que la imagen predominante que daban de ellos era la de un pueblo violento y guerrero, que entre otras costumbre tenía la de cortar los genitales a sus enemigos.

Pero lo cierto es que los afar, como me había garantizado Valerie Browning, me reciben con suma cordialidad, sin privarme en un instante de la ilimitada hospitalidad de quienes viven en el desierto. Una cualidad que me hace más difícil aceptar aún la durísima situación en que se encuentran debido a las sequías cíclicas que están afectando a la región, según algunos expertos, como consecuencia del cambio climático.

Continúa…