Viaje a la guerra Viaje a la guerra

Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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Estreno de «Blancos de la ira»

Hoy se estrena en Madrid «Blancos de las ira», reportaje en el que trabajé a las órdenes de Jon Sistiaga para Canal Plus. La cita es a las 18 horas, en la nueva FNAC de Paseo de las Castellana.

Familia de albinos en la miseria de un suburbio de Dar Es Salaam. (HERNÁN ZIN)

Rodado en mayo en Tanzania, «Blancos de la ira» describe la persecución que los albinos sufren en este país del este de África. Una persecución que, como vimos en estas páginas el año pasado en Kenia y este en la propia Dar Es Salaam, ha provocado más de sesenta muertes y decenas de mutilaciones.

De las historias que conforman el reportaje, la que más me impactó en su momento fue la de Mabula Fimbo, un anciano que se ha visto a enterrar los restos de su nieta, Mariam, debajo de su cama para que los saqueadores de tumbas de albinos no los roben.

El objetivo de estos asesinatos, mutilaciones y profanaciones no es otro que elaborar amuletos con los miembros de quienes sufren la ausencia de melanina. Una práctica que comenzó a extenderse hace apenas tres años en Tanzania y que también ha tenido ecos en Burundi, Malawi y Kenia.

En el plano formal, señalar que «Blancos de la ira» se acerca más al documental que al reportaje, tanto por el excelente trabajo de postproducción, como por el uso durante el rodaje de cámaras de alta definición y en especial de la Canon 5D Mark II.

Con esta última cámara, sobre cuyas extraordinarias prestaciones hablamos tantas veces en Viaje a la guerra, he empleado una lente 16-35mm para retratar a cada uno de los protagonistas del reportaje.

El estreno en Canal Plus será el próximo día 14 de septiembre. También estará disponible en la página web de la cadena.

Un poco más de confeti, tarta y recuerdos en el quinto aniversario de «Viaje a la guerra»

Sigo soplando las velas, tirando confeti a diestra y siniestra como un poseso, y haciendo sonar la corneta en este quinto aniversario del blog que me ha encontrado, como debe ser, en la ruta. Para ser más exacto, en Tanzania, por lo que en realidad no es corneta sino vuvusela. Eso sí, interpretada con mesura, que los vecinos de hotel duermen.

"Junto a víctimas de la violencia contra los albinos", Tanzania, junio 2011 (foto: Jon Sistiaga)

No son pocos los recuerdos de este lustro que me visitan, en especial por las noches, mientras observo el trasiego de los cargueros que se suceden luminosos, fantasmales, recortados contra el fulgurante horizonte del Índico, en dirección al puerto de Dar Es Salaam. Cuando ya ha terminado el día de rodaje y toca descargar las tarjetas después de cenar y limpiar los equipos para el día siguiente.

Llueve sobre Gaza

En la entrada anterior repasábamos los conflictos armados que fatigamos en 2006: Sudán, Uganda, Gaza y Líbano. Aquel año terminaba con el intento de entrar a Somalia frustrado por la invasión etíope respaldada por Washington. Recién lograríamos poner pie en Mogadiscio en noviembre de 2010.

Después tocó en suerte, en diciembre de 2006, uno de esos escenarios de absoluta esquizofrenia física y emocional que son habituales en esta clase de trabajo: de pasar meses corriendo de hotel en hotel, de aeropuerto en aeropuerto; de vivir para afuera, rodeado de gente, inmerso en el caos y las prisas; a encontrarme encerrado en una habitación en Buenos Aires, Argentina, en silencio y soledad, con un ordenador y una pila de cuadernos de notas como única compañía.

Estaba escribiendo “Llueve sobre Gaza”. Como material de trabajo tenía más de 300 de entrevistas, decenas de informes de organismos de derechos humanos y otros tantos testimonios de primera mano, vídeos y fotografías que fuimos plasmando en las páginas de este blog desde la propia franja.

Obra que intenta describir exhaustivamente qué sucedió desde que los colonos israelíes salieron del territorio en septiembre de 2005 – el secuestro del soldado Gilad Shalit, la sangrienta operación Lluvia de Verano y el comienzo de un brutal bloqueo que hoy continúa -, para que las promesas de libertad y prosperidad hechas a los palestinos volvieran a frustrarse.

Lo dicho, del ruido y la furia de la guerra a una soledad frente a las teclas marcada por la angustia de saber que aquellas gentes cuyas historias de privación, dolor y muerte estaba relatando, seguían atrapadas en Gaza. El infierno de Gaza, como lo había bautizado la gran periodista israelí Amira Hass, a la que también entrevistamos en Viaje a la guerra.

Guerra en las favelas

Cuando el libro estuvo enviado finalmente al editor, entonces fuimos a Río de Janeiro. Finales de febrero de 2007. Carnaval y guerra en las favelas. Como se acercaban los Juegos Panamericanos, el gobierno central había enviado al Ejército. Intentaba demostrar al mundo que Brasil era capaz de contener la violencia en ocasiones importantes.

Estaba haciendo méritos para ganarse el derecho a organizar posteriormente un Mundial de Fútbol y unas Olimpiadas. Aquella fue la prueba de fuego. Y fuego y sangre fue lo que abundó con el latido ahogado de la samba de carnaval como banda sonora.

Entrevistamos a jóvenes del Comando Vermelho. Seguimos a la BOPE, la aún no famosa «tropa de elite», en sus asaltos a las favelas. Acompañamos a los hospitales a las víctimas inocentes de balas perdidas. Documentamos el creciente fenómeno de las llamadas «milicias».

Nos vimos atrapados en el fuego cruzado del Complexo do Alemao, pues el narco Tota resistía con varios centenares de hombres en lo alto del morro. Allí mismo, el año pasado, el gobierno de Lula daría su gran golpe a los grupos armados de Río de Janeiro, justo antes de abandonar el poder.

Cambio climático y conflictos armados

Un mes más tarde vendrían los campamentos de refugiados saharauis en Tinduf, Argelia. Recogeríamos las historias de sus combatientes postrados por las minas, nos acercaríamos hasta el vasto muro creado por Marruecos. El testimonio de otro pueblo acorralado, condenado al exilio por la desidia de la comunidad internacional, la inacción de Moncloa y el puño de hierro de Rabat.

A continuación le tocaría el turno a Etiopía. Conviviríamos junto a los nómadas afar. Esos seres de dientes afilados, cabello en tirabuzones y vetusto AK 47 al hombro. Las sequías los estaban empujando a buscar nuevas tierras, provocando enfrentamientos con otros grupos tribales. Según algunos especialistas, los primeros conflictos armados provocados por el cambio climático en África.

A continuación nos desplazamos a Calcuta y sus barrios de chabolas. Conocimos a Dipti Porchas, que en 2008 nos dirían que había muerto como consecuencia de la miserable vida que llevaba debajo de un puente. También a Nepal Sarnakar, que encontraría el año pasado un destino similar. Relatos que formarían parte de mi documental «Villas Miseria».

Y luego fuimos a retratar la devastación dejada por el huracán Félix en el norte de Nicaragua. Los postergados indios mizquitos y las rutas del tráfico de drogas hacia EEUU a modo de telón de fondo.

Hacia Congo y Afganistán

En comparación con el año anterior, 2007 no fue tan ajetreado. El punto culminante pasó por los enfrentamientos armados en las favelas que fuimos grabando en vídeo y colgando en estas páginas. Alguno de estos vídeos ha tenido más de 200 mil reproducciones en You Tube.

El siguiente año, 2008, comenzaría con renovadas fuerzas. Lo haría con las matanzas tribales provocadas por el fraude electoral en Kenia, que seguiríamos a lo largo de su geografía. Más de mil muertos y 300 mil desplazados a punta de palos, machetes y arcos y flechas.

Le seguiría nuestro primer desembarco en Afganistán, que terminaríamos empotrados junto a la 82 división aerotransportada en el valle del Tagab; y luego vendría la guerra de en la República Democrática del Congo. Empezaríamos entonces a documentar uno de los temas que más presencia han tenido en este blog: la violación como arma guerra.

Pero estas son historias para otra noche de recuerdos, confeti y vuvusela aquí a orillas del Índico.

Cinco años de «Viaje a la guerra»

Traigan la tarta. Sí, con cinco velas. Y gorros, cornetas y confeti… que estamos de celebración, ya que hace un lustro empezábamos la andadura de Viaje a la guerra.

Celebración por partida doble, por haber sobrevivido a tanta carretera, tanto vislumbre del dolor ajeno y tanto jaleo en general – más de veinte países, más de 300 mil kilómetros –, pero sobre todo a los momentos de transformación, de incertidumbre y cambio de ciclo que estamos viviendo en el periodismo. En sentido, mi gratitud a los responsables de 20 Minutos por haber seguido creyendo en esta iniciativa.

Desde el lago Victoria

Este quinto aniversario de Viaje a la guerra me encuentra en la ciudad tanzana de Mwanza, a orillas del lago Victoria. Tierra que ha visto desde el paso de los tanques de Julius Nyerere, «Baba wa Taifa», para luchar contra Idi Amín Dadá en Uganda en 1978; hasta la llegada masiva de refugiados de Ruanda en 1994 por el genocidio cuyos responsables serían juzgados no lejos de aquí, en los tribunales Arusha.

"Puerto de Mwanza, lago Victoria, junio 2011" (foto: Jon Sistiaga)

Son muchos los recuerdos que me visitan en estos días. En especial de los comienzos de esta aventura tan extraña y apasionante como es un blog dedicado a viajar a las zonas en guerra y a reflexionar sobre la lógica de la violencia en el siglo XXI.

Sudán y Uganda

Recuerdos de aquel primer viaje que hace cinco años nos llevaba a Juba, capital del Sur de Sudán. El segundo enfrentamiento armado con el Norte acababa de terminar y la región se encontraba devastada física y emocionalmente. Cientos de miles de muertos y refugiados. Ausencia de carreteras, escuelas y hospitales.

El referéndum de independencia, que finalmente se celebró en enero de este año, parecía un objetivo tan remoto como inalcanzable. Pero ahí está el resultado, a la vuelta de la esquina más allá de la violencia en Abyei y el nuevo flujo de desplazados que está provocando: Sudán del Sur nacerá como Estado el próximo 9 de julio.

A Juba le siguió un breve paso por Uganda, lugar al que también volveríamos para seguir las huellas de Joseph Kony y el LRA hacia la República Democrática del Congo, Sudán y la República Centroafrica en 2009 y 2010. Guerra y posguerra en la región del castigado pueblo acholi.

Lluvia de verano

Un mes más tarde vendría Gaza. Julio 2006. Nuestro arribo coincidió con el inicio de la operación Lluvia de Verano, que dejó más de 450 muertos, la mayoría civiles. Comenzaba el largo bloqueo de Israel sobre la franja, que fuimos documentando metódicamente. La brutal decisión de someter a la falta de medicamentos, alimentos, material para la construcción y gasolina a su millón y medio de habitantes que, décadas antes, ya habían sido expulsados de sus casa y convertidos en refugiados.

Ignominia sobre ignominia para descredito y vergüenza de la comunidad internacional, del gobierno de Tel Aviv y de todos los que sostienen que el Estado judío debe erigirse sobre la marginación y la opresión de los palestinos.

El mesianismo y el fanatismo de unos cuantos colonos llegados desde EEUU, Argentina o Europa Oriental, sobre los legítimos derechos de las familias árabes que durante cientos de años han vivido en Cisjordania; sobre cualquier atisbo de respeto a la legalidad internacional, el sentido común y la moral. Bloqueo que ha aliviado la semana pasada Egipto al abrir las puertas de Rafah, y que una nueva flotilla internacional intentará también paliar dentro de poco.

En septiembre de 2006 nos desplazamos hacia el Líbano, donde otra vez el gobierno de Ehud Olmert, apoyado por Bush, exageró la respuesta y se llevó por delante la vida de más de mil inocentes. La operación Recompensa Justa. Al sur del río Litani, bombas de racimo, pueblos enteros devastados y Hezbolá que proclamaba a los cuatro vientos su «victoria divina». Regresaríamos en 2007, al año del comienzo de aquella guerra de 33 días.

Somalia, otro día tal vez

Nuestro plan original para el 2006 contemplaba ir a Somalia, donde la llegada al poder de la Unión de Cortes Islámicas había generado cierta estabilidad tras tres lustros de guerra civil. Gaza nos obligó a postergalo. En diciembre, el gobierno Etíope, otras vez con el apoyo de Washington, invadiría el país. El grupo armado Al Shabab sería el gran ganador de esta torpe estrategia, dejando a un lado a los islamistas más moderados de las cortes.

Nosotros recién tendríamos la posibilidad de poner pie en Mogadiscio en noviembre de 2010.

Continúa…

Un avión qatarí se lleva 140 animales ilegalmente del Kilimanjaro

Primeros días de trabajo en Dar es Salaam. Una urbe de atascos perpetuos, ma gari mingui, pero atractiva por su barrio antiguo de casas árabes y sus playas de arenas blancas bañadas por las aguas del Índico.

Frente a la costa, el desfile constante de cargueros; más allá, las islas de Pemba y Zanzíbar que en 1963 se unieron al continente, llamado Tanganica, para formar la República de Tanzania.

Una ciudad de gentes cálidas, abiertas, de kisuajili impecable, con las que el sábado compartimos en un garito llamado Q-Bar la final de la Champions League. Al principio, la mayoría de los locales iba con el Manchester United, pues la Premiere tiene un hondo arraigo en África. Pero al final pocos pudieron resistirse a la seducción del Barcelona. Akuna Rooney, Akuna Chicharito… Messi, Messi, cantaban. Las cervezas Kilimanjaro en alto.

Desilusión

Si algo negativo tenemos que subrayar de esta primera semana de rodaje en la antigua capital del país – desde 1996 pasó a serlo la ciudad de Dodoma-, es que nos piden dinero cada vez que sacamos la cámara. No puedo decir que sea toda la gente a la que hemos entrevistado, pero sí una buena parte de ella. Inclusive parlamentarios y altos directivos de organizaciones no gubernamentales.

Para mí, que tantas veces había escuchado hablar del orgullo de los tanzanos, y que traía en la memoria numerosas referencias positivas del gobierno de Julius Nyerere, encontrarme con esta pasión por el kitu kidogo me ha causado no poca perplejidad.

Babu Sikare, un buen amigo local, me explica que así funciona la corrupción: empieza en lo más alto de la sociedad y contamina hasta la más trivial de las relaciones, pues nada se hace sin esperar una mordida, una coima, una propina. Y que esta se ha multiplicado en las últimas décadas.

Justamente, una de las banderas con las que el presidente Jakaya Kikwete llegó al poder en 2005, fue la lucha contra esta lacra. Sin embargo, en 2008 se vio forzado a echar a su gabinete debido a un escándalo vinculado con un contrato de electricidad. Algunas figuras destacadas entraron a prisión, como el gobernador del Banco Central, pero en el fondo nada sustancial parece haber cambiado. Corrupción, inflación y escasez de energía son las principales preocupaciones de los tazanos.

Invisible Arca de Noé

Mañana posterior al triunfo del Barcelona, domingo, recepción del hotel. En la portada del periódico local The Guardian no aparecen ni Messi ni Piqué o Xavi sino un avión de Qatar Emiri Air Force detenido en la pista del Aeropuerto Internacional Kilimanjaro, el segundo más grande del país. Corrupción, a cuatro columnas, y de la buena.

“Se descubre un caso de robo de animales”, titula The Guardian, que en páginas interiores explica que el 26 de noviembre de 2010 más de 140 animales de 14 especies fueron subidos a ese avión y transportados a Doha sin permiso alguno de las autoridades aduaneras. Una carga de 113 mil dólares que constituye el peor delito de tráfico de animales en la historia reciente de Tanzania.

Para nuestra sección Volar para contarla, en la que seguimos las peripecias de la otra industria de la aviación, la que vuela por los márgenes de la globalización, otro inverosímil caso de falta de control y orden en los aeropuertos africanos. Cinco meses tardó en notificarse el extraño suceso.

Para el magnífico negocio del tráfico de especies salvajes, que mueve al año unos 10 mil millones de euros y sólo es superado en volumen por el de la droga, un éxito al por mayor. Posible sin dudas gracias a la connivencia de los empleados del aeropuerto que dicen que no vieron el arca de Noé que se estaba congregando ante sus narices.

Para humillación del orgullo patrio, había cuatro jirafas en el cargamento. El animal símbolo de Tanzania.

Viaje a la cuna de la humanidad

Supongo que a los pilotos de KLM les gusta madrugar. De otro modo no se explica que pongan un vuelo a las seis de la mañana. Eso, o se les da bien lo de salir de juerga, enlazar las cervezas en los bares de Huertas y seguir de largo. Esperemos que sea la primera opción.

Garganta de Olduvai, Tanzania.

Así que aquí estoy, cuatro y media de la mañana, en el aeropuerto de Barajas. Bonitas horas si eres masoquista o sufres de insomnio. Entre el taxi, los preparativos de último momento del viaje – no encontraba la funda para la cámara de vídeo y me dicen que en Tazania está diluviando -, soy yo el que ha venido sin dormir.

Lo único bueno de esta historia es que seguramente no tendremos los habituales retrasos que tantas decenas de miles de vuelos de conexión y maletas han hecho perder a los sufrientes pasajeros que dejan España a través de la Terminal 1, marginada desde el nacimiento de la espléndida número cuatro.

Mientras espero el avión que me llevará a Ámsterdam, de allí al Kilimanjaro y luego a Dar Es Salaam – en veinte horas, con viento a favor, podré dormir en posición horizontal – tomo algunos apuntes sobre Tanzania.

Juro que no es un corta y pega de Wikipedia. Y sino, que Dios me castigue y que aparezca ahora frente a mí un grupo de pilotos holandeses con cara de resaca.

El origen del hombre

Los antropólogos sostienen que nuestros antepasados más remotos tuvieron su primer hogar en el gran Valle del Rift, esa fractura geológica de 4.830 kilómetros que va desde Yibuti hasta Mozambique y que surgió del choque entre las placas tectónicas africana y arábiga hace 20 millones de años.

En la sección que atraviesa Tanzania, más precisamente en la garganta de Olduvai, se han encontrado huellas de homínidos que tienen 3,1 millones de años de antigüedad. El conocido como Australophitecus Africanus, que a diferencia de sus antecesores, comía proteínas animales.

Antes que él vinieron el Australophitecus Anamenisis, del que se encontraron fósiles en el lago Turkana de cuatro millones de años de antiguedad, y el Australophitecus Afarensis, que vivía en la región de los nómadas afar donde estuvimos en este blog en 2007.

Así que, como primera característica de nuestro próximo destino subrayar que ofrece un titular con bastante gancho: viaje a la cuna de la humanidad. O, como la llama el famoso historiador Joseph Ki-Zerbo, “la patria del hombre”.

Sí, eran tus abuelos

Estos hallazgos del arqueólogo francés Yvess Coppens son buen dato para espetar a los xenófobos que en Europa están surgiendo como setas venenosas debido a la crisis (el «otro» como excusa del propio fracaso, de la propia imbecilidad, pregunten si tienen dudas a Anglada y Plataforma per Catalunya).

Les guste o no, y hasta que no se demuestre lo contrario, tienen abuelos africanos. Todos los tenemos. De varios millones de años de antigüedad, un metro treinta y cinco de altura, cincuenta kilos de peso y capacidad craneal de 500 centímetros cúbicos, pero abuelos al fin. Y seguramente tan peludos como entrañables, de los que te regalan golosinas y te malcrían.

Cuando viajo a Oriente Próximo o a lugares más remotos como la India o el Tíbet, siempre me embarga una cierta alienación, una notable distancia con el universo que me rodea. Desde el primer día, en el África subsahariana me he sentido a gusto, insólitamente cómodo. Quizás tenga que ver con que al viajar de norte a sur no se sufre jet lag. O tal vez responda al hecho de que no es más que una vuelta a casa.

Rumbo a las nieves del Kilimanjaro

Hay historias que salimos a buscar, tal vez a partir de un artículo de prensa o de la propia curiosidad sobre determinada problemática, y hay historias que nos encuentran, nos llevan por delante y nos arrastran con ellas.

Si tuviera que mencionar alguna historia de esta última clase, sin duda señalaría la que en 2002 hice sobre pederastas europeos en Camboya. Por pura casualidad me encontré en las calles de Phnom Penh con un belga de aspecto sospechoso, que caminaba junto a un niño. Comencé a seguirlo. Y un viaje de dos semanas se transformó en una estancia de meses. Experiencia de la que saldría un libro, un documental y un trabajo colectivo para llevar a esa gente a la cárcel.

La historia que mañana me llevará a Tanzania también es una de esas que te encuentran a ti en lugar de salir a buscarlas. Una historia potente. No puedo desvelar de qué va, pero espero ser capaz de hacerlo pronto. Por ahora, descubrir paso a paso la realidad de este país del África oriental en el que no hemos estado en Viaje a la guerra. Uno de los pocos de la región que nos quedaban por fatigar en estas páginas.

En la maleta algunos libros. Los cuentos completos de Hemingway, pues pasaré por el Kilimanjaro y sus nieves eternas (que los científicos afirman que dejarán de serlo en 2022). El Ngáje Ngái de los masai, la cumbre más alta del continente con sus de 5895 metros de altura. Y otra obra, «África de El Cairo al Cabo», que me acaba de dejar Enrique Meneses, ya que me acercaré a las márgenes del lago Victoria. Estaré en la ciudad en la que Hubert Sauper rodó el famoso documental «La pesadilla de Darwin».