Sigo soplando las velas, tirando confeti a diestra y siniestra como un poseso, y haciendo sonar la corneta en este quinto aniversario del blog que me ha encontrado, como debe ser, en la ruta. Para ser más exacto, en Tanzania, por lo que en realidad no es corneta sino vuvusela. Eso sí, interpretada con mesura, que los vecinos de hotel duermen.
"Junto a víctimas de la violencia contra los albinos", Tanzania, junio 2011 (foto: Jon Sistiaga)
No son pocos los recuerdos de este lustro que me visitan, en especial por las noches, mientras observo el trasiego de los cargueros que se suceden luminosos, fantasmales, recortados contra el fulgurante horizonte del Índico, en dirección al puerto de Dar Es Salaam. Cuando ya ha terminado el día de rodaje y toca descargar las tarjetas después de cenar y limpiar los equipos para el día siguiente.
Llueve sobre Gaza
En la entrada anterior repasábamos los conflictos armados que fatigamos en 2006: Sudán, Uganda, Gaza y Líbano. Aquel año terminaba con el intento de entrar a Somalia frustrado por la invasión etíope respaldada por Washington. Recién lograríamos poner pie en Mogadiscio en noviembre de 2010.
Después tocó en suerte, en diciembre de 2006, uno de esos escenarios de absoluta esquizofrenia física y emocional que son habituales en esta clase de trabajo: de pasar meses corriendo de hotel en hotel, de aeropuerto en aeropuerto; de vivir para afuera, rodeado de gente, inmerso en el caos y las prisas; a encontrarme encerrado en una habitación en Buenos Aires, Argentina, en silencio y soledad, con un ordenador y una pila de cuadernos de notas como única compañía.
Estaba escribiendo “Llueve sobre Gaza”. Como material de trabajo tenía más de 300 de entrevistas, decenas de informes de organismos de derechos humanos y otros tantos testimonios de primera mano, vídeos y fotografías que fuimos plasmando en las páginas de este blog desde la propia franja.
Obra que intenta describir exhaustivamente qué sucedió desde que los colonos israelíes salieron del territorio en septiembre de 2005 – el secuestro del soldado Gilad Shalit, la sangrienta operación Lluvia de Verano y el comienzo de un brutal bloqueo que hoy continúa -, para que las promesas de libertad y prosperidad hechas a los palestinos volvieran a frustrarse.
Lo dicho, del ruido y la furia de la guerra a una soledad frente a las teclas marcada por la angustia de saber que aquellas gentes cuyas historias de privación, dolor y muerte estaba relatando, seguían atrapadas en Gaza. El infierno de Gaza, como lo había bautizado la gran periodista israelí Amira Hass, a la que también entrevistamos en Viaje a la guerra.
Guerra en las favelas
Cuando el libro estuvo enviado finalmente al editor, entonces fuimos a Río de Janeiro. Finales de febrero de 2007. Carnaval y guerra en las favelas. Como se acercaban los Juegos Panamericanos, el gobierno central había enviado al Ejército. Intentaba demostrar al mundo que Brasil era capaz de contener la violencia en ocasiones importantes.
Estaba haciendo méritos para ganarse el derecho a organizar posteriormente un Mundial de Fútbol y unas Olimpiadas. Aquella fue la prueba de fuego. Y fuego y sangre fue lo que abundó con el latido ahogado de la samba de carnaval como banda sonora.
Entrevistamos a jóvenes del Comando Vermelho. Seguimos a la BOPE, la aún no famosa «tropa de elite», en sus asaltos a las favelas. Acompañamos a los hospitales a las víctimas inocentes de balas perdidas. Documentamos el creciente fenómeno de las llamadas «milicias».
Nos vimos atrapados en el fuego cruzado del Complexo do Alemao, pues el narco Tota resistía con varios centenares de hombres en lo alto del morro. Allí mismo, el año pasado, el gobierno de Lula daría su gran golpe a los grupos armados de Río de Janeiro, justo antes de abandonar el poder.
Cambio climático y conflictos armados
Un mes más tarde vendrían los campamentos de refugiados saharauis en Tinduf, Argelia. Recogeríamos las historias de sus combatientes postrados por las minas, nos acercaríamos hasta el vasto muro creado por Marruecos. El testimonio de otro pueblo acorralado, condenado al exilio por la desidia de la comunidad internacional, la inacción de Moncloa y el puño de hierro de Rabat.
A continuación le tocaría el turno a Etiopía. Conviviríamos junto a los nómadas afar. Esos seres de dientes afilados, cabello en tirabuzones y vetusto AK 47 al hombro. Las sequías los estaban empujando a buscar nuevas tierras, provocando enfrentamientos con otros grupos tribales. Según algunos especialistas, los primeros conflictos armados provocados por el cambio climático en África.
A continuación nos desplazamos a Calcuta y sus barrios de chabolas. Conocimos a Dipti Porchas, que en 2008 nos dirían que había muerto como consecuencia de la miserable vida que llevaba debajo de un puente. También a Nepal Sarnakar, que encontraría el año pasado un destino similar. Relatos que formarían parte de mi documental «Villas Miseria».
Y luego fuimos a retratar la devastación dejada por el huracán Félix en el norte de Nicaragua. Los postergados indios mizquitos y las rutas del tráfico de drogas hacia EEUU a modo de telón de fondo.
Hacia Congo y Afganistán
En comparación con el año anterior, 2007 no fue tan ajetreado. El punto culminante pasó por los enfrentamientos armados en las favelas que fuimos grabando en vídeo y colgando en estas páginas. Alguno de estos vídeos ha tenido más de 200 mil reproducciones en You Tube.
El siguiente año, 2008, comenzaría con renovadas fuerzas. Lo haría con las matanzas tribales provocadas por el fraude electoral en Kenia, que seguiríamos a lo largo de su geografía. Más de mil muertos y 300 mil desplazados a punta de palos, machetes y arcos y flechas.
Le seguiría nuestro primer desembarco en Afganistán, que terminaríamos empotrados junto a la 82 división aerotransportada en el valle del Tagab; y luego vendría la guerra de en la República Democrática del Congo. Empezaríamos entonces a documentar uno de los temas que más presencia han tenido en este blog: la violación como arma guerra.
Pero estas son historias para otra noche de recuerdos, confeti y vuvusela aquí a orillas del Índico.