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Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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El despegue de África: la expectativa de vida aumenta un 10% en una década

En este blog hemos debatido en numerosas ocasiones sobre los extraordinarios y vertiginosos cambios que está experimentando la humanidad. El ascenso de tantos países considerados del “Sur” y el retroceso de esta Europa cansada, envejecida, carente de pasión, demasiado lastrada por una derecha liberal a la que solo se le ocurre una solución a nuestros problemas: recortar derechos a los ciudadanos para ver si así podemos competir de igual a igual con las potencias emergentes.

Vendedores ambulantes luchan por colocar sus productos en Kampala. El ascenso de la clase media ha disparado el consumo en Uganda. Febrero 2013. Foto: Hernán Zin.

Vendedores ambulantes luchan por colocar sus productos en Kampala. El ascenso de la clase media ha disparado el consumo en Uganda. Febrero 2013. Foto: Hernán Zin.

El mundo de los 7.000 millones, como lo bauticé hace algún tiempo, pues es el número de personas que en este momento de transformación histórica, del final de siglos de preemincencia del hombre blanco, lo conformamos.

Un fenómeno al que en la última década se ha sumado también el continente africano, donde hoy se encuentran siete de los diez países que más crecen en todo el planeta, lo que no es poco decir.

Bienvenida Mrs Africa

África tardó, pero ya está aquí. No le fue fácil pues venía lastrada por un expolio colonial que no solo esclavizó a decenas de miles de hombres y mujeres y robo cantidades ingentes de materias primas, sino que apenas construyó carreteras, vías de tren, escuelas, universidades.

Mientras que en la India el Imperio Británico sí dejó una administración articulada y viable, al sur del Sáhara la consigna de las naciones que participaron de la Conferencia de Berlín parecía ser llevarse todo sin ceder casi nada.

Esto ha hecho que África viniera de muy atrás, tanto en estructuras administrativas como en recursos materiales y educación, sin contar la maltrecha autoestima. Tan atrás que al final le ha resultado posible saltarse algunos pasos en su desarrollo como vimos en estas páginas desde Kenia, Uganda, Tanzania o Ruanda.

De cero a todo

Adoptar la telefonía a través de los móviles, sin pasar por los teléfonos fijos, que casi no los hay. Sumarse a la banca no a gracias a cajeros y sucursales sino a servicios de telefonía como Mpesa, exitosísimo en Kenia. O fomentar la energía solar ante la ausencia de grandes centrales hidroeléctricas.

En su última edición, The Economist ha publicado un reportaje que arranca de manera no poco provocativa: tumbados en la playa, tres jóvenes senegaleses leen en sus Ipads las descorazonadoras noticias que llegan desde Europa. Cuatro soldados violan a una mujer en Moldavia; el caos social sacude Grecia. Desde su mundo en plena ebullición de oportunidades, de negocios, los muchachos sienten pena por el viejo continente.

Pero pasemos a las cifras:

. La expectativa de vida en África ha ascendido un 10% mientras que la mortalidad infantil ha descendido continuadamente en casi todos los países.

. Las muertes por malaria han bajado un 30% en un década.

. Los contagiados del VIH son ahora un 74% menos.

. En diez años el ingreso per capita se ha incrementado un 30% mientras que a lo largo de las dos décadas anteriores se había contraído un 10%.

. El número de jóvenes que asisten al colegio secundario escaló un 48% entre 2000 y 2008.

. África es el continente que más crece, a un promedio del 6% anual.

Pero quizás el dato más revelador sea el de la confianza. Sí, la que parece que hemos perdido en Europa y que ha migrado hacia el sur. Dos de cada tres africanos encuestados afirman que el año que viene será aún mejor que el actual.

Ni tribus ni corruptos

En 2008 cubrí para este blog la violencia postelectoral que en Kenia dejó más de dos mil muertos y medio millón de desplazados. Meses terribles, de asesinatos y persecuciones entre grupos tribales. Hoy los kenianos vuelven a votar. Y todo indica que lo harán sin que la presión del grupo étnico sea más importante que el interés nacional. Pamoya, como se dice en kisuajili: juntos, unidos.

Si las elecciones son un éxito, Kenia será un ejemplo para todo el continente de que uno de sus mayores lastres, el clientelismo tribal, se puede superar. El otro, es la corrupción. La cultura de la mordida, del kitu kidogo, que también se interpone entre África y su merecido horizonte de prosperidad.

37 formas de llamar a un homosexual en África

Ngirosi, sis, closet, kuchu, bhutu, matrix, gogo, ana, butch, busti, bottom, muscle, down-lo… son solo algunos de los 37 nombres con los que a pie de calle se señala a los homosexuales en distintos países de África.

37 maneras de llamar a los homosexuales en un continente donde políticos y religiosos los usan como diana de campañas populistas. Foto: HZ

37 maneras de llamar a los homosexuales en un continente donde políticos y religiosos los usan como diana de sus campañas populistas. Foto: HZ

“Depende de cómo se digan, pueden ser despectivos o no”, nos explica John, el activista que lleva la camiseta en que los 37 nombres dan forma al continente. “En Uganda se nos conoce como kuchu, expresión que nosotros mismos usamos para llamarnos mutuamente”.

Primera semana de rodaje junto a Jon Sistiaga para Canal Plus en este país que, como ya conté en otras ocasiones en este blog, lleva tres años debatiendo en el parlamento una propuesta de ley que condena a cadena perpetua a los homosexuales, penaliza con hasta siete años de cárcel a quien organice actividades en su nombre, y obliga a los ciudadanos de a pie a denunciar a la policía su existencia y localización.

Pero una cosa es escribir sobre un tema en la distancia y otra muy distinta es venir aquí y palpar de primera mano la homofobia que tanto políticos y pastores evangelistas propagan de forma populista, sorda y brutal, para aumentar su poder como también sucede en otras latitudes de África.

Una semana en la que tengo que destacar el espíritu de lucha, la obstinación, de todos los homosexuales que hemos conocido más allá del acoso, la violencia y la marginación que sufren. Y una facilidad para la ironía, un constante empleo del humor como bálsamo ante tanta estupidez manifiesta, francamente inspiradores.

Dios te ama… dame tu dinero

Por más años que llevo recorriendo África, cada vez que me cruzo con alguno de sus pastores evangélicos mediáticos y multimillonarios, experimento la misma honda y sincera perplejidad.

Retratando hoy en Kampala al obispo Sejonjo, religioso de a pie, ajeno al poder, comprometido con la defensa de los homosexuales. Foto: Jon Sistiaga

Retratando hoy en Kampala al obispo Sejonjo, religioso de a pie, ajeno al poder, comprometido con la defensa de los homosexuales. Próximamente en Canal Plus. Foto: Jon Sistiaga

Resulta tan brutal, tan flagrante, la contradicción entre el mensaje que predican y la forma de vida que conducen que aún no consigo vislumbrar la lógica de un fenómeno que se repite desde la paupérrima República Democrática del Congo hasta Uganda o Nigeria.

No logro entender cómo quienes hablan en nombre de un tipo que murió semidesnudo en una cruz, y de la desapegada y misericorde mirada que tuvo del mundo, consiguen facturar cientos de millones de dólares cada año.

Modelo de negocio

No logro entender de qué forma funciona el mecanismo que hace rico a los líderes de estas iglesias africanas. Y eso que no se trata de una pregunta nueva sino que me la llevó haciendo desde que tuve la desgracia de ir a un colegio de los hermanos Maristas y conocer de cerca las miserias de la Iglesia católica.

Otra institución que lleva siglos en la más evidente y ramplona de las contradicciones entre sus aspiraciones celestiales y su insaciable avidez por el poder terrenal, todo gracias al fomento interesado de la culpa y el miedo.

Os cuento esto a raíz de estar de regreso en Uganda para realizar un nuevo reportaje junto a Jon Sistiaga para Canal Plus, en esta ocasión sobre la persecución de homosexuales. Y resulta que uno de sus protagonistas podría ser uno de estos pastores multimillonarios.

«No hay mejor forma para hacerse rico en África que montarse un templo evangélico y buscar una congregación de Estados Unidos que te apoyo», nos dice Charles, nuestro productor local, mientras debatimos sobre el personaje y su enorme fortuna.

Jets privados, mansiones, estadios

A la espera de saber si este hombre de abultada fe y billetera nos recibirá, algunos datos para abrir boca sobre sus pares en Nigeria:

Al frente de la llamada Iglesia de Los Ganadores, David Oyedepo, es el pastor más rico de África. Se estima que su fortuna ronda los 150 millones de dólares. En el año 2011 se compró un jet privado por valor de 30 millones de dólares. Su cuarto avión personal.

Es dueño también de un estadio llamado «El tabernáculo de la fé» con capacidad para 50 mil personas sentadas. En este lugar ofrece tres servicios cada domingo.

Entre otros negocios tiene una editorial, una universidad y posee casas en EEUU y Europa.

Le sigue Chris Oyakhilome con 30 millones de dólares en la cuenta de banco y no pocas excentricidades como una cadena de televisión His Loveworld TV Network, que transmite plegarias las 24 horas al día desde África a los cinco continentes.

El resto de la lista, aquí. Y un gran documental sobre el tema para quien le interesa saber de qué forma se puede hacer uno rico en base a las necesidades de guía, consuelo y certidumbres de los demás. Amén.

El despegue económico de África desde Kibera, la barriada más grande del continente

La multitud de grúas que hasta cinco años poblaban los cielos de España parecen haber migrado hacia el sur, en dirección contraria a las pateras, para recalar en algunas capitales de África. O al menos esa es la sensación que tengo al recorrer Nairobi y descubrir la cantidad de carreteras y urbanizaciones que se están construyendo.

Los primeros edificios se levantan en el centro de Kibera, el que fuera durante décadas el barrio de chabolas más grande del mundo. Enero 2013. Foto: Hernán Zin.

Los primeros edificios se levantan en el centro de Kibera, el que fuera durante décadas el barrio de chabolas más populoso de África, con más de un millón de habitantes. Foto: Hernán Zin. Enero 2013

En estas páginas ya he escrito en numerosas ocasiones sobre el nuevo mundo en el que estamos viviendo. Un mundo muchos más polifónico, compartido, donde el hombre blanco ha perdido el liderazgo tras varios siglos de ejercerlo con tantas luces como sombras.

Un nuevo orden mundial al que bauticé de los “7.000 millones” porque este es el número de habitantes del planeta que marca el cambio de ciclo. Por supuesto que no se trata de un movimiento lineal, pues está hecho de avances y retrocesos, pero sin dudas nos encontramos ante un punto de inflexión en la historia.

China como referente

Y como muestra de los tiempos de vertiginoso cambio, nada mejor que el continente africano, que crece a ritmos extraordinarios mientras que esta Europa envejecida, falta de reflejos, languidece.

Siete de los diez países que más crecen en el planeta se encuentran allí. En ningún otro lugar aumentan tanto las ventas de móviles o la creación de nuevas rutas aéreas.

Africa Confidential publica esta semana un exhaustivo análisis sobre el boom económico en algunas regiones del continente y compara lo que está ocurriendo con el despegue experimentado por China en los años 80, al tiempo en que advierte de los desafíos que aún debe afrontar.

Una China que le ha robado a Europa y EEUU el papel de referente en el África subsahariana. Lo vimos en este blog en la República Democrática del Congo, en Uganda, y por supuesto, lo he visto una vez más estos días en Nairobi.

Turistas indios

Las carreteras de la capital keniana las están haciendo mayoritariamente los chinos. Y allí se los ve, a pie de obra, junto a los obreros. Escuelas de negocios, bancos. Pero también, otro fenómeno, aún más novedoso: el turismo.

Un buen amigo, guía en Masai Mara, me decía que ya más del 50% de sus clientes eran indios o chinos. Algo que también he descubierto en los centros comerciales y en las discotecas de Nairobi, donde antes la mayoría de los expatriados eran occidentales y hoy son chinos.

Pero de todo este proceso, lo que más me ha fascinado es lo que está ocurriendo en Kibera, el barrio de chabolas más grande de África. Desde sus callejuelas escribí las primeras entradas de este blog hace casi siete años. Esas mismas arterias que hoy, finalmente, están siendo convertidas en avenidas como contaré en la próxima entrada…

El ascenso de la clase media en África

En más de una ocasión lo hemos apuntado en este blog que desde hace cinco años nos lleva periódicamente a África: no son pocos los cambios positivos que están teniendo lugar en el continente.

¿Las razones? Entre otras, el aumento sostenido de los precios de las materias primas, el acceso masivo a la información – en especial a través de los teléfonos móviles -, el avance más o menos generalizado hacia la democracia, con gobiernos que empiezan a responder a las necesidades de sus ciudadanos, y las vastas migraciones del campo a la ciudad que hemos descrito en estas páginas desde barrios como Kibera o Korogocho.

Lo confirma el Banco Africano de Desarrollo, que en su último informe sostiene que la clase media se ha triplicado a lo largo de los últimos treinta años. En perspectiva, la progresión ha sido así:

. 1980: 111 millones, 26% de la población.

. 1990: 151 millones, 27% de la población.

. 2000: 196 millones, 27.2% de la población.

. 2010: 310 millones, 34% de la población.

En términos más simples podríamos sostener que un tercio de los africanos forma parte ahora de la clase media mientras que hace una década no llegaba al 25% de los habitantes del continente.

La letra pequeña

Pero si leemos la letra pequeña del informe, como bien señala The Economist en su último número, veremos que no es oro todo lo que reluce y que este proceso dista de estar consolidado:

. Basar el crecimiento en los ingresos provocados por las materias, como pasa también en partes de América latina, resulta siempre una apuesta arriesgada debido a la fluctuación de los precios de estas mercancías.

A primera vista no parece que China, principal inversora en África, vaya a dejar de necesitar ingentes cantidades de insumos en el corto plazo para su gran factoría global, pero es indispensable que los gobiernos utilicen este capital para desarrollar el tejido productivo de cada país.

. Ser clase media no implica lo mismo en Europa que en África. El informe estima que para formar parte de esta ascendente franja social, un africano debe poder comprar productos por un monto superior a los 3.900 dólares al año.

El problema es que dos terceras partes de estos 310 millones de personas su ubican en la frontera de la clase media, con unos ingresos diarios de entre dos y cuatro dólares. «Podrán comprar un teléfono, una lavadora o una televisión, pero no las tres al mismo tiempo», sentencia The Economist.

Desigualdades regionales

. También hay que observar con lupa el persistente desequilibrio regional: es en los países del norte de África donde la clase media está más afianzada. Al sur del Sáhara todavía queda mucho por hacer, especialmente en educación, acceso a la sanidad, infraestructuras y seguridad jurídica. Elementos estos últimos que las clases medias del norte damos por descontados.

Eso sí, ya no sólo tenemos que hablar de Botsuana o Sudáfrica cuando nos referimos a países relativamente bien gestionado y con perspectivas de futuro; ahora debemos incluir a Kenia, Ghana y Namibia.

En definitiva, si miramos el lóbrego pasado de explotación colonial del continente, su uso y abuso por parte de las grandes potencias también durante la Guerra Fría, sus recurrentes hambrunas y conflictos tribales, no podemos más que concluir que son datos alentadores, que confirman lo que descubrimos en cada viaje de este blog, y que auguran que finalmente África tendrá su sitio en este siglo XXI multipolar y en vertiginosa transformación.

A modo de cierre, una fotogalería de la BBC que pone rostro a la clase media africana.

Foto: Dinesh Krishnan

El bueno, el feo y el malo: del mejor al peor presidente de África

No hace falta ser un experto en África para vislumbrar que uno de los principales lastres para el despegue del continente son sus gobernantes. El nepotismo tribal y la corrupción endémica podrían ser consideradas las señas de identidad de una clase dirigente que vive de espaldas a los ciudadanos.

Sostener que ha sido así desde los tiempos de la descolonización resultaría injusto. Claro que existieron delirantes como Idi Amin Dada o cleptómanos desvergonzados como Mobutu Sese Seko, pero también gobernaron en el continente personajes de la talla moral de Julius Neyrere, mejor conocido como mwalimu («el maestro» en kisuajili), que no dejó de conducir su humilde coche para ir cada día a su puesto de trabajo en Addis Abeba, y, por supuesto, Nelson Mandela.

Cabe preguntarse también de qué manera se habrían desempeñado hombres como Patrice Lumumba, de cuyo asesinato, ordenado por la CIA, la semana pasada se cumplieron cincuenta años. La nefasta intervención extranjera, ordenada y cartografiada tras la Conferencia de Berlín de 1884, fue seguida por la manipulación y la injerencia de la Guerra Fría.

Comunicación para la ciudadanía

Ya en este blog hemos apuntado en varias ocasiones que África, destino de la mayoría de nuestros viajes en los últimos años, está experimentando notables cambios. Una de las razones es la universalización del teléfono móvil. Hemos encontrado estos medios de comunicación desde la barriada de Kibera hasta las minas de oro en Kamituga.

El desarrollo tecnológico ha permitido a África pasar de casi no tener líneas fijas a estar vastamente comunicada a través de los móviles. Inclusive en nuestro reciente viaje a Mogadiscio nos recibió el típico mensaje de texto de la compañía local de telefonía. Y eso que, en la capital de Somalia, poco funciona, por no decir nada. Bueno sí, la guerra.

Según demuestra Túnez, y parece que ahora Egipto, una ciudadanía comunicada, informada, integrada a través de las redes sociales, resulta menos manipulable, tiene más herramientas para saber qué sucede a su alrededor y cuestionar a sus gobernantes. Sin contar la posibilidad de efectuar pagos, ahorrar y acceder al crédito que ofrecen sistemas como MPESA.

La primera vez que escuché esta teoría fue de boca de Mohamed Yunnus, el creador del Grameen Bank y posterior premio nobel de la Paz, cuando lo entrevisté en sus oficinas de Dhaka en 2001. Su proyecto más querido ya en esos tiempos no era el llamado “Banco de los pobres”, sino Grameen Telecom.

Periodismo Sur-Sur

Otro elemento fundamental que parece estar cambiando en África es el periodismo. Se trata de una apreciación muy subjetiva, pero quien escribe estas palabras tiene la certeza de que cada vez lee crónicas más afiladas, profundas y estimulantes en la prensa africana.

En este sentido, The Economist señalaba el surgimiento de la prensa del Sur y para el Sur, con Al Yazira a la cabeza, como signo de los tiempos que estamos viviendo de fragmentación del poder en el mundo, de avance a paso raudo hacia un orden multipolar. Y la caída del despliegue y la influencia de la BBC y CNN.

Ejemplo de este periodismo es el reportaje que apareció en la revista de The East African, en el que se presenta un ranking del mejor al peor gobernante del continente. Las semblanzas de cada uno de estos líderes, trazada no sin ciertas dosis de humor, para la próxima entrada del blog, pues merece una descripción exhaustiva y esta va quedando ya muy farragosa.

Sólo agregar que en los últimos puestos de la lista están, como alguno de vosotros habrá atisbado a estas alturas:

. Sharif Ahmed (Somalia)

. Idriss Deby (Chad)

. Teodoro Obiang (Guinea Ecuatorial)

. Omar Al-Bachir (Sudán)

. Isaias Afwerki (Eritrea).

En la foto, la mirada que le dedica Robert Mugabe a Morgan Tsvangirai habla por si sola. También os dejo una pregunta: ¿en qué puesto creen que está Paul Kagame? No vale leer el reportaje.

El menguante poder de las petroleras occidentales en África

Hace pocos días escuchaba a un contertulio de radio pronunciar una inflamada e indignada intervención sobre la rapiña de las empresas petroleras occidentales en África.

No me sorprendió por los antecedentes que hay en esta materia: desde la brutal política colonial europea – con el rey Leopoldo II como cumbre de la mentira y la barbarie imperialista-, pasando por el expolio realizado por las conocidas como «Siete hermanas» – bautizadas así cono ironía por Enrico Mattei y antecesoras de BP, Exxon Mobil, Shell y Chevron en los tiempos previos a la OPEP -, y en los años noventa con incidentes como el asesinato del activista nigeriano por los derechos humanos Ken Saro Wiwa, en el que estuvo involucrada la empresa Shell y cuyo juicio seguimos el año pasado en este blog.

Tampoco me sorprendió pues el desplazamiento del poder de EE UU y Europa hacia lugares como China, India y Brasil – fenómeno al que podríamos denominar «el final de dos siglos de dominación del hombre blanco en el mundo» – está teniendo lugar a velocidad tan vertiginosa que a muchos los encuentra con el discurso novedosamente obsoleto, caduco por horas, cambiado de pie.

Nuevo escenario, nuevos análisis

No seré yo quien defienda ciertas prácticas de las empresas occidentales en el extranjero, pero tampoco parece acertado en el actualidad seguir aplicando algunos modelos para dar explicación a los problemas del mundo, pues no los explican.

Avanzamos hacia un futuro multipolar, carente de un poder hegemónico, concurrido de numerosos actores no ausentes de peso específico poblacional, financiero e industrial, en el que los hilos del poder se muestran cada día más intrincados, y nuestra mirada tiene que ser capaz de descubrir estos matices sino quiere caer en la retórica hueca, carente de fundamento.

Datos sobre la mesa

En este sentido, recomiendo enormemente la lectura del libro Poisoned Wells, de Nicholas Shaxson, periodista colaborador de The Economist, del FT y del siempre extraordinario Africa Confidential. Un par de párrafos e ideas como muestra:

En 2006, Energy Intelligence publicó un índice de compañías petroleras que debe haber sorprendido a muchos. Exxon Mobil, que tiene un valor de mercado similar al de Wal-Mart y Microsoft, estaba en el puesto decimotercero de este índice, por detrás de dos compañía africanas y con apenas una vigésima parte del tamaño de una empresa llamada Aramco.

Aramco es la compañía estatal de Arabia Saudí, que gestiona unas reservas de 260 mil millones de barriles. Las africanas son las estatales de Nigeria y Libia, con unos 20 mil millones de barriles por cabeza. Exxon se queda con apenas unos 12 mil millones. BP, Chevron, Total y Shell son aún menores en tamaño.

Mucha gente tiene la idea de que las compañías occidentales son agentes del imperialismo que fuerzan a los estados africanos a aceptar los dictados de Washington y Londres […] Pero los grandes países productores africanos ingresan entre el 70 y el 90% del beneficio en sus arcas, una vez que se han pagado los gastos de desarrollo, dejando un modesto margen para las empresas privadas. El hombre blanco y sus empresas no tira más de los hilos de África.

Quiero ser chino

Otro factor importante en este escenario es el desembarco de China, que en menos de un lustro de presencia en el continente ha superado en inversión a Occidente. Unos 107 mil millones de euros anuales según The Economist. Los gobernantes africanos tienen nuevos compradores, que ni siquiera – aunque sea en la retórica – se preocupan por los derechos humanos, como demuestra el apoyo de Beijing a Sudán a pesar del genocidio de Darfur.

Una presencia que cualquiera que haya estado recientemente en África habrá notado: desde las escuelas chinas de negocio hasta el asfaltado de carreteras y la explotación de minas. Así como hace veinte, treinta o cuarenta años, no pocos soñaban con ser estadounidenses, con empaparse de la pujanza de sus profesionales y hombres de negocio; hoy el anhelo de muchos en los países ascendentes es aprender de China.

Para más información sobre este tema, que no es de poca importancia debido a la miseria y la violencia que suelen generar en África estos recursos naturales – dejando al margen estados como Bostwana -, no sólo el libro de Nicholas Shaxson, sino también sitios con información más actualizada como African Energy.

Las guerras del agua

Regresar al hotel tras una jornada de trabajo en algún país del África subsahariana. Encender la luz de la habitación, conectarse a Internet y leer los correos electrónicos, abrir el grifo para tomarse una ducha.

No en pocas ocasiones me he encontrado a mí mismo reflexionado sobre lo extraordinario de estos actos que en nuestras existencias cotidianas damos por garantizados. En especial, la posibilidad de contar con agua corriente. La extraña y perturbadora certeza de ser una de las pocas personas en cientos o miles de kilómetros a la redonda que goza de semejante privilegio. Pensar que la mayoría de aquellos a los que has entrevistado, que te han ayudado a realizar el trabajo o que simplemente se han cruzado en tu camino, nunca en sus vidas van a poder hacer eso: abrir el grifo y meterse bajo una ducha.

Pero no se trata sólo de que el 40% de los habitantes del subcontinente no tiene agua potable. La responsabilidad de conseguir este recurso ha sido tradicionalmente asignada a mujeres y niñas. Según datos de la ONU, ellas dedican entre cinco y ocho horas diarias a transportar el agua hasta sus viviendas, con la consecuente pérdida de oportunidades de estudio y de progreso laboral que esto implica.

Una realidad que acentúa la desigualdad de género. Y que, además, como vimos en alguna oportunidad al investigar sobre la violación como arma de guerra, hasta pone en riesgo su seguridad. Buena parte de las agresiones sexuales tienen lugar cuando las mujeres se alejan del campo de refugiados o de la aldea para buscar agua.

Estados fallidos y dictaduras

Si hay algo que define el paisaje del África profunda es justamente este constante devenir por los caminos de tierra de mujeres y niñas cargadas de bidones, latas y cubos. A nivel mundial estamos hablando de 844 millones de personas que carecen de agua corriente. Más de diez mil personas, la mitad niños menores de cinco años, mueren a diario como consecuencia de enfermedades provocadas por el agua contaminada, no saneada: fiebre tifoidea, cólera, hepatitis A, diarrea, dengue, polio, salmonelosis…

Y si hay algo que definirá la fisonomía política y social del África futura será la confrontación por el agua. Ya en 2007 viajamos en este blog a Etiopía para ser testigos de las luchas armadas de los nómadas afar, acorralados por la sequía, la enfermedad y la muerte de sus animales (ver vídeo). Escenario que se repite en el norte de Kenia, entre los turkana, y que se está expandiendo por el subcontinente como consecuencia del cambio climático y el calentamiento global.

El informe Global Warming and Climate Change, que será presentado mañana en Casa Asia-Madrid, alerta además del potencial surgimiento de regímenes autoritarios y Estados fallidos en las próximas tres décadas.

Foto: Niños campo de desplazados Uganda (HZ).

El hombre del millón de chelines

Como si se tratase de un extranjero en su propia tierra, cuando recorre las calles del barrio de chabolas de Kibera, Wycliffe Ambeyi escucha que los vecinos lo llaman muzungu (voz kiswahili que significa “hombre blanco”). Si lo acompaña este reportero a lo largo del camino, no falta el ingenioso que le dice guiñando el ojo: “Eh muzungu, que te has traído a tu hermano”.

Pero Wycliffe recibe otros apodos que no sólo hacen alusión al inusual color de su piel, sino que le recuerdan los brutales crímenes que en los últimos años se han cometido contra albinos en la vecina Tanzania.

“Algunos me llaman hot cake, bromeando sobre el valor que tiene mi cuerpo para los tanzanos. Tengo un amigo que me dice que soy el hombre de la piel del millón de chelines”.

¿Cómo lo afectaron los crímenes que se cometieron en Tanzania? Explica que desde que supo de ellos a través de las noticias se ha sentido más discriminado y observado que nunca. También dice que tiene miedo, pues no ve reacción alguna por parte del gobierno de Nairobi, algo que sí hizo el ejecutivo de Dar el Salaam.

“Me preocupa que esta idea de que nuestra piel es un talismán para hacerse rico y de que partes de nuestro cuerpo sirven para curar el sida cruce la frontera y se expanda por Kenia”, continúa.

Que haya quienes creen que los albinos pueden tener algún poder para terminar con el HIV resulta paradójico en el caso de Wycliffe, según delata el “Cuaderno de vida” que yace sobre la angosta mesa que recorre de un lado a otro la chabola en la que pasa las horas junto a su mujer, Phoebe, y sus dos hijas: Mary Ann, de dos años, y Grace Amondi, que acaba de cumplir seis.

“Mi vida no ha sido sencilla. Desde que nací lucho contra la discriminación. Sonrío, hablo, me hago amigo de las personas para demostrarles que soy igual que ellas, que no tienen nada que temer, que por ser albino no soy más débil ni menos trabajador. Por eso todo lo que ha pasado en Tanzania es tan negativo. Alimenta unos mitos sobre nosotros que si se propagan nos pueden llegar a costar la vida”.

(Foto: HZ)

Continúa…

El blues de los niños soldado del Congo

Madrugamos para dirigirnos al cuartel general de la operación Kimia II, que está ubicado en la antigua residencial de Mobutu Sese Seko, el dictador cleptómano y corrupto por antonomasia. Amanece sobre el lago Kivu, cuyas orillas están salpicadas de antiguas mansiones coloniales belgas a cuyas espaldas se levantan las precarias casas de adobe y lata de los barrios más pobres de Bukavu.

A lo lejos vislumbramos a las tropas del FARDC, el ejército gubernamental, que se preparan para partir hacia la región de Shabunda en el marco de la operación Kimia II, destinada a terminar con la presencia de fuerzas hutus en territorio congoleño. Gracias a la autorización del coronel Delfin Kahimbi, nos disponemos a acompañar a estar fuerzas para conocer de primera mano el desarrollo de esta cuestionada operación militar.

Mientras esperamos a que esté todo listo para partir, en la parte del cuartel donde funciona el helipuerto descubrimos a un grupo de jóvenes vestidos con uniformes militares. Preguntamos a los oficiales: se trata de niños soldado que acaban de salir de la selva para entregar las armas y volver a la vida civil.

Cambio de planes

Nueva autorización del coronel Kahimbi – que ya nos había manifestado su intención de terminar con el empleo de menores en la guerra – y repentino cambio de planes: dejamos a un lado por el momento la operación Kimia II y nos centramos en los jóvenes. Tomamos la decisión de seguir a los niños durante los primeros días para ver cómo progresan, cómo se adaptan a la nueva realidad en que se encuentran, qué esperan del futuro.

Uno de los coordinadores del hogar de tránsito de la organización BVES – cuyos proyectos conocimos el año pasado – entrevista a cada uno de los niños. Anota el acrónimo de la fuerzas de las que formaban parte, el nombre de sus comandantes, el rango que tenían, la manera en que fueron reclutados, la zona de la que son originarios, el nombre de sus padres. Un proceso que demora horas. Vital para que la Cruz Roja rastree a sus familias. Importante en estos momentos para los militares, pues quieren separar a los menores de los adultos.

Al final, de los 32 presentes sobre la explanada, 29 son calificados como niños soldados. Tras un discurso de Kahimbi, que todos siguen en silencio bajo el sol, se les entregan ropas de civiles y se les señala una tienda en la que deben pasar para cambiarse. Lo hacen entre risas, con cierta vergüenza, como una suerte de juego. La última en entrar a es una de las dos niñas presentes (más adelante sabremos que ambas fueron sometidas a reiterados abusos sexuales).

Arriba un autobús de la ONU al que los niños marchan vestidos con sus vaqueros y camisetas, aunque descalzos. Algunos cantan, otros miran a la nada con incertidumbre, con evidente perplejidad ante el repentino cambio de escenarios y perspectivas en su vida. En el hogar de la organización BVES se les da la bienvenida. Su director, Murhabazi Nachegabe, les explica las normas básicas de convivencia: nada de peleas, respeto a los profesores.

Las reglas de convivencia

Después viene una clase de higiene básica y prevención de enfermedades, con especial énfasis en el sida. Los niños que ya están en el hogar, también ex soldados, ayudan a los coordinadores a realizar la exposición (se suponía que iban a pasar un vídeo, hasta llevaron un antiguo televisor a la sala en la que estaban los muchachos, pero la ausencia de electricidad frustró los planes).

Llega la hora del baño y luego la comida. Los jóvenes con los que hablamos se muestran felices de haber dejado de ser soldados. «Era una vida muy dura. Comíamos mal, no dormíamos, nos trataban como animales«, afirma Joseph Tyne. Oriundo de Kivu Sur, tiene 15 años y presenta una importante herida además de tener los ojos visiblemente inflamados.

Por la tarde se les entregan sandalias (algunos se quejan de que no tienen cinturones). Continúan las entrevistas. El coordinador que habla con los jóvenes en busca contradicciones, alegatos falsos, en sus testimonios. Nos explica que a veces mienten por miedo a las represalias de sus antiguos comandantes.

Provienen en su mayoría de grupos de Kivu Norte como el CNPD, los Mai Mai y Pareco, que se han ido integrando al ejército congoleño a través del proceso de Amani. De allí la capacidad del coronel Kahimbi de exigir a sus mandos que enviasen a Bukavu a cuantos niños soldados hubiese en las unidades.

Ansiosos por volver

La primera noche en el centro de BVES no resulta tranquila. Peleas entre los recién llegados y los que ya estaban allí. Cristales rotos. Al día siguiente la tensión continúa. Los nuevos se niegan a entrar a clase. «No quiero estudiar, no quiero perder tiempo aquí, quiero volver a mi casa», afirma Joseph Tyne, que explica que en el futuro se dedicará a cultivar la tierra de su familia. En su caso, los hutus del FDLR lo secuestraron hace cinco años de la escuela y lo enrolaron por la fuerza en sus filas (patrón similar al de otros testimonios que ya recogimos en este blog).

Desde entonces nada ha sabido de los suyos. El programa de desmovilización establece como plazo máximo tres meses de permanencia en el hogar. Otro de los jóvenes nos explica que sí quiere aprender a escribir y leer, pero cuando esté de regreso en su aldea, no ahora.

La tensión se atenúa al tercer día con la llegada de los miembros de la Cruz Roja que comienzan a recopilar datos de los menores para ponerse en contacto con sus familias. El final de la agonía parece más tangible. Nos comprometemos con algunos de ellos a que los iremos a visitar cuando estén de vuelta en sus hogares. Y así esperamos hacerlo en nuestro próximo viaje al Congo, para conocer cómo han sido recibidos, si han conseguido reintegrarse en la vida civil, o si han vuelto a las armas, y qué obstáculos y desafíos deben enfrentar.

(Fotos: HZ)