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Qué es y qué no es la misión de la OMS en China sobre el origen del coronavirus

Después de cumplir la obligada cuarentena, ha comenzado su trabajo el grupo internacional de diez expertos independientes seleccionados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para investigar el origen del coronavirus de la COVID-19 en la ciudad china de Wuhan. El equipo incluye además a otros cinco expertos de la propia OMS, junto con representantes de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y de la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE).

La presencia de delegados de estos dos últimos organismos se encuadra dentro de la corriente One Health, un enfoque que ha crecido desde comienzos de este siglo y que aborda las amenazas globales a la salud en la intersección entre medicina, sanidad animal y conservación medioambiental, ya que las tres están muy relacionadas: la destrucción de hábitats, la caza furtiva, la ganadería o los mercados de animales salvajes potencian el contacto de los humanos con especies portadoras de posibles virus zoonóticos emergentes.

No es la primera vez que los expertos de la OMS se desplazan a China con motivo de la pandemia del SARS-CoV-2. Hace casi un año, antes de que el brote creciera a la magnitud que después alcanzó, el organismo de la ONU envió una primera misión destinada a analizar en detalle a qué nos estábamos enfrentando. Ahora, un año después, se trata de iniciar in situ un largo proyecto de investigación coordinado con el fin de «contribuir a mejorar la comprensión de los orígenes del virus y ayudar a fundamentar futuros estudios, mejorando así la preparación global y la respuesta al SARS-CoV-2 y a las enfermedades zoonóticas emergentes de origen similar», según resume el documento que detalla el propósito de la misión. El objetivo a perseguir con esta investigación puede resumirse aún más: averiguar qué tipo de animal, cómo, cuándo y dónde transmitió el virus a los humanos.

Wuhan, enero de 2020. Imagen de SISTEMA 12 / Wikipedia.

Wuhan, enero de 2020. Imagen de SISTEMA 12 / Wikipedia.

El régimen de China, un país que no se distingue precisamente por su transparencia, ha interpuesto trabas al despliegue de esta misión, primero retrasando su planificación y después dificultando el acceso a su territorio a algunos de los miembros. Nadie ignora que, desde el comienzo del brote en Wuhan que después se convertiría en pandemia, el gobierno chino ha obstaculizado la difusión de la información relativa al nuevo coronavirus y su impacto.

Obviamente, la ciencia china está atada por las limitaciones y obligaciones impuestas por su gobierno, lo que, como ya he comentado aquí anteriormente, supone un riesgo para la ciencia global cuando el país asiático está ascendiendo progresivamente hacia el primer puesto de la producción científica en el mundo.

Pero frente a esto, conviene también hacer dos comentarios. Primero y pese a todo lo anterior, es justo reconocer el empeño de la ciencia china en abrirse al mundo y adoptar los estándares internacionales. En la época de mi tesis en inmunología, en los años 90, era infinitamente más raro que ahora encontrar en este campo –muy relacionado con la pandemia– un estudio en una revista internacional de primera fila firmado solo por científicos chinos trabajando en China.

La mayoría del público ha oído hablar de las injerencias del gobierno en la difusión inicial de los datos de la pandemia, pero desconoce que la gran mayoría de la información científica inicial publicada, incluyendo el primer genoma del virus y el primer estudio clínico de la enfermedad, procedió de China. Los 10 estudios más citados por otros científicos sobre COVID-19 en los primeros seis meses de 2020 fueron todos chinos, algo que era impensable en anteriores ocasiones similares como el brote de SARS en 2002. Un reciente reportaje en Science explica que la ciencia china está cambiando, y que la pandemia ha sido un punto de inflexión en esta transformación; en la propia China hay numerosos grupos investigando el origen del virus.

También es importante deslindar lo que la OMS pretende hacer en China de lo que las teorías conspiranoicas afirman que no va a poder hacer. No, el virus SARS-CoV-2 no es de origen artificial, y la misión de la OMS no tiene nada que ver con esto. La tecnología para crear un virus no existe en el planeta Tierra, y si este virus hubiese sido manipulado a partir de uno natural para obtener una ganancia de función, algo que sí se ha hecho anteriormente en varias ocasiones, no solo quedarían en su genoma huellas del procedimiento, sino que además el diseño del virus –incluso con la ayuda de inteligencia artificial– habría sido bastante diferente.

Otra cuestión bien distinta es la posibilidad de que el virus escapase de un laboratorio mediante la infección inadvertida de uno de sus trabajadores, bien a partir de animales recogidos de la naturaleza o de tejidos o cultivos celulares infectados. Esto ocurre con mucha más frecuencia de lo que el público imagina: el virus de Marburgo, un pariente del ébola, se denomina así precisamente porque se descubrió en dicha ciudad alemana, donde varios trabajadores de un laboratorio lo contrajeron de monos africanos albergados allí. El último caso de viruela en 1978 se originó también en un laboratorio. El Centro para el Control de Enfermedades de EEUU registró entre 2005 y 2012 nada menos que 1.059 incidentes de exposición accidental de personal de laboratorios a agentes patógenos; más de mil solo en EEUU y solo en ocho años.

Pero a este respecto, si de algo podemos estar seguros es de que la misión de la OMS no va a descartar por completo esta posibilidad si no está convencida de que puede descartarla, algo que no ocurrirá si los expertos encuentran trabas por parte de las autoridades chinas durante sus investigaciones. E incluso aunque pudiera demostrarse una fuga de un laboratorio, algo extremadamente difícil de probar, la OMS también ha aclarado que no se trata de buscar culpables. La ciencia solo busca explicaciones y maneras de evitar futuros errores.

Más allá de todo esto, el origen natural de la zoonosis continúa siendo la hipótesis de consenso. No parece que el salto inicial del coronavirus a los humanos se produjera en el mercado de marisco de Wuhan, ni que saltara directamente desde los murciélagos o los pangolines, aunque la misión de la OMS también contemplará estas hipótesis. Pero la estimación actual incluye más de 500 especies que han podido actuar como origen y reservorio del virus entre su antepasado en los murciélagos y el actual en los humanos. Científicos del Instituto de Virología de Wuhan apuntan al visón como un posible sospechoso de la transmisión inicial, mientras que la propia OMS ha subrayado una prevalencia del virus sospechosamente alta en los gatos de Wuhan durante el comienzo del brote.

Frente a todo lo anterior, o más bien teniendo en cuenta todo lo anterior, si algo debe subrayarse es que existen muy pocas esperanzas de que esta misión de la OMS consiga averiguar el origen del virus, como han reconocido los propios integrantes del equipo. Es peor que la aguja en el pajar. El proyecto incluye una posterior segunda fase más a largo plazo en la que se analizará la posibilidad de que el virus estuviera presente en otros lugares de China y del mundo antes del brote de Wuhan, algo que aún tampoco ha podido descartarse. Estamos solo al comienzo de una búsqueda que tal vez nunca llegue a resolverse con éxito.

Las restricciones de viaje en China solo retrasaron la expansión del coronavirus, no la redujeron

A finales de febrero, una misión de la Organización Mundial de la Salud (OMS) a China para estudiar la situación respecto al nuevo coronavirus SARS-CoV-2, causante de la COVID-19, publicó sus conclusiones en un informe. «La atrevida estrategia de China para contener la rápida expansión de este nuevo patógeno respiratorio ha cambiado el curso de una epidemia mortal de rápida escalada», concluía el informe de la OMS.

La conclusión de la OMS se basaba en lo observado in situ: mientras que pocas semanas antes los hospitales y el personal sanitario en varias ciudades chinas no daban abasto, en cambio la delegación de la OMS encontró entonces camas vacías, un crecimiento cada vez menor del número de casos, e incluso las autoridades encontraban problemas para reclutar grupos suficientes de pacientes válidos para los numerosos ensayos clínicos de tratamientos experimentales.

Con estas conclusiones, la OMS validaba lo que el mundo entero antes había aplaudido: el cierre a cal y canto de la ciudad de Wuhan y otros enclaves afectados, que restringía drásticamente la libertad de desplazamiento de las personas. Al observarse una clara correlación entre la adopción de estas medidas y la desaceleración de la epidemia, el organismo validaba la eficacia del abordaje del problema por parte de las autoridades chinas. El mundo entero se reafirmaba en su aplauso, y comenzaba a valorarse en otros países hasta qué punto era posible, dado que sí era deseable, aplicar medidas similares extremas para contener la epidemia.

Policías patrullando el aeropuerto de Wuhan en enero de 2020. Imagen de Chinanews.com / China News Service / Wikipedia.

Policías patrullando el aeropuerto de Wuhan en enero de 2020. Imagen de Chinanews.com / China News Service / Wikipedia.

Pero correlación no significa causalidad. Como este blog y otros muchos medios de contenidos científicos no nos cansamos de repetir, el hecho de observar una coincidencia entre la evolución de dos parámetros no implica necesariamente que exista una relación de causa y efecto entre ambos. Para que esta asociación deje de ser simplemente una curiosa coincidencia, es preciso demostrar que existe esa relación causal. Lo cual no siempre es posible o fácil. Pero cuando no puede confirmarse este vínculo, lo observado debe quedar solo como una sospecha sugerente, sin dar por hecho que dicha relación está demostrada.

Por supuesto, en el caso de las medidas de las autoridades chinas es imposible saber qué hubiese ocurrido sin la imposición de tan drásticas medidas, ya que no podemos rebobinar el tiempo y volver a correr el experimento cambiando las condiciones. Pero gracias a la ciencia y la tecnología, al menos podemos recurrir a una herramienta de cierta fiabilidad: la simulación.

La simulación es un modelo matemático que se alimenta con todas las variables de las que es posible disponer. Una vez construido el modelo, se introducen en él las condiciones que uno quiere evaluar; en un caso como el que nos ocupa, las condiciones iniciales extraídas del mundo real. A continuación los investigadores pueden ir tocando palancas (en sentido figurado) para cambiar distintas variables, y el modelo se encarga de contarnos qué puede ocurrir en el futuro, o qué habría ocurrido si…

En un estudio publicado esta semana en la revista Science, investigadores de Italia, EEUU y China han publicado los resultados de un modelo matemático de simulación destinado a evaluar cuál ha sido el efecto real –todo lo real que una simulación puede aportar– de las restricciones de movimiento aplicadas en China durante la primera fase explosiva de la epidemia del coronavirus. Y qué habría pasado si dichas medidas no se hubieran aplicado.

Y, oh, sorpresa.

Según escriben los autores, «la cuarentena de viajes en torno a Wuhan solo ha retrasado modestamente la expansión de la epidemia a otras áreas de China». Según el modelo utilizado por los científicos, lo único que logró el cierre de la ciudad de Wuhan decretado el 23 de enero fue retrasar entre tres y cinco días la expansión de la epidemia en China. Cuando a comienzos de febrero las aerolíneas comenzaron a suspender los vuelos a y desde China, inicialmente se frenó la expansión del virus al resto del mundo. Pero incluso con una reducción de los viajes del 90%, lo único que se consigue es un retraso de dos a tres semanas en el crecimiento de la epidemia en otros países.

Así pues, las conclusiones del estudio no avalan la tesis de la OMS de que la estrategia aplicada en China «ha cambiado el curso» de la epidemia, sino que simplemente la ha retrasado.

Por supuesto que las predicciones de un modelo matemático, cuando se trata de una materia de tanta complejidad como la epidemiología, no deben tomarse como verdades grabadas en piedra; no tenemos más que ver las enormes variaciones entre los resultados de distintas investigacones con respecto a las predicciones de la evolución de la epidemia de aquí unos meses. Pero, al menos, en las intensas reuniones que las autoridades sanitarias de decenas de países mantienen, debatiendo las medidas a aplicar, encima de todas esas mesas no debería faltar este número de la revista Science para imponer un poco de cordura entre el caos.

La anterior no es la única conclusión del estudio. Además de decirnos qué es lo que en el fondo no sirve, que desde luego está muy bien saberlo, por fortuna los investigadores nos cuentan también qué es lo que sí sirve: la detección temprana, el aislamiento de las personas infectadas, la cuarentena voluntaria de quienes sospechan que podrían estar enfermos y, una vez más, el lavado de manos, son las medidas que tienen un mayor impacto en la contención de la epidemia. «Mirando hacia delante, las restricciones de viaje en las áreas afectadas por la COVID-19 tendrán efectos modestos, y el mayor beneficio para mitigar la epidemia vendrá de las intervenciones en la reducción de la transmisión», escriben los investigadores.

Por último, también ayer Science publicaba un artículo –no un estudio–, escrito por el corresponsal de la revista en Shanghái, Dennis Normile, que explica por qué el control de temperatura de los viajeros en los aeropuertos no sirve para reducir la expansión de la epidemia. En este blog ya se ha aplaudido la decisión de nuestras autoridades sanitarias de no imponer una medida que, dijeron nuestros responsables, solo sirve para crear una falsa sensación de seguridad.

«La experiencia con otras enfermedades muestra que es excepcionalmente raro que estos controles detecten a los pasajeros infectados», escribe Normile. «Por ejemplo, la semana pasada, ocho pasajeros que posteriormente resultaron positivos en el test de COVID-19 llegaron a Shanghái desde Italia y pasaron los controles de los aeropuertos sin ser detectados. Incluso si los controles encuentran algún caso ocasional, no tiene prácticamente ningún impacto en el curso de la epidemia». Según señala en el artículo el epidemiólogo de la Universidad de Hong Kong Ben Cowling, «a largo plazo, las medidas destinadas a detectar infecciones en los viajeros solo retrasarán epidemias locales, pero no las evitarán».

Los órganos de los presos políticos impulsan el avance de la ciencia china

A finales de enero las autoridades chinas publicaron los primeros resultados de la investigación sobre He Jiankui, el científico que dijo haber creado los primeros bebés con genomas manipulados. Según la agencia estatal Xinhua, He falsificó la aprobación ética de su universidad y «condujo su investigación en busca de fama y fortuna personal».

La situación actual de He es confusa: se dijo que el investigador estaba bajo arresto domiciliario y que incluso podía enfrentarse a una sentencia de muerte, mientras que al parecer él mismo contó a un colega que se encontraba bien y que estaba vigilado por «mutuo acuerdo» para su propia protección, pero que tenía libertad de movimientos. En cualquier caso, parece confirmado que ha sido expulsado de su universidad y que aún deberá afrontar las consecuencias legales de sus presuntos delitos. Que no se sabe cuáles son; ni las consecuencias legales, ni los delitos.

El caso de He sirve para introducir lo que vengo a contar hoy: desde el principio ha sido una historia narrada en forma de rumores, desde los propios experimentos de He –que aún no se han publicado– hasta su situación actual –si es libre, ¿por qué no ha declarado públicamente para desmentir las alegaciones sobre su cautiverio?–. Y frente a esta opacidad informativa por parte de las autoridades chinas, ha contrastado su reacción exageradamente teatral a los experimentos de He, calificándolos como «extremadamente abominables».

Ahora la pregunta es: ¿reaccionarán estas mismas autoridades chinas con la misma contundencia contra su propia y extremadamente abominable práctica de trasplantar órganos extraídos de presos políticos y de condenados a muerte?

Operación de trasplante de órgano. Imagen de Global Panorama / Flickr / CC.

Operación de trasplante de órgano. Imagen de Global Panorama / Flickr / CC.

La revista BMJ Open ha dado a conocer un estudio dirigido por investigadores australianos, en el que se han analizado 445 trabajos de investigación publicados entre 2000 y 2017 por científicos chinos. En estos estudios, difundidos en revistas en lengua inglesa y con sistema de revisión por pares, se daba cuenta de un total de 85.477 trasplantes de pulmón, hígado o corazón.

Como puede imaginarse, toda investigación basada en trasplantes de órganos debe ir acompañada por la aprobación ética de los procedimientos, incluyendo la fuente del material trasplantado y el consentimiento del donante. Así lo exigen los estándares internacionales de la Sociedad de Trasplantes. Pero en el caso de China, investigaciones anteriores ya habían hecho notar una discrepancia entre las cifras de donantes de órganos y el número de trasplantes, y se ha alegado que muchos de los órganos trasplantados proceden de presos políticos y de condenados a muerte.

El nuevo estudio pone cifras a la situación: mientras que el 73% de estos estudios chinos dice contar con la aprobación de comités éticos, el 99% no especifica la donación voluntaria de los órganos, y el 92,5% no aclara si los órganos proceden de presos ejecutados. Más chocante, entre los que sí dicen no haber utilizado órganos de presos se encuentran 2.688 trasplantes anteriores a 2010, el año en que se puso en marcha el programa de donación voluntaria de órganos en China.

En un artículo publicado en The Conversation, dos de los autores del estudio escriben:

Un volumen creciente de pruebas creíbles sugiere que la recolección de órganos no se limita a presos condenados, sino que también incluye presos políticos. Por lo tanto, es posible –aunque no verificable en ningún caso particular– que las revistas revisadas por pares puedan contener datos obtenidos de presos de conciencia asesinados con el fin de extraer sus órganos.

Para añadir a lo ya de por sí extremadamente abominable, algunos de estos estudios se han publicado en la revista Transplantation, editada por la Sociedad de Trasplantes, la cual prohíbe la publicación de trabajos que incluyan trasplantes en los que no se especifique con total transparencia el origen de los órganos y su aprobación ética.

Los autores del estudio piden una moratoria para la publicación de cualquier trabajo sobre trasplantes procedente de China, y sugieren la celebración de una cumbre internacional en la que se solidifiquen los compromisos éticos que la comunidad médica y científica debe respaldar en relación con los trasplantes. Entretanto, solicitan la retractación de todos los estudios dudosos, algo que difícilmente va a ocurrir.

Un cartel contra la recolección de órganos para trasplante en China. Imagen de 上達 葉 / Flickr / CC.

Un cartel contra la recolección de órganos para trasplante en China. Imagen de 上達 葉 / Flickr / CC.

Hace unos días se ha celebrado en todo el mundo el año nuevo chino, una fiesta que ilustra cómo la superstición está fuertemente enraizada en todos los aspectos de la vida cotidiana en China, a un nivel que las sociedades occidentales han dejado atrás. Esto incluye también el gran arraigo de la pseudomedicina, por lo que el avance de la ciencia china es sin duda un progreso; ya he contado aquí que China está escalando hacia el primer puesto de la ciencia mundial en número de publicaciones, y que le está respirando en la nuca al líder, EEUU.

Pero mientras se discuten y condenan los abusos contra los derechos humanos en otros países, parece que China se mantiene fuera de todo debate, siempre que continúe fabricando productos baratos y comprando los nuestros.

La ciencia, que no es una institución sino simplemente el mejor sistema de conocimiento que ha inventado el ser humano, no debería caer en este juego de vendarse los ojos y doblegarse ante el yuan; su supervivencia y su credibilidad dependen de la transparencia y el respeto a los estándares éticos aceptados por la comunidad.

Las revistas científicas son negocios, y muy lucrativos. Pero si aceptan el abundante dinero de la investigación china tapándose la nariz, actúan en su propio beneficio perjudicando el fin al que sirven. Y facilitando que el liderazgo de la ciencia global caiga en manos de un sistema regido por la opacidad, la arbitrariedad y el abuso. Será una vuelta a tiempos más oscuros, cuando las instituciones políticas y religiosas decidían qué y cómo debía conocerse.

No, China no ha enviado gusanos de seda a la Luna, por una razón muy simple

Entre los diversos experimentos que la sonda china Chang’e 4 está llevando a cabo en la cara oculta de la Luna, los medios han mencionado la presencia de una minibiosfera, un pequeño contenedor sellado cuyo propósito es estudiar el desarrollo de ciertas especies terrestres en un hábitat de condiciones controladas sobre la superficie lunar. Según contaron la mayoría de los medios, la minibiosfera contiene semillas de algunas plantas como la patata, además de huevos de gusanos de seda. Lo cual resulta muy apropiado para una misión china, aparte de dar un buen titular.

Pero ¿realmente la Chang’e 4 lleva huevos de gusanos de seda?

No, no los lleva. Y la razón principal por la que esto no es posible es la más simple que pueda imaginarse: ¿qué iban a comer?

Gusanos de seda. Imagen de Fastily / Wikipedia.

Gusanos de seda. Imagen de Fastily / Wikipedia.

Entre los muchos logros científicos y tecnológicos del ser humano, no se cuenta el haber convencido a los gusanos de seda para que coman otro alimento diferente de las hojas de morera y otro puñado de especies relacionadas. Dado que la minibiosfera lunar de la Chang’e 4 solo lleva semillas de plantas, difícilmente sería viable conseguir una producción de hojas con la suficiente rapidez para abastecer a los voraces gusanitos una vez que los huevos eclosionaran. Morirían sin remedio.

Pero si es imposible que la Chang’e 4 lleve huevos de gusanos de seda, ¿por qué prácticamente todos los medios han contado esta historia? La explicación hay que buscarla en lo que ayer comenté sobre la escasa transparencia de la ciencia china.

En el campo de la exploración espacial, EEUU lleva una clara delantera en lo referente a información y comunicación; cualquier misión cuenta con una o varias miniwebs dedicadas, además de las páginas de las instituciones implicadas donde los científicos e ingenieros cuentan los proyectos y experimentos con todo lujo de detalles. A esto se añaden equipos de comunicación formados por verdaderos profesionales (debería ser siempre así, pero no lo es) que mantienen una intensa actividad en los distintos canales informativos. Incluso a nuestra Agencia Europea del Espacio (ESA) le cuesta alcanzar ese listón, que para otros países como Rusia o China está a una altura estratosférica.

En concreto, la versión en inglés de la web de la Adminsitración Nacional Espacial de China (CNSA) resulta muy escasa, sin detalles sobre misiones y con informaciones demasiado escuetas firmadas por la todopoderosa Xinhua, la agencia de prensa oficial del gobierno. Incluso la versión original en chino (el traductor de Google no hace milagros, pero sí apaños) parece más institucional que informativa.

Entonces, ¿dónde podemos encontrar información detallada y fiable sobre el proyecto de la minibiosfera lunar? Es posible que la historia original sobre los gusanos de seda proceda de una noticia publicada por Xinhua en abril de 2018, ocho meses antes del lanzamiento de la misión Chang’e 4. En aquella historia se decía que la CNSA había seleccionado el proyecto de entre más de 200 propuestas, y que contaba con la participación de 28 universidades chinas bajo la dirección de la Universidad de Chongqing.

Según la información de Xinhua, la minibiosfera constaría de un recipiente cilíndrico de aleación de aluminio de 18 cm de altura y 16 cm de diámetro, con un volumen neto de 0,8 litros (lo cual invita a suponer que el resto hasta los 3,6 litros estará ocupado por los equipos) y un peso de 3 kilos. Contendría agua, nutrientes y aire, además de instrumentos como una cámara y un transmisor de datos. La luz solar entraría a través de un tubo. En cuanto a las especies que vivirían en este pequeño mundo, Xinhua mencionaba semillas de patata y arabidopsis (una planta empleada como modelo vegetal en los laboratorios), y “probablemente algunos huevos de gusanos de seda”.

El esquema parecía más o menos claro: las plantas mantendrían el nivel de oxígeno en la minibiosfera mediante la fotosíntesis, que reconvertiría en oxígeno el CO2 producido por la respiración de los gusanos mientras crecen comiendo… espera, ¿comiendo… qué?

Parece que este pequeño detalle no estaba contemplado en aquella explicación del experimento, que Xinhua atribuía a “una conferencia sobre innovación científica y tecnológica de la Municipalidad de Chongqing”; no exactamente el tipo de fuente oficial que uno esperaría. Pero parece que aquella idea sobre los gusanos de seda fue recogida por algunos medios occidentales, y luego rebotada de unos a otros, hasta que los gusanos espaciales llegaron a servir de titular en los telediarios e incluso a colarse en la Wikipedia.

Salvo que jamás han existido. La lista (presuntamente) real de las especies presentes en la minibiosfera lunar de la Chang’e 4 la facilitaba Xinhua después del alunizaje de la sonda, el 3 de enero: algodón, colza, patata, arabidopsis, levadura y mosca de la fruta. Esto ya tiene bastante más sentido: las plantas requieren luz, agua y nutrientes, la levadura produce unos nutrientes a partir de otros sin necesidad de luz y las moscas de la fruta son poco exigentes en su alimentación, bastándose con caldos de cultivo como los que se utilizan para criarlas en los laboratorios.

Así pues, nada de gusanos de seda. Pero más allá de aclarar este falso dato, ¿cuáles son los detalles del experimento? Gusanos o no, es la primera vez que especies terrestres van a vivir y crecer en la Luna; si todo funciona según lo previsto, incluso habrá flores, las de arabidopsis. Pero aparte de la webcam que retransmitirá el devenir de aquel minúsculo jardín lunar, ¿con qué sensores cuenta el recipiente? ¿Qué datos van a recogerse? ¿Cuáles son los resultados esperados? A pesar de tratarse del primer experimento de vida en otro cuerpo celeste distinto de la Tierra (que sepamos, el primero en todo el universo), parece que con la ciencia china vamos a quedarnos, una vez más, a oscuras.

El avance de China amenaza con oscurecer la ciencia

El pasado día 3, cuando la sonda china Chang’e 4 se posó en la Luna, la televisión china CGTN y el diario China Daily publicaron sendos tuits anunciando el éxito de la misión. Un par de minutos después los retiraron. No fue hasta una hora después cuando la noticia volvió a aflorar, esta vez sin rectificaciones.

Naturalmente, los tuits en falso son algo habitual, y pueden deberse a infinidad de motivos. Pero cuando se trata de China, entre estos posibles motivos siempre destaca la sospecha del control y la censura de los medios por parte del gobierno. Aunque esto se da por supuesto cuando se trata de política, el progresivo ascenso de China hacia el primer puesto de la ciencia mundial amenaza con empañar la transparencia que es mecanismo esencial para que funcionen los engranajes del avance científico.

Imagen de David Shankbone / Wikipedia.

Imagen de David Shankbone / Wikipedia.

Claro que es justo reconocer el esfuerzo de China por adaptarse a los estándares internacionales de transparencia en la ciencia; no les queda otro remedio, ya que de lo contrario su producción científica no podría homologarse a la de otros países, no se publicaría en las revistas por las que debe pasar la ciencia para ser tal y por tanto China no entraría en esa carrera en el ranking global.

Pero esa apertura está muy lejos de ser suficiente. De hecho, en muchos casos es pura chapa y pintura: en el mundo de la ciencia se sabe que, por ejemplo, la regulación ética de la investigación en China es aproximadamente tan vinculante como un matrimonio oficiado por Carlos Sobera. Cuando el pasado noviembre el científico He Jiankui anunciaba el nacimiento de dos bebés con genomas retocados, las autoridades chinas reaccionaban con una indignación exagerada y algo teatral, teniendo en cuenta que los experimentos de He constaban en el registro de los proyectos teóricamente sometidos a aprobación ética.

Para rematar la faena, las autoridades chinas parecen haber recluido a He en arresto domiciliario bajo la custodia de hasta una docena de guardas armados, según han publicado varios medios, algunos de los cuales han intentado contactar con él sin éxito. Incluso se dice que podría enfrentarse a una sentencia de muerte. Todo ello sin haber cometido ningún delito; como máximo, He habría quebrantado un código ético, lo que podría justificar una sanción administrativa o económica y hasta su expulsión de la universidad, pero jamás una condena penal, y ya ni hablar de una ejecución. O una «desaparición».

Pero volviendo a la Chang’e 4, el progreso de China en la exploración espacial plantea una situación muy diferente a la que hemos vivido cuando el liderazgo en el espacio lo ostentaba EEUU (sería discutible si lo ha perdido, pero no que lo está perdiendo). Con todos sus defectos, si algo no se puede reprochar a la administración espacial estadounidense es su falta de transparencia. La maquinaria de comunicación de la NASA es un brillante modelo de esfuerzo informativo y divulgativo. Gracias a ello hemos podido asistir a todos los logros de EEUU en el espacio en primera fila, con retransmisiones en directo y siempre con una información exhaustiva e inmediata.

¿Y China? Algo hemos mejorado: antes de la Chang’e 4 ni siquiera solían informar puntualmente de los lanzamientos ni de los hitos de las misiones, ya no digamos retransmitirlos en directo. Esto es lo que escribía el periodista científico Stephen Chen en el periódico South China Morning Post, el diario de referencia de Hong Kong en lengua inglesa, a propósito del alunizaje de la Chang’e 4. «Plenamente consciente de los riesgos involucrados en la misión Chang’e 4, China decidió no retransmitirla en directo para reducir la presión sobre los científicos e ingenieros involucrados, según un investigador con conocimiento de la materia». Y si existe una web de la misión en la que se publique toda la información relevante y los datos recogidos por la sonda, desde luego yo no he sido capaz de encontrarla.

Todo lo cual, en último término, convierte la información sobre las misiones espaciales chinas en algo más parecido a rumores que a verdadera información, al menos hasta que se publiquen formalmente los resultados científicos, que pueden tardar meses. Si es que se publican. Mañana contaré un ejemplo concreto que ilustra cómo lo difundido sobre un experimento de la Chang’e 4 no solo es confuso, sino probablemente incorrecto.

La reconquista de la Luna, la gran carrera del siglo

La sonda china Chang’e 4 ha sido la primera en posarse sana y salva en la cara oculta de la Luna, la que permanece siempre invisible para nosotros debido al llamado acoplamiento de marea, que sincroniza la rotación lunar con su tránsito alrededor de la Tierra. En esta cara lunar solo existe otro artefacto humano, la Ranger 4 estadounidense, que en 1962 se estrelló según lo previsto, pero sin enviar datos a causa de una avería durante el descenso.

No es la primera vez que China conquista la Luna. En 2009 la Chang’e 1 fue estrellada deliberadamente contra la superficie lunar después de 16 meses en órbita. Su sucesora, la Chang’e 2, orbitó la Luna antes de partir para explorar el asteroide Tutatis. En 2013 la Chang’e 3 se posó en la cara lunar visible con su rover Yutu, siendo la primera misión en operar sobre la superficie del satélite terrestre desde la sovietica Luna 24 en 1976.

El rover Yutu 2, tras su descenso al suelo desde la sonda Chang'e 4. Imagen de CNSA.

El rover Yutu 2, tras su descenso al suelo desde la sonda Chang’e 4. Imagen de CNSA.

Sin embargo y a pesar de la novedad que supone pisar la cara oculta de la Luna –este hemisferio ya había sido fotografiado numerosas veces por sondas orbitales rusas y estadounidenses–, en realidad la Chang’e 4 es una repetición de la Chang’e 3, una misión de transición hacia el siguiente paso del programa lunar chino: traer muestras lunares a la Tierra, algo que hizo por última vez la Luna 24 y que será el objetivo de la Chang’e 5 en diciembre de este año y de la Chang’e 6 en 2020. Más adelante, en la década de los 30, llegará el gran salto de China a la Luna con las misiones tripuladas y la posible construcción de una estación lunar.

Desde que EEUU y la antigua URSS abandonaron la Luna como objetivo de sus landers (sondas aterrizadoras), el satélite terrestre se ha convertido en la meta de otras potencias emergentes. El próximo mes está previsto que India e Israel lancen sus respectivas misiones lunares no tripuladas, Chandrayaan 2 y Beresheet. Tras el retraso de la misión india, cuyo despegue estaba previsto para comienzos de este mes, ambas naciones compiten ahora por ser la cuarta del mundo que posa un aparato en la superficie lunar.

Otro país que quiere unirse al club lunar es Japón; después de la cancelación de la misión SELENE/Kaguya 2, la agencia nipona JAXA ha revitalizado el programa lunar con la intención de enviar una sonda robótica en un par de años y con la aspiración de plantear quizá más adelante misiones tripuladas.

Primera imagen de la superficie lunar enviada por la sonda china Chang'e 4. Imagen de CNSA.

Primera imagen de la superficie lunar enviada por la sonda china Chang’e 4. Imagen de CNSA.

Así, parece que para la próxima década se abre una nueva carrera lunar; pero a diferencia de la que EEUU y la URSS libraron en el siglo pasado, esta vez el motivo de conquistar la Luna no es meramente plantar una bandera, sino que también hay dinero en juego, el que puede rendir la explotación de los recursos lunares para el primero que se haga con ellos. Obviamente, este no es un objetivo inmediato, pero en el camino se abren grandes oportunidades de negocio para quienes aporten la tecnología necesaria. Es el viejo dicho: si hay fiebre del oro, vende palas.

Todo ello ha llevado a las potencias tradicionales a desempolvar sus programas lunares. EEUU, la Unión Europea y Rusia han reaccionado con nuevos planes y alianzas para no perder la posición de cabeza en la que promete ser, por ahora, la gran carrera espacial de este siglo.

Pero para quienes seguimos esta carrera desde las sillas de la grada, no será indiferente quién se lleve los triunfos. Según reflejaba esta semana el South China Morning Post, el diario de referencia de Hong Kong en lengua inglesa, algunos observadores chinos ven en esta nueva carrera una extensión de la actual guerra comercial entre China y EEUU. Y como contaré mañana, la ciencia y la exploración espacial pueden ser las víctimas inocentes de la opacidad informativa que envuelve toda guerra.

¿Puede un cambio de nombre ser letal para los elefantes?

Un elefante es un elefante es un elefante. ¿Qué importa cómo lo llamemos? Aún más, ¿en qué puede influir, fuera de los muros de la ciencia, que se le etiquete con un nombre científico u otro?

Un pequeño elefante huérfano toma su biberón en el David Sheldrick Wildlife Trust, en Nairobi (Kenya). Imagen de J. Y.

Un pequeño elefante huérfano toma su biberón en el David Sheldrick Wildlife Trust, en Nairobi (Kenya). Imagen de J. Y.

Sorprendentemente, las implicaciones pueden ser mayores de las que imaginarían, hasta el punto de que un cambio de nombre puede amenazar aún más la supervivencia de una especie en peligro de extinción. Piénsenlo por un momento: las leyes protegen a las especies, pero las leyes especifican los nombres de dichas especies. ¿Qué ocurre si los nombres cambian? ¿Podría una especie de repente encontrarse en un vacío legal que la desnude de toda protección?

En general, no. Pero puede ocurrir. Y precisamente esto es lo que cuenta un grupo de investigadores de Reino Unido y China en un estudio publicado en agosto en la revista Conservation Letters.

Los investigadores abordan el problema del cambio de nombre científico de las especies. El del elefante no es ni mucho menos un caso aislado; como conté ayer, y a medida que se aclara el dibujo de la filogenia evolutiva de las especies, muchas deben reubicarse y cambiar de denominación científica, lo que se conoce como nomenclatura binomial (género y especie, como Homo sapiens).

El problema surge cuando la legislación no recoge la nueva denominación. Los investigadores abordan específicamente el problema de China, un país donde tradicionalmente se ha masacrado a especies raras por la creencia de que partes de estos animales curan enfermedades humanas.

Aunque el gobierno chino (casi estaba tentado de escribir «los gobiernos chinos», pero no) firmó en 1993 el Convenio de Especies Amenazadas CITES y eso se tradujo en la retirada de su farmacopea tradicional de ingredientes como el cuerno de rinoceronte (acabo de publicar un reportaje sobre esto), lo cierto es que la Lista de Especies Protegidas establecida en la ley china no se actualiza desde 1989, según explican Zhou y sus colaboradores en el estudio.

En concreto, y según los autores:

Los nombres de 25 especies amenazadas, incluyendo 18 mamíferos, se han vuelto incongruentes con la ley china. Además, dos especies de primates, descubiertas recientemente en China, aún no se han incorporado a la ley. Otras seis especies de mamíferos se conocen por diferentes sinónimos en la ley china y en el CITES, dificultando la aplicación de políticas internacionales y la recopilación de datos de comercio ilegal de fauna.

Ya imaginan lo que esto supone. En palabras del estudio, la situación crea «una amplia gama de vacíos legales que potencialmente compromete la capacidad de perseguir el comercio ilegal de fauna». Aunque un tigre es un tigre, un abogado también lo es. Es un abogado, quiero decir, no un tigre.

Los autores concluyen que esta situación puede afectar a otros países, y que ello podría poner en peligro la protección de la fauna. «Recomendamos que los nombres científicos binomiales sean actualizados sistemáticamente en las 181 [hoy son ya 182] naciones firmantes del CITES», sugieren.

¿Afectará esto a los elefantes tras su previsible cambio de nombre? No en lo que respecta al elefante africano en China, dado que esta especie no es nativa del país y por tanto su comercio allí está regulado por las normas internacionales acordadas por los países firmantes del CITES. En cambio, sí podría afectar a los países donde el elefante africano es nativo, puesto que el comercio interior está fuera del ámbito de aplicación del CITES.

Pero el elefante asiático sí vive en China, por lo que el cambio podría concernirle en caso de que se viera afectado por la reorganización taxonómica. La Lista de Especies Protegidas de China ampara a la familia Elephantidae y específicamente al elefante asiático, Elephas maximus. Pero históricamente, la familia de los elefántidos ha sido como la casa de Gran Hermano, con distintos proboscídeos entrando y saliendo alternativamente a lo largo del tiempo; en el caso que nos ocupa, debido a las frecuentes revisiones taxonómicas. Esperemos que la nueva y aún pendiente no cree un nuevo agujero para el tráfico ilegal de especies amenazadas.

China termina su inmenso buscador de aliens

A partir de septiembre, la atención de todos aquellos interesados en la búsqueda de vida alienígena inteligente se volverá hacia un remoto rincón del condado chino de Pingtang, en la provincia de Guizhou. Allí, el Observatorio Astronómico Nacional de la Academia China de Ciencias acaba de anunciar la colocación del último de los 4.450 paneles triangulares del Telescopio Esférico de Apertura de 500 Metros (conocido por sus siglas en inglés como FAST), el que desde ahora es el mayor radiotelescopio del mundo de plato único y reflector primario fijo.

El radiotelescopio FAST (China). Imagen de NAOC.

El radiotelescopio FAST (China). Imagen de NAOC.

El telescopio será un instrumento de investigación astronómica abierto a la colaboración internacional en todo tipo de proyectos. Sin embargo, sus responsables han precisado que uno de sus objetivos será la búsqueda de posibles señales de radio de origen inteligente, emulando a la que hasta ahora ha sido la mayor instalación del mundo del mismo tipo, el radiotelescopio de Arecibo en Puerto Rico, de 300 metros de diámetro.

Aunque la construcción ha durado cinco años, con una inversión de 167 millones de euros, el origen del proyecto se remonta a 1994. La idea era seguir el modelo de Arecibo, donde el plato esférico está acostado en una hoya cárstica natural, lo que facilita la construcción, el drenaje y el mantenimiento. Los ingenieros chinos recorrieron el país hasta dar con un paisaje similar, una remota hondonada sin apenas interferencias de radio donde 65 aldeanos vivían sin electricidad y desconectados del mundo.

Naturalmente, los aldeanos debieron ser desalojados, junto con casi otros 10.000 que vivían en los alrededores. Y naturalmente, tratándose de China, los medios oficiales informaron de lo contentos que estaban los habitantes locales de abandonar sus hogares para dejar paso a aquella gran obra de ingeniería y ciencia. Según la agencia Xinhua, “los habitantes de las comunidades cercanas admiraron su suerte, diciendo que debían estar agradecidos a los aliens”. Los aldeanos fueron reubicados en otras poblaciones.

El FAST tiene algunas diferencias con Arecibo. En primer lugar, el reflector primario de Puerto Rico es totalmente fijo y esférico, mientras que la superficie del FAST es deformable en parábola, como los platos de los radiotelescopios orientables. En realidad esto reduce la apertura efectiva (la superficie útil) a algo más de 300 metros. Es decir, que si estuviera en España, probablemente se le llamaría el radiotelescopio de las dos mentiras: ni es esférico, ni tiene 500 metros de apertura. Existe otro radiotelescopio individual aún mayor, el RATAN-600 de Rusia, de 576 metros de diámetro, pero este no está compuesto por una superficie única, sino por 895 paneles rectangulares orientables por separado.

Vista parcial del radiotelescopio de Arecibo (Puerto Rico). Imagen de Javier Yanes.

Vista parcial del radiotelescopio de Arecibo (Puerto Rico). Imagen de Javier Yanes.

Para que se hagan una idea de la comparación de dimensiones entre estos telescopios, he hecho esta composición de imágenes de Google Earth, todas ellas correspondientes a una altura del punto de vista de dos kilómetros. Para apreciar la escala, incluyo una imagen de lo más próximo que tenemos por aquí, la estación de la Deep Space Communications Network en Robledo de Chavela (Madrid), y añado también una vista del centro de Madrid y otra del puerto de Barcelona a la misma escala.

Comparación de tamaños a escala del FAST, Arecibo, RATAN-600, la estación de seguimiento de Robledo de Chavela, el centro de Madrid y el puerto de Barcelona. Imágenes de Google Earth, altura del punto de vista: dos kilómetros.

Comparación de tamaños a escala del FAST, Arecibo, RATAN-600, la estación de seguimiento de Robledo de Chavela, el centro de Madrid y el puerto de Barcelona. Imágenes de Google Earth, altura del punto de vista: dos kilómetros.

El FAST comenzará próximamente sus primeras pruebas para la puesta a punto y el debugging, y está previsto que en septiembre comience a operar. Con esta gran instalación, China prosigue en su revolución científica que pretende situar al país a la cabeza de la ciencia mundial en 2049, con el centenario de la fundación de la República Popular. Esperemos que también mejore la transparencia informativa para que, si algún día realmente llegan a encontrar algo que pueda ser un indicio de algo, todos podamos enterarnos.