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Los órganos de los presos políticos impulsan el avance de la ciencia china

A finales de enero las autoridades chinas publicaron los primeros resultados de la investigación sobre He Jiankui, el científico que dijo haber creado los primeros bebés con genomas manipulados. Según la agencia estatal Xinhua, He falsificó la aprobación ética de su universidad y «condujo su investigación en busca de fama y fortuna personal».

La situación actual de He es confusa: se dijo que el investigador estaba bajo arresto domiciliario y que incluso podía enfrentarse a una sentencia de muerte, mientras que al parecer él mismo contó a un colega que se encontraba bien y que estaba vigilado por «mutuo acuerdo» para su propia protección, pero que tenía libertad de movimientos. En cualquier caso, parece confirmado que ha sido expulsado de su universidad y que aún deberá afrontar las consecuencias legales de sus presuntos delitos. Que no se sabe cuáles son; ni las consecuencias legales, ni los delitos.

El caso de He sirve para introducir lo que vengo a contar hoy: desde el principio ha sido una historia narrada en forma de rumores, desde los propios experimentos de He –que aún no se han publicado– hasta su situación actual –si es libre, ¿por qué no ha declarado públicamente para desmentir las alegaciones sobre su cautiverio?–. Y frente a esta opacidad informativa por parte de las autoridades chinas, ha contrastado su reacción exageradamente teatral a los experimentos de He, calificándolos como «extremadamente abominables».

Ahora la pregunta es: ¿reaccionarán estas mismas autoridades chinas con la misma contundencia contra su propia y extremadamente abominable práctica de trasplantar órganos extraídos de presos políticos y de condenados a muerte?

Operación de trasplante de órgano. Imagen de Global Panorama / Flickr / CC.

Operación de trasplante de órgano. Imagen de Global Panorama / Flickr / CC.

La revista BMJ Open ha dado a conocer un estudio dirigido por investigadores australianos, en el que se han analizado 445 trabajos de investigación publicados entre 2000 y 2017 por científicos chinos. En estos estudios, difundidos en revistas en lengua inglesa y con sistema de revisión por pares, se daba cuenta de un total de 85.477 trasplantes de pulmón, hígado o corazón.

Como puede imaginarse, toda investigación basada en trasplantes de órganos debe ir acompañada por la aprobación ética de los procedimientos, incluyendo la fuente del material trasplantado y el consentimiento del donante. Así lo exigen los estándares internacionales de la Sociedad de Trasplantes. Pero en el caso de China, investigaciones anteriores ya habían hecho notar una discrepancia entre las cifras de donantes de órganos y el número de trasplantes, y se ha alegado que muchos de los órganos trasplantados proceden de presos políticos y de condenados a muerte.

El nuevo estudio pone cifras a la situación: mientras que el 73% de estos estudios chinos dice contar con la aprobación de comités éticos, el 99% no especifica la donación voluntaria de los órganos, y el 92,5% no aclara si los órganos proceden de presos ejecutados. Más chocante, entre los que sí dicen no haber utilizado órganos de presos se encuentran 2.688 trasplantes anteriores a 2010, el año en que se puso en marcha el programa de donación voluntaria de órganos en China.

En un artículo publicado en The Conversation, dos de los autores del estudio escriben:

Un volumen creciente de pruebas creíbles sugiere que la recolección de órganos no se limita a presos condenados, sino que también incluye presos políticos. Por lo tanto, es posible –aunque no verificable en ningún caso particular– que las revistas revisadas por pares puedan contener datos obtenidos de presos de conciencia asesinados con el fin de extraer sus órganos.

Para añadir a lo ya de por sí extremadamente abominable, algunos de estos estudios se han publicado en la revista Transplantation, editada por la Sociedad de Trasplantes, la cual prohíbe la publicación de trabajos que incluyan trasplantes en los que no se especifique con total transparencia el origen de los órganos y su aprobación ética.

Los autores del estudio piden una moratoria para la publicación de cualquier trabajo sobre trasplantes procedente de China, y sugieren la celebración de una cumbre internacional en la que se solidifiquen los compromisos éticos que la comunidad médica y científica debe respaldar en relación con los trasplantes. Entretanto, solicitan la retractación de todos los estudios dudosos, algo que difícilmente va a ocurrir.

Un cartel contra la recolección de órganos para trasplante en China. Imagen de 上達 葉 / Flickr / CC.

Un cartel contra la recolección de órganos para trasplante en China. Imagen de 上達 葉 / Flickr / CC.

Hace unos días se ha celebrado en todo el mundo el año nuevo chino, una fiesta que ilustra cómo la superstición está fuertemente enraizada en todos los aspectos de la vida cotidiana en China, a un nivel que las sociedades occidentales han dejado atrás. Esto incluye también el gran arraigo de la pseudomedicina, por lo que el avance de la ciencia china es sin duda un progreso; ya he contado aquí que China está escalando hacia el primer puesto de la ciencia mundial en número de publicaciones, y que le está respirando en la nuca al líder, EEUU.

Pero mientras se discuten y condenan los abusos contra los derechos humanos en otros países, parece que China se mantiene fuera de todo debate, siempre que continúe fabricando productos baratos y comprando los nuestros.

La ciencia, que no es una institución sino simplemente el mejor sistema de conocimiento que ha inventado el ser humano, no debería caer en este juego de vendarse los ojos y doblegarse ante el yuan; su supervivencia y su credibilidad dependen de la transparencia y el respeto a los estándares éticos aceptados por la comunidad.

Las revistas científicas son negocios, y muy lucrativos. Pero si aceptan el abundante dinero de la investigación china tapándose la nariz, actúan en su propio beneficio perjudicando el fin al que sirven. Y facilitando que el liderazgo de la ciencia global caiga en manos de un sistema regido por la opacidad, la arbitrariedad y el abuso. Será una vuelta a tiempos más oscuros, cuando las instituciones políticas y religiosas decidían qué y cómo debía conocerse.

Claves para entender el caso de Carla, la niña con un corazón incompatible

Una de las noticias de esta semana ha sido el alta médica de Carla, la niña que el mes pasado recibió un corazón con un grupo sanguíneo incompatible con el suyo. No hay historia de amor como la que se mantiene con la propia progenie, así que San Valentín habrá tenido este año un significado auténticamente feliz para esa familia. Pero ante todo quiero subrayar lo que suele olvidarse en tales casos: Carla vive por mediación del magnífico equipo médico que la ha atendido en el Hospital Gregorio Marañón de Madrid, pero Carla vive gracias a que otros padres tuvieron el coraje de donar el órgano de su propio bebé fallecido, en medio del desconsuelo más terrible que personalmente puedo imaginar. Es poco probable que leáis esto, pero gracias. Y ánimo.

Carla. Imagen del Hospital Gregorio Marañón / Comunidad de Madrid.

Carla. Imagen del Hospital Gregorio Marañón / Comunidad de Madrid.

Y ya. A quien le baste con la noticia del feliz desenlace de la hipoplasia del ventrículo izquierdo de una niña que hace solo un par de décadas no habría sobrevivido, lo que sigue le sobra. Pero para esos inquietos que desean saber más, qué tiene de especial el trasplante de Carla, cómo se ha conseguido y si «España marca un hito en la historia de los trasplantes», como se ha dicho en algún medio, aquí va una serie de preguntas y respuestas.

¿Qué tiene que ver el grupo sanguíneo en un trasplante?

Es sabido que todo trasplante necesita que el órgano sea compatible con el receptor. Cuando se habla de esta compatibilidad, generalmente se refiere a lo que se llama MHC o HLA. Lo primero significa Complejo Mayor de Histocompatibilidad, y lo segundo Antígeno Leucocitario Humano. Son la misma cosa, pero MHC se usa también para los animales, mientras que el nombre de HLA se reserva solo para los humanos. El MHC/HLA es un tipo de moléculas esenciales para la respuesta inmunitaria. Gracias a ellas podemos reaccionar contra los antígenos extraños y potencialmente peligrosos, como los de bacterias o virus; pero a cambio, su desventaja es que también reconocemos como extraños los MHC/HLA de otras personas. Por eso en los trasplantes se busca la compatibilidad, y por eso es más probable que esta se encuentre dentro de la misma familia, donde se comparten algunos de los mismos genes.

Sin embargo, otro factor adicional de compatibilidad es el grupo sanguíneo. Hay más de 30 clasificaciones de grupos sanguíneos, pero el más importante es el sistema AB0 (por cierto que originalmente es ABO, es decir, con una O mayúscula, aunque en España y otros países la O se sustituye por el cero, 0, mientras que en Rusia los grupos se llaman I, II, III y IV). Como sabemos, las personas del grupo A llevan en sus glóbulos rojos el antígeno A, las del grupo B el B, las del AB los dos y las del 0 ninguno de ellos. Dado que nuestro cuerpo reacciona contra lo extraño, las personas del grupo A tienen anticuerpos contra el B, las del B contra el A, las del AB contra ninguno y las del 0 contra ambos. Por este motivo las personas del grupo 0 son donantes universales, ya que su sangre está libre de esos antígenos que otros podrían rechazar, mientras que las del AB son receptores universales, dado que carecen de anticuerpos capaces de rechazar esos antígenos de la sangre de otros.

Lo mismo se aplica a los trasplantes: un órgano del grupo 0 sirve para cualquier persona, mientras que un paciente del grupo AB puede recibir un órgano de cualquier donante; por supuesto, siempre que exista compatibilidad MHC/HLA. Esto implica que las personas del grupo 0 son las que tienen más dificultad para encontrar un donante.

Los anticuerpos contra los antígenos de los grupos sanguíneos reciben el nombre particular de isohemaglutininas; iso, porque reaccionan contra antígenos de la misma especie, y aglutininas, porque su efecto es aglutinar los glóbulos rojos que llevan esos antígenos de otro grupo sanguíneo distinto al propio. Esta aglutinación es precisamente la que llevó a la identificación de los distintos grupos hace más de un siglo, ya que en el laboratorio se observaba cómo la sangre formaba grumos por efecto de estos anticuerpos. Una transfusión incompatible formaría estos grumos en nuestras venas y arterias, lo que sería letal.

¿Por qué se ha podido trasplantar a Carla?

Con las isohemaglutininas ocurre algo bastante extraño, y es que las personas estamos inmunizadas, digamos vacunadas de forma natural, contra los antígenos sanguíneos que no llevamos y con los que por tanto nunca hemos tenido contacto. Hasta donde sé, no hay una hipótesis lo suficientemente contrastada para explicar esto. Lo que suele suponerse es que algunos antígenos ajenos a nosotros pero que llegan a nuestro interior, como los de virus, bacterias o alimentos, tienen una forma parecida a los de los grupos sanguíneos, y que por tanto son reconocidos por las isohemaglutininas, actuando así como una vacunación espontánea. Personalmente la hipótesis me parece un poco traída por los pelos, pero lo cierto es que no hay otra mejor.

Pero dado que esta vacunación natural se produce durante los primeros años de vida, los recién nacidos aún apenas llevan isohemaglutininas contra los grupos sanguíneos ajenos, por lo que en principio pueden tolerar el trasplante de un órgano procedente de un donante con un grupo incompatible con el suyo. Por este motivo se dice que los bebés tienen un «privilegio inmunológico». Esta posibilidad se sugirió por primera vez en los años 60 y se empezó a estudiar clínicamente en los 80.

Es más, en 2004 se descubrió que cuando a un bebé se le trasplanta un órgano de un grupo incompatible con el suyo, su sistema inmunitario desarrolla tolerancia hacia esos antígenos extraños, sin que se sepa con total certeza cuál es el mecanismo que lo causa; y que por tanto, exponiendo a los bebés del grupo 0 a los antígenos A y B es posible prolongar ese período en el cual pueden aceptar un órgano de un grupo incompatible.

¿Es la primera vez que se hace?

No. Los primeros trasplantes en bebés de órganos con grupos AB0 incompatibles se hicieron en 1996 en el Hospital Infantil de Toronto (Canadá) a cargo de la cardiocirujana pediátrica Lori West. Los resultados se publicaron en 2001 con un rotundo éxito, sin fallecimientos debidos a la incompatibilidad. La introducción de este procedimiento consiguió reducir en Canadá la mortalidad infantil en las listas de espera de trasplantes de un 58% a un 7%. En países como Reino Unido el trasplante cardíaco AB0 incompatible en bebés ya es estándar, pero el de Carla ha sido el primero en España.

¿Se podría aplicar a los adultos? ¿Y a otros órganos?

En los adultos es más complicado debido a que ya poseen esa vacunación natural contra los antígenos diferentes a los de su propio grupo sanguíneo. Pero en algunos casos se está aplicando, sobre todo a los trasplantes de riñón en adultos eliminando antes las isohemaglutininas y conteniendo el rechazo con la medicación. Es muy probable que en los próximos años veamos aumentar las tasas de éxito de estos trasplantes, lo que reduciría una de las barreras de las listas de espera.