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El día en que Neil Armstrong estuvo a un segundo de morir

El 20 de julio de 1969, Neil Armstrong tuvo que poner en valor sus 20 años de experiencia como piloto para completar el aterrizaje más complicado de su carrera, el primero que no era tal, sino un alunizaje. Al comprobar que el módulo lunar (LEM) Eagle se dirigía a una zona de la superficie que no era practicable, tomó el control de los mandos y corrigió el rumbo para orientarlo hacia un lugar más propicio.

Cuando por fin cortó la propulsión para tomar tierra, a la nave le quedaba combustible para menos de un minuto. Fueron momentos de terror para el centro de control de la misión en Houston. Pero no para los dos astronautas a bordo de aquella jaula con paredes de papel metálico. Realmente aquella gente estaba hecha de una pasta especial, lo que Tom Wolfe llamó “the right stuff”. Porque, en aquellos momentos, muy probablemente Armstrong recordó una situación similar, un año antes, en la que se quedó a un segundo de morir.

Neil Armstrong en el módulo lunar, el 20 de julio de 1969. Imagen de NASA / Edwin E. Aldrin, Jr. / Wikipedia.

Neil Armstrong en el módulo lunar, el 20 de julio de 1969. Imagen de NASA / Edwin E. Aldrin, Jr. / Wikipedia.

En estos días de celebración del medio siglo del primer alunizaje –habría otros cinco más hasta 1972–, a uno, que de costumbre se dedica a escribir sobre cosas como estas, le resulta difícil elegir qué contar hoy. Puede parecer paradójico, pero el caso es que a nadie le gusta repetirse a sí mismo, y en realidad cualquier cosa que un servidor pueda contar hoy ya la ha contado antes infinidad de veces. Para quienes hayan podido acercarse hoy a este rincón de internet en busca de algo sobre la Luna y el Apolo 11, y si les apetece, les apunto aquí algunas cosas que ya he escrito previamente y que quizá les interese leer. Si gustan.

En primer lugar, siempre recomiendo leer la historia del Apolo 1, la primera misión del programa lunar que nunca llegó a despegar del suelo. El 27 de enero de 1967, la nave ardió durante una simulación en la plataforma de lanzamiento, matando a sus tres tripulantes, Virgil Ivan Gus Grissom, Edward Higgins White y Roger Bruce Chaffee. Aquella tragedia dejó al descubierto numerosos errores que se encadenaron para propiciar el desastre, y que se corrigieron a partir de entonces. La muerte de Grissom, White y Chaffee logró que sus compañeros en misiones posteriores volaran en condiciones más seguras. De no haber sido por aquello, tal vez la desgracia habría acaecido en el espacio en alguna otra misión, lo que quizá habría herido de muerte a todo el programa Apolo.

Una historia de signo muy distinto fue la del Apolo 13, la tercera que debía posarse en la Luna. Sobra explicar el famoso “Houston, tenemos un problema” –aunque en realidad fue “Houston, hemos tenido un problema”–, pero merece la pena recordar cómo las mentes brillantes de ingenieros y astronautas y el trabajo en equipo lograron salvar de manera casi milagrosa a James Lovell, Fred Haise y Jack Swigert, que parecían condenados a morir tras una explosión en el módulo de servicio que inició una serie de desafortunados contratiempos durante su vuelo hacia la Luna.

Tampoco es un mal día para recordar a los héroes del bando contrario, que también apostaron sus vidas por alcanzar aquel logro de pisar la Luna. Para ambas potencias en liza era una ambición política estratégica, pero para los protagonistas involucrados era además la culminación de un sueño. El 24 de abril de 1967, tres meses después de la tragedia del Apolo 1, Vladimir Komarov pasaba a la historia como la primera víctima mortal de un vuelo espacial. En su nave Soyuz 1 falló prácticamente todo lo que podía fallar, y Komarov pagó con su vida la urgencia por vencer al enemigo. Pese a todo y en contra de ciertos mitos difundidos, afrontó su muerte con valor y entereza. También al otro lado del telón de acero andaban sobrados de the right stuff.

Y en cuanto a lo que está por venir, parece que la ocasión del 50º aniversario ha servido también para revitalizar los proyectos de regresar a la Luna en los próximos años, aunque aún falta el dinero para hacerlo. Pero ahora la idea ya no consiste en una excursión, sino en una presencia permanente apoyada por la irrupción de nuevas compañías privadas y con la que se pretende explotar los recursos lunares. Se ha hablado bastante del helio-3, un isótopo abundante en la Luna que podría suministrar un combustible para producir energía limpia por fusión nuclear, aunque para muchos expertos es una perspectiva poco realista.

Pero volvamos a Armstrong. Estábamos hablando de cómo su accidentado alunizaje probablemente le recordó el día en que se quedó a un segundo de morir. El 6 de mayo de 1968, algo más de un año antes, y como todos los astronautas del programa Apolo, el veterano piloto acudió a la base aérea de Ellington para entrenarse de cara al alunizaje en el Lunar Landing Research Vehicle (LLRV).

No era posible simular el alunizaje en un vehículo idéntico al Eagle, ya que este estaba concebido para la débil gravedad lunar y además sus materiales eran demasiado frágiles para operar en la Tierra. Así que los ingenieros habían construido el LLRV, lo más parecido posible para que los astronautas se entrenaran; una plataforma voladora que se pilotaba de modo similar al Eagle y que era conocida como la cama volante (flying bedstead), porque recordaba al armazón de una cama antigua. Según contaban, manejar aquel aparato era como mantener un plato sobre el palo de una escoba.

Aquel día, algo falló durante el vuelo de Armstrong. Una fuga de combustible hizo que se apagara uno de los propulsores, y la nave se volvió inestable. El astronauta intentó equilibrarla por todos los medios, pero era inútil. No le quedó otro remedio que eyectar su asiento, lo que hizo aproximadamente un segundo antes de que el aparato se estrellara contra el suelo y estallara en llamas. Este vídeo recoge el momento:

Armstrong se mordió la lengua al impactar contra el suelo. Fue el único daño físico de su momento al borde de la muerte. En cuanto a sus daños emocionales y psicológicos, como se cuenta en el vídeo, un rato después su compañero Alan Bean charlaba con él sin estar enterado del incidente, y a Armstrong ni siquiera le pareció lo suficientemente relevante como para mencionarlo. Cuando después Bean supo de ello, regresó a Armstrong y le preguntó si aquello era cierto. A lo que este respondió: “oh, sí”. The right stuff.

La reconquista de la Luna, la gran carrera del siglo

La sonda china Chang’e 4 ha sido la primera en posarse sana y salva en la cara oculta de la Luna, la que permanece siempre invisible para nosotros debido al llamado acoplamiento de marea, que sincroniza la rotación lunar con su tránsito alrededor de la Tierra. En esta cara lunar solo existe otro artefacto humano, la Ranger 4 estadounidense, que en 1962 se estrelló según lo previsto, pero sin enviar datos a causa de una avería durante el descenso.

No es la primera vez que China conquista la Luna. En 2009 la Chang’e 1 fue estrellada deliberadamente contra la superficie lunar después de 16 meses en órbita. Su sucesora, la Chang’e 2, orbitó la Luna antes de partir para explorar el asteroide Tutatis. En 2013 la Chang’e 3 se posó en la cara lunar visible con su rover Yutu, siendo la primera misión en operar sobre la superficie del satélite terrestre desde la sovietica Luna 24 en 1976.

El rover Yutu 2, tras su descenso al suelo desde la sonda Chang'e 4. Imagen de CNSA.

El rover Yutu 2, tras su descenso al suelo desde la sonda Chang’e 4. Imagen de CNSA.

Sin embargo y a pesar de la novedad que supone pisar la cara oculta de la Luna –este hemisferio ya había sido fotografiado numerosas veces por sondas orbitales rusas y estadounidenses–, en realidad la Chang’e 4 es una repetición de la Chang’e 3, una misión de transición hacia el siguiente paso del programa lunar chino: traer muestras lunares a la Tierra, algo que hizo por última vez la Luna 24 y que será el objetivo de la Chang’e 5 en diciembre de este año y de la Chang’e 6 en 2020. Más adelante, en la década de los 30, llegará el gran salto de China a la Luna con las misiones tripuladas y la posible construcción de una estación lunar.

Desde que EEUU y la antigua URSS abandonaron la Luna como objetivo de sus landers (sondas aterrizadoras), el satélite terrestre se ha convertido en la meta de otras potencias emergentes. El próximo mes está previsto que India e Israel lancen sus respectivas misiones lunares no tripuladas, Chandrayaan 2 y Beresheet. Tras el retraso de la misión india, cuyo despegue estaba previsto para comienzos de este mes, ambas naciones compiten ahora por ser la cuarta del mundo que posa un aparato en la superficie lunar.

Otro país que quiere unirse al club lunar es Japón; después de la cancelación de la misión SELENE/Kaguya 2, la agencia nipona JAXA ha revitalizado el programa lunar con la intención de enviar una sonda robótica en un par de años y con la aspiración de plantear quizá más adelante misiones tripuladas.

Primera imagen de la superficie lunar enviada por la sonda china Chang'e 4. Imagen de CNSA.

Primera imagen de la superficie lunar enviada por la sonda china Chang’e 4. Imagen de CNSA.

Así, parece que para la próxima década se abre una nueva carrera lunar; pero a diferencia de la que EEUU y la URSS libraron en el siglo pasado, esta vez el motivo de conquistar la Luna no es meramente plantar una bandera, sino que también hay dinero en juego, el que puede rendir la explotación de los recursos lunares para el primero que se haga con ellos. Obviamente, este no es un objetivo inmediato, pero en el camino se abren grandes oportunidades de negocio para quienes aporten la tecnología necesaria. Es el viejo dicho: si hay fiebre del oro, vende palas.

Todo ello ha llevado a las potencias tradicionales a desempolvar sus programas lunares. EEUU, la Unión Europea y Rusia han reaccionado con nuevos planes y alianzas para no perder la posición de cabeza en la que promete ser, por ahora, la gran carrera espacial de este siglo.

Pero para quienes seguimos esta carrera desde las sillas de la grada, no será indiferente quién se lleve los triunfos. Según reflejaba esta semana el South China Morning Post, el diario de referencia de Hong Kong en lengua inglesa, algunos observadores chinos ven en esta nueva carrera una extensión de la actual guerra comercial entre China y EEUU. Y como contaré mañana, la ciencia y la exploración espacial pueden ser las víctimas inocentes de la opacidad informativa que envuelve toda guerra.