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¿Sabías que es incorrecto utilizar el término ‘fascineroso’?

Es común escuchar a ciertas personas llamar ‘fascineroso’ a alguien, con el sentido de indicar que se trata de un ser malicioso e incluso para señalar que ideológicamente es ‘fascista’.

¿Sabías que es incorrecto utilizar el término ‘fascineroso’?

Pero hay que señalar que, en realidad, usar el término fascineroso es incorrecto. La forma correcta para indicar la maldad de alguien es ‘facineroso’, sin la consonante ‘ese’ que algunas personas añaden entre la a y la ce.

Y es que la similitud con el término fascista (que sí lleva correctamente la ese) derivó a que algunas sean las personas que dicen fascineroso en lugar de facineroso.

Según indican los diccionarios oficiales, un facineroso es un delincuente habitual y persona malvada y de condición perversa (sin tener nada que ver el término con el fascismo). Su etimología proviene del latín ‘facinerōsus’ formado por ‘facinus’ (hacer, realizar, cometer…) y el sufijo ‘osus’ (para indicar una gran cantidad, abundancia).

Por tanto, en la antigüedad un ‘facineroso’ era aquel que realizaba/hacía/cometía muchos actos (normalmente delictivos).

 

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¿De dónde surge llamar ‘piscolabis’ al aperitivo ofrecido en un evento?

Algunas personas son las que llaman ‘piscolabis’ al aperitivo que se ofrece en algún tipo de evento o recepción. Éste suele ser una pequeña porción que suele tomarse de un solo bocado y que, tal y como describe el diccionario de la RAE, consiste en una ‘ligera refacción que se toma, no tanto por necesidad como por ocasión o por regalo’.

¿De dónde surge llamar ‘piscolabis’ al aperitivo ofrecido en un evento?

Aunque el propio diccionario señala que es un término de origen incierto, muchos son los etimólogos que apuntan que el vocablo ‘piscolabis’ apareció hacia la primera mitad del siglo XIX, siendo común ofrecer ese tipo de refrigerios en las recepciones ofrecidas por la aristocracia.

Según indican, el término se formó a raíz de la deformación de dos palabras: ‘pizco’, que es la ‘porción mínima que se toma de algo’ (y que también se usa en la forma ‘pizca’, por ejemplo: ‘una pizca de algo’) y ‘labios’, debido a que dicha porción de alimento se depositaba delicadamente sobre el borde de la boca.

Así pues, podríamos decir que un piscolabis viene a ser una pequeña porción de alimento que se deposita con sutileza sobre el labio inferior de la boca, para ser ingerido elegantemente.

 

 

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¿De dónde surge llamar ‘jerga’ a cierto tipo de lenguaje?

¿De dónde surge llamar ‘jerga’ a cierto tipo de lenguaje?

Conocemos como ‘jerga’ al lenguaje utilizado entre sí por un grupo de personas que tienen el mismo oficio o pertenecen al mismo círculo.

Ejemplos como ‘jerga juvenil’, ‘jerga moderna’, ‘jerga coloquial’ o ‘jerga profesional’ es habitual escucharlo cuando alguien se refiere a ese modo especial y característico de hablar de ciertos individuos o colectivos que utilizan términos concretos que muchas veces son desconocidos para la mayoría de los ciudadanos o los profanos en determinados asuntos.

El término ‘jerga’ llegó al castellano en la Edad Media proveniente del occitano (lengua romance hablada en la Provenza –sureste de Francia-) ‘gergons’ y que hacía referencia a la forma de expresarse poco comprensible de algunas personas –provenientes de entornos rurales- que hablaban de forma gutural (con la garganta). Al occitano había llegado el vocablo desde el francés antiguo ‘jargon’ que le daba la misma acepción, pero que también se utilizaba para referirse al peculiar canto de algunos pájaros (que también derivó en ‘gorjeo’). Antes de ‘jargon’ pasó por las variantes ‘gargon’ (sXIII) y ‘gargun’ (sXII). Al francés había llegado –como es de imaginar- del latín ‘gurges’ vocablo utilizado –entre otras acepciones- para referirse en sentido figurado como ‘garganta’.

Cabe destacar que paralelamente a la llegada al castellano del término ‘jerga’ también lo hizo el vocablo ‘jerigonza’, de exacta procedencia y acepción y que en un inicio se utilizaba para señalar el lenguaje especial de algunos gremios, además del que era difícil de entender o de mal gusto.

 

 

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¿Por qué el término ‘dicha’ es sinónimo de felicidad y suerte?

¿Por qué el término ‘dicha’ es sinónimo de felicidad y suerte?

Decimos que alguien es ‘dichoso’ cuando es feliz o la fortuna le sonríe.

El término ‘dicha’ como sinónimo de felicidad o suerte tiene mucho que ver con el verbo ‘decir’, ya que en la antigüedad se tenía el convencimiento de que cada vez que venía al mundo un recién nacido las deidades paganas pronunciaban unas palabras por las que aventuraban cómo sería la futura vida de ese nuevo ser humano.

De hecho, el vocablo ‘dicha’ proviene etimológicamente del latín ‘dicta’ cuyo significado literal era ‘palabras pronunciadas’ (cosas dichas). Dependiendo de sí los dioses pronunciaban unas palabras al recién llegado éste sería feliz (dichoso) a lo largo de su vida y si no lo hacían sería infeliz (desdichado… no dicho).

 

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El curioso origen etimológico del término ‘mueble’

El curioso origen etimológico del término ‘mueble’

Conocemos como ‘mueble’ aquellos enseres que forman parte de nuestra vivienda y que utilizamos para decorar y vivir más cómodamente (el armario, sillas, mesas…).

El origen etimológico del término proviene del latín ‘mobĭlis’ y cuyo significado literal era ‘movible/que se puede mover’, ya que esos enseres eran considerados como bienes que podían ser movidos (trasladados de un lugar a otro). Esa movilidad o el poderlo cambiar de lugar es lo que dio lugar a que se quedasen finalmente con el término ‘muebles’.

Pero no se le llamó así desde un principio, sino que llegó al castellano (desde el latín) a principios del siglo XI en la forma de ‘muebele’ modificándose el vocablo en el siglo XIII como ‘muebre’ y finalmente ser llamado ‘mueble’.

Como dato curioso cabe destacar que, al tener esos enseres un carácter de movilidad, de ahí surgió el término ‘inmueble’ para señalar aquellos bienes que no se podían mover de lugar: edificio, vivienda, casa…

 

 

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El curioso e histórico motivo de llamar ‘púgil’ a un boxeador

El curioso e histórico motivo de llamar ‘púgil’ a un boxeador

El boxeo es un deporte que consiste en la pelea entre dos contrincantes quienes utilizan únicamente sus puños para golpear.

Esta disciplina deportiva, tal y como la conocemos hoy en día, se comenzó a popularizar en Inglaterra hacia finales del siglo XVII, donde los miembros de las clases altas iban a contemplar cómo se peleaban a puñetazo limpio dos contendientes (que solían ser de las clases más bajas de la sociedad y era un modo de ganar unas monedas). Se puso tan de moda que incluso muchos de esos refinados caballeros ingleses se aficionaron a combatir ellos también.

El nombre de esta disciplina deportiva (boxeo) es la españolización del término inglés boxing, formado por box (caja) y el sufijo –ing con el cual se indica que el mismo se desarrolla dentro de un cuadrado –con forma de caja- y que en castellano llamamos comúnmente como ‘cuadrilátero’.

Pero al boxeo, en castellano, también se le conoce como ‘pugilismo’, aunque ambas están admitidas por igual por el Diccionario de la RAE.

Pero el hecho de llamar ‘púgil’ (e incluso ‘pugilista‘) a un boxeador es muchísimo más antigua que el vocablo inglés.

De hecho, púgil proviene del término en latín ‘pugilĭlis’ y cuyo significado literal es ‘el que utiliza los puños’ (pugil significa puño).

Y es que ya en la Antigua Roma (e Incluso en los JJOO de la Antigua Grecia) podemos encontrar a gladiadores que combatían únicamente con los puños (muy alejados a la imagen del luchador que participaba en los juegos en el coliseo o circo y lo hacía provisto de armas, redes y escudos).

Y es que a pesar de que el boxeo (o pugilismo) lo conozcamos en su fase moderna de hace poco más de trescientos años, debemos tener en cuenta que hay antiquísimos grabados de hace alrededor del año 5.000 a.C. en los que se muestran a luchadores peleando con sus puños.

El término púgil comenzó a ser utilizado en la Antigua Roma para referirse a los mencionados gladiadores que luchaban a puñetazo limpio y aunque en nuestro idioma ya se utilizaba mucho antes de la aparición del vocablo inglés bóxer (boxeador) fue este neologismo el que acabó imponiéndose en el lenguaje coloquial.

 

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¿De dónde proviene el término ‘chanchullo’?

El curioso origen del término ‘chanchullo’

Conocemos como ‘chanchullo’ a aquel acto ilícito que se hace con intención de conseguir un fin, habitualmente lucrativo, como hacer algún tipo de negocio algo turbio. Un ejemplo de su uso en una expresión podría ser: ‘Fulanito se gana la vida haciendo chanchullos’.

El término chanchullo aparece por primera vez en el Diccionario de la Rae de 1853 dándole la acepción de ‘acción de mal género hecho de oculto, estafa y robo’.  El vocablo provenía de ‘chancha’ (Embuste, mentira, engaño. Incorporado en el Diccionario de Autoridades de 1729) y éste de ‘chanza’ (Dicho burlesco, festivo, y gracioso, a fin de recrear el ánimo u de ejercitar el ingenio. Que también fue incorporada por primera vez en el Diccionario de Autoridades de 1729). Aquel que habitualmente hablaba en broma (como los pícaros) era llamado ‘chancero’ (todavía en uso) Al que hace chanchullos se le conoce como chanchullero.

Y para encontrar el origen del término chanza debemos dirigirnos al italiano, ya que derivó del vocablo ‘ciancia’ de idéntico significado. Al italiano llegó desde el germánico ‘zänseln’ utilizado para referirse a aquel que habla con familiaridad.

 

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El curioso, histórico y machista origen del acto de ‘pedir la mano’ para contraer matrimonio

El curioso, histórico y machista origen del acto de ‘pedir la mano’ para contraer matrimonio

Actualmente es una práctica cada vez más en desuso y considerada por muchos como obsoleta y arcaica (aunque todavía hay quien lo sigue realizando), pero hasta hace apenas unas décadas era común e imprescindible que cuando un hombre quería contraer matrimonio con una mujer se presentara frente al padre de ésta (o tutor en caso de faltar)  y le pidiera oficial y formalmente su mano.

Quien decidía si la muchacha se casaba o no era la figura del progenitor y así ha sido (y lamentablemente continua siendo) en la mayoría de las culturas y religiones a lo largo de la Historia.

Pero el concepto de ‘pedir la mano’, tal y como lo conocemos hoy y que se ha practicado durante tantísimo tiempo, proviene de una antigua tradición recogida en el Derecho Romano, por el cual las mujeres tenían una serie de derechos (en muchos aspectos muy amplios), pero la potestad sobre éstas pertenecía al padre, bajo un precepto conocido como ‘manus’ (vocablo latino que significa mano) y que vendría a designar el poder judicial que un varón tenía sobre una hembra (hija o esposa).

El acto de pedir la mano (o sea, el ‘manus’) era para que le fuera transferido al pretendiente ese control sobre la mujer con la que se iba a casar. A partir del momento que se hacía tal petición, si era aceptada por el progenitor, el prometido pasaba a tener la potestad sobre la novia y quedaba sellado el acuerdo a través de una celebración previa al matrimonio conocida como ‘esponsales’ (fiesta de compromiso cuyo término proviene del vocablo en latían ‘sponsus’ –usado para referirse a aquel que asumía un compromiso- y de donde derivó también el término ‘esposa’ y el significado que se le da a las manillas (esposas) que usa la policía).

Por tanto, el hecho de pedir a un padre la mano de su hija para contraer matrimonio traía implícito el solicitar el control y potestad jurídica sobre ésta, un acto y tradición machista que hoy en día todavía sigue estando vigente en algunas culturas (afortunadamente cada vez menos).

El curioso, histórico y machista origen del acto de ‘pedir la mano’ para contraer matrimonioCabe destacar que este post trata sobre el acto de pedir la mano (permiso para casarse) al progenitor, no del hecho de que un novio ‘hinque rodilla’ y proponga matrimonio a su novia.

Y ya para finalizar, y como nota curiosa, indicar que el término ‘manus’ -como sinónimo de potestad sobre alguien- no solo se aplicaba para las mujeres, sino también para referirse a los esclavos y personas en propiedad de alguien; por lo que una ‘manumisión’ en la Antigua Roma era el acto de liberar/dejar libre a un esclavo o sirviente.

 

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¿Cuál es el origen del término ‘marrano’?

¿Cuál es el origen del término ‘marrano’?

Posiblemente el animal comúnmente conocido como ‘cerdo’ sea uno de los que tiene más formas para referirse a él, entre las que encontramos: puerco, cochino, gocho, lechón o marrano.

Y va a ser en el origen del último término (marrano) en la que voy a centrar el post de hoy.

La etimología de marrano nos llega a través del proviene del árabe ‘muḥarrám’ y su significado original era ‘cosa prohibida’, un vocablo utilizado para referirse a aquello que no se podía hacer o comer por cuestiones religiosas, entre ellas la tan extendida prohibición del consumo de cerdo en la religión musulmana pero también en la judía.

Y fue precisamente a partir de la expulsión, tanto de judíos como de musulmanes de España, cuando empezó a utilizarse el vocablo marrano como un insulto hacia los judeoconversos; judíos que habían preferido convertirse al cristianismo en lugar de marcharse de la Península Ibérica pero que seguían practicando en secreto sus costumbres y ritos religiosos, entre ellos el no comer cerdo.

Por su parte, a los musulmanes conversos se les llamó ‘moriscos’ y aunque nos parezca un término menos hiriente o peyorativo que marrano se hacía con la misma intención discriminatoria y ofensiva.

Así pues, a pesar de tener otros términos con los que referirse al cerdo, el termino marrano se popularizó entre la población llegando hasta nuestros días como uno de los muchos sinónimos que existen para aludir a este animal pero también para indicar que alguien es desaseado, sucio, mugriento o asqueroso.

 

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El curioso y bélico origen del término ‘alarma’

El curioso y bélico origen del término ‘alarma’

Conocemos como ‘alarma’ a la señal o aviso que se da para advertir de cualquier peligro.

El origen etimológico del término proviene del siglo XVI del vocablo italiano ‘allarme’ que era la contracción de la expresión all’arme’ cuyo significado literal es ‘al arma’, siendo este el grito que se hacía ante la presencia del enemigo, advirtiendo que los soldados debían coger su arma para defender aquel lugar. También era común encontrar la expresión en plural ‘a las armas’ (all’armi) aunque perduró su forma en singular.

Lo que no se sabe con exactitud es el momento en el que comenzó a utilizarse el vocablo en español, siendo muchos los que apuntan que fue a partir del siglo XVI durante las batallas en las que participaron conjuntamente tropas españolas e italianas.

Cabe destacar que, erróneamente, algunas fuentes señalan que el origen del término ‘alarma’ procede de la época de la presencia musulmana en la Península Ibérica, debiéndose su equivoco a las numerosas palabras que utilizamos hoy en día que provienen del árabe y que empiezan por el prefijo ‘al’ (como es el ejemplo de ‘almohada’ o ‘alcoba’ de los que ya os he hablado en otros posts anteriores).

 

 

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