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Balenciaga no es moda, es de risa

Hay diseñadores a los que se les va un poco la pinza, pero ¿a quién no se le iría si tienes creatividad a raudales, y un medio como es la costura para dejarla salir, expresándola a través de diseños?

No es eso lo que estoy discutiendo.

Hablo de «barbaridades» de tela como las que podemos ver de Viktor and Rolf, esas camisas con el cuello en la manga y la manga en el cuello, esa americana con cientos de solapas que hacían parecer la cabeza de quien portaba el diseño salida de las páginas de un libro abierto, esas faldas de tul cortadas tan a la perfección que podías apreciar los agujeros como si de un queso gouda se tratara. O incluso aquellos vestidos asimétricos, que, una vez extendidos, formaban obras de arte (con su marco y todo).

Bárbara es también la mano de Rei Kawakubo y sus locuras hechas vestido, con esas anchuras en las que pierdes totalmente la forma de la persona que se encuentra debajo, esas mangas abullonadas que parecen infladas con helio, o el vestido que Rihanna llevó a la Met Gala de 2017 compuesto enteramente de círculos de tela.

Asimetrías, deconstrucciones, lo inacabado o crear un concepto nuevo en una prenda con la que todos estamos familiarizados son técnicas que convierten a estos diseñadores en exponentes de la moda avant garde, esa que de moderna y experimental va por delante de cualquier influencer.

Pero Balenciaga, ay Balenciaga… La osadía de Balenciaga es como la de aquel restaurante alemán con dos estrellas Michelín en el que sirvieron un postre en una chancla y se quedaron más anchos que largos.

BALENCIAGA

Coser con dos puntadas una camisa a una camiseta de manga corta y casi venderla por mil euros es algo que al director creativo de la marca le ha salido por la culata. El tiro de Demna Gvasalia ha sido tan ambicioso que al final, y sin quererlo, se lo ha pegado a quemarropa con este diseño.

Querer innovar está bien, y es algo que en una industria de más de cien años se agradece. Vacilar no, en cambio.

Gala Met 2017 o cuando el ‘dress code’ te importa un bledo

Un año, un año entero es el tiempo que pasa entre gala y gala del Met, que da el pistoletazo de salida a la exposición del «The Costume Institute» la institución dedicada a vestuario dentro del museo. Este año expondrán la obra de Rei Kawakubo, la excéntrica figura que se encuentra tras Comme des Garçons.

Para los que estéis fuera del sector (yo no sabía quién era esta señora hasta que la dimos en clase la semana pasada), Kawakubo, empezó trabajando de estilista en Japón para terminar diseñando sus propias prendas que presenta cada temporada en la pasarela francesa. Su trabajo es de particular, extraño, y no todos somos capaces de entenderlo: ropa suelta, consciencia corporal al revés, desligamiento total de la sexualidad, androginia… Kawakubo rechaza toda la moda convencional y transmite a través de las colecciones un mundo de género intercambiable que se aleja de lo superficial.

Teniendo esto en cuenta, es la primera vez que no podemos juzgar los estilismos de los invitados, que se supone que deben ir vestidos inspirados en la temática de la exposición que se inaugura, como en las galas anteriores.

De esta manera, las mejores vestidas (por surrealista que parece) fueron Katy Perry, Michele Lamy, Solange Knowles y la mujer del co-anfitrión, Helen Lasichanh. Volúmenes irreverentes, formas indefinidas… Raro, sí, pero concuerda con la filosofía de la diseñadora japonesa.

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En toda fiesta tenemos siempre a las que van vestidas de sí mismas, que les da lo mismo alfombra de premios Óscar que Grammy que Gala Met. Son fieles a su estilo pase lo que pase. Gisele Bündchen y Blake Lively, una vez más, fueron para mi gusto de las mejor vestidas de la noche con sus diseños ceñidos. Anna Wintour, directora de Vogue y anfitriona de la gala (o como me gusta llamarla «She God«) apostó un año más por un vestido de corte recto mientras que su co-anfitriona, Selena Gómez, tiró por un diseño más veraniego que entre tanto brillo no luce prácticamente.

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Nicki Minaj fue fiel a su concepto estilístico de «Menos es más» solo que el menos para ella suele referirse al tejido y no a los complementos. Kendall y Jenner fueron vestidas de Kardashians mientras que Adriana Lima dio una lección de cómo con un poco más de tela te cuelas en el ranking de mejor vestidas.

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Debo aplaudir el esfuerzo que hicieron algunas de las invitadas para tratar de salir del paso con el dress code. Me las imagino buscando quién es Rei Kawakubo en Google desde sus mansiones en Los Ángeles: «He visto que es japonesa así que voy a llevar un vestido inspirado en la papiroflexia» «¿Estás segura de que la papiroflexia es japonesa?» «Sí, sí, hazte caso, este año lo voy a petar«.

De esta manera, Doutzen Kroes, Daisy Ridley y Lena Dunham llevaron vestidos con pliegues cuyo tejido recordaba la forma que hace el papel cuando se pliega (o en el caso de la actriz de Girls, cuando se arruga).

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Otras como Dakota Johnson, Ashley Graham o Katie Holmes apostaron por volúmenes:

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Muchos de los asistentes oyeron campanas, pero como no sabían exactamente de dónde se presentaron con unas interpretaciones del estilo de la diseñadora un poco peculiares:

Allison Williams. Salma Hayek y lily Aldridge. GTRES

Sean Combs, Hailey Baldwin y Nick Jonas. GTRES

Las que no se enteraron del tema, o pasaron directamente de seguirlo, se pusieron, ante la duda, un vestido de gala y fuera:

Jennifer López, Halle Berry y Jessica Chastain. GTRES

Serena Williams, Emma Roberts y Emily Ratajkowski. GTRES

Y por último tenemos a las invitadas que directamente, y con perdón, fueron mal. Kerry Washington se pensó que estábamos en la gala de 2016 por lo que escogió un diseño futurista. Priyanka Chopra debió de sufrir un ataque que dejó a su sentido del gusto (estilístico) en coma ya que no encuentro ninguna justificación a su elección de vestuario. Esa gabardina tipo «no llevo nada debajo porque voy a casa de mi novio a darle una sorpresa» me parece bastante difícil de encajar en una alfombra roja. Sophie Turner me deja helada con esa cosa indescriptible que lleva, que parece salida de una cortina de un palacete del siglo XVIII mal cortada mientras que el vestido de Zoe Kravitz tendría un pase si el escote fuera en realidad la espalda.

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