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Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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Acusan al dueño de Blackwater de emprender una cruzada para «eliminar a los musulmanes del planeta”

Si parecía que la reputación de Blackwater no podía sumergirse aún más en las simas del descrédito y la ignominia tras la matanza de 17 civiles iraquíes en la Plaza al Nusur de Bagdad, el testimonio por escrito y bajo juramento de dos de sus antiguos empleados presentado el lunes ante el juez T.S. Ellis III, del Distrito Oriental de Virginia, parece haberlo conseguirlo.

Si la sucesión de crímenes cometidos por integrantes de la compañía podrían haber pasado por casos aislados de “gatillo fácil”, consecuencia de la negligente gestión de los directivos de la empresa y de la ausencia de supervisión por parte del Departamento de Defensa, las palabras que ambos hombres pronunciaron cargan las culpas contra Erik Prince, al que acusan de “verse a sí mismo como un cruzado con la misión de eliminar a los musulmanes y a la fe islámica de la faz del planeta”

Abanderado de la ideología neocon, que de la noche a la mañana se transformó en multimillonario gracias a los favores de la administración Bush, y fundador de la empresa que aspiraba a convertir en el referente por antonomasia de la gestión privada de la guerra, quienes trabajaron para él afirman que “alentaba y recompensaba la destrucción de la vida en Irak”, según señala la CNN.

El testimonio de los dos hombres, un ex Marine que estuvo de misión con la empresa en Irak y otro antiguo empleado, forman parte del documento de 70 páginas que los abogados entregaron al juez (uno de ellos puede leerse aquí en formato PDF). Abogados que representan a civiles iraquíes en su demanda contra Blackwater por crímenes de guerra y otros delitos.

De probarse su veracidad, las acusaciones más reveladoras formuladas por los testigos, cuyas identidades se han mantenido en secreto para preservar su seguridad, serían las que describen la ideología racista de Erik Prince y la imagen que tenía de sí mismo como cruzado moderno. Las recoge Jeremy Scahill – que ya debe estar planeando reescribir su exitoso libro «Blackwater» -, en el periódico The Nation:

Con este fin, el señor Prince desplegó intencionadamente en Irak a hombres que compartían su visión de la supremacía cristiana, sabiendo y queriendo que estos hombres aprovecharan toda oportunidad para asesinar iraquíes. Muchos de estos hombres usaban símbolos de los caballeros templarios, que los guerreros emplearon cuando luchaban en las cruzadas.

Ir a Irak a disparar y matar a iraquíes era visto como un juego o un deporte. Los empleados del señor Prince abierta y constantemente usaban términos racistas y derogatorios hacia los iraquíes y otros árabes, como “hajis” o “ragheads”.

El resto de acusaciones hacen referencia al tráfico de armas prohibidas por parte de Blackwater, cuyos empleados usaban para causar el mayor daño posible a los iraquíes (tráfico que ya había denunciado la Cadena ABC en 2008), la amenaza y asesinato de testigos, la destrucción de documentos incriminatorios y el empleo de hombres que habían sido calificados como no aptos para el trabajo por su violencia extrema, su abuso del alcohol y el empleo de esteroides.

Tras conocer estos testimonios, el congresista Dennis Kucinich, que lleva investigando a la compañía desde 2004, declaró: “Si estos alegatos son ciertos, Blackwater ha sido una empresa criminal que defraudó a los ciudadanos estadounidenses y que mató a iraquíes inocentes”. Las comparecencias frente al juez Ellis comenzarán el próximo viernes.

Mercenarios: Blackwater y la historia del pequeño príncipe

Durante años, Erik Prince, único propietario de la firma Blackwater, huyó de los objetivos de las cámaras. Algunos empleados de su empresa lo describen como un hombre esquivo, hermético. Cuando el pasado 2 de octubre se enfrentó al Comité de Supervisión y Reforma de Gobierno de la Cámara de Representantes de EEUU, finalmente su retrato salió en la prensa de todo del mundo.

Erik Prince fundó Blackwater en 1997 con el dinero que recibió de la herencia de su padre, Edgar Prince, empresario de la industria de autopartes. Dueño de Prince Automotive, murió repentinamente de un infarto en 1995.

Casi desde el momento mismo de su creación, el crecimiento de la firma de seguridad, cuya sede se encuentra en un rancho de Carolina del Norte, ha sido vertiginoso. A partir del 2001, Blackwater recibió más de mil millones de dólares por sus servicios en Irak.

Servicios que han sido severamente criticados por los congresistas demócratas. Según el informe que tenían en su poder, y en el que se basó el encuentro con Prince, los miembros de Blackwater protagonizaron 195 tiroteos en Irak desde 2005.

«El contrato de Blackwater para proveer servicios de protección al Departamento de Estado establece que Blackwater sólo se puede comprometer en el uso defensivo de la fuerza. Sin embargo, en un 80% de los casos, Blackwater informa que disparó primero«, se lee textualmente en el documento. «En la gran mayoría de los casos en los que Blackwater dispara, Blackwater lo hace desde vehículos en movimiento y no se queda en la escena para ver las consecuencias que causó».

Las víctimas de estas balas suelen ser civiles iraquíes que comenten el error de acercarse demasiado con sus coches a los convoyes de altos cargos estadounidenses que recorren Irak con la protección de la compañía de Prince.

“Parece que Blackwater ha desarrollado la cultura de dispara primero – y a veces mata – y luego haz las preguntas”, afirmó durante la audicencia con Prince el congresista demócrata Elijah Cummings. “¿Por qué estamos privatizando a nuestros militares por una organización que ha sido agresiva, y en algunos casos temeraria, en el cumplimiento de sus deberes”, preguntó la demócrata Carolyn Maloney.

La connivencia del Departamento de Estado

El informe también señala el comportamiento permisivo del Departamento de Estado de EEUU ante el gatillo fácil de tantos miembros de Blackwater, empresa que cuenta con 774 empleados estadounidenses, 231 de terceros países y 12 iraquíes. Un comportamiento que retrata la impunidad de la que goza la compañía de Prince, cuyos integrantes no pueden ser juzgados en Irak por los delitos que cometieron, según el decreto del procónsul Paul Bremen III, al que los miembros de Blackwater protegían personalmente.

En diciembre de 2006, un miembro de Blackwater que estaba ebrio, mató a un guardia de vicepresidente iraquí Adil Abd-al-Mahdi. En menos de 36 horas, el Departamento de Estado lo sacó de Irak, recomendando que la empresa de Prince pagara 250 mil dólares y se disculpara a la familia del guardia. Al final, sólo les hicieron llegar 15 mil dólares. El servicio diplomático del Departamento de Estado afirmó que si se pagaba más dinero no faltaría los iraquíes “que se quisieran hacer matar”.

En otro caso en que un ciudadano iraquí inocente fue asesinado, el Departamento de Estado exigió que se le dieran cinco mil dólares a la familia para dejar “atrás este asunto desafortunado lo más rápidamente posible”.

En la Comisión parlamentaria, Prince se negó a aceptar que sus hombres fueran llamados “mercenarios”. Dijo que se trataba de “leales americanos”, sin tener en cuenta que algunos son extranjeros.

La historia personal de Prince, multimillonario a los 38 años de edad, con su educación en un ambiente puritano de Michigan, y su apoyo financiero a instituciones cristianas ultraconservadoras, habla de la brecha ideológica que divide en dos a EEUU, y que está en la raíz de las últimas guerras emprendidas por este país, y de sus actuales planes belicistas hacia Irán, como explicaré en próximas entradas.

Continúa…