Viaje a la guerra Viaje a la guerra

Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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Sobre la muerte de Osama Bin Laden: la prudente gestión de Barack Obama

Apenas se hizo pública esta mañana la noticia del asesinato de Bin Laden, algunos contertulios habituales de radio y televisión se lanzaron a dictar sentencia sobre lo sucedido. Algo realmente temerario si se tiene en cuenta la falta de información contrastada que aún padecemos.

A diferencia de la política local, un análisis riguroso de la compleja arena internacional implica mucho más que montarse a lomos de la ideología y tirar para adelante. Requiere no pocos matices y consideraciones. Más aún en este mundo en constante transformación.

Empecemos por lo que sí sabemos: acusar a Obama de pistolero no se corresponde con la actuación hasta el momento del presidente de EEUU.

Ryan Lizza explica en The New Yorker que Obama oscila en su administración entre dos bandos: los llamados idealistas, representados por gente como Gayle Smith, Dennis Ross y Samantha Power (autora del libro “A problem from Hell”, en el que defiende la intervención militar con fines humanitarios), y los pragmáticos como Thomas Donilon y Denis McDonough.

Y hasta ahora se ha comportado de manera tal que ha sido capaz de desilusionar a ambos. En especial a los idealistas, en su mayoría mujeres según sostiene The New Yorker, que creen en el deber de EEUU de fomentar la democracia fuera de sus fronteras y de actuar en caso de inminente genocidio.

Dos ejemplos: no dudó en situar al país en un segundo plano de la ofensiva aérea sobre Libia promulgada por la resolución 1973 del Consejo de Seguridad, intervino pero sin intervenir demasiado, y tampoco en ningunear al temperamental y prestigioso Richard Holbrooke, hoy desaparecido, cuando consideró que debía enviar más tropas para afianzar su posición en Afganistán en lugar de emprender la retirada.

Una mirada cargada de matices

Quizás sea por los años que pasó en Indonesia, pero Obama no es uno de esos estadounidenses carentes de mundo, que vislumbran la realidad en blanco y negro. Conoce sus laberintos, sus contradicciones. Y parece fabricar respuestas acordes a cada oportunidad. De allí lo que se muchos interpretan como un movimiento pendular.

Como veíamos en la anterior entrada, es un defensor acérrimo del “poder blando”. Característica que lo lleva a avanzar a paso lento, comedido, sopesando hasta el paroxismo sus consecuencias, pues se trata de un activo extremadamente frágil.

Él mismo se ha definido más próximo a la política internacional de John F. Kennedy, del Ronald Reagan de los primos años y George Bush padre, que a la vehemencia idealista, en un sentido y otro, de Bill Clinton y George W Bush.

Si tenemos en cuenta estos precedentes, y el tiempo que se dice que tardó en gestarse la operación para terminar con Bin Laden, no podemos sentenciar que haya sido un acto precipitado, al estilo de Clinton en Somalia o de Bush hijo en Irak.

Sin dudas, se deben haber analizado todas las posibilidades: por ejemplo, pedir al gobierno de Pakistán que colaborara en la misión contra el terrorista saudí.

¿Pero cómo confiar en el ISI? ¿Cómo pedir a los militares paquistaníes que arresten a su vecino en Abbotabad? ¿Cómo no vislumbrar que mantener a Bin Laden en una cárcel de Islamabad, a la espera de la extradición, no iba a generar un vasta ofensiva talibán desde las zonas tribales? ¿Cómo poner en jaque, en contradicción con sus propios intereses, a una nación nuclear? ¿A los generales que gestaron y ampararon a los talibanes y sus aliados y que la CIA sostiene que saben dónde están el mulá Omar y Ayman al-Zawahiri?

Vista la línea de conducta de Obama, y los escasos elementos de análisis con los que contamos hasta ahora, da la impresión de que ha sido una operación destinada a minimizar daños. Una operación quirúrgica, comedida, racional hasta el extremo, como el propio presidente.

Fotografía: EFE

Sobre la muerte de Osama Bin Laden: un personaje en decadencia

Hubo tiempos, inmediatamente posteriores a los atentados del 11S, en los que no resultaba extraño encontrar fotografías y camisetas de Bin Laden en los mercados de Oriente Próximo.

Inclusive en lugares más distantes aún, en países musulmanes ajenos al extremismo religioso como Bangladesh, recuerdo haber dado con una carnicería cuyas paredes estaban cubiertas de imágenes del magnate saudí convertido primero en yihadista de la escuela de Peshawar y luego en terrorista global para desgracia del mulá Omar y sus demás anfitriones talibanes.

La lánguida y barbuda silueta de Bin Laden rivalizaba así con la del Che Guevara como símbolo de desafío al poder, de rebeldía, aunque con el Corán bajo el brazo en lugar de las obras de Karl Marx, y el turbante en lugar de la boina.

Para millones de personas era el hombre que había plantado cara a la metrópoli imperial a la que consideraban culpable de profanar los lugares santos de Arabia Saudí, de apoyar a gobernantes despóticos a cambio de petróleo y de sostener la ocupación israelí de los territorios palestinos, incluida Jerusalén.

Un hombre cuya leyenda magnificaba el hecho de que hubiese podido salir con vida del cerco a Tora Bora, y de que nadie pareciese capaz de dar con su paradero. Figura escurridiza a la que se atisbaba en Xijiang, en las regiones tribales de Paquistán o tal vez de regreso en Sudán.

Obama y los hijos de Irak

Pero a diferencia del médico argentino fusilado en Bolivia, la popularidad de Bin Laden resultó efímera. En primer lugar, porque tras los atentados en Madrid y Londres, Al Qaeda pareció centrar sus esfuerzos en matar a otros musulmanes.

Labor a la que se entregaba con minuciosidad día tras día en Irak, llevándose por delante la vida de decenas de inocentes en los mercados, en las calles, en las escuelas de policía, a través de los atentados suicidas.

Una delirante maratón fratricida que terminó cuando los propios suníes del país del Tigris y el Éufrates se dejaron comprar por el general David Petraeus y se enfrentaron a Al Qaeda. Eran los llamados Hijos de Irak.

El segundo golpe a Al Qaeda y a su vaga red de franquicias regionales se lo dio sin dudas Barak Obama con el discurso pronunciado en El Cairo el 4 de junio de 2009. En aquella alocución marcó un punto de inflexión: asumió implícitamente los errores del pasado, desde la invasión de Irak hasta Abu Ghraib y Guantánamo, y tendió la mano al mundo árabe.

El flamante presidente de EEUU estaba convencido de que había llegado la hora de usar el llamado “poder blando” en lugar de confiar sólo en las armas. El hecho de que su padre fuera un keniano lúo musulmán, y de tener como segundo nombre “Hussein”, jugaba a su favor.

La ausencia de Al Qaeda

El tercer revés de Bin Laden se comenzó a gestar el 17 de diciembre de 2010, cuando el joven universitario y vendedor ambulante Mohamed_Bouazizi se quemó para protestar porque le policía le había quitado el carro de vegetales con el que se ganaba la vida.

Un acto de desesperación que canalizó la rabia de las gentes del Magreb, que sacó a la superficie sus ansias de libertad y justicia. Algo que quizás hubiese ocurrido antes de no ser por la invasión estadounidense de Irak, pues no fue un movimiento espontáneo sino que llevaba años en silenciosa ebullición.

Tumbó a Ben Alí. Luego a Mubarak. Se expandió a los chiíes oprimidos en Bahrein. Al presidente Saleh de Yemen. Movilizó a las masas en Siria, donde están siendo reprimidas con virulencia por Al Asad. Y generó una guerra civil en Libia, donde, paradójicamente, Gadafi acusa a Al Qaeda de estar detrás de los rebeldes de Bengazi, por lo que debería darle las gracias a EEUU por haber matado a Bin Laden, aunque parece que en esta ocasión no se cumple la famosa máxima: el enemigo de tu enemigo es tu amigo.

Los jóvenes ansiosos de libertad en estos países en ningún momento han aludido al salafismo, al islamismo radical o a Al Qaeda. Y quizás ese fue el verdadero golpe de gracia de Bin Laden, que estaba muerto políticamente antes de que esta mañana los Navy Seals terminaran con su vida en la localidad paquistaní de Abbottabad.

Muchos comprenden que Al Qaeda es una forma de opresión y desprestigio para los árabes tan nefasta como sus propios dictadores. Y, en este sentido, la muerte de Bin Laden se suma en la buena dirección del histórico cambio que vive la región.

Foto: Reuters

Robert Mugabe, ése amigo de los homosexuales africanos

En nuestros viajes por África hemos sido testigos del creciente clima de represión y marginación que los homosexuales están sufriendo en algunos países del continente. Como siempre sucede, cuando se genera un odio tan irracional, tan estúpidamente primario, hay gente detrás que lo alienta, insufla y disemina en pos de ganar ascendiente sobre las masas, de acrecentar su parcela de poder.

Ya hemos hablado en estas páginas del significativo rol que las iglesias evangélicas tienen en esta historia. Muchas veces, con el apoyo financiero e intelectual de sus pares en los EEUU. Lo denunció el New York Times tras la presentación del proyecto en Uganda de la llamada Ley Anti-homosexuales, que establece la muerte en la horca para los reincidentes, entre tantas otras barbaridades.

El diputado David Bahati, impulsor del proyecto que desde 2009 se está debatiendo en el parlamento ugandés, mantiene estrechos vínculos con los pastores estadounidenses de la derecha más reaccionaria y conservadora. Esos que viajan a África dando conferencias en las que enseñan técnicas para «curar» la homosexualidad, como Don Schmierer, miembro de la organización Edoxus International, que tiene entre sus fines “movilizar la gracia de Cristo en un mundo conmocionado por la homosexualidad».

Uno de los más notorios representantes de esta iglesia en pie de guerra contra la orientación sexual ajena es el reverendo Rick Warren, que en una visita al continente en 2008 comparó la homosexualidad a la pederastia. También está el candidato republicano a la presidenciales de 2012, Mike Huckabee, que sostiene que legalizar los matrimonios homosexuales es equivalente a dar estatus legal al incesto, la poligamia y el abuso de drogas.

Gobierno a través del odio

Algunos políticos africanos están también detrás de esta ola de deliberada persecución – que incluye linchamientos y las llamadas «violaciones correctivas» de lesbianas – y marginación de los homosexuales. El presidente de Gambia, Yahya Jammeh, ha declarado en más de una ocasión que desea imponer leyes más estrictas que las de Irán. En 2008 dijo que los gays debían ser colgados y les dio 48 horas para salir del país.

Pero la palma se la lleva Robert Mugabe, que discurso tras discurso culpa a los homosexuales de cuanto problemas sufre Zimbabue. El héroe de la Indepedencia de 1980, convertido hoy en tirano cruel y senil, da la impresión de haber encontrado en los gays un objetivo fácil de atacar.

Según Mugabe, la homosexualidad se encuentra reñida con los valores africanos. La considera una práctica importada por los colonizadores. Recientemente ha dicho que los europeos no deberían meterse en los asuntos de Zimbabue, pues bastante tienen con haberse convertido en “reinos gays”.

Discursos incendiarios y leyes

El octogenario autócrata hizo pública por primera vez su homofobia en 1996, durante la Feria del Libro de Harare. Frente en a un auditorio en el que se encontraban Nadine Gordimer y Wole Soyinka declaró:

Degrada la naturaleza humana. No es natural. Y es imposible permitir que haya gente que se comporte peor que los perros y los cerdos. Si los perros y humanos no lo hacen, ¿por qué lo vamos a hacer los humanos? Tenemos nuestra propia cultura y debemos dedicar a los valores tradicionales que nos hacen persona… Lo que nos quieren hacer aceptar es una conducta que nunca vamos a permitir.

No hace falta decir que los premios nobel de literatura escucharon las palabras de Mugabe con estupor. Un discurso populista que mientras más empeoraba la economía de Zimbabue – declive que se aceleró tras las expropiaciones a las tierras de campesinos blancos y que desembocó en la más alta hiperinflación del planeta -, mayor violencia fue alcanzando.

La tolerancia hacia la homosexualidad en la vecina Sudáfrica – país que después del apartheid terminó con las leyes contra la sodomía, pues nacía una nación diversa, tolerante, para todos: negros blancos, mestizos, homosexuales… la llamada “nación del arco iris” -, siempre lo irritó. Desde 2006, los surafricanos del mismo sexo pueden contraer matrimonio.

Arresto civil

En 2006, por contrapartida, se aprobó en Zimbabue una ley que criminalizaba la homosexualidad. Hasta el gesto más nimio entre dos hombres – un roce de manos, un beso, un abrazo – puede conducir a la cárcel. Se la conoce como la “Ley contra la desviación sexual”. Hasta aquel momento sólo la sodomía era penada.

Así como David Kato, que murió asesinado en enero, ha sido la conciencia de los gays de Uganda, Mugabe tuvo que enfrentarse al activista Peter Tatchell, que dos veces intentó detenerlo: en 1999 y en 2001. Trataba de realizar un arresto civil bajo los cargos de violación de los derechos humanos. La segunda ocasión, en Bruselas, recibió una paliza de los guardaespaldas del presidente de Zimbabue. Su gesto de valentía sirvió para que el mundo tomara conciencia de la homofobia de Robert Mugabe.

Foto: AP

Gadafi, Jacob Zuma y la Unión Africana

Sigo esperando los permisos de la Unión Africana para regresar a Somalia. Y espero, y espero… Supongo que sus funcionarios están demasiado ocupados con la misión que ayer iniciaron en Libia, el caos en Costa de Marfil y las tres veces postergadas elecciones en Nigeria. Así que tampoco viene a cuento que me ponga pesado con correos electrónicos mendicantes.


Recordemos que se trata de una organización con muy buenas intenciones, pero limitada operativamente como refleja su presupuesto: 200 millones de dólares en 2010 (que este año alcanzará los 250 millones). La ONU, para el bienio 2010-2011, tiene 5.160 millones. Idénticos recursos, vamos.

Hablando de la misión diplomática de la Unión Africana en Libia, me sorprendió leer esta mañana algunas crónicas desde Tripoli que hablan de la “capacidad de presión” de la UA sobre Gadafi. Escasa capacidad de presión, la verdad, pues la UA es una iniciativa del propio Gadafi, que tras sus desencuentros con Occidente se decantó por un apasionado panafricanismo.

De hecho, Libia paga una parte considerable de su presupuesto en representación propia y de los Estados más pobres del continente. Sus contribuciones alcanzan el 15% del total. Están en lo alto en la lista de donantes seguida por Argelia, Egipto, Nigeria y Sudáfrica. La Unión Europea, en la que se inspira funcionalmente la UA –aspira a tener moneda propia en 2030 – aporta unos 55 millones de dólares.

Dinero para todos

Todo esto sin contar las inversiones – se estima que superan los 70 mil millones de dólares – que el sátrapa realiza en África principalmente a través del Libyan Arab Portfolio (LAP).

Telecomunicaciones en Uganda, Ruanda, Zambia, Sudán del Sur, Sierra Leona, Costa de Marfil, Níger, Guinea Conakry y Benín. Hoteles, fábricas textiles, de procesamiento de derivados del petróleo en Uganda, Mali y Kenia.

Tanto es así que se organizó una marcha en Kampala a su favor. Gente, sin dudas, que no quiere perder el puesto de trabajo, que reza para que el dinero del petróleo no deje de fluir desde Trípoli. Ese dinero que hace unas décadas fluía en la dirección contraria, cuando el «rey de reyes africanos» vendía armas al infame Idi Amin, como luego lo hizo con Charles Taylor y otros tantos.

De los hoteles, me comenta un buen amigo que el que está en Bamako es uno de los mayores centros de reclutamiento de mercenarios. Su nombre: LAICO Hotel l’Amitie Bamako. Los combatientes: tuaregs que son contratados discretamente por oficiales libios.

Un interesante encuentro

Hablando de hoteles, Jacob Zuma, presidente de Sudáfrica, está alojado en el mismo que la prensa internacional: el Rixos Hotel. Y parece que hoy no ha ido personalmente a ver a los rebeldes en Bengasi, sino que mandó a varios representantes.

Otro aspecto que ayer tampoco encontró demasiado eco en la prensa es que Zuma, que lidera la misión de la UA, permitió que su país votase a favor de la Resolución 1973 en el Consejo de Seguridad de la ONU. Sí, la resolución que dio pié a la intervención aérea que hoy lidera la OTAN.

¿Qué explicación habrá dado Zuma en el encuentro que mantuvo a solas con su “hermanísimo” Gadafi? ¿Habrá argumentado que no esperaban que el voto llevara a semejante acción militar?

Pero hay otro tema candente entre ambos: el anuncio que Zuma realizó el 11 de marzo sobre la congelación de los bienes de Gadafi en Sudáfrica. Son más de cinco mil millones de dólares de las empresas Libya Arab Africa Investment Co (Laaico), Libya Oil Holdings, Libyan Foreign Investment Company (Lafico) y, por supuesto, del Libya African Investment Portfolio (LAP).

Foto: Getty Images.

«Viaje a la guerra» nominado a mejor blog en los premios BOBs

Se acerca el quinto aniversario de Viaje a la guerra. Sí, aunque resulte difícil de creer, en poco tiempo más tendremos tarta coronada por cinco velitas en lo alto de esta página. 

Celebración que indica, si las apariencias no nos engañan – contemos dedos, brazos, piernas -, que hemos sobrevivido a este lustro de presencia casi continua en zonas de conflicto armado. A decenas de miles de kilómetros en avión, barco, todoterreno, canoa, burro o lo que tocara para llegar a destino.

Y, lo que resulta más meritorio y afortunado aún: hemos sobrevivido a la crisis. Es más, a lo largo de estos dos últimos años, hemos recorrido inclusive un mayor número de países. ¿Alguien ha dicho milagro? Pues eso, un milagro.

El largo camino a Somalia

Se nos echa encima este quinto cumpleaños con dos noticias: una buena y otra que no lo es tanto. Empecemos por la menos alentadora: la Unión Africana nos ha denegado el permiso para volver a Mogadiscio, ciudad en la estuvimos el pasado mes de noviembre.

Como veíamos en las últimas entradas, la violencia ha alcanzado las mayores cotas de los últimos años. Las bajas entre los soldados de Uganda y Burundi se cuentan por decenas (quizás por eso se anunció ayer que se sumarán 3.000 nuevos efectivos a AMISOM). Así que toca esperar a que se vuelva a encender la luz verde.

Votos y agradecimientos

La segunda noticia es que Viaje a la guerra ha sido nominado a los premios BOBs. Dicen que estos premios de la Deutsche Welle son los más prestigiosos de la red, los óscars de la blogosfera, los llaman. Y no seré yo, justamente hoy, quien lo niegue.

La nominación es en dos categorías: Mejor Blog y Mejor Blog en Español. En la categoría general, nuestro mayor competidor es Nawaat, un fantástico blog tunesino que estuvo íntimamente relacionado con las revueltas en ese país. No es un secreto que los árabes andan últimamente bastante revolucionados, por lo que albergar alguna esperanza de ganarles parece ilusorio. Así que nuestras posibilidades están en el apartado en castellano.

Más allá de esta cosa tan caprichosa que son los premios, lo que sí es de agradecer ahora que estamos en vísperas de aniversarios y celebraciones, es vuestra compañía a lo largo de estos cinco años, siempre alentadora, enriquecedora, estimulante. Y la apuesta de 20 Minutos por perpetuar estas páginas.

Primer pase del documental «La guerra contra las mujeres»

Tras cuatro meses de edición en Buenos Aires, ya tengo listo el primer corte del documental «La guerra contra las mujeres». De las producciones audiovisuales y libros a los que he dado forma en mi vida, ésta ha sido sin dudas la más complicada.

En primer lugar, porque abordar una cuestión como la violación en la guerra, con una veintena de víctimas de diversos lugares del mundo hablando de lo que sufrieron, implica una enorme responsabilidad. Un ejercicio narrativo basado en la contención, en el transitar por los matices, eludiendo estridencias y énfasis gratuitos, como forma de lealtad, respeto y agradecimiento hacia las mujeres que decidieron confiarnos su testimonio.

En segundo lugar, porque al tratarse del primer documental jamás realizando sobre la violación en la guerra como fenómeno que se sucede desde tiempos inmemoriales hasta nuestros días, la cantidad de información que hemos tenido que desmenuzar ha sido enorme. Tres años de rodaje en siete países. Más de un centenar de entrevistas en una docena de idiomas. Y cientos de informes y artículos de prensa a modo de base para el hilo argumental.

Comparto esto con vosotros pues esta tarde se hará en el teatro Zorrilla de Valladolid el pase del primer corte del documental. La intención de este acto es por mi parte agradecer a las numerosas personas que han creído en esta idea y que la han hecho posible, y recoger de los espectadores – a través de un formulario – las impresiones sobre este primer corte que dura una hora 22 minutos y que sale a su vez de otro corte que terminé en enero y que tenía un metraje de dos horas 22 minutos.

Justamente por la responsabilidad que implica esta cuestión tan terrible y dolorosa, por mi deuda hacia la confianza que me dieron las protagonistas – entre las que se encuentran algunas mujeres como Emerance, Jeanne, Bakira y Rosemary, que aparecieron en este blog -he optado por la fórmula de recabar la mayor parte cantidad de opiniones posibles antes de sentarme dentro de unos meses a hacer el corte definitivo.

Con respecto a estas páginas en las que llevamos ya casi cinco años encontrándonos, Viaje a la guerra, espero en una o dos semanas partir hacia Somalia. Estoy aguardando los permisos del gobierno de Mogadiscio y de las tropas de la Unión Africana. Va siendo hora ya de volver a la ruta, de encarar un nuevo proyecto. El cuerpo lo pide…

Los muertos por la libertad en el mundo árabe

Lamentablemente, la lucha por la libertad suele conllevar un alto precio. Son tantos los ejemplos en la historia que resultaría injusto mencionar unos pocos. Quizás resaltar, por todo lo que se ha hablado de este país en los últimos años, la rebelión de los esclavos haitianos de 1791, pionera en la región, sin olvidar que cada nación tiene su propio panteón de mártires que se dejaron la vida por hacer tangibles los derechos inalienables de su pueblo.

La actual revolución en el Magreb y en los países árabes está teniendo también un importante coste en vidas. Ayer, conversando con un buen amigo, nos preguntábamos qué pulsión mueve a quienes se están enfrentando ahora mismo a la muerte en estos países, y cómo los recordaran sus familias y sus sociedades.

TÚNEZ:

. 219 muertos. 519 heridos. 28 días de protestas desde la inmolación de Mohamed Bouazizi.

EGIPTO:

. 365 muertos. 5.500 heridos. 18 días de protestas.

LIBIA:

. Más de 300 muertos. Centenares de heridos. Siete días de protesta que continúan.

BAHRÉIN:

. Siete muertos. Siete días de protestas que continúan.

YEMEN:

. 12 muertos. Cinco días de protestas que continúan.

MARRUECOS:

. Cinco muertos. Dos días de protestas que continúan.

A modo de homenaje también, recordar a los 138 monjes fallecidos en las revueltas contra el régimen dictatorial de Ragún en 2007, y a tantos otros pueblos que no se enfrentan a sistemas totalitarios sino que sufren el yugo de la ocupación y el destierro como el palestino, el saharui y el tibetano.

Y preguntarse cuándo la revolución del Norte de África transpirará más allá del Sáhara y sacará del poder a tantos otros sátrapas que viven de espaldas a los deseos más imperiosos de sus gentes: Robert Mugabe en Zimbabue, Teodoro Obiang en Guinea Ecuatorial, Meles Zenawi en Etiopía, Issaías Afewerki en Eritrea…

Foto: Yahya Arhab / EFE.

Mi abuela y el documental «La guerra contra las mujeres»

Regreso a la escena del crimen. Cuatro años más tarde me vuelvo a encerrar en el mismo salón en el que escribí Llueve sobre Gaza. Otra vez el espejo cubierto de notas, la mesa atiborrada de papeles que en aquel entonces describí en este blog. A través de las ventanas el lánguido perfil de las torres que se levantan hacia el cielo de Buenos Aires.

Continúa allí cada mañana el mendigo que toca el violín en la esquina, aún empeñado en desquiciarme con una sucesión de notas tan desafinadas y chirriantes como el gemido de un gato follando. Cuando paso a comprar un café lo saludo. Le gusta que lo haga en árabe, pues es descendiente de sirios. Tampoco cesa cada noche el trajín de los cartoneros con su carros. Todavía no he visto un beso como aquel que fotografié en enero de 2007.

Las mismas distracciones, de pie en la terraza, que hace cuatro años ocupaban mis momentos de falta de inspiración. Esos instantes en los que no sé de qué forma seguir encajando las piezas de este gigantesco puzzle. Esos instantes que cuando se extienden demasiado en el tiempo se convierten en naufragio y desazón hasta el punto de cuestionar la propia razón de ser del proyecto o mi capacidad para llevarlo a buen puerto.

Entrevistas, países, idiomas

Para Llueve sobre Gaza fueron casi un centenar de entrevistas, docenas de informes de Bethelem y del Palestinian Centre for Human Rights y las entradas que publiqué aquí desde la franja durante los meses de bombardeos, visitas al hospital Al Shifa, guardias en las fronteras de Rafah y Eretz o recorrido por los túneles en dirección a Egipto. Elementos narrativos a los que iba sumando los numerosos artículos, libros y reportajes que vosotros, los lectores, me hacíais llegar en esta fascinante comunicación horizontal, participativa, que hoy nos ofrece Internet.

La historia en la que estoy implicado ahora tiene menos entrevistas, 89 para ser exacto, pero sí más complejidad narrativa ya que no se trata de dos países, Palestina e Israel, sino diez y más de quince idiomas distintos. El documental “La guerra contra las mujeres”, que tras tres años de rodaje finalmente estoy editando con la intención de tenerlo listo para marzo.

Intenta ser el primer documental que describe la violación como arma de guerra desde la referencias bíblicas hasta hoy. Testimonios de víctimas, de especialistas pero también de todos aquellos hombres y mujeres que están trabajando para terminar con esta práctica horrenda y brutal. Busca, como último objetivo, alentar a que se avance en la protección de la mujeres en los conflictos, según establece la resolución 1820 del Consejo de Seguridad de la ONU, y su mayor participación en los procesos del paz en concordancia con la resolución 1325.

Trabajo de equipo

Un material duro de abordar, de desmenuzar y ordenar debido al brutal ultraje y el dolor que sufren sus protagonistas. Quizás por eso, tras pasar por Somalia en noviembre, tardé casi un mes en armar el equipo y en ponerme a leer las historias para confeccionar el guión.

Pero si hay una diferencia positiva con la escritura de Llueve sobre Gaza es que aquella fue una suerte de navegación en solitario, mientras que ahora, por la propia lógica de la producción audiovisual, cuento con fantásticos compañeros que cada día se sientan a afrontar esta tarea codo a codo conmigo: editores, grafistas, guionista. Y tener alguien con quien compartir la responsabilidad, en quien apoyarse en los momentos de flaqueza, resulta impagable en lo emocional a la vez que intelectualmente enriquecedor.

En este sentido, son más de cincuenta las personas que han aportado su tiempo y voluntad a «La guerra contra las mujeres» entre productores ejecutivos, productores locales, cámaras, traductores, conductores, fixers… El resultado final será la sumatoria del empeño y la dedicación de cada uno de los integrantes de este esfuerzo colectivo, incluídas las personas y organizaciones en España que desinteresadamente decidieron apostar porque se hiciera realidad.

Las historias de algunas de las protagonistas del documental, como Bakira Hacesic y Vumilia Balangaliza, han aparecido en estas páginas. A partir de hoy, que cumplimos 31 días de edición, iré colgando algunas otras que creo que merecen la lectura sosegada y exhaustiva que no permite la producción audiovisual. Espero volver a la ruta a finales de marzo. Si todo sale bien, Somalia será el primer destino pues quedaron muchas cosas en el tintero del último viaje a Mogadiscio.

Sí, mi abuela

Para terminar esta entrada un poco atípica, de esas pocas que de vez en cuando escribo para localizar estas páginas en algún lugar y tiempo geográfico concreto, mencionar al alma máter de este equipo: una mujer que nació en Lugo en 1920 y que cada mañana se levanta, va al supermercado y compra los insumos con los que luego cocina y nos alimenta.

Mi abuela Francisca, que a cada rato se asoma a la puerta del salón con una bandeja con algo para beber o comer. ¿Cómo van, cuánto les falta?, pregunta.

Decir que me inspira ser testigo de la fuerza y el cariño con las que esta mujer de 91 años nos cuida y malcría, no es más que decir la verdad. Como también es verdad – sobre todo cuando descubro que cada día los pantalones luchan con más tesón por cerrarse en torno a mi cintura – que no en pocas ocasiones me pregunto qué extraño mecanismo hace que tantas abuelas manifiesten su amor a través de la comida. Supongo que podría ser el tema para un documental futuro: ¿Por qué a las abuelas les encanta cebar a sus nietos?

PD: Como verán en la imagen trabajamos con una decena de discos duros en los que almacenamos y gestionamos las imágenes grabadas en alta definición. El año pasado he pagado un dineral a la SGAE como tasa del canon por la siniestra e ilegal presunción de que los vamos a usar para guardar copias del trabajo de otros autores. De autor a gestor: vergüenza.

Ser homosexual en África: el asesinato de David Kato y el poder de las iglesias evangélicas

La última vez que el acoso a los homosexuales en África saltó a la prensa internacional fue en ocasión del juicio realizado contra Steven Monjeza y Tiwonge Chimbalanga, a los que se condenó a 14 años de prisión. El juez Nyakwawa Usiwa-Usiwa sentenció que la pareja, por el mero hecho de existir como tal, atentaba contra los códigos morales de Malawi.

Si Steven Monjeza y Tiwonge Chimbalanga no tuvieron que cumplir la condena fue debido a la presión de las organizaciones de Derechos Humanos y los Gobiernos occidentales. Elementos de coacción no faltan, ya que el 40% del PIB de esta paupérrima y pacífica nación del África meridional proviene de la ayuda foránea.

Bingu wa Mutharika, presidente de Malawi, ordenó que se los dejara en libertad el pasado mes de mayo, no sin antes subrayar a través de un comunicado su férrea oposición a la homosexualidad: “Estos muchachos han cometido un crimen contra nuestra cultura, nuestra religión y nuestras leyes”.

Un gesto que de ningún modo resarce a la pareja de las palizas sufridas, del tiempo perdido en la prisión de Chichiri. Al contrario, la prensa local señala que el gobierno ha articulado todos los medios posibles para que no volviera a estar junta. La posibilidad de un inmediato regreso a la cárcel, entre ellas. También las numerosas amenazas de muertes colaboraron a que Steven Monjeza decidiera casarse con una mujer apenas recuperó la libertad.

Ley y homofobia en Uganda

No todos los países africanos padecen esta retrógrada y desvergonzada fobia a los gays y lesbianas. Sudáfrica es un ejemplo de libertad y tolerancia. Kenia, en menor medida también. No es raro ver en bares de Westland como el Black Diamond o Gipsies a jóvenes que no necesitan esconder su homosexualidad.

Si tuviésemos que establecer un ranking de países africanos que persiguen a los homosexuales, como en la última entrada lo hicimos con respecto a la buena, regular y mala gestión de sus presidentes, sin dudas Uganda estaría en lo más alto. El acoso que sufren allí llegó al punto de que en diciembre de 2009 el Parlamento comenzase a debatir si debían ser condenados a muerte. Una ley, conocida como Anti-Homosexuality Bill, que aún está pendiente de aprobación.

Y muerte fue lo que encontró esta semana David Kato, activista por los derechos de los homosexuales en Uganda, cuando varios hombres entraron a su casa y lo atacaron a martillazos. Jeffrey Gettleman, corresponsal de The New York Times en la región, que entrevistó a David Kato, no duda en establecer vínculos entre la aversión a los homosexuales y el creciente evangelismo financiado en tantas ocasiones por iglesias de EEUU. Con respecto a la ley:

En aquel momento, en diciembre de 2009, el parlamento de Uganda estaba considerando si los homosexuales debían ser ejecutados. El político ugandés que elaboró la Ley Anti-homosexualidad, lo hizo después de visitar a evangelistas de EEUU que tenían un programa para “curar” la homosexualidad.

Y al cambio de percepción social de la homosexualidad:

Muchos ugandeses me dijeron que los gays, históricamente, fueron tolerados en sus aldeas. Eran mirados de forma diferente, pero nadie los consideraba una amenaza. Pero eso ahora ha cambiado.

Con sus consecuencias:

El reverendo Kapya Kaoma, un zambiano que asistía a las manifestaciones contra los gays, dijo que los estadounidenses menospreciaron el poder de la homofobia. “No sabían que cuando hablaban de destruir la familia africana, la respuesta es un genocidio”, dijo. “Cuando hablas de la familia, hablas de la tribu, hablas del futuro. Los africanos van a luchar a muerte. Cuando hablas de este modo, invitas a la destrucción».

Poder terrenal

Las iglesias evangélicas están por todas partes en África: desde míseras chabolas hasta grandes templos. Un fenómeno de expansión similar al que está teniendo lugar aquí en América Latina. Mi experiencia personal ha sido de lo más diversa, desde pastores tolerantes como Patrick Kimawachi, hasta otros de sermones incendiarios, ciertamente mesiánicos y alarmantes.

La pregunta que siempre me hago es por qué cierta gente que profesa una religión se siente agredida, amenazada, por las acciones de quienes deciden vivir de otra manera. ¿No es la religión algo personal, íntimo, un diálogo con la propia conciencia para tratar de ser mejor, para atenerse a unas normas morales? ¿Por qué nos da derecho a juzgar a los demás?

Salvando las enormes distancias en las formas y consecuencias, recuerdo las multitudinarias manifestaciones en Madrid contra el matrimonio homosexual. Y llego a una única e inequívoca conclusión: estos devotos que salen con el dedo acusador en alto, que en lugar de tratar de ser mejores ellos mismos pierden tiempo observando a los otros, juzgando y condenado, no son más que meros instrumentos – muchas veces sin siquiera saberlo – de un poder no celestial, sino tristemente terrenal, que se basa en dividir, en no comprender ni aceptar.

Un poder en burda y flagrante contradicción con los ideales que dice defender. Un poder, contante y sonante, que nadie se engañe.

El bueno, el feo y el malo: del mejor al peor presidente de África

No hace falta ser un experto en África para vislumbrar que uno de los principales lastres para el despegue del continente son sus gobernantes. El nepotismo tribal y la corrupción endémica podrían ser consideradas las señas de identidad de una clase dirigente que vive de espaldas a los ciudadanos.

Sostener que ha sido así desde los tiempos de la descolonización resultaría injusto. Claro que existieron delirantes como Idi Amin Dada o cleptómanos desvergonzados como Mobutu Sese Seko, pero también gobernaron en el continente personajes de la talla moral de Julius Neyrere, mejor conocido como mwalimu («el maestro» en kisuajili), que no dejó de conducir su humilde coche para ir cada día a su puesto de trabajo en Addis Abeba, y, por supuesto, Nelson Mandela.

Cabe preguntarse también de qué manera se habrían desempeñado hombres como Patrice Lumumba, de cuyo asesinato, ordenado por la CIA, la semana pasada se cumplieron cincuenta años. La nefasta intervención extranjera, ordenada y cartografiada tras la Conferencia de Berlín de 1884, fue seguida por la manipulación y la injerencia de la Guerra Fría.

Comunicación para la ciudadanía

Ya en este blog hemos apuntado en varias ocasiones que África, destino de la mayoría de nuestros viajes en los últimos años, está experimentando notables cambios. Una de las razones es la universalización del teléfono móvil. Hemos encontrado estos medios de comunicación desde la barriada de Kibera hasta las minas de oro en Kamituga.

El desarrollo tecnológico ha permitido a África pasar de casi no tener líneas fijas a estar vastamente comunicada a través de los móviles. Inclusive en nuestro reciente viaje a Mogadiscio nos recibió el típico mensaje de texto de la compañía local de telefonía. Y eso que, en la capital de Somalia, poco funciona, por no decir nada. Bueno sí, la guerra.

Según demuestra Túnez, y parece que ahora Egipto, una ciudadanía comunicada, informada, integrada a través de las redes sociales, resulta menos manipulable, tiene más herramientas para saber qué sucede a su alrededor y cuestionar a sus gobernantes. Sin contar la posibilidad de efectuar pagos, ahorrar y acceder al crédito que ofrecen sistemas como MPESA.

La primera vez que escuché esta teoría fue de boca de Mohamed Yunnus, el creador del Grameen Bank y posterior premio nobel de la Paz, cuando lo entrevisté en sus oficinas de Dhaka en 2001. Su proyecto más querido ya en esos tiempos no era el llamado “Banco de los pobres”, sino Grameen Telecom.

Periodismo Sur-Sur

Otro elemento fundamental que parece estar cambiando en África es el periodismo. Se trata de una apreciación muy subjetiva, pero quien escribe estas palabras tiene la certeza de que cada vez lee crónicas más afiladas, profundas y estimulantes en la prensa africana.

En este sentido, The Economist señalaba el surgimiento de la prensa del Sur y para el Sur, con Al Yazira a la cabeza, como signo de los tiempos que estamos viviendo de fragmentación del poder en el mundo, de avance a paso raudo hacia un orden multipolar. Y la caída del despliegue y la influencia de la BBC y CNN.

Ejemplo de este periodismo es el reportaje que apareció en la revista de The East African, en el que se presenta un ranking del mejor al peor gobernante del continente. Las semblanzas de cada uno de estos líderes, trazada no sin ciertas dosis de humor, para la próxima entrada del blog, pues merece una descripción exhaustiva y esta va quedando ya muy farragosa.

Sólo agregar que en los últimos puestos de la lista están, como alguno de vosotros habrá atisbado a estas alturas:

. Sharif Ahmed (Somalia)

. Idriss Deby (Chad)

. Teodoro Obiang (Guinea Ecuatorial)

. Omar Al-Bachir (Sudán)

. Isaias Afwerki (Eritrea).

En la foto, la mirada que le dedica Robert Mugabe a Morgan Tsvangirai habla por si sola. También os dejo una pregunta: ¿en qué puesto creen que está Paul Kagame? No vale leer el reportaje.