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Los senderistas se movilizan contra los cazadores

Cazador

El monte y la naturaleza es de todos los ciudadanos. Su disfrute es un derecho amparado por la Constitución española en su articulo 45. Pero cuando se habla de cazadores con escopetas parece que la cosa cambia. Este colectivo ha propuesto al Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente que en la nueva Ley de Montes, actualmente en proceso de redacción,  se incluya la prohibición de paso a los montes por parte de senderistas y demás usuarios, en las zonas y días en que se organicen batidas o monterías. Dicen que así se evitarían accidentes fortuitos, léase disparos a inocentes viandantes confundidos con ciervos o jabalíes. La futura ley podría incluir sanciones de hasta 1.000 euros por caminar por estos espacios durante la celebración de monterías.

Ante esta propuesta de dar prioridad a la caza frente al uso pacífico del monte, senderistas, ciclistas y hasta recogedores de setas se han movilizado estos días. Así, el colectivo Senderismo por España ha iniciado una recogida de firmas a través de la web  Change.org, en una ciberacción que en apenas una semana ha recogido casi 50.000 firmas indignadas, la mía entre ellas.

Paralelamente, la Asociación RedMontañas recoge en el mismo portal firmas proponiendo que la Federación de Caza mantenga una página web centralizada y única donde se informe con toda claridad y precisión de las fechas, municipios y ámbitos territoriales de dichas actividades. De este modo, los usuarios podrán consultarla antes de organizar sus propias salidas, igual que se consultan las páginas meteorológicas, y todo el mundo tendrá sus derechos intactos.

Me gusta la postura anticaza de esta entidad montañera, resumida en cuatro puntos:

  • En las sociedades occidentales no es necesario cazar para vivir. Disfrutar matando parece una afición sórdida y anticultural cuando existe un espectro tan amplio de actividades con las que disfrutar de la naturaleza, en las que realizar ejercicio físico o incluso en las que canalizar el hipotético instinto cazador del ser humano.
  • Admitimos que la caza mueve mucho dinero. También mucho dinero negro, que jamás se incorpora a la economía social. Eso sí, en el curso de los eventos cinegéticos y su entorno se cierran muchos grandes negocios. Negros muchos de ellos.
  • Las monterías y batidas son, de todas las modalidades de caza, probablemente las menos ‘deportivas’ y no es creíble que nadie argumente que en ellas se disfruta de la naturaleza, el silencio, etc. Sus participantes acuden en todoterrenos, se les abren las barreras de las pistas forestales, y ellos se quedan sentados en los puestos con el rifle listo, mientras los perros y los ojeadores les traen las víctimas a su alcance. ¿Esto es cazar, o ‘asesinar’ animales?
  • Precisamente porque las batidas y monterías son absolutamente incompatibles con cualquier otra actividad pacífica de recreo en la naturaleza, debido a su peligrosidad y al riesgo de accidente mortal, son ELLOS quienes deben poner de su parte, y no los demás. La solución en ningún caso puede ser prohibir la entrada, privando al resto de la sociedad de su derecho al libre disfrute del medio natural.

¿Y tú qué opinas? ¿Hay que cerrar el paso a los senderistas cuando hay batidas o cerrar el paso a las batidas cuando hay senderistas?

Foto: Ángel Sánchez Carbonell

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Cádiz se queda sin su árbol más histórico y falsamente protegido

Drago

Proteger un árbol singular no consiste tan sólo en apuntarlo en una lista, publicar su nombre en el Boletín Oficial. Puede servir con el Patrimonio Histórico-Artístico, pues por degradado que éste se encuentre casi siempre será posible acometer su restauración. Pero con el patrimonio natural no sirve. Se trata de un ser vivo, un delicado ser vivo con fecha de caducidad. Por eso resulta fundamental su conservación preventiva. Una vez muerto no hay nada que hacer.

En Cádiz lo han comprobado tristemente este sábado. Acaban de perder el famoso drago centenario del callejón del Tinte, símbolo vivo de la historia de la ciudad. Fue con toda probabilidad uno de los primeros ejemplares de drago plantados fuera de Canarias. Por algo el puerto gaditano era el principal enlace del archipiélago canario con Europa, su vinculación comercial y cultural con la metrópoli. Aunque ya Estrabón asegura que en Cádiz había dragos en tiempos de los fenicios.Drago Cádiz

Tenía más de 250 años, así que ya era un ejemplar respetable cuando hace dos siglos los diputados doceañistas elaboraron la primera Constitución de España. Figuraba en el catálogo de Bienes de propiedad municipal inscritos en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz. La Junta de Andalucía lo incluyó además dentro del ‘Legado patrimonial de los lugares de las Cortes y de la Constitución de 1812’, con todo lo que ello suponía de protección como Bien de Interés Cultural. Una protección que no le ha servido para nada.

Ubicado en el patio de la antigua Escuela de las Artes, las peleas entre Ayuntamiento y Junta de Andalucía por el control del edificio les hicieron olvidarse del viejo drago. Cada vez más vencido por los años pedía a gritos su apuntalamiento. Una sencilla intervención que a buen seguro hubiese impedido su desaparición. Pero nadie movió un dedo por el árbol. Y ahora  que ha colapsado todos tratan (a empujones políticos) de ponerlo otra vez en pie. Ridículo.

Había otro drago centenario en Cádiz. El del patio de la Facultad de Medicina, traído a Cádiz por el cirujano y botánico Pedro Virgili, que también cayó al suelo hace 20 años. Otros dos dragos centenarios han muerto recientemente por culpa de los excesos urbanísticos, uno en El Hierro y otro en Alicante. La lista de esta sangría es interminable. Restar, nunca sumar. Y nuestro patrimonio natural más querido desapareciendo a toda velocidad por culpa de la incuria, la política, el abandono y la irresponsabilidad.

Lo dijo un gaditano universal, Rafael Alberti:

«Hijos del drago, venid a socorrerme. Vuestras oscuras,
invisibles espadas me defiendan».

Foto: Ecologistas en Acción de Cádiz

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