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Los pantalones bermudas no son solo para las madres

El otro día, aprovechando la excusa del calor madrileño (ese que se caracteriza por el dolor de pies de lo que quema el asfalto del suelo cuando vas con sandalias), me compré unas bermudas.

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Y no solo me compré unas bermudas, sino que me sentí agradecida por poder comprarme, por primera vez, un pantalón de mi talla que no me dejara la mitad de la nalga fuera.

Con esto no quiero decir que lo critique, como todo en esta vida es cuestión de gustos y entiendo que los shorts tengan su público, pero yo, que soy de nalga tímida y solo la enseño a quien yo quiero, vivía mosqueada con ese corte tan corto.

Me enfadaba más que los que en Instagram piden likes diciendo «dadle amor a mi foto» (¡Es una foto, no se le puede dar amor! ¿O qué quieres, que la imprima y me ponga a llenarla de besos y caricias?).

Sí, supongo que ya estoy en esa edad en la que me apetece ir con prendas holgadas. Lo sospechaba cuando vi que mis amigos empezaban a casarse y lo he confirmado cuando he comprado los pantalones bermudas que llegan casi a la rodilla: ya soy una mujer adulta.

Nada más llegar a casa, y como buena Aries que soy, lo combiné con una camisa remangada en la cintura y miré el resultado final. Me encantaba.

Fui a enseñárselo a mi madre toda loca de contento (como vamos siempre que le enseñamos algo a nuestras pacientes progenitoras) y, nada más verlo, me dijo que le recordaban a unas que había tenido ella hace unos años. Nos reímos porque era verdad.

Sus bermudas, casi del mismo verde que las mías, eran de la década de los 90 y se las había puesto muchísimo. Lo raro es que no hubiera caído en el momento de verlas en la tienda, que ya las conocía de alguna otra parte.

Una prueba más de que todo vuelve, así que es el momento de que llaméis a la puerta del armario de vuestra madre y tengáis la suerte de que las haya conservado estos años.

YERA, SÍNTESIS Y ZENDRA