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Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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Favela Maré: narcotraficantes de 12 años de edad

Cada morro de Río de Janerio tiene su favela. Cada elevación de esta ciudad maravillosa, que creció asida a una caprichosa y escarpada topografía, se encuentra coronada de miseria y marginación.

El 20% de sus seis millones de habitantes (11 millones si se cuenta el área metropolitana) residen en favelas, mientras la tasa de asentamientos precarios en el resto del país es del 6%.

La mayoría de quienes viven en estos barrio son personas que han llegado desde las zonas rurales en busca de una oportunidad de progreso. Un éxodo multitudinario que no tuvo lugar sólo en Brasil sino en casi todo el planeta.

En este sentido, el pasado año se vivió un hecho determinante para el futuro de la humanidad: por primera vez en la historia, más de la mitad de los habitantes del planeta pasó a vivir en ciudades. Se suele recordar al siglo XX por sus terribles guerras y por su extraordinario salto tecnológico, pero también habría que decir que fue la centuria del desplazamiento masivo hacia las urbes, ya que en 1900 el 90% de la gente residía aún en el campo. Un movimiento poblacional que tendrá un enorme impacto en la economía, en el medio ambiente, y que marcará los desafios sociales de las próximas décadas.

Hay más de 400 favelas en Río de Janeiro. La más grande es Rocinha, situada al sur de la ciudad, con unos 300 mil habitantes. Otra de las más populosas es Maré, con 132 mil residentes, hacia donde me dirijo en este primer día en Río de Janeiro, inmerso en su calor húmedo y abrazador; perplejo, deslumbrado, ante sus brutales contrastes: su decadencia, su belleza y su irrefrenable pasión.

En Maré me recibirán los integrantes del Observatorio de Favelas, una ONG que trabaja con los moradores de estos barrios marginales. La idea central es cambiar el sentido de la información: que sean sus propios integrantes quienes generen las noticias. Para ello realizan crusos de fotografía, de vídeo, organizan exposiciones, editan documentales, libros.

En los próximos días os iré presentado a cada uno de estos jóvenes, como Francisco Valdean, que llegó del nordeste de Brasil hace diez años para poder seguir estudiando, ya que en su pueblo no había escuela secundaria. Tiene 25 y aún no ha logrado entrar a la universidad. Sin apoyo, no le resulta sencillo. Quiere estudiar antropología. Es el encargado del banco de imágenes del observatorio: Imagens do Povo.

Francisco me habla de que sólo se asocia la favela con violencia, cuando, en realidad, es mucho más: su vida cultural, su encomiable historia de superación. Además, da vuelta los argumentos: ¿No es violento que los pobres apenas tengan acceso a la educación? ¿No es violento que aún Brasil no haya tenido una Reforma Agraria?

Os puedo adelantar los resultados de la investigación que ellos mismos realizaron sobre la realidad de los jóvenes que están metidos en las bandas de las drogas. La edad común de entrada es de entre 12 y 15 años. Hay jefes narcos, conocidos como «gerentes», de apenas 18 y 19 años.

El 33% trabaja de venderores, lo que se conoce en la jerga local como «vapor». El 24% son «soldados», o sea, que portan armas y se encargan de las tareas de seguridad. De los 270 menores que entrevistaron para hacer el estudio, 45 murieron en los últimos dos años: 29 a manos de la policía, seis en enfrentamientos con bandas rivales, cuatro por peleas dentro del propio grupo.

Con la habitual hospitalidad brasilera, los miembros del Observatorio me han invitado a degustar mañana comida típica del nordeste en la favela, también a ver cómo preparan el carnaval.

Asimismo, espero poder entrevistar a los jóvenes ligados al lóbrego universo del narcotráfico para conocer qué sienten, cómo piensan, estos pequeños de once, doce, trece años, que empuñan armas, que venden drogas, que se enfrentan a tiros con la policía, siendo aún niños.

Fotos: Hernán Zin

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Guerra y corrupción en Israel

En un artículo titulado “¿Queda alguien que no sea corrupto?”, el analista político Sami Peretz repasaba hace uno días en el periódico Haaretz los numerosos escándalos de comisiones, tráfico de influencia y casos de acoso sexual que están sacudiendo a la clase política israelí desde la guerra contra Hezbolá. Al final del texto llegaba a una durísima conclusión: “Somos un país corrupto, podrido hasta la médula”.

El episodio que más titulares ha conseguido fue el del presidente de Israel, Moshe Katsav, en el cargo desde el año 2000. En julio, cinco mujeres denunciaron que había abusado de ellas.

Esto sucedía días después de que el Ministro de Justicia, Haim Ramon, fuera acusado de acosar sexualmente a una empleada. Horas antes había dicho a los medios de comunicación que “todo el mundo en el sur de Líbano es terrorista, de una u otra forma está conectado con Hezbolá”. El 18 de agosto, este hombre, que fue ministro también con Yitzhak Rabín y Shimon Peres, tuvo que renunciar.

El Comandante en jefe del Ejército, Dan Halutz, vendió sus acciones en bolsa después de que Hezbolá secuestrara a dos soldados, sabiendo ya que la guerra iba a comenzar. Se le exigieron explicaciones por haber utilizado información privilegiada para ganar dinero.

Hasta el mismo Ehud Olmert ha sido señalado por diversos casos de sobornos y tráficos de influencia. El primero de todos: la compra de un piso millonario en Jerusalén a un precio inferior al del mercado. La lista continúa, como el que publica hoy 20 Minutos.

La clase política que precedió a la actual administración, tampoco tuvo las manos limpias. El anterior presidente de Israel, Ezer Weizman, dimitió en el año 2000 tras ser investigado por recibir un soborno de unmillón de dólares. Benjamín Netanyahu también sufrió el escrutinio de la justicia, por numerosos casos, entre los que destaca el de Bar-On

Pero el gobernante que se lleva la palma, más allá de haber sido hallado responsable por las matanzas de Sabra y Chatila, es Ariel Sharón, que a través del Comité Central del Likud creó un poder autónomo dentro del Estado, gracias a la ayuda de sus dos hijos.

Hace unos meses, Meir Margelit decía en este blog que la política belicista y de ocupación que sigue Israel está carcomiendo los cimientos morales de su sociedad. Hablaba de los valores del judaísmo tradicional, de la diáspora, que habían sido abandonados. Una idea similar a la que expuso Gideon Levy.

Ahora que en Israel se debate con tanta pasión sobre la necesidad de atacar a Irán, cabe preguntarse si no habrá por parte del Ejecutivo de Olmert un deseo de silenciar las críticas a través una nueva aventura militar. La guerra acalla las voces disidentes, el patriotismo manda, hay que apoyar a los combatientes, no se puede debatir ni discrepar.

La amenaza del enemigo externo, real o inventada, sirve siempre a los dirigentes para distraer la atención, para justificar sus acciones. Por otra parte, sería, como siempre, un espaldarazo a la industria armamentística, gran generadora de riqueza y empleo en este país.

Quizás sean estos argumentos que Olmert maneje, ya que su popularidad se encuentra por los suelos. Una acción desesperada para encausar a un gobierno que poco ha tenido de bueno a lo largo de su año de mandato.

De lo que no queda duda, como reflexionamos en tantas ocasiones en este blog, es que la guerra corrompe a todos los niveles. E Israel lleva ya demasiados años recurriendo a la violencia para tratar de solucionar sus problemas.

Tal vez haya llegado la hora de un cambio, de sentarse a dialogar. Terminar de una vez por todas con la dialéctica del victimismo, de la amenaza, de la guerra preventiva, y comenzar a buscar puntos de encuentro para avanzar hacia la paz en Oriente Próximo.

Morir para contar: la desaparición de un gran fotógrafo en Somalia

Si algún incauto tenía dudas de quién se encuentra detrás del conflicto armado entre pobres y miserables que está sacudiendo al Cuerno de África, con Etiopía y Somalia en primera línea de fuego, la acción de la pasada madrugada de los Estados Unidos no deja lugar a dudas.

La larga mano de la Guerra contra el Terror, que lleva años moviendo piezas en el continente negro, ha salido a la luz con el ataque realizado hoy por un avión AC-130 estadounidense en territorio somalí.

Este bombardeo, una versión a gran escala de los asesinatos selectivos que realiza asiduamente Israel, iba destinado a dos supuestos líderes de Al Qaeda, entre los que se encontraría Abu Talha al-Sudani (vinculado por los servicios de inteligencia a los atentados contra las embajadas de EEUU en África de 1998). Y me recordó al que tuvo lugar en 1993, sin éxito, contra el señor de la guerra Mohamed Farrah Aidid.

Indirectamente, aquel bombardeo terminó con la vida de un joven gran fotógrafo, Dan Eldon, acerca del cual hace mucho que quiero escribir para la serie «Morir para contar», ya que conocí su historia a través de un buen amigo que trabajó con su made Kathy y con su hermana Amy, que viven en Los Ángeles y que se dedican a la producción de documentales.

Dan Eldon nació en Inglaterra, pero se crió en Nairobi, Kenia. En 1992, cuando tenía 21 años, se fue con un compañero a recorrer Somalia, que en aquellos momentos padecía una hambruna feroz, que afectaban a seis millones de personas. Las fotografías que tomó de mujeres famélicas y de niños cubiertos de moscas y con los estómagos hinchados, llegaron a las portadas de los periódicos de todo el mundo. En cierta medida, fueron responsables de la campaña de acción humanitaria que el 28 de agosto Estados Unidos lanzó para socorrer a los hambrientos.

Debido al éxito de su trabajo, Dan comenzó a colaborar con la agencia Reuters. Tenía muy buenos amigos somalíes, que lo llamaban cariñosamente «El alcalde de Mogadiscio», por la facilidad con que se desenvolvía en esas tierras.

Cuando los Estados Unidos atacaron la capital de Somalia, él cubrió los combates para Reuters. El día 12 de julio de 1993, se acercó a la casa de Mohamed Farrah Aidid, que acababa de ser bombardeada matando a decenas de civiles.

Una multitud enfurecida asesinó a Dan Eldon y a tres periodistas que estaban con él a golpes y pedradas como muestra un documental de la CNN que vi hace años y que me dejó profundamente conmocionado.

Dan Eldon tenían 22 años. Hacía nueve meses que colaboraba con Reuters. Y, al día siguiente, llegaba otro reportero a reemplazarlo.

Era un joven de un talento artístico fuera de lo común, como muestran sus diarios personales, en los que combinaba dibujos, con recortes de periódicos y fotos. En ellos relata sus viajes por África con apuntes sombríos, desgarradores, pero a la vez llenos de fuerza y pasión por la vida. Una precisa radiografía de un continente decadente, lóbrego, pero al mismo tiempo pletórico de sonrisas, de ritmo y música, de ojos vibrantes de luz.

Su madre los editó en un libro titulado The Journey is The Destination, que merece ser leído para conocer el potencial de este incipiente fotógrafo que, a pesar de su muerte prematura, dejó su impronta en este mundo. También ha creado una fundación con su nombre y lleva años tratando de rodar una película de ficción sobre su vida.

(Un apunte al margen: barcos de EEUU se mueven hacia las costas de Somalia. Ya que se dice desde hace años que este país se estaba convirtiendo en el nuevo refugio de Al Qaeda, esperemos que, al menos, las tropas imperiales hagan un trabajo más eficiente y mejor financiado que el que realizaron en Afganistán tras la caída del régimen talibán. Aunque lo lógico es esperar que este país también caiga en un círculo de violencia sin límite).

Robert Fisk y el espíritu de este blog

A lo largo de los seis meses que llevo haciendo este blog, no he ocultado la admiración que siento por Robert Fisk, una de las voces más lúcidas, independientes y comprometidas con la verdad que nos llegan desde Oriente Próximo.

Fisk, que trabaja como corresponsal para The Independent, es autor de dos extraordinarios libros: Pity the Nation y La gran guerra de la civilización. En esta última obra, que os recomiendo encarecidamente, recorre los acontecimientos más relevantes de los últimos treinta años de historia de la región, partiendo de sus encuentros con Bin Laden y de la invasión soviética de Afganistán, hasta llegar a la última guerra de Irak.

Ayer, mientras buscaba información para mi próximo e inminente viaje, encontré en Internet una entrevista que Amy Goodman, presentadora del programa de radio y televisión Democracy Now!, realizó a Fisk el 22 de septiembre de 2005.

Amy Goodman es otra periodista brillante, valiente, acerca de la que ya escribí aquí en alguna ocasión, y a quien tuve el privilegio de seguir durante una temporada en su estudio de Nueva York. Otro inspirador ejemplo que dignifica nuestra profesión, que la devuelve a su esencia. Como ella misma me dijo: «El deber del periodistas es ir a donde está el silencio».

En el vídeo, Fisk, que conoce la guerra como pocos reporteros, expresa una idea que es muy semejante a la que sirvió de punto de partida para este blog. Y lo hace con fuerza y determinación. Sin dudas, una experiencia reconfortante, alentadora, escuchar a un maestro como él decir estas palabras…

Amy Goodman:

«Has cubierto las invasiones israelíes de Líbano, la revolución iraní, la guerra entre Irán e Irak, la invasión soviética de Afganistán, la guerra del Golfo, la guerra en Argelia, el conflicto entre Palestina e Israel, la invasión y ocupación de Irak…»

Robert Fisk:

«Suficiente, suficiente, suficiente…»

«Si vas a una guerra, tomas conciencia de que no se trata principalmente de una cuestión de victoria o derrota. Se trata de muerte, y de la provocación de muerte, y sufrimiento, en la mayor escala que te sea posible. Se trata del absoluto fracaso del espíritu humano».

«Pero no mostramos eso, porque no lo queremos mostrar. Y en este sentido, los periodistas, las crónicas televisivas, las cámaras de televisión, son letales. Porque se alían con los gobiernos para permitiros tener más guerras. Porque si os mostrasen la verdad, no permitiríais que hubiese más guerras».

Errores y mentiras de EEUU en Irak 2

Los ciudadanos de los Estados Unidos dan la impresión de haber despertado de un largo sueño que los mantenía irremediablemente apartados de la realidad del mundo. Un sueño lóbrego, confuso, carente de asideros morales, desenfrenado, que comenzó el 11 de septiembre de 2001.

En vísperas de las elecciones que hoy tienen lugar en su país, parecen haber empezado a comprender lo que para cientos de millones de personas en todo el planeta era evidente hace ya tres años, que la guerra de Irak, además de estar basada en una serie de mentiras, provocaría más violencia y destrucción de la que pretendía evitar.

Como analizábamos ayer, la estrategia de la administración Bush para mantener a los estadounidenses ajenos a los problemas en Irak se fue modificando a lo largo del tiempo, y probó ser efectiva gracias al apoyo de la mayoría de los medios de comunicación – con las honrosas excepciones de espacios como Democracy Now! o The Daily Show -, pero hubo un momento en que la situación en la nación del Tigris y el Éufrates adquirió dimensiones tan brutales y sangrientas que resultó imposible de ocultar.

La pregunta que muchos se hacen es cómo fue que los EEUU cometieron tantos errores en Irak. ¿Cómo hicieron para llevar al país a la más absoluta indigencia económica y al abismo de la guerra civil?

Patrick Cockburn, en el extraordinario libro The Occupation, que acaba de publicar con la editorial Verso, describe la sucesión de desaciertos de la administración Bush.

Quizás hoy, si los demócratas logran la mayoría en alguna de las dos cámaras, puedan hacer que la situación cambie. Más allá de posibles rectificaciones, vale la pena recordar la unanimidad con que se defendió la invasión por parte de los partidos mayoritarios, y que el daño, estimado en 650 mil muertos, es irreparable.

Otro dato importante, y menos alentador: tanto Guantánamo, como las torturas y los centros de detención clandestinos en terceros países apenas han tenido mención en las campañas electorales. En este ámbito, los estadounidenses no dan la impresión de estar dispuestos a abrir los ojos.

Tal vez tengamos que esperar hasta las próximas elecciones para que se genere el nivel de conciencia colectiva que permita cerrar la infame cárcel caribeña y para que los EEUU dejen de subcontratar los servicios de otros estados, como si se tratase de la deslocalización de la producción de una fábrica, en las tareas de reclusión y tortura de supuestos miembros de redes terroristas, en esta suerte de Escuela de Mecánica de la Armada que han montado a nivel planetario.

Algunos intelectuales, como Bernard Henry Lévy, afirman que nos encontramos en los albores del declive de las tesis neoconservadoras, dada la vacuidad moral y la torpeza en la gestión que han mostrado sus impulsores.

Ojalá así sea. Aceptar y promover abiertamente la tortura, las detenciones ilegales y la guerra preventiva, han sido duros golpes a los pilares sobre los que se asienta nuestro sistema de vida. Más aún si se tiene en cuenta que estos abusos han sido perpetrados por el país en el que se inspiró Alexis de Tocqueville .

Una clase media inexistente

En los meses anteriores a la invasión de Irak se repitió hasta el hartazgo que el país se volvería a poner en pie tras cuatro décadas de dictadura gracias a la participación de la clase media.

Lo que los EEUU y sus aliados no fueron capaces de prever es que esa clase media había desaparecido como consecuencia de las sanciones que la ONU impuso a Irak en 1990.

Aquellos que no habían abandonado el país para buscar una vida mejor en el extranjero (sólo Nueva Zelanda recibió a 30 mil profesionales en la última década), irremediablemente se hundieron en las fauces de la miseria, como la mayoría de los iraquíes.

Las sanciones de la ONU hicieron que Irak pasara de tener un nivel de vida similar al de Grecia, a equipararse a Burundi en el índice de desarrollo humano del PNUD.

El dinar iraquí, que en 1990 valía tres dólares, cayó en picado. Cinco años más tarde, un dólar servía para comprar 2.500 dinares iraquíes.

Un estudio de 1998 demostró que el 9,1% de los niños iraquíes sufrían malnutrición grave, un 26,7% malnutrición crónica, y el 22,8% mostraban un peso inferior al recomendado para su edad.

Denis Halliday, el diplomático de la ONU encargado de supervisar el programa Petróleo por Alimentos, renunció a su puesto en 1998 al descubrir que entre 4.000 y 5.000 niños morían cada mes por las terribles condiciones de vida que habían provocado las sanciones económicas.

Según Cockburn, los Estados Unidos y el Reino Unido habían minusvalorado durante años el impacto de las sanciones, para que no se levantarán, y eso contribuyó a que no tuvieran una idea precisa de las condiciones de miseria en que se encontraba la mayor parte de la población iraquí.

La prepotencia de los vencedores

Para argumentar la necesidad de invadir Irak, los EEUU habían presentado a Sadam Husein como un peligro para la seguridad mundial, ya que tenía un poderoso ejército de más de un millón de soldados, y contaba con armas de destrucción masiva. Además de haberlo acusado de mantener relaciones con grupos terroristas.

Estas tres afirmaciones resultaron falsas. La capacidad militar de Husein demostró ser realmente pobre. Aunque las imágenes de televisión mostraban las columnas de humo de los bombardeos, Cockburn, que entró por el norte de Irak durante la guerra, afirma que los soldados rasos, en su mayoría chiíes desertaban sistemáticamente.

En primer lugar, porque no estaban dispuestos a morir por el hombre que durante tantos años los había oprimido. Después, porque era tal la precariedad de los medios de las tropas, que apenas tenían para comer.

Hasta la famosa Guardia Republicana de Husein, que en teoría iba a defender Bagdad, y que estaba compuesta por suníes, evitó el combate y se dispersó.

La Primera Guerra del Golfo causó 236 muertos en los ejércitos aliados. La segunda invasión de Irak terminó con la vida de 122 soldados estadounidenses.

Para Cockburn, este fácil triunfo produjo un estado de euforia en los vencedores, que los llevó a cometer errores decisivos a lo largo del primer año llevados por un sentimiento de invulnerabilidad.

En ningún momento se hizo caso a las voces que advertían de que aquello podía tener un desenlace tan negativo como las intervenciones en Líbano, Somalia o Vietnam.

Continúa…

Guerra en Líbano y Gaza: un laboratorio de nuevos armamentos 1

Cada vez que iba a un hospital en Gaza escuchaba las mismas quejas de los médicos: “No sabemos qué clase de armas está usando Israel, pero nunca hemos visto nada así. Quema los huesos, la piel y nos obliga a amputar los miembros afectados”.

Durante el tiempo que estuve allí vi infinidad de pacientes mutilados, algo que, según me aseguraban, se podría haber evitado de haber sido heridos por armamento convencional. La hipótesis que más se manejaba era la de las armas químicas, como denuncié en este blog en el mes de julio.

La teoría de médicos como el doctor Juma Saka, portavoz del hospital Al Shifa, era que, a través de estas municiones desconocidas, Israel intentaba limitar el número de muertes, que son las que llegan a los titulares de los periódicos, y crear una verdadera legión de minusválidos, con el grave efecto económico y psicológicos que su presencia tiene en una sociedad. Un engranaje más de su estrategia de castigo colectivo.

El problema para saber de qué clase armamento se trataba era el bloqueo que padece Gaza. Las estrictas medidas de seguridad del puesto de control de Erez, la única vía de acceso a una zona limitada por muros y alambradas, había frustrado varios intentos por parte de ONG de sacar muestras de tejido.

Finalmente, un equipo de la RAI consiguió llevar estas evidencias a Italia. Y los científicos de la Universidad de Parma descubrieron que se trataba de una munición que contenía materiales tan sorprendentes e inesperados como carbón, tungsteno, cobre y aluminio.

Según declaró en el reportaje emitido por la cadena pública italiana el antiguo responsable de desarrollo de armamento del Ejército Israelí, el general retirado Yitzhak Ben-Israel, el objetivo de esta clase de bombas es limitar su radio de acción para ser más certeras y precisas.

También es verdad que las micropartículas de tungsteno, que alcanzan altas temperaturas, tienen un poder enormemente destructivo, muy superior al de la metralla convencional, lo que explicaría las terribles heridas que produce este armamento que no aún no ha sido “probado oficialmente”, por lo que Israel tiene la excusa de afirmar que no estás prohibido.

Como si esto fuera poco, la presencia de estos materiales en Gaza no sólo daña de forma irreparable el medio ambiente, además causa cáncer y malformaciones. Hasta el momento el Gobierno israelí no se ha pronunciado oficialmente sobre estas graves acusaciones.

A continuación la segunda parte del reportaje de la RAI, donde se muestran los resultados de las pruebas de laboratorio. Y un link a las fotografías que la cadena italiana publica en su página web (aviso que son muy duras).

Mañana: las recientes denuncias sobre la utilización de bombas de uranio en Líbano

Morir para contar: 85 periodistas fallecidos en Irak

Mientras preparo el próximo viaje y sigo publicando las historias que he traido de Líbano, aprovecho para empezar una sección dentro del blog destinada a recordar a periodistas que perdieron la vida en conflictos armados.

Una iniciativa que no sólo busca honrar a estos hombres y mujeres que murieron por dar testimonio del horror de la guerra, sino descubrir su trabajo y reflexionar sobre cómo la labor de los reporteros en contiendas bélicas se ha ido transformando a lo largo del tiempo.

Periodistas muertos en los principales conflictos armados del siglo XX, según los archivos del Freedom Forum:

Primera Guerra Mundial (1914-1918): 2

Segunda Guerra Mundial (1940-1944): 68

Guerra de Corea (1950-1953): 17

Guerra de Vietnam (1955-1975): 66

En los últimos conflictos, según informes del Comité para la Protección de Periodistas:

Argelia (1993-96): 58

Colombia (1986- hoy): 52

Balcanes (1991-95): 36

Filipinas (1983-87): 36

Turquía (1984-99): 22

Tayikistán (1992-96): 16

Sierra Leona (1997-2000): 15

Afganistán (2001-04): 9

Somalia (1993-95): 9

Kosovo (1999-2001): 7

Guerra del Golfo (1991): 4

La guerra de Irak es la que más bajas ha causado:

Periodistas muertos: 85

Colaboradores muertos: 35

Nacionalidades:

Iraquíes: 64

Europeos: 11

Estadounidenses: 2

Otros países: 7

Causas:

Acciones insurgencia: 59

Fuego tropas Estados Unidos: 14

Fuego tropas Irak: 4

Sin confirmar: 8

Por trabajo:

Fotógrafos y camarógrafos: 23

Reporteros y editores: 49

Productores: 7

Técnicos: 6

Los ecos del horror en el Sur de Líbano (vídeo)

Aunque hace dos meses que terminó la guerra entre Israel y Hezbolá, el sur de Líbano aún presenta un aspecto desolador. Hay pueblo enteros, como Bint Yebeil o Marjayoun, que no son más que una sucesión de ruinas, casas desmoronadas, aceras destruidas y coches quemados. En sus calles continúan latentes los ecos del horror de quienes perecieron bajo las bombas.

En los últimos años el número de civiles muertos en los enfrentamientos armados ha crecido exponencialmente. “Antes el 80% de las víctimas de los enfrentamientos eran militares y el 20% civiles. Hoy, el 80% de los muertos y heridos en los conflictos son no combatientes”, afirma el filósofo y arquitecto francés Paul Virilio.

La reciente contienda bélica en Líbano parece ser la cúspide de esta nueva forma de hacer la guerra en el siglo XXI, que no muestra respeto alguno por el bienestar y la seguridad de los inocentes, que ignora la Cuarta Convención de Ginebra, en lo que significa un verdadero retroceso moral y ético para la humanidad.

Reflejar la situación del sur de Líbano con fotografías, como suelo hacer, no resulta del todo eficiente. La cámara te obliga a centrarte en un objetivo. Y lo que vi allí fue una secuencia, que por momentos parecía interminable, de destrucción. Pasaban los minutos, el coche avanzaba, y las casas en ruinas no dejaban de aparecer, una tras otra.

Por eso he editado un pequeño vídeo con las herramientas de Windows de las imágenes que grabé allí. Creo que enseña mejor aquello de lo que fui testigo:

Vidas cruzadas: Oriana Fallaci y Tiziano Terzani

Las vidas de Tiziano Terzani y Oriana Fallaci tuvieron extraordinarias coincidencias. Ambos nacieron en Florencia. Se dedicaron al periodismo. Y se consagraron en la profesión durante la guerra de Vietnam, donde se conocieron personalmente.

Ambos escribieron libros. Los de Tiziano, al principio, menos exitosos que los de Oriana. Obras como Pelle di leopardo (1973), Giai Phong! La liberazione di Saigon (1975), Holocaust in Kambodscha (1981), en las que narraba sus experiencias en Indochina.

Los de ella, como Penélope en la guerra (1962), Entrevistas con la historia (1974), Carta a un niño que nunca nació (1975) o Un hombre (1979), rápidamente le dieron fama mundial.

Sus vidas se volvieron a cruzar 30 años más tarde. Después del 11 S, Oriana comenzó a publicar una serie de furibundos artículos contra el Islam, y en supuesta defensa de la cultura occidental, que luego darían vida a la obra La rabia y el orgullo (La esfera de los libros), que se situó en los primeros puestos de venta de todo el planeta.

Esos artículos fueron contestados por Tiziano en Il Corriere de la Sera. Y también serían el punto de partida de un libro Cartas contra la guerra(RBA), que se editaría en media docena de idiomas, y que se ubicaría en el segundo lugar de las listas italianas.

El último punto de encuentro fue la enfermedad. Tanto Oriana como Tiziano padecían cáncer. Y ambos se trataron en Nueva York.

De sus vivencias con este mal surge el anteúltimo libro de Tiziano Un altro giro di giostra, en el que relata también las experiencias en los Himalaya, junto a los sadhus (ascetas) que lo ayudaron a enfrentarse a la inminencia de la muerte.

Muchos dicen que fue justamente esta enfermedad la que agrió el carácter de Fallaci, la que la hizo enfrentarse al mundo con rabia y con orgullo. Tiziano prefirió ir despojándose poco a poco de la vida, imbuido en la filosofía de ese Oriente místico en el que había pasado tres décadas. Su magnífico libro, Un adivino me dijo (RBA), es justamente un viaje por los maestros espirituales, curanderos y adivinos de Asia.

A Tiziano Terzani lo conocí en la India. Y, desde el primer día, sentí una enorme admiración por ese periodista apasionado, seductor, que tenía mil anécdotas que contar, con ministros, con presidentes, en la guerra. Y que, curiosamente, empezó tarde en la profesión, a los 32 años. Hasta el momento había trabajado como ejecutivo en Oliveti, compañía que se dedicaba a la fabricación de máquinas de escribir.

Junto a su mujer, la escritora de origen alemán Angela Staude (cuyos diarios de China y Japón muestran una extraordinaria sensibilidad), y sus dos hijos, Folco y Saskia, se fue a vivir a Pekín, donde comenzó a escribir para la revista Der Spiegel.

Fui el padrino de la boda de Folco en Calcuta, y estuve en su casa en Florencia por última vez en junio de 2004, cuando fui a presentar en Italia mi libro Il mercato degli Innocenti.

En aquel momento Tiziano ya estaba agonizando. Por las tardes le dictaba a Folco la que sería su obra póstuma: La fine è il mio inizio. Libro que Folco acabaría de escribir en diciembre del pasado año en mi casa de Buenos Aires y que, apenas salió a la venta, en marzo de 2006, se puso en el primer puesto de las listas italianas.

Según Folco, su padre murió de forma tranquila, en paz. Sentía que había tenido una vida plena, significativa, como lo demuestra en las páginas de La fine è il mio inizio, una obra reflexiva, cargada de humanidad, en la que repasa buena parte de su carrera. El legado de un maestro.

Hubo un consejo que me dio Tiziano y que nunca olvidaré. Me dijo: «En tu vida como periodista vas a tener la oportunidad de estar en el lugar adecuado en el momento justo en pocas ocasiones. No las dejes pasar». Y eso fue lo que hice cuando, caminando por las calles de Phnom Penh, descubrí a un conocido pederasta en el 2002. O lo que hice en Gaza, durante los meses de julio y agosto de esta año, recordando sus palabras.

Más allá de las divergencias, de los enfrentamientos, de las posiciones encontradas, de los puntos en común, dos grandes periodistas, cuyo compromiso, su pasión y su lucha serán echadas en falta. Un referente, una fuente de inspiración, para los jóvenes que venimos detrás, que buscamos nuestro camino en esta profesión, y también para los millones de lectores que los siguieron en todo el mundo, que descubrieron la compleja realidad en la que vivimos a través de sus ojos.