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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Pobres ancianos secuestrados en jardines

Olivo milenario

La historia es real. Un artista se enamoró de un árbol y quiso inmortalizarlo en una pintura única. Era un olivo del Maestrazgo, en Castellón, al que le calculaban 1.300 años. Por ponerle una cifra, pues resulta imposible conocer su edad exacta. Todas las tardes el pintor acudía al olivar buscando esa luz única incidiendo en la corteza retorcida del coloso, que dibujaba con primor de escolar. Pero al llegar un día el gigante había desaparecido. ¿Se habría confundido de lugar? El agujero abierto en la tierra le confirmó su peor presentimiento. Lo habían vendido por un puñado de euros, para desolación del artista y de los muchos vecinos y forasteros que lo admiraban. Un triste cuadro sin terminar fue su último recuerdo.

En la Comunidad Valenciana todos estos árboles grandiosos están protegidos desde 2006. Pero no los que se llevaron antes en camiones a golpe de cheque, la mayoría muertos durante el transporte, abandonados en viveros, languideciendo en rotondas, campos de golf, urbanizaciones; la minoría en jardines donde se coleccionan como un lujo más, los últimos testigos vivos de la historia dando sombra a la piscina.

Uno de ellos, quizá el del cuadro inacabado, se ha hecho famoso. Forma parte de la caprichosa colección de olivos centenarios del banquero Emilio Botín. 475 vetustos ejemplares expoliados a mayor gloria del mercado financiero. Bautizado «Santander», al menos ha servido para algo más que el adorno. De él se ha extraído la primera secuenciación completa del ADN de la especie.

Gracias a sus añejos genes podremos mejorar la futura producción olivarera. Pero nunca lograremos que el viejo árbol vuelva a disfrutar de esas puestas de sol mediterráneas, auténticamente sublimes en estos días de finales de otoño. Ni que nosotros las disfrutemos a su sombra.

Olivo milenario

Foto superior: Ejemplar secuenciado en el proyecto del CSIC. ©Banco Santander/CSIC

Foto inferior:  Olivo Domiciano, nacido en el Maestrazgo (Castellón) hace casi 2000 años y que fue subastado en Francia por 64.000 euros como escultura viva del Imperio romano«. Las subastas de estos ejemplares únicos que deberían estar protegidos y ser atractivos turísticos de la comarca siguen dando fabulosos beneficios a los intermediarios de tan vergonzoso comercio.

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Talan el roble del poeta Gerardo Diego

Es lo que tienen los símbolos vivos. Que al final se mueren. Y hasta su desaparición no echamos de menos su ausencia. Como el extraordinario roble que acompañaba desde hace décadas a la escultura del poeta Gerardo Diego en su Santander natal.

Instalada en el paseo de la Avenida de la Reina Victoria, mirando a la bella bahía, un grandioso roble vecino era tenido por los santanderinos como el fiel amigo y compañero de la metálica esfinge. Pero el viejo árbol no estaba en el mejor sitio. Confinado en un reducido parterre de césped, bordillos, zanjas y embaldosados habían cercenado muchas de sus raíces principales. El estrés urbano de obras municipales fue superior al interés municipal por conservarlo cuando ya era demasiado tarde, cuando con un sistema radicular colapsado las termitas y los hongos empezaron a devorar su madera muerta.

Como recogió fielmente El Diario Montañés, la pasada semana los trabajadores del servicio de parques y jardines procedieron a talarlo ante el riesgo de peligrosas caídas de ramas. En su lugar, otro joven roble sustituye ahora al anciano cuyos restos, me temo, serán ya triste serrín.

¿No se podía haber conservado su esqueleto momificado, al menos parcialmente, a modo de escultura vegetal? Así se ha hecho en otros sitios y el resultado es bellísimo.

Seguramente ni se les ocurrió tal posibilidad a los responsables municipales. El muerto al hoyo y el vivo al bollo. Una pena, pues además de su simbolismo, habríamos conservado un estupendo material de educación ambiental, la vida y muerte de un anciano ser que en sí mismo fue ecosistema de biodiversidad y lírica.

Es ley de vida, lo sé. Pero también lo es cuidar de estos seres tan valiosos. Y no se hace. Demasiadas obras, demasiadas agresiones a lo largo de los años pasan factura a nuestros árboles urbanos más queridos. Unos seres tan fabulosos que tardan tanto tiempo en morir como tiempo invirtieron en crecer. Pero que al final mueren para desolación de poetas, incluso los de frío bronce.

Si te gusta el mundo de los árboles singulares y su simbolismo, puedes ayudar a conservarlos pidiéndole a tu alcalde que proteja los más importantes del municipio. Únete a la campaña S.O.S. Árboles Singulares de la Fundación Félix Rodríguez de la Fuente. Actúa y salva un árbol en menos de cuatro minutos.

Más información sobre el roble de Gerardo Diego y su triste final en el artículo escrito por Álvaro Machín en El Diario Montañés.

Fotografía: El Diario Montañés.

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