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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

Descubre la miel del desierto que te quema la garganta

Es el remedio más famoso en el desierto del Sáhara. Cuando llegan los fríos (allí también llegan, no todo el año es un lugar tórrido) y la gente se resfría, para calmar los problemas de garganta toman miel de cactus. Dulce, sabrosa y, oh sorpresa, quemona.

La llaman miel de cactus, pero la especie elegida no tiene nada que ver con esas plantas, exclusivas de Norteamérica. En realidad, y si utilizáramos la terminología canaria, deberíamos decir miel de cardón, pues para hacerla las abejas liban fundamentalmente flores de Euphorbia officinarum ssp. echinus (dagmús o daghmouss en árabe y tikiwt en bereber).

Este pequeño cardón endémico del sur de Marruecos tiene una extraordinaria similitud con el cardón de Jandía (Euphorbia handiensis), exclusivo de un par de valles del sur de Fuerteventura, la isla situada justo enfrente de esas costas saharianas.

Detalle cardón dagmús (Wikipedia Commons)

¿Y qué es eso de que quema?

El género Euphorbia, dedicado al médico griego Euphorbus, tiene en común que su savia acre es un látex blanquecino normalmente corrosivo, herramienta evolutiva desarrollada por estas plantas para alejar de ellas a los siempre hambrientos herbívoros. Son nuestras populares lechetreznas. En el caso del dagmús, las muy raras abejas saharianas encuentran en sus diminutas flores el néctar para fabricar una miel tan escasa como extraña. Miel que se contagia de la causticidad de la planta. Pero engaña.

Nada más probarla te parece una miel normal, quizá más líquida y aromática, deliciosa, pero miel al fin y al cabo. «Pues no pica», dices enseguida. Hasta que poco a poco vas notando un cosquilleo en la garganta, un picor cada vez mayor y terminas soltando un exabrupto de sorpresa. Tampoco es que sean guindillas, es un picor suave de larga duración, pero sorprende.

¿Viene bien para la garganta?

Aquí hay opiniones para todos los gustos. La miel de dagmús es muy apreciada por su supuesta acción medicinal como tónico y para tratar el dolor de garganta. Otra cosa es que sea verdad.

Curar un resfriado, lo que se dice curar, no lo va a hacer. Pero aliviar síntomas, sin duda. En esto creo que estará de acuerdo incluso mi amiga Boticaria García, quien a pesar del chorreo injustificado que le cayó cuando habló de mitos y realidades medicinales de la miel (al fin y al cabo 80% azúcar y ni una sola prueba científica de que aumenta las defensas), reconoce en su farmapoema que «la miel no previene un resfriado, pero si tienes tos, es un buen aliado».

En su justa medida, siempre será mejor consumir miel que azúcar, pues como decía hace 230 años el monje y boticario del Monasterio de Silos con quien recientemente he publicado un libro a medias, el azúcar tan solo es «el zumo purificado e inspirado de una sola caña».

Con esta miel africana en concreto, la idea de que quemando (levemente) la garganta te la va a limpiar de microorganismos suena más bien a remedio por asociación de ideas, semejante a ése de que si algo duele se está curando. Sin estar versado en la ciencia médica, mi natural escepticismo me hace dudarlo, por más que sea un antiguo remedio bereber. Eso sí, rica es riquísima, mérito fundamental para consumirla con placer goloso.

Otra de las supuestas bondades de esta miel es que promueve la fertilidad. Pero de momento, y por suerte, no tengo datos para poder corroborarlo.

Tampoco la Ciencia ha podido demostrar su supuesto poder antialérgico, antiasmático, contra la hipertensión y las enfermedades cardiovasculares. Para todas esas enfermedades, por favor, vete a un médico que te recete medicinas de verdad.

Más rara que una abeja en el desierto   

Se conoce como miel del desierto. Sin embargo, igual que no procede de un cactus, tampoco viene exactamente del desierto. Su distribución se limita a un lugar de grandísimo interés natural y cultural, los bosques de argán. Argania spinosa, una especie de olivo espinoso endémico del sudoeste marroquí. Se distribuye a lo largo de la llanura del Sous, desde Safi, al norte, hasta Ifni, y en las laderas occidentales del Alto y Anti Atlas. En 1999, la Unesco declaró Reserva de la Biosfera a las 2.568.780 hectáreas en las que crece el argán. De este increíble bosque y su fantástico aceite ya os hablé hace unos años, a la vuelta de un viaje por esas tierras.

Hace un par de meses he vuelto a Ifni, la antigua provincia española que tanto me alucina. Allí aproveché para comprar esta miel que tanto me gusta en una tiendita del mercado. Ya te advierto que no es nada fácil encontrarla. Y que lo que te vendan no sea una falsificación. Porque su precio es muy alto.

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