Han pasado 50 años ya de aquella terrible Navidad de 1957 en que la orgullosa colonia de Sidi Ifni, el Territorio como pomposamente lo denominaban los militares españoles, quedó reducida de la noche a la mañana a una ciudad sitiada por feroces tropas irregulares marroquíes. Ni siquiera las fugaces visitas de Carmen Sevilla y de Gila lograron aliviar las penas de una guerra no declarada, silenciada por el franquismo. La guerra olvidada. Un conflicto bélico que en apenas ocho meses segó la vida de 300 soldados y dejó malheridos a medio millar más, la mayoría jóvenes de reemplazo.
Conquistada en 1934 por el general Capaz sin necesidad de disparar un sólo tiro, el sueño colonial de Franco se desmoronaba apenas 23 años después. Inexpugnable pero aislada, rodeada por alambradas, el gran cuartel en que acabó convertido Ifni mantuvo su espejismo imperial hasta su entrega definitiva en 1969. Fue el final de la rimbombante provincia número 51, tan sólo cinco kilómetros cuadrados de desértica costa atlántica.
Medio siglo después del desastre todo huele a nostalgia en esta ciudad aletargada, recostada junto a una gran playa desierta, ahora paraíso de los surfistas. Para romper el embrujo español, el rey Mohamed VI la visitó hace apenas un mes. Su llegada estuvo precedida por una frenética campaña de lavado de cara que repintó de blanco y azul todas las viviendas, plantó palmeras, asfaltó calles e instaló farolas. El monarca prometió inversiones millonarias, nuevas carreteras para el sur, grandes proyectos turísticos en las espléndidas y desérticas playas ifneñas, pero la gente no le creyó. “Hablar es fácil”, reconoce Omar. “Pero hacerlo es otra cosa. Llevan muchos años prometiendo y aquí no se hace nada, la ciudad sigue igual de tranquila”.
Y precisamente tranquilidad es lo que más le sobra a esta tierra, su principal atractivo pero también su mayor traba para el progreso al que sus habitantes aspiran. Quizá algún día el turismo y las urbanizaciones llegarán a Ifni y destrozarán todo este mar de las calmas, como ya han hecho en el cercano Agadir. No seremos empero nosotros los españoles, destructores profesionales del litoral, quienes les censuraremos por ello. Existe otra alternativa, el desarrollo sostenible de la zona, reforzando su altísimo interés histórico, etnográfico y natural, la riqueza pesquera de sus costas, los bosques de argán, la amabilidad de sus gentes.
Sin embargo, sólo pensarlo causa rubor ante las muchas necesidades económicas de la deprimida comarca marroquí. Necesitan mejorar y me temo que esa mejora se hará por el camino más fácil. El de la especulación salvaje, promovida con la colaboración interesada de muchas constructoras españolas. Les volveremos a colonizar, y una vez más será para esquilmarlos.
Un surfero baja hacia a playa de Ifni junto al emblemático edificio español de la Marina, construido con forma de barco.
Un gran escudo franquista preside el arruinado edificio de la antigua Pagaduría militar, todavía propiedad del Gobierno español.
La mayoría de las calles ifneñas todavía aún las placas españolas. Al fondo, el antiguo instituto de Formación Profesional Carrero Blanco.