Ha vuelto a suceder. El año pasado juraste y perjuraste que no te volvería a pillar el toro, que para el Halloween del 2015 tendrías un disfraz escalofriantemente genial con el que te harías quince mil fotos y colapsarías todas tus redes sociales. Pero a menos de unas horas no tienes disfraz, entre las entregas en la universidad y el trabajo atrasado de la oficina no tienes tiempo para ponerte a buscar, y, encima, lo único que tienes de temática de Halloween son las telarañas de tu monedero.
Si te ha pasado como a mí (y como al 70% de la población española femenina), cuando llega este momento tienes tres opciones:
1. Comprarte algo cutre de no más de 3 euros en un chino que te permita salir del paso
2. Confeccionarte un disfraz a toda prisa en el último minuto tirando de cada trapo viejo/bufanda roñosa/harapos que tengas por casa
3. Puedes escoger una salida alternativa y llevar tu disfraz Halloween en las uñas.
– Calabazas, esmalte naranja y rotulador permanente negro
–Vampiros, de los de toda la vida, no de los de Crepúsculo
–Pesadilla antes de Navidad, para las amantes de Tim Burton
–Frankestein sofisticado, perfecta para las que no tienen mucho tiempo
–Villanas de nuestra infancia, un homenaje a las películas de Walt Disney
–Lodo verde ácido, reminiscencias a los libros de terror de cuando éramos pequeños
–Bruja malvada. Manicura multiusos: si alguien se te pone tonto, le sacas con la uña un ojo.
–Sanguinolentas, cuanto más parezcan recién salidas de un asesinato a manos desnudas, mejor
–Alienígenas, la manicura favorita de Iker Jiménez
–Noche de Halloween, o «si no sabes con cuál quedarte, píntate una uña de cada manera»
¿Ventajas? Es perfecto para los presupuestos ajustados, no gastas nada (solo lo que te cueste el esmalte si tienes que comprarlo).
¿Desventajas? O eres muy hábil pintando con ambas manos o tienes a alguien que te ayude con la mano derecha (la izquierda para las zurdas), ya que si te pasa como a mí y eres de pulso tembloroso corres el riesgo de que te quede así: