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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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El pez espada del Mediterráneo está al borde del colapso

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En esto de comer pescado como alimento saludable muchos lo tienen claro: comen el pescado más parecido a un filete de carne. Sin espinas ni escamas. Por eso buscan filetones de atún y pez espada, las dos especies más bistec de la pescadería. O carne magra para rellenar el cada vez más de moda sushi.

Esta tendencia gastronómica está provocando serios problemas en los cada vez más sobreexplotados océanos. Hasta ahora era el atún rojo el que se estaba llevando la peor parte, pero últimamente se le ha unido a tan triste grupo el pez espada del Mediterráneo. Tanto que por primera vez se acaba de aprobar una cuota de pesca que limita su extracción. Para el año 2017, el tope queda fijado en 10.500 toneladas, cifra que se irá reduciendo de forma progresiva en 15 años, según propuesta de la Unión Europea presentada en la 20 reunión especial de la Comisión Internacional para la Conservación del Atún Atlántico (ICCAT). También se va a poner en marcha un plan de recuperación para la especie. Lee el resto de la entrada »

La fiebre del Omega 3 amenaza a los tiburones

El animal más peligroso de los océanos no es el tiburón, es el hombre. De hecho, la mayoría de las especies de escualos están en las últimas por culpa de dos curiosas modas nuestras. La primera es la supuesta sofisticación culinaria de comer sus aletas en sopa, arrojando el resto del animal moribundo al mar. La creciente demanda de este producto en Asia conduce muchas veces al aleteo (shark finning), una práctica derrochadora y cruel que  apenas aprovecha entre el 2% y el 5% del cuerpo del tiburón, despreciando el resto. Según datos de Oceana, sólo Hong Kong importa al año más 10.000 toneladas de estos pobres animales, en su mayoría aportadas por pesqueros españoles.

La segunda moda consiste en aprovechar el aceite de sus hígados, ricos en Omega 3. Esto último está dando la puntilla a tiburones de profundidad de aguas frías, los más desconocidos y, ahora, más amenazados que nunca por barcos piratas que sólo aprecian sus entrañas.

Resulta paradójico que este comercio ilegal esté sustentado por sociedades como la nuestra, aparentemente concienciadas con la protección del medio ambiente pero extremadamente propensas a consumir productos milagro sin cuestionarse su origen o efectividad. Porque tampoco está muy claro que el aceite de hígado de tiburón sea bueno para la salud. Algunos estudios científicos advierten de su posible toxicidad, alergias y aumento de los niveles de colesterol en quienes lo consumen.

Sabemos que los ácidos grasos Omega 3, abundantes en el aceite de pescado, son inmensamente populares porque la investigación los ha relacionado con una reducción de las enfermedades cardiovasculares. Sin embargo, un reciente estudio no detectó tales beneficios entre personas con diabetes tipo 2. Así que, al menos para algunos, tampoco es tan milagroso.

Hay una solución más sencilla que matar tiburones para rellenar cápsulas de caros complementos alimenticios: comer sano. Incorporando a nuestra vida una dieta variada que incluya pescado azul y frutos secos como las nueces es más que suficiente para cubrir nuestras necesidades de ácidos grasos. Nos lo agradecerá nuestra salud y millones de tiburones.

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Esas sucias ciudades flotantes que llamamos cruceros de lujo

En la lista de las diez cosas que debemos hacer antes de morir ocupa los primeros puestos el disfrutar de un crucero de lujo. El turismo de cruceros crece imparable en España a pesar de la crisis. O quizá por ello, pues muchos lo ven como la última oportunidad de sus vidas para poder regalarse unas vacaciones así. Aunque el efecto es global, pues 19 millones de pasajeros eligen cada año este medio para viajar por los mares de todo el mundo. Cada vez más baratos. Cada vez más accesibles. Cada vez más glamurosos.

Son gigantescas ciudades flotantes, pero ciudades sucias. Bajo esos oropeles del todo incluido se esconden toneladas de basura arrojadas impunemente al mar todos los días. Hay piscinas, saunas, campos de golf, centros comerciales, teatros, cines,… pero ¿ha visto alguien las depuradoras?

Según datos de Oceana, organización internacional dedicada a la conservación del medio marino, un crucero de gran tamaño (2.000-3.000 pasajeros) puede llegar a generar unas 1.000 toneladas diarias de residuos, que incluyen de 500.000 a 800.000 litros de aguas grises, unos 100.000 litros de aguas negras, de 13.000 a 26.000 litros de aguas oleosas procedentes de las sentinas, entre 7.000 y 10.500 kilos de basura y residuos sólidos, y de 60 a 130 kilos de sustancias tóxicas (restos de pinturas, pilas, material médico o agentes de limpieza en seco usados en tintorería). Es decir, cada pasajero genera al día más de 350 litros de desechos, de basura.

Añádase a este impacto el gigantesco consumo de combustible de un crucero, que puede llegar a ser equivalente al de unos 12.000 vehículos. Y que para colmo de males no es gasoil, pues el tipo de combustible utilizado resulta 50 veces más tóxico que el habitual. A los humos de los motores debe sumarse el procedente de la incineración de las basuras (plásticos y papeles), práctica bastante común en este tipo de barcos según Oceana.

Y llévense estos barcos a lugares tan frágiles como los mares de coral o el Ártico, donde hasta el hecho de soltar el ancla en los fondos marinos altera gravemente los ecosistemas.

Queda clara la suciedad de estas ciudades flotantes donde la basura se oculta debajo de la alfombra. Sin embargo, la culpa no la tienen las navieras. La culpa es de una legislación que permite la impunidad en aguas internacionales. Mientras que cualquier municipio costero está sometido a numerosas normas que tratan de evitar la contaminación del litoral, los cruceros pueden verter todo tipo de restos orgánicos y aguas sin tratar cuando se encuentran a más de cuatro millas de la costa.

Tan terrible impacto se podría arreglar muy fácilmente. En el momento en que los consumidores exijamos un riguroso compromiso medioambiental a estos buques, en el momento en que elijamos a los más respetuosos con el medio y rechacemos de plano a los contaminadores, los cruceros serán ejemplo de sostenibilidad ecológica. Pero mientras prefiramos el daiquiri a la depuradora nuestras vacaciones seguirán envenenando los océanos.

Actualización 21 de agosto 2012: Estoy contento de la gran repercusión que ha tenido este artículo. Son muchas, muchísimas las personas que a partir de ahora se preguntarán por el impacto ambiental de los cruceros, exigirán medidas correctoras y elegirán los menos contaminantes, los más respetuosos con los mares y la atmósfera.

Muchas han sido las críticas que he recibido, a favor y en contra, y las agradezco todas. Las más duras hacen referencia a que el estudio de Oceana es de hace 4 años y que en este tiempo las cosas han mejorado. He contactado con Xavier Pastor, director ejecutivo de Oceana Europa, quien sin embargo me ha desmentido que tales mejoras sean apreciables y generalizables. En su opinión, el estudio de entonces sigue siendo válido hoy en día.

Es verdad que no todas las compañías navieras son iguales. Una de ellas, que se ha puesto en contacto conmigo, me ha explicado su proyecto Life+ Cruceros Sostenibles, desarrollado junto con el Centro de Investigación Académica para el Desarrollo Sostenible de Producto (Ce.Si.S.P), varias empresas italianas, el Registro Marítimo Italiano (RINA) y la Asociación de Puertos de Cruceros del Mediterráneo. El objetivo es proporcionar un estímulo para la aplicación de una directriz de la Unión Europea sobre los residuos a bordo de buques y para crear incentivos para la reducción, recogida, reciclaje y reutilización de residuos. Es un primer paso importante para lograr que, cuando los cruceros atraquen en los puertos, puedan trasvasar todos sus residuos líquidos a las depuradoras urbanas, algo que aún no se hace pues las leyes internacionales de MARPOL no obligan a ello. Y para llevar a las plantas de tratamiento el resto de la basura en lugar de incinerarlo.

Como siempre, la solución a éste y otros problemas ambientales la tenemos nosotros, los consumidores. Elige bien y corre la voz.

Pinchando en este enlace puedes leer el informe completo de Oceana.

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Protejamos las montañas submarinas


La organización de conservación marina Oceana ha pedido a la Comisión General de Pesca del Mediterráneo (GFCM) -organismo regional de Naciones Unidas- que proteja las principales montañas sumergidas del canal de Mallorca. Se basa para ello en un informe que recoge cuatro años de investigación submarina en la zona, que tiene una extensión aproximada de 2.800 kilómetros cuadrados, cinco veces la superficie de la isla de Ibiza. En estos mundos, hasta ahora desconocidos, se han hallado más de 200 especies de peces, corales, esponjas de profundidad, cetáceos, tiburones y tortugas, muchas de ellas protegidas.

Para el director de Oceana en Europa, Xavier Pastor,

“la conservación de las montañas submarinas de Baleares no solamente beneficiará de forma muy importante a los ecosistemas marinos, sino que incrementará la percepción de las islas como una comunidad que intenta corregir errores del pasado y caminar hacia un nuevo modelo económico basado en la conservación medioambiental”.

Se trataría por lo tanto de crear una especie de Parque Nacional sumergido, impidiendo con su protección que sigan faenando en la zona barcos de arrastre, palangreros y cerqueros de túnidos, todos ellos de gran impacto medioambiental en un espacio extraordinariamente sensible y valioso; uno de los puntos calientes de biodiversidad más importantes del Mediterráneo.

Para lograrlo Oceana pide «una gestión adecuada que regule y controle las actividades que pueden realizarse y las que no, teniendo en cuenta todos los hábitats importantes hallados en el área, evitando la sobre explotación y el incremento de basuras, redes y sedales, que ya se encuentran en grandes cantidades en estos fondos”.

Paralelamente, Oceana ha propuesto ampliar las áreas protegidas de Alborán, Columbretes y Cabrera a zonas más profundas para proteger los bosques de laminarias, agrupaciones vegetales submarinas que constituyen ecosistemas de gran importancia por su biodiversidad asociada.

Y es que somos así. Sólo protegemos (poco y mal) lo que vemos. Las profundidades marinas se nos hacen lejanas e inútiles, a pesar de que es en ellas donde se atesora no sólo una gran biodiversidad, sino muchos de los remedios farmacéuticos para luchar contra nuestras peores enfermedades, como el cáncer.

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