Gibraltar ha decidido condenar a muerte a 25 de sus famosos monos, de los que ya han sido ejecutados los dos primeros. Y para justificar tan injustificable medida, su gobierno nos miente. El ministro de Turismo de Gibraltar, Ernest Britto, ha explicado tal decisión aduciendo que los monos se han salido de sus zonas restringidas y que el contacto con ellos «conlleva el riesgo de salmonela o hepatitis».
Mentirosos. Según han denunciado desde el Proyecto Gran Simio, es exactamente al revés. No se ha podido demostrar nunca que los monos nos hayan pasado enfermedades a los humanos, pero sí que los humanos les hayamos contagiado con nuestras miasmas.
En realidad, tras esta terrible decisión sólo hay dos razones. La primera, una absoluta incompetencia de la Administración del Peñón para regular las poblaciones de este macaco introducido. La segunda, las presiones de los hoteleros ante las molestias y destrozos que los primates provocan cuando se cuelan en las instalaciones.
Para ambos problemas hay remedios que en ningún caso pasan por aplicarles la inyección letal. Es necesario dedicar tiempo y dinero al seguimiento de los famosos monos, desarrollando incluso programas de esterilización, como inicialmente estaba previsto, de tal manera que su población no siga creciendo descontroladamente. Y por supuesto, el Gobierno de Gibraltar debe pagar los daños que estos animales producen, como se hace en el resto de Europa ante los ataques de especies emblemáticas como el oso o el lobo. A fin de cuentas, viven de su atractivo turístico, pues son estos animales los que acaparan la mayor parte del interés de los más de 7 millones de turistas que reciben todos los años.
Pero no. Es más fácil matarlos, planificar un programa de exterminio sistemático donde, seguramente, se matará a los más pacíficos, más fáciles de atrapar, y se dejará a los más ariscos, seguramente el grupo que más destrozos provoca en las zonas habitadas. Para garantizar su reclamo turístico como mantenedores de la leyenda que asegura que Gibraltar dejaría de ser británica si los monos abandonan la colonia, los dirigentes del Peñón han decidido mantener un grupo simbólico de 200 ejemplares, pero imponiendo un estricto control de natalidad para que el número de componentes de la manada no se vuelva a disparar.
Indignados por todo ello, el Proyecto Gran Simio y la Liga Internacional de Protección de Primates han pedido el boicot turístico. Que nadie viaje al Peñón ni se aloje en los hoteles de las zonas turísticas de Catalan Bay y Sandy Bay donde esta el grupo de “incontrolados macacos” a los que se quiere eliminar.
Otra paradoja más de nuestra sociedad. Vamos a esos hoteles atraídos por sus famosos monos, y son esos propios hoteleros los que piden su exterminio. Pues conmigo que no cuenten.