Un proyecto científico aspira a reverdecer los olivares de la denominación de origen Estepa, en Sevilla. Se llama Biolivar y promueve algo todavía impensable en España. En lugar de labrar los terrenos para evitar que crezcan las denominadas «malas hierbas» que puedan competir con los árboles, como es habitual, proponen hacer exactamente lo contrario, plantarlas.
Técnicamente se denomina «optimización del capital natural del olivar». En la práctica, consiste en lograr una producción rentable y de calidad mejorando al mismo tiempo la biodiversidad y un uso sostenible de suelo y agua.
Te lo resumo en este vídeo grabado sobre el terreno, en la finca La Calderona, en Estepa.
Y te lo cuento con más detalle a continuación.
Resucitar el suelo, más difícil de lo que parece
«Debemos cuidar la tierra, es nuestro recurso más importante», confirma Moisés Caballero, secretario del Consejo Regulador del aceite de oliva Estepa, 60 000 hectáreas de apretado olivar. Aunque añade que debe ser una cubierta lo más natural y autónoma posible, «rentable económica y ambientalmente, que apenas necesite mantenimiento». Porque, eso lo tiene muy claro, «una producción ambientalmente más respetuosa es siempre más rentable, pues garantiza el futuro».
Esa cubierta natural es la que este invierno está sembrando David Jordán en su finca de La Calderona, 30 hectáreas de olivar que, se vanagloria, lleva 14 sin labrar. Pero a pesar de ese respeto por la tierra, el suelo estaba tan sobreexplotado que no era capaz de recuperar la cubierta vegetal natural. Así que ahora está plantando caléndulas, lavandas, gramíneas y todas esas plantas que esta primavera teñirán el campo de flores y ayudarán a su regeneración.
«Es una cubierta espontánea que no compite con los árboles sino todo lo contrario», explica Jordán. «Se trata de que mejoren los suelos, para que así puedan retener más nutrientes y humedad, al mismo tiempo que ayuden a reducir las altas temperaturas». Aunque como reconoce, «tener suelos vivos no es fácil», pues a pesar de sus esfuerzos en tiempo y dinero, la actual sequía dificulta el éxito de estas plantaciones.
Unas siembras que acompaña con restos de hojas y ramas recogidos en la almazara y con los que aumenta la cantidad de materia orgánica del suelo. «Hace cuatro años me llamaban loco por hacerlo y ahora todos me imitan», confiesa con indisimulado orgullo.
El reto de frenar la erosión
«La erosión es el gran problema de los olivares», asegura José Alfonso Gómez, investigador responsable del Laboratorio de Erosión de Suelos del Departamento de Agronomía en el Instituto de Agricultura Sostenible – CSIC. Técnicas como la implantación de cubiertas vegetales espontáneas pueden frenar su avance e impulsar la recuperación del suelo perdido durante décadas de malas prácticas.
Antiguamente, cuando se cosechaba de forma tradicional, vareando, y se labraba con animales de tiro, cultivar con suelos desnudos tenía sentido. Pero ahora que todo se ha mecanizado, esta tradición solo da problemas. «Hemos muerto de éxito«, se lamenta el investigador. «Hay sitios de Andalucía donde ya no queda suelo fértil y otros están gravemente degradados».
Lo importante del olivar es el suelo
Frente a esta visión tan negativa, Alfonso Gómez está satisfecho con los primeros resultados obtenidos en Biolivar. Gracias a las nuevas cubiertas vegetales espontáneas se reduce la erosión. También las temidas cárcavas, que cuando llueve fuerte se llevan incluso árboles, aquí denominados «arroyaderos». La reducción es casi absoluta. De las 25 toneladas por hectárea al año que pierden muchos olivares a apenas una tonelada, una cifra cercana a lo natural, lo que garantiza poder seguir con estos cultivos indefinidamente.
Pero no solo se recuperan suelos para mejorar la productividad del olivar. Como explica Ramón Soriguer, investigador de la Estación Biológica de Doñana – CSIC, «lo más importante de los suelos es todo lo vivo que hay en él y no se ve». Y sentencia: «el suelo sin fauna no es nada; sin virus, hongos y bacterias no podría vivir ninguna planta. Ahora mismo es más importante conservar que producir». Precisamente por ello, nunca antes ha habido tanto interés en Europa por conservar los suelos.
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