
Manuel Sánchez trabajando en la herrería de Compludo. Foto: Ayuntamiento de Ponferrada
En las umbrías boscosas de El Bierzo, en el noroeste de León, se escuchan sonidos en peligro de extinción que ya no existen en el mundo. Músicas de agua y hierro, de yunque y martillo, de un oficio perdido en un entorno paradisíaco, una herrería medieval en medio del bosque y a la vera de un pequeño río.
¿Qué dónde está esta maravilla? En Compludo, una diminuta aldea de Ponferrada con no más de 15 vecinos. La he visitado hace poco y, maravillado, voy a dedicarle una nueva cata de su paisaje. Lo vamos a disfrutar con los cinco sentidos, como se disfrutan todas las cosas buenas. Porque hay lugares donde uno se queda, y lugares que se quedan en uno. Y El Bierzo se queda en el corazoncito de todo el que lo visita.
En este vídeo de mi canal en YouTube podéis ver el sitio y escuchar sus sonidos únicos. Pero comencemos cuanto antes la cata de su paisaje.
¿Cómo se llega a Compludo?
No es fácil, pues es probablemente uno de los valles más aislados de El Bierzo. Pero ya lo decía Pablo Neruda: “Si no escalas la montaña, jamás podrás disfrutar de su paisaje”.
Hay que salir de Ponferrada por la carretera paralela al Camino de Santiago en dirección a Molinaseca, que por cierto está declarado como uno de los pueblos más bonitos de España. Desde allí seguimos hacia El Acebo de San Miguel, y tomamos luego una sinuosa carretera de montaña que entre bosques nos llevará a Compludo.

La herrería de Compludo tiene origen medieval. Foto: C.J. Palacios
Empecemos por la vista
Es uno de esos sitios donde parece que el tiempo se ha detenido. Conserva una rica arquitectura popular con casas antiguas que mantienen los típicos corredores bercianos y techos de pizarra.
Algo que nos va a sorprender a los urbanitas es que sus calles están sin asfaltar. Aquí el pavimiento es el tradicional de hace siglos, piedras y tierra apelmazada. Y es que Compludo es un superviviente de la historia.
Pero para esta cata vamos a centrarnos en su herrería histórica, o ferrería, como se dice allí. Había oído maravillas de ella, pero nunca pude visitarla. Hasta ahora.
Por fin logré acercarme y me he quedado boquiabierto. Para empezar, está en un lugar de ensueño, junto a un riachuelo que atraviesa un espeso bosque. Su agua, desviada a través de un canal, es la energía sostenible que mueve un gigantesco martillo pilón y sopla con fuerza sobre la fragua.
Solo el paseo hasta allí ya merece la pena. Hay que caminar apenas kilómetro y medio por un delicioso sendero entre árboles para llegar a una casita de piedra que parece salida de un cuento de Hansel y Gretel. Aunque el interior sobrecoge. Porque es muy oscuro. Aquí se trabaja casi sin luz. No hay ventanas y la única iluminación llega por el hueco de la chimenea de la fragua. Pero es una oscuridad buscada. Gracias a ella el herrero ve perfectamente el color del hierro caliente y sabe cuándo está ya listo para ser domado en el yunque.

Interior de la herrería. Foto: C.J. Palacios
Cuatro generaciones de herreros
La herrería la cuida un duende bueno y trabajador, el herrero Manuel Sánchez, 33 años y un entusiasmo contagioso por mantener vivo el fuego de esta fragua histórica.
La vinculación de la familia Sánchez con esta joya de la ingeniería hidráulica comenzó en 1908, cuando el bisabuelo de Manuel, Amadeo Sánchez, compró y reconstruyó la antigua herrería medieval. En 1914 llegó a dar trabajo a 14 obreros, que fabricaban y reparaban los aperos de labranza. A su bisabuelo le sustituyó su abuelo y a éste su padre, pero en 1965 tuvieron que cerrar porque la mayor parte de la gente se fue a vivir a la ciudad y ya no hacían falta herreros. Pero en 1968 lograron que fuera declarada Monumento Histórico Nacional. Ahora Manuel es el encargado de las visitas guiadas.
Manuel es joven. Pero se aferra a la tradición de un oficio que aprendió viendo trabajar en la fragua a su padre y a su abuelo. Y sueña con que pueda haber una quinta generación de herreros. Aunque, como me reconoció, de momento está la cosa difícil: no tiene novia.

La noria de la herrería mueve el martillo pilón
El sonido de la herrería de Compludo
Aquí se escuchan varios sonidos únicos y en peligro de extinción, pues prácticamente ya no quedan industrias de este tipo activas en el mundo.
Es increíble el ruido que hace el gran martillo pilón. Está movido por una noria que voltea agua sin parar gracias a una gran columna de madera llamada rodezno, hecha con el tronco de un nogal que pesa más 4.500 kilos. Es un gigantesco martillo atemorizador que suena como si un gigante aporreara la puerta del castillo mientras llueve torrencialmente.
Otro de esos sonidos en peligro de extinción es el que hace Manuel sobre el yunque, dando rítmicos martillazos como si fuera el percusionista de una vieja orquesta artesana. Es un sonido maravilloso. Yo al escucharlo me acordaba de Federico García Lorca y de su famoso Romance de la luna, luna:
La luna vino a la fragua
Con su polisón de nardos
El niño la mira, mira
El niño la está mirando
Y yo miraba embobado a Manuel, dando martillazos como si no hubiera un mañana, como si el tiempo se hubiera detenido en esa fragua lorquiana.
¿A qué huele esa herrería?
Tiene un olor muy peculiar, muy antiguo.
Huele a hierro fundido y a carbón quemado, a virutas de hierro, a unos olores extraños que seguramente eran habituales para nuestros abuelos hace un siglo o dos, pero que ahora están tan extinguidos como los sonidos del martillo en el yunque.
Me emocionó olfatear este aire metálico.

Manuel Sánchez calentando un hierro en la fragua.
El tacto de la herrería de Compludo
Sin duda es el tacto rugoso de ese hierro que acababa de domar a martillazos Manuel.
Aunque lo hace para que lo veamos los turistas, aprovecha su trabajo para sacar adelante encargos. Y estaba haciendo ese día una reja de forja para el balcón de una vieja casona de Compludo. Me preguntó que cuánto debería valer una reja en la que ha invertido tantas horas de esfuerzo. Yo le dije que al menos 1.000 euros y él se rio con tristeza. Ya le gustaría poder cobrar una cantidad así.

La famosa tortilla de Candy, en Compludo
El sabor de Compludo
Solo os voy a dar una pista. Hay que ir al bodegón de Candy, en Compludo. Y probar sus famosas tortillas de patata. Para completar el menú, qué mejor que una tapa de quesos y embutidos bercianos en la que por supuesto no faltará la cecina de vaca. Ni esos panes de hogaza cocidos en horno de leña que nunca se ponen duros.
Y para bridar, bebamos esos sabrosos tintos bercianos elaborados con uva Mencía. Porque como decía el doctor Alexander Fleming, «la penicilina nos cura, pero el vino nos hace felices».
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Puedes escuchar la versión radiofónica de esta cata que hice en Radio5, programa «De Vuelta».
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09 agosto 2022 | 12:32