La crónica verde La crónica verde

Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

Ven a catar el paisaje de Tindaya, la montaña mágica de Fuerteventura

Hoy os llevo a casa a disfrutar con los cinco sentidos de uno de mis paisajes más queridos: la montaña mágica de Tindaya, en la isla de Fuerteventura. Acércate a conocerla, a admirarla y, no te va a quedar más remedio, a protegerla. Porque aquí donde la ves tan imponente, Tindaya es el espacio natural más amenazado por los imbéciles de toda Canarias.

Y es que esta montaña es muy especial. Surge como un centinela en medio de una durísima llanura desértica de piedras y arenas batida sin descanso por los vientos, que termina cayendo al mar entre acantilados, donde se esconden algunas de las playas más salvajes y hermosas de la isla. Imagínate ese paraíso.

Una pirámide egipcia en Canarias

La forma troncocónica de Tindaya te hace verla como una gigantesca pirámide egipcia de piedra que gobierna el desierto majorero. Seguramente así la vieron los primeros habitantes prehispánicos de la isla, los majos, de ahí el gentilicio.

Eran bereberes procedentes del norte de África. Llegaron aquí hace unos 2.000 años, no sabemos muy bien cómo, y para ellos este tipo de montañas tan especiales eran mágicas. Pensaban que sostenían el cielo, y que, si estas caían, se les vendría abajo todo el firmamento. Era también el lugar donde subían para hablar con sus dioses.

Podomorfos de la Montaña de Tindaya

Y ahora viene lo más increíble. En su cumbre esculpieron sobre la roca más de 300 grabados con formas de dobles pies, los famosos podomorfos. Misteriosas huellas que miran hacia el poniente, hacia un mar donde en esta época del año es posible ver en la lejanía otra pirámide impresionante, la montaña del Teide.

Pero ojo, que Tindaya no es un volcán como piensan algunos. No exactamente. Es el duro corazón de un viejísimo volcán que surgió hace 19 millones de años, cuando empezaba a formarse la isla de Fuerteventura. El tiempo y la erosión lo han ido desmantelando. Y lo que vemos ahora es tan solo ese cono interior que estaba hecho con un material diferente al resto, una rara piedra denominada traquita.

Pero ha sido precisamente el valor de esta piedra y de su paisaje el que, en lugar de protegerlo, lo ha puesto en peligro.

Maqueta del proyecto de Chillida para Tindaya

¿Cómo puede estar amenazada una montaña?

Por culpa del gran mal de nuestro tiempo: la estupidez. Primero fueron las canteras, ajenas a la importancia de Tindaya.

Para tratar de maquillar artísticamente su negativo impacto se llamó al escultor Eduardo Chillida. Pero nos salió el tiro por la culata. El gran artista vasco, fascinado por la montaña, en lugar de pensar en restaurarla quiso convertirla en una gigantesca escultura. Propuso esculpir en su interior un inmenso cubo de 50 metros de lado, un disparate. Pero políticos y constructores afilaron sus colmillos corruptos, ajenos a que era (y es) el espacio natural con más protecciones de toda España.

25 años después de dura lucha ecologista finalmente se ha abandonado el proyecto, pero no nos ha salido gratis. Sin moverse una piedra nos ha costado a todos los españoles más de 30 millones de euros. Y Tindaya está ahora mismo más desprotegida que nunca.

Tagoror maho en la base de Montaña Tindaya

CATA DE TINDAYA

Comencemos por la vista

La miremos por donde la miremos, Tindaya es una montaña de una belleza inigualable. Se puede disfrutar desde muchos sitios, pero mi lugar favorito es especial: me gusta admirarla desde el Tagoror que existe a sus pies. ¿Y qué es eso de un tagoror?

Pues un tagoror es un círculo de piedras hincadas donde se reunían en asamblea los dirigentes de las comunidades aborígenes. Imagino que allí hablarían de sus cosas, de sus problemas con el ganado, de pastos y fuentes.

Hay tres piedras principales en el círculo que tienen forma de asiento y miran hacia la cumbre. Cuando me siento en una de ellas se me ponen los pelos de punta. Y no te digo ya si viene a verme con su vuelo majestuoso el guirre, el alimoche canario.

Hablemos de él. Junto con la Estación Biológica de Doñana he dedicado muchos años de estudio a este buitre sabio que los majos consideraban tan sagrado como la montaña. Cuando llegué a la isla estaba a punto de extinguirse de toda Canarias. Pero ahora, gracias a muchos esfuerzos, su población se ha recuperado y ya hay casi 400 ejemplares.

Macho de hubara canaria en celo.

¿A qué suena Tindaya?

Suena a un pájaro extraño, increíble, la hubara canaria, una prima de la avutarda exclusiva de estos desiertos. Y que canta así de raro:

Lo curioso es que la creíamos muda, incapaz de cantar. Y sin embargo canta. Pero guardaba un secreto que investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid han logrado desvelar hace muy poco. A pesar de ser un animal diurno, canta sobre todo en noches de Luna llena, cuando el silencio permite llevar muy lejos sus requiebros amorosos, o más bien diríamos deseos sexuales.

¿No es precioso? Esta especie de pavo de las estepas es muy grande, pero tan tímido y huidizo, tan indetectable gracias a su traje de camuflaje, que resulta prácticamente invisible. Y eso que vive en unas llanuras peladas de Tindaya donde parece imposible que nada ni nadie pueda esconderse. Pero ella lo logra.

Flores de la aulaga canaria.

¿A qué huele Tindaya?

Huele a viento, pues allí siempre soplan los alisios, que llegan frescos y húmedos del norte, dulcificando así un clima que si no fuese por ellos haría imposible poder vivir en estas latitudes africanas tan cercanas al Sáhara. Ese viento nos trae aromas de salitre.

También el amargo de la espinosa aulaga (Launaea arborescens). Un humilde vegetal al que Miguel de Unamuno llamó “esqueleto de planta”, pero que siempre nos regala alguna que otra pequeña flor amarilla con la que alegrarnos el día.

Cantera en la Montaña Tindaya.

Pasemos al tacto de la montaña

Rugoso pero delicado. Es el tacto de esa roca traquítica con casi 20 millones de años.

Recomiendo acercarse a la cantera que hay en la base de la montaña y tocar sus rocas grisáceas, marrones y rosadas. Personas muy espirituales me aseguran que al hacerlo sienten toda la fuerza de la montaña. Yo no creo en esas cosas, pero reconozco que ese tacto es tan agradable como una caricia.

Queso majorero.

Finalizamos con el quinto sentido, el gusto

El gusto inolvidable de Tindaya es sin duda el de sus quesos. Están hechos con leche de cabra majorera, una raza exclusiva que desciende de las que trajeron los aborígenes a estas tierras hace dos milenios. Es una de las razas más productivas del mundo, pues una sola cabra puede llegar a producir hasta 2,5 litros de leche en un solo día.

Probar este queso sabrosón de leche cruda, curado con pimentón o gofio en Tindaya, y acompañado con un pan artesanal como el de la vecina Paneteca de Lajares es, ya más que un gusto, un auténtico gustazo.

A continuación te dejo la cata completa en formato podcast. Es la emisión que hice de ella en la sección «Catas de Paisaje«, en el programa dominical de Radio5 «De vuelta«, dirigido por Inmaculada Palomares.

Si te ha gustado esta entrada quizá te interesen estas otras:

1 comentario

  1. Hay más petroglifos?.

    15 octubre 2021 | 14:45

Los comentarios están cerrados.