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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

5 razones por las que el flamenco esconde la cabeza y no te sirven a ti

Flamencos comiendo. Todos boca abajo salvo cuatro que vigilan. Foto Wikimedia Commons

Por mucho que cerremos los ojos o escondamos la cabeza, los problemas no desaparecen. Y no lo digo solo por la actitud alelada del alcalde de Madrid ante la muy real y peligrosa nieve helada que cubre estos días la ciudad.

Todos tenemos en la cabeza el falso mito de que las avestruces [y algunos alcaldes] esconden la cabeza bajo tierra, pensando como los niños que si no ven al peligro el peligro no las ve a ellas. Es falso, como ya dejó claro mi compañero Alfred López . Intenta atrapar a una avestruz [o un alcalde] y ya verás cómo corre.

¿Y qué pasa con los flamencos? Paseando por las salinas de Molentargius, en Cerdeña, me encontré estos días con un adulto de flamenco especialmente confiado. Pasaba de mí, todo el rato con la cabeza metida dentro del agua, incapaz por tanto de controlar los peligros que pueden acecharle a su alrededor.

Una observación que también me ha permitido recordar por qué tienen el pico al revés y visten ese hermoso color rosado.

Míralo en este vídeo de mi canal de YouTube [y ya de paso te puedes suscribir].

Una postura peligrosa

Los flamencos saben que pasar tanto tiempo boca abajo es peligroso, y por eso siempre suelen hacerlo acompañados de otros flamencos, para que mientras unos comen bajo el agua otros vigilen.

Pero este flamenco en concreto estaba solo. Con la cabeza todo el tiempo sumergida me recordó a las míticas avestruces, pero también a mucha gente que ante los problemas prefiere cerrar los ojos, esperando que el problema desaparezca cuando los vuelva a abrir [¿alcaldes y alcaldesas?]. Lógicamente, los problemas no desaparecen por dejar de mirarlos.

La sonrisa más rara del Planeta

Me gusta buscar modelos de vida en la naturaleza, pero como estrategia vital, ésta del flamenco solitario no me acaba de convencer.

Eso sí. Observarlo me ayuda a conocer detalles interesantísimos de su vida secreta. Como el secreto de su enigmática sonrisa, que ya la quisiera para sí la Mona Lisa.

Con el pico al revés

La sonrisa del flamenco no puede ser más extraña. Es así porque tiene el pico al revés.

En la gran mayoría de las aves, el pico inferior es más pequeño que el superior. Pero el pico de los flamencos está colocado al revés ya que eso les ayuda a alimentarse boca abajo, que es como lo hacen para poder poner en marcha su gran aspirador bucal.

A semejanza de las ballenas, los flamencos meten el pico en el agua y mueven la cabeza hacia delante y hacia atrás como si estuvieran barriendo el barro. El filtro que tienen en el pico les permite separar el cieno y el agua de los pequeños crustáceos, insectos y algas de los que se alimentan.

Cabeza del flamenco en posición alimentaria. Penelope M. Jenkin, Bristol University

¿Y por qué son de color rosa?

Son lo que comen. Gracias a uno de esos diminutos crustáceos de los que se alimentan, la Artemia salina, logran ese hermoso color rosado del que carecen los ejemplares jóvenes. Esta pequeña gamba vive en marismas muy salobres, cuyos carotenos son responsables también de ese color rosado que tienen las aguas de las salinas. Los carotenos son excelentes antioxidantes naturales y una importante fuente de provitamina A.

Cuanto más rosadas son las aves más lozanas están. Ese hermoso color es su forma de expresar al resto de los congéneres lo buenos reproductores que pueden ser.

A mandíbula batiente

Pero el pico de los flamencos es aún más asombroso. Para facilitar el filtrado, su pico superior debería de moverse y el inferior quedarse quieto, al revés de lo que nos pasa a nosotros y a la mayoría de las aves.

Sin embargo, estos bichos son tan increíbles que pueden mover ambos picos independientemente gracias a unas extraordinarias articulaciones esféricas.

Añádase además una lengua poderosa que actúa de bomba de succión. Tan potente que era la debilidad de algunos gourmets romanos en época clásica, quienes pagaban fortunas por comerse un plato de ellas. Locuras de la época.

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