Nuestra visión antropocéntrica y urbana nos hace ver a las ciudades como lugares estresantes y, por el contrario, al mundo rural como espacios sosegados y tranquilos. Pero cualquiera que viva en y del campo sabe que, salvando las distancias, tal visión no es real.
Tener que ganarte la vida con una economía agroganadera o forestal es tan duro o más que ganártela en una oficina; con muchas más incertidumbres y mayor esclavitud hacia unos recursos que no conocen ni horarios ni festivos.
Los que viven bien en el campito son los bichos, pensará más de uno. Felices y tranquilos. Pero tampoco es verdad. La naturaleza es pura competición por la supervivencia. Puro estrés. Que se lo digan a los mirlos.
Un equipo internacional en el que participan investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN) y de la Estación Biológica de Doñana (EBD), ambos del CSIC, ha descubierto que en los mirlos no existen diferencias entre el estrés que sufren las poblaciones del campo frente a las que residen en ambientes urbanos.
Todos viven estresados, aunque no lo parezca
Para esta investigación han medido indicadores de estrés en aves tanto de entornos urbanos como no urbanos de diez poblaciones europeas. “Los datos han revelado que se detecta más corticosterona en las plumas de las aves no urbanas, un efecto que es más marcado en los machos y que demuestra mayor estrés”, aclara el investigador del MNCN Diego Gil.
“Sin embargo, no hubo diferencias significativas entre poblaciones en los parámetros que miden el estrés fisiológico de las aves, es decir, en la relación entre heterófilos y linfocitos, y en los niveles de proteínas”, continúa el investigador.
Ni mejor ni peor
Las zonas urbanas exponen a los animales a nuevos retos pero también provee a algunas especies de entornos más estables donde las fluctuaciones ambientales están, en principio, amortiguadas. Cuando un entorno natural se transforma en urbano, la ecología y psicología de cada especie determina su capacidad para salir adelante.
“La falta de estudios de estos mecanismos reduce nuestra capacidad para predecir el impacto que tienen los hábitats antropogénicos en las comunidades salvajes”, aclara Jordi Figuerola, investigador de la EBD.
“Aunque no hemos detectado diferencias significativas en el estrés fisiológico de estas aves, sí hemos comprobado que hay un contraste importante entre cada población ante los efectos de la urbanización”, explica Gil. “Esto indica que cada población experimenta un proceso distinto de presiones ambientales que se traducen en respuestas específicas”, concluye.
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lo que estresa a los mirlos y al resto de aves de nuestros parques, es la cantidad de guarros que hay desparramando basura a su paso.
09 mayo 2020 | 21:59