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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

¿Cómo afecta a la naturaleza nuestro confinamiento?

Pavos reales por las calles de Madrid. Foto: TikTok

Es el comentario más generalizado de estos días. ¡Se oyen pájaros en las ciudades! Muchos aseguran que más que antes, que los animales salvajes no han dejado pasar ni un par de días para reconquistar los espacios urbanos de donde los habíamos expulsado hace varios siglos. ¿Será verdad?

Aunque parezca increíble no es una falsa noticia. Es una sorprendente realidad.

Resulta lógico. Apenas hay vehículos por las carreteras y hemos vaciado las calles. Los bichos son oportunistas por naturaleza. Si ven que no andamos cerca ni les molestamos se adentran a explorar nuestros espacios en busca de comida y nuevos territorios donde poder prosperar.

Paralelamente, ahora prestamos mucha más atención a nuestro entorno, ese ignorado y hasta despreciado por tantos durante tanto tiempo.

Me lo cuenta por Twitter un viejo y sensible amigo:

Cabras en los hoteles

Se han visto jabalíes correteando por las calles de Barcelona, pavos reales paseando por Madrid, patos bañándose en las fuentes públicas de Roma y hasta un puma en las calles de Santiago de Chile.

Lo de delfines en la ciudad de Venecia no te lo creas; eso sí que es una noticia más falsa que un euro de chocolate.

Aquí en Fuerteventura ha sido muy comentado el rebaño de cabras semisalvajes que se colaron en un gran hotel ahora vacío del norte de la isla. Los animales aprovecharon para comerse la hierba de los jardines y beber el agua de las piscinas. Por suerte no tenían la llave del mueble bar.

Yo también estoy notando comportamientos poco habituales. Por ejemplo, las perdices morunas se acercan mucho a las solitarias carreteras para aprovecharse de las semillas e insectos que hay junto a las cunetas.

El otro día, sin ir más lejos, me encontré a una perdiz toda confiada junto a la parada de guaguas que miraba hacia la carretera como esperando la llegada del autobús. No pude aguantarme la risa.

Los burros salvajes de Jandía, en el sur de la isla, también han bajado de las montañas y se pasean tan tranquilos por las calles desiertas de Morro Jable.

Y los cuervos y gaviotas rebuscan en las basuras. Porque el cierre de los hoteles y la desaparición del turismo les ha dejado sin esa comida fácil que encontraban abundante en los vertederos. Se buscan la vida.

Menos atropellos

Nuestro encierro también es una bendición para muchos animales que ya no caen atropellados en las carreteras. Esto está beneficiando a especies tan amenazadas como el lince ibérico, la hubara o las lechuzas.

Pero ojo. No quiere decir que la maltrecha naturaleza sea capaz de recuperarse completamente con que nos quedemos en casa un par de meses. No es tan fácil. Tan solo le estamos dando un pequeño respiro.

Menos pescadores

El mundo marino también ha salido ganando con nuestro confinamiento. Ballenas y delfines se acercan ahora confiadas a las costas debido a la reducción de tráfico marino y al amarre de una parte de la flota pesquera.

Esta veda obligada ayudará a recuperar algunos caladeros que estaban esquilmados, sobre todo los del Mediterráneo y el Cantábrico.

Toda la costa se ha quedado sin pescadores ni turistas. Algo que beneficia a muchas aves.

Una de estas especies que salen ganando con nuestra reclusión es el chorlitejo patinegro, un pajarito en grave peligro de extinción que se alimenta y cría en las playas. Por primera vez en mucho tiempo ahora tienen todo el sitio del mundo para ellos solos.

El mundo desde una ventana

Nuestro universo, hasta hace apenas un mes inabarcable, casi infinito, se ha quedado reducido a una ventana.

El coronavirus ha encogido el mundo. Hemos perdido espacio pero hemos ganado tiempo. Tiempo para pensar, para leer, para disfrutarlo intensamente con nuestros seres queridos si tenemos la suerte de estar confinados con ellos.

Tiempo también para contemplar la vida desde esa reducida atalaya en la que hemos convertido ventanas y balcones.

Tiempo de silencio

Lo que más nos ha sorprendido estas semanas de confinamiento es el silencio. Nunca, en toda nuestra vida, habíamos conocido ciudades prácticamente sin coches y sin gente en las calles, sin bares ni tiendas abiertas. Sin contaminación ni bullicio.

Es una experiencia extraña escuchar esos sonidos que la ruidosa ciudad nos había arrebatado: el viento, murmullo de las ramas de los árboles, el canto de mirlos, pinzones y colirrojos, los silbidos de los estorninos, el zureo de las palomas torcaces o el triseo de las golondrinas.

También emociona oír por los patios las canciones de algún alma alegre o la risa de un niño. E incluso esos sonidos tan primarios que surgen de las cocinas, como el batir de huevos o el entrechoque de cazuelas y loza. Porque sin duda, yo al menos estoy convencido, todos esos sonidos nuestros tan cotidianos también son naturaleza confinada.

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2 comentarios

  1. Dice ser Laura

    Si algo bueno traerá esta crisis será la revalorización de la naturaleza y del medio rural, del que podemos aprender mucho de cara al futuro. Otra forma de ver la vida, un poco más pausada, es posible. La sostenibilidad tiene que ir de la mano con la mejora de la calidad de vida. Más luz, más espacio, más tranquilidad y más tiempo. Eso sin dejar de ser eficientes ni de estar conectados, ya que ahora eso es posible gracias a internet y al teletrabajo.

    16 abril 2020 | 12:12

  2. Dice ser Rural

    En los pueblos de España el confinamiento no es tan dramático ni tan brutal como vivirlo en una colmena de pisos en un agujero de 45 metros cuadrados.
    Con solo salir a la puerta de casa o asomarte a la ventana ya ves el monte,el sol, las nubes…
    Como todos tenemos animales hay que visitarlos y darles de comer pues comen todos los días..
    En resumen no se hace tan duro como lo estáis sufriendo en las ciudades, es un privilegio pasar el virus chino en un pueblo en plena naturaleza.
    Quién lo iba a decir,estoy seguro que todos los que se fueron un día de estos montes y estas sierras en tiempos anteriores darían lo que fuera por estar en estos momentos en un pueblo…
    Y lo más importante, en la España rural montañosa los casos de coronavirus son anecdóticos.
    Espero como dicen por ahí que se revalorice la España rural, que se ponga en mucho valor a los agricultores y ganaderos, que se respeten los usos y costumbres de nuestro mundo como es la caza, la pesca, la silvicultura y todos los usos y costumbres rurales.
    Igual después de ésta la gente se da cuenta que vivir amontonado entre bloques de cemento no es ni lo más natural y lo más conveniente.
    Esta pandemia va a cambiar muchas cosas…..

    18 abril 2020 | 12:08

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