Este miércoles llega el infierno. La primera semana del verano se estrena con la primera gran ola de calor del año (vientos cálidos africanos, temperaturas que alcanzarán los 40 grados e incluso los 42) pero también con una nueva sequía tan dura como la sufrida en 2017. Junto con calor y sequía, los expertos temen la aparición del tercer y terrible actor del verano: los incendios forestales.
Todo esto es muy de verano, es verdad. Pero tanta dureza y tan periódica es, ya no hay duda, efecto del calentamiento global.
A lo largo de la pasada primavera climatológica, que comprende los meses de marzo, abril y mayo, se recogió un promedio de 174 l/m2 en el conjunto de España, lo que supone un 15% por debajo del valor medio del período de referencia (1981-2010) y le confiere un carácter seco. Ha sido la sexta primavera más seca del siglo XXI, advierte la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet).
De confirmarse la predicción, el verano será similar al del año pasado, que resultó ser 0,6 ºC más cálido respecto a los valores normales del periodo de referencia 1981-2010 pero menos caluroso que los estíos de 2015 a 2017.
Aunque no existe una definición única de sequía, aplicando uno de los índices que se utilizan para su cuantificación, el Índice de Precipitación Estandarizado (SPI, por sus siglas en inglés) a la precipitación recogida en España en los últimos 12 meses, se puede hablar de sequía meteorológica en áreas de las provincias de A Coruña, Burgos, Bizkaia y Huesca, así como en el sur de Castilla y León, Comunidad de Madrid, Extremadura, oeste de Castilla-La Mancha, tercio occidental de Andalucía, norte de Tenerife y La Palma. La situación se acusa especialmente en el extremo meridional de Castilla y León, oeste de la Comunidad de Madrid y oeste de la provincia de Toledo.
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El principal problema no es el CO2. Por supuesto que reducir el CO2 es importante, pero una vez reducido exísten infinidad de organismos en el planeta que se encargan de regularlo (las plantas y algunos seres marinos transforman el CO2 en O2). El problema es que estamos construyendo ciudades masivas con materiales como el ladrillo, que almacenan calor y lo expulsan a la mínima que refresca, haciendo que las temperaturas sean más altas de lo normal y durante más tiempo.
Ésto es algo que no te dicen en todos los sitios, porque evidentemente hay un mayor interés en regular la industria para poder sacar dinero mediante multas y sanciones por la contaminación que en buscar soluciones al efecto isla de calor.
Sólo tienes que salir de la ciudad e ir a cualquier sitio alejado para comprobar que, en efecto, las temperaturas son más bajas en éstos sitios que dentro de la ciudad.
23 junio 2019 | 14:09
La verdad que el tema sequía es bastante preocupante… En Cádiz no ha llovido todo lo necesario este año, por lo que esperemos que no nos veamos con cortes en el suministro a mitad de verano
26 junio 2019 | 17:06