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«Un descubrimiento científico produce un subidón como tocar música punk»

Al hilo de mi artículo anterior sobre Milo Aukerman, he recordado que hace algo más de dos años le hice una breve entrevista de la que saqué un par de extractos para un reportaje sobre la relación entre ciencia y punk. Por entonces Aukerman aún trabajaba en DuPont. Creo que merece la pena traer aquí aquella pequeña entrevista, porque el líder de Descendents destacaba la visión recíproca de la que he tratado en esta miniserie: si el rock parece atraer especialmente a los científicos, la ciencia también puede atraer a los aficionados al rock; o en este caso, el punk. Así lo cuenta el líder de Descendents:

Milo Aukerman. Imagen de Twitter.

Milo Aukerman. Imagen de Twitter.

Uno de los lemas del punk era «No Future». ¿Su caso demuestra que sí lo había?

La idea de los punks como escoria tiene que cambiar, porque no refleja la realidad. Siempre he considerado el punk más como una música que como un estilo de vida, así que en este sentido es fácil moverse más allá de la caricatura estándar del «idiota inmaduro y drogadicto» ejemplificado por Sid Vicious, por poner un caso.

Entonces, ¿qué opina de la corriente más callejera y antisocial del punk?

No pretendo menospreciar el estilo de vida del punk callejero, pero eso es todo lo que es, un estilo de vida. Uno puede disfrutar de la música punk y aun así llevar una vida normal, estudiar, conseguir un trabajo, y todo ello sin modificaciones corporales ni maltratarse a uno mismo. Simplemente, los punks proceden de diferentes ambientes económicos, culturales y educativos, y todos deberían considerarse legítimos, y todos han contribuido a la democratización del punk como hoy lo conocemos.

¿En qué quedó entonces la rebeldía que ha sido el sello del punk?

Por supuesto, en el corazón del punk está la rebelión, pero uno puede rebelarse de muchas maneras. Rechazar las normas de la sociedad es una de ellas, pero el punk también consiste en la aceptación de la individualidad, y si un punk puede encontrar la felicidad en un trabajo y una familia, mejor para él. También me gustaría destacar que el punk es una salida creativa y una manera para los punks de sentirnos jóvenes, y si no hubiera sitio en ello para los casados con hijos y un empleo, bueno, probablemente yo ya me habría suicidado.

¿Qué tienen en común ciencia y punk?

Realmente es extraño cómo el punk tiende a atraer a los científicos…  Están Greg Graffin y Dexter Holland, por ejemplo, y yo mismo. Probablemente tengamos distintas visiones de los paralelismos entre ambos; sé que Greg los ha comparado refiriéndose al cuestionamiento de lo establecido inherente a la ciencia y el punk.

¿Y usted?

Yo veo los paralelismos en la creatividad y el aspecto del «hazlo tú mismo».

Pero toda la música es creativa. ¿Qué tiene de especial el punk?

Obviamente, toda música requiere creatividad, pero el punk en particular pone a la persona de la calle en el asiento del conductor, debido a esa naturaleza del «hazlo tú mismo». Esta capacidad del punk de crear algo de la nada, y de hacerlo sin una tonelada de infraestructura, me atrae del mismo modo que la ciencia, al menos el tipo de ciencia aguerrida que me interesa (en oposición a la Gran Ciencia). El otro aspecto que puedo apuntar es la naturaleza visceral del punk, la euforia total que provoca la música. Cuando descubro algo en el laboratorio, siento algo muy similar. El subidón que uno puede sentir con el punk se parece al del descubrimiento científico. Y aunque no sea exactamente lo mismo en ambos casos, la intensidad de esa sensación puede ser adictiva. En resumen, en cuanto a la naturaleza cuestionadora de ambos, y en su capacidad para emocionar e inspirar, pienso que la ciencia es un buen encaje para los punks.

B. V. Larson: «Los autores de ciencia ficción somos cheerleaders de la innovación»

Mañana, 21 de septiembre de 2016, H. G. Wells habría cumplido 150 años.

Si volviese hoy, no nos encontraría viajando en el tiempo, volviéndonos invisibles o recuperándonos de una invasión marciana, pero sí descubriría que aún seguimos pensando, debatiendo y escribiendo sobre todo esto.

Y es que tal vez el mayor legado de los grandes maestros de la ciencia ficción sea su capacidad de haber sembrado ideas que se perpetúan ejerciendo una poderosa influencia, no solo en los autores posteriores, sino también en el propio pensamiento científico.

B. V. Larson. Imagen de YouTube.

B. V. Larson. Imagen de YouTube.

Mañana tocará hablar de Wells, pero hoy quiero abrir boca con uno de sus muchos herederos. Recientemente tuve ocasión de hacer esta breve entrevista al californiano B. V. Larson. Conocido sobre todo por su serie Star Force, Larson es un autor inexplicablemente prolífico que ha forjado su carrera por la vía de la autopublicación. Una elección que le ha funcionado de maravilla, a juzgar por su presencia habitual en la lista de Amazon de los más vendidos en ciencia-ficción.

Larson posee un fenotipo que interesa especialmente a este blog: es uno de los numerosos autores de ciencia-ficción que han surgido desde dentro, desde el mundo de la ciencia y la tecnología. En su caso, es profesor en ciencias de la computación y autor de un exitoso libro de texto que continúa reeditándose.

Según me cuenta, en un momento de su vida trabajó como consultor de DARPA, la agencia de investigación del Departamento de Defensa de EEUU, en la Academia Militar de West Point. Con todo este equipaje, Larson es el tipo ideal a quien hacerle algunas preguntas sobre la relación entre la ciencia y su versión ficticia.

¿Cómo se relaciona la ciencia-ficción con el progreso científico y tecnológico?

No hay duda de que la ciencia-ficción influye en la innovación, pero también lo contrario. En la mayoría de los casos, es difícil decir cuál de las dos comienza el proceso. Los autores de ciencia-ficción son futurólogos que leen las nuevas tendencias en la industria y la ciencia, convirtiéndolas en historias de ficción con extrapolaciones. A su vez, los ingenieros leen estas historias y obtienen inspiración. En otras palabras, para entender el proceso yo pensaría en el papel del escritor creativo y el mundo real de la ingeniería, ambos como partes de un ciclo de innovación.

¿Hay algunas épocas en las que esta influencia haya sido mayor?

Yo diría que la ciencia-ficción fue muy importante desde 1900 hasta la década de 1970, pero menos de 1980 a 2010. Solo ahora está volviendo a ser lo que fue. ¿Por qué? Porque en los 30 años entre 1980 y 2010, la mayoría de la ciencia-ficción que se leía ni siquiera intentaba ser técnica, sino que se centraba en cuestiones sociales. Esto está cambiando ahora, y la ciencia-ficción está volviendo a ser lo que fue originalmente y a recapturar el corazón de los ingenieros.

Se suele hablar del papel de los autores como profetas tecnológicos. ¿Hasta qué punto no predicen, sino que marcan el camino a seguir?

Los ingenieros son quienes merecen la mayor parte del crédito. Los escritores de ciencia-ficción sirven para inspirar, para atraer a la gente joven a expandir el mundo a través de la tecnología, más que para hacer posible lo imposible. Somos más bien cheerleaders, oradores motivacionales, más que poderosos magos. Puede parecer que predecimos el futuro, pero lo que realmente hacemos es estudiarlo y pensar sobre él para hacer predicciones lógicas.

¿Y cuáles serían ahora esas predicciones? ¿Habrá algo de esos avances típicos del género y siempre pendientes, como coches voladores, naves espaciales más rápidas, reactores personales…?

Yo diría que la mayor parte de esas áreas ya han tenido su oportunidad. Piensa en un avión de pasajeros: si volvieras a 1975 y subieras a un avión, la experiencia, la velocidad de vuelo y todo lo demás sería prácticamente igual que hoy. Esto es normal en tecnología. Una vez que una tecnología nueva y poderosa se hace realidad, hay un período de unos 50 años de innovación muy rápida, y después se frena. Con los aviones, pasaron menos de 40 años desde el primer vuelo de los hermanos Wright hasta el ataque japonés a Pearl Harbor con bombarderos. Poco después teníamos aviones volando a todas partes. Y después nada. No ha habido cambios reales en 40 años.

Entonces, ¿qué áreas están ahora en ese período de innovación rápida?

Yo esperaría grandes cambios en el área de la biología. Pastillas que te permitan vivir 10 o 20 años más. Órganos impresos en 3D para reemplazar los dañados. O quizás nanites [nanorrobots] que practiquen nanocirugía dentro de nuestro cuerpo. Implantes cibernéticos, ese tipo de cosas. En eso se centra mi serie Lost Colonies.

Cuando comer cadáver humano estaba de moda en Europa

Hace unos días elaboré una lista de diez libros sobre ciencia para leer este verano (aún no publicada), algo que suelo hacer por estas fechas para cierto medio. Por desgracia y como bien saben los periodistas de cultura (me consta como autor), aunque tal vez no el público en general, el ritmo del trabajo periodístico y las limitaciones del cerebro humano imposibilitan el leer diez libros en un par de días, así que debemos conformarnos con un análisis de la estructura y un muestreo del contenido con eso que suele llamarse lectura en diagonal (en realidad tan absurdo como, por ejemplo, hablar de practicar sexo en diagonal; o hay sexo, o no hay sexo).

Entre los libros que reseñé hay uno que reposa justo a la izquierda de estas líneas que escribo y que espera la primera oportunidad para hincarle el diente. Lamentablemente, debo aclarar que (aún) no hay una traducción española. Y más lamentablemente aún, y por si alguien se lo pregunta, hay por ahí una mayoría de libros magníficos sobre temas relacionados con la ciencia que jamás se traducen ni se traducirán al español.

Por poner sólo un caso, aún me hace frotarme los ojos que The Making of the Atomic Bomb de Richard Rhodes, publicado en 1986 y ganador del premio Pulitzer en 1988 (ha habido tiempo suficiente), traducido a una docena de idiomas, no esté disponible en castellano (y si alguna vez lo estuvo, que no lo puedo saber con certeza, estaría descatalogado). Y que en cambio sí se traduzcan otras cosas, de las que no voy a poner ejemplos.

mummiescannibalsandvampiresPero voy al grano. El libro en cuestión es Mummies, Cannibals and Vampires: The History of Corpse Medicine from the Renaissance to the Victorians, o traducido, Momias, caníbales y vampiros: La historia de la medicina de cadáveres del Renacimiento a los victorianos. Su autor es Richard Sugg, profesor de literatura de la Universidad de Durham (Reino Unido). La novedad es que recientemente se ha publicado una segunda edición y, al tratarse de un trabajo de investigación, el autor ha incluido nuevos materiales. En Amazon España se puede comprar la nueva edición en versión Kindle, pero en papel solo está disponible la primera edición. Quien quiera la nueva versión en papel podrá encontrarla en Amazon UK.

Lo que Sugg cuenta en su libro es un capítulo de la historia de Europa desconocido para la mayoría: el uso de partes de cadáveres humanos, como huesos, piel, sesos, grasa, carne o sangre, para tratar múltiples enfermedades, desde la epilepsia a la gota, el cáncer, la peste o incluso la depresión. Resulta curioso, como conté recientemente en un reportaje, que los navegantes y exploradores europeos tildaran fácilmente de caníbales a las tribus indígenas con las que se encontraban en sus viajes por el mundo, cuando también ocurría precisamente lo contrario, que los nativos veían a aquellos extranjeros como antropófagos.

Pero si los europeos a veces estaban en lo cierto, no menos los indígenas: la medicina de cadáveres fue muy popular en Europa durante siglos, y no como algo marginal y secreto. Al contrario, no era un material fácilmente accesible, por lo que su uso era frecuente entre la nobleza, el clero y las clases acomodadas. Y aunque fue desapareciendo en el último par de siglos, se registran casos incluso a comienzos del siglo XX: según una de las fuentes de mi reportaje, en 1910 todavía una compañía farmacéutica alemana listaba en su catálogo de productos el polvo de momias expoliadas de Egipto, uno de los productos estrella de la medicina de cadáveres.

Ahí dejo la sugerencia; un libro muy recomendable para este verano. Pero intrigado por saber algo más sobre las investigaciones de Richard Sugg, me puse en contacto con él y le hice algunas preguntas sobre la historia del canibalismo. Esto es lo que el autor me contó. Lean, que merece la pena.

¿Cómo surgió la medicina de cadáveres?

La práctica médica en Europa parece haber surgido en la Edad Media. Pero a pesar de que suele repetirse que fue un fenómeno puramente medieval, se prolongó entre los ilustrados hasta mediados del siglo XVIII y probablemente alcanzó su esplendor a finales del XVII, precisamente cuando comenzaba la Revolución Científica. Todavía en 1770 había un impuesto sobre los cráneos importados de Irlanda para utilizarse como medicinas en Gran Bretaña y Alemania.

¿Cuándo empezó el canibalismo a convertirse en un tabú entre los seres humanos?

Por su propia naturaleza, sabemos muy poco de las tribus caníbales aisladas en períodos antiguos. Aunque el canibalismo de subsistencia es diferente, el hecho de que estos episodios se registraran nos indica que se estaba violando un tabú. Un ejemplo temprano es el del sitio de Samaria (724-722 a. C.), cuando supuestamente las madres se comieron a sus propios hijos. Más tarde, el cristiano Tertuliano (c. 150-222 d. C.) informaba irónicamente sobre las leyendas urbanas en torno a esta nueva secta, a cuyos miembros se les acusaba de asesinar a niños y beberse su sangre. También la siniestra reputación de los cristianos en aquella época implica que el canibalismo ya era un tabú.

Pero nunca ha llegado a desaparecer.

El canibalismo y beber sangre han sido recursos en todas las épocas en casos de hambrunas, naufragios y otras situaciones desesperadas. Hay muchos relatos de ello en travesías marítimas en el siglo XIX. El caso más notorio fue el de un grumete, Richard Parker, asesinado para comérselo después del naufragio del yate Mignonette en 1884. Un caso más reciente ocurrió después del fiasco de la Bahía de Cochinos en 1961, cuando un grupo de exiliados cubanos recurrió al canibalismo estando a la deriva en el mar durante 16 días. En 1998 The Times contaba el caso de Julio Pestonit, de 57 años, que relató al canal de noticias Fox en Nueva York cómo por entonces, con 20 años, fue uno de los 1.500 exiliados implicados en el intento frustrado de invasión de Cuba con el apoyo de la CIA. Tras eludir la captura, 22 exiliados se hicieron a la mar en un bote muy frágil sin comida ni agua, y pronto empezaron a morir. Pestonit dijo: «El grupo comió un cadáver con mucha reticencia. Yo comí algo del interior del cuerpo que me pasaron. Era una locura. Era como estar en el infierno».

¿Sigue siendo práctica habitual hoy en algunas culturas?

El canibalismo intrínseco o ritual en ciertas tribus puede ser una táctica para aterrorizar a los enemigos, o bien puede ser un rito funerario, lo cual es una práctica formal religiosa y consensuada. En el primer caso las víctimas suelen saber que serán comidas si los matan; entre los tupinamba de Brasil la víctima capturada era incorporada a la tribu de sus captores durante un año, se le daba una esposa, tenía un hijo, y trabajaba junto a los demás antes de ser asesinado y devorado ceremonialmente. En ambos casos la práctica puede incluir un deseo de reciclar o absorber el poder espiritual o el alma de la persona. Daniel Korn, Mark Radice y Charlie Hawes han mostrado que en el caso de los caníbales de Fiji esto era muy preciso: creían que el espíritu se aferraba al cadáver durante cuatro días. Comer el cuerpo aniquilaba el espíritu y le impedía ascender al mundo de los espíritus para servir de guía y dar fuerza al enemigo.

¿Diría que antiguamente los exploradores occidentales utilizaron todo esto como excusa para justificar la necesidad de colonización con el fin de «civilizar a los salvajes»?

Así es. En 1503, la reina Isabel de España dictó que sus compatriotas podían legítimamente esclavizar solo a los caníbales. Por supuesto, esto impulsó la invención de caníbales que no existían, aunque ciertamente los había. En 1510, el Papa Inocencio IV definió el canibalismo como un pecado que los soldados cristianos estaban obligados a castigar, no solo que tuvieran el derecho de hacerlo. Si creemos los relatos del testigo y jesuita español Bartolomé de las Casas (1474-1566), los invasores españoles terminaron haciendo a los habitantes nativos, caníbales o no, cosas mucho peores que esta.

Mucho más reciente es el caso relatado por la antropóloga Beth A. Conklin. Al parecer en la década de 1960 los wari’, una tribu de Brasil, todavía practicaban canibalismo funerario. Cuando los misioneros cristianos llegaron allí, llevaron consigo enfermedades contra las que los wari’ no estaban inmunizados, y les dieron medicinas solo con la condición de que abandonaran lo que para ellos era una práctica solemne y una parte importante de la psicología del duelo y la pérdida. En todos estos casos, exceptuando el canibalismo de subsistencia, la práctica de comer personas ha sido altamente cultural, y no una actividad puramente natural o bestialmente salvaje.

El Punto G, pseudociencia aplicada al sexo

A falta de un término mejor, llamamos pseudociencia a todo cuerpo de conocimiento que se presenta como demostrado sin ciencia real que avale tal demostración de forma consensuada. Y digo a falta de un término mejor, no porque este no esté aceptado por la RAE, sino porque no parece de justicia meter en el mismo saco el psicoanálisis –pseudociencia según Karl Popper– y cancamusas como la creencia en que nuestro carácter viene predestinado por el calendario –astrología–, o en que el agua conserva el hueco cuando se le quita lo que contenía –homeopatía–.

Las pseudociencias suelen tener en común que muchos se forran vendiéndolas a otros, y no solo a pequeña escala: como ejemplo desconocido por ciertos sectores que denostan a las farmacéuticas, el gigante de la homeopatía Boiron, con unas ventas de más de 609 millones de euros en 2014, puede permitirse el lujo de pagar 12 millones de dólares para acallar una demanda colectiva en EE. UU. sobre la ineficacia de sus productos, en lugar de ir a juicio y tratar de demostrar que los demandantes se equivocan. Normalmente, además, las pseudociencias ofrecen una elevadísima ratio de rentabilidad de negocio frente a la inversión en adquirir los conocimientos necesarios para practicarlas o impartirlas: podemos convertirnos en terapeutas de Reiki con un cursillo de seis meses, y en solo 120 horas seremos consultores de Feng Shui. Y a hacer caja vendiendo pamplinas.

índiceCuando pensamos en pseudociencias, no es el sexo lo que suele venirnos a la mente. Y sin embargo, si nos atenemos a los criterios anteriores, también este campo puede estar invadido. Un claro ejemplo es el famoso Punto G; para muchos es una gallina de los huevos de oro, empezando por su descubridora, la enfermera Beverly Whipple: en lugar de demostrar su teoría en la literatura científica (nota: los estudios publicados por Whipple no demuestran la existencia de tal punto, sino que más bien la dan por hecha), la autora prefirió publicar un libro que ha vendido más de un millón de ejemplares y se ha traducido a 19 idiomas. Por no hablar de las revistas que venden ejemplares a mansalva instruyendo a las lectoras y a sus parejas sobre cómo bucear hasta esta presunta zona erógena.

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Feliz cumpleaños, Hawking, Wallace, Bowie, Elvis…

Cuando uno no puede presumir de mucho más, al menos le queda el consuelo de haber nacido el mismo día del año que algunos personajes con más merecimientos. El pasado 8 de enero, día en el que un servidor cumplió XLVII años –a ciertas edades, cuando los cumpleaños ya no se celebran sino que se conmemoran, se aconseja una numeración adaptada a la época–, fue también el aniversario de Elvis Presley, padre superior de la Orden del rock; David Bowie, el mayor genio individual de la música del último tercio del siglo XX; Alfred Russell Wallace, el Salieri de la evolución biológica; y Stephen Hawking, que ha cumplido los 73 contra todo pronóstico de la enfermedad que le aqueja, burlando a la muerte y a los periodistas que en alguna ocasión nos hemos visto obligados a preparar obituarios en previsión y que, afortunadamente, hasta hoy se quedaron en la nevera.

Hawking es un personaje tan popular que muchos darían por hecha su distinción con un premio Nobel; sin embargo, nunca lo ha recibido, y probablemente nunca lo hará. No hay injusticia aquí: el británico es un teórico, y los premios suecos no se conceden a las teorías, por brillantes que sean, sino a los descubrimientos. Peter Higgs, el del famoso bosón, elaboró su teoría en 1964, pero no pudo ser reconocido por la Academia Sueca hasta que la partícula propuesta por él fue finalmente detectada por el LHC en 2012. Recibió el Nobel sin más tardar al año siguiente, con la urgencia que aconsejaban sus 84 años, ya que el premio nunca se otorga a título póstumo.

Para que Hawking encontrara por fin la distinción máxima de la ciencia sería necesario, por ejemplo, que se demostrara la radiación que él teorizó y que emitirían los agujeros negros al morir. Pero por desgracia, faltan miles de millones de años para que esto ocurra, y ni siquiera la casi mítica inmortalidad de Hawking le permitirá vivir tanto. Einstein tuvo más suerte; al contrario de lo que muchos responderían a una pregunta del Trivial, al físico alemán no se le concedió el Nobel por su teoría de la relatividad, que en su época era prácticamente indemostrable. Por suerte, sí pudo verificarse experimentalmente su explicación del efecto fotoeléctrico, y esta fue la circunstancia que aprovechó el comité de los Nobel para distinguir su talento.

Con la celebración de su 73 cumpleaños, Hawking ha vivido además para ver el estreno del biopic que relata sus años jóvenes, La teoría del todo, que se presenta a los Óscar del próximo 22 de febrero con cinco nominaciones, incluidas las de mejor película y mejores actor y actriz protagonistas. Por lo que barruntan los entendidos, parece que hay otras candidaturas mejor posicionadas; pero lo más importante, lo que estimula en el público la curiosidad por la ciencia, ya está conseguido.

Para celebrar la figura de Stephen Hawking, hoy traigo aquí el vídeo de una entrevista grabada el pasado año, conducida por el actor y comediante británico John Oliver. Siento que no haya una traducción al castellano, pero espero que se comprenda bien; al menos las respuestas de Hawking están subtituladas. Es una delicia disfrutar de la ironía tan característica del humor inglés que despliegan ambos interlocutores en esta entrevista tan divertida como inusual.

«Esperamos ver despegar los primeros vehículos aéreos personales en las próximas décadas»

Frank Nieuwenhuizen, científico del proyecto europeo myCopter. F. N.

Frank Nieuwenhuizen, científico y responsable de comunicación del proyecto myCopter. Copyright Cora Kürner / Max Planck Institute for Biological Cybernetics, Tübingen, Germany. Utilizada con permiso.

Frank Nieuwenhuizen, científico y responsable de comunicación del proyecto europeo myCopter

La Unión Europea financia el proyecto myCopter, integrado por un equipo internacional de investigadores de seis instituciones y destinado a estudiar la viabilidad de los vehículos aéreos personales (PAV) como alternativas al transporte cotidiano en las ciudades, un concepto que traté en mi anterior post sobre el pasado y el futuro de los coches voladores. Frank Nieuwenhuizen es investigador del Instituto Max Planck de Cibernética Biológica (Alemania), que lidera el consorcio. Nieuwenhuizen es además gerente y responsable de comunicación del proyecto.

¿Cuál es el objetivo de myCopter?

El proyecto myCopter aborda principalmente los requerimientos técnicos y sociales que deben alcanzarse para establecer un sistema de transporte aéreo personal en la sociedad de hoy.

¿La construcción de un coche volador está contemplada en el proyecto?

Nosotros no planeamos construir un coche volador o Vehículo Aéreo Personal (PAV). En su lugar, pretendemos abordar tres áreas de investigación: el diseño de una interfaz hombre-máquina intuitiva y fácil de usar, y del entrenamiento necesario para el piloto; el diseño y la implementación de la automatización necesaria; y comprender las necesidades de la sociedad de cara a la aceptación de los PAV.

¿Qué trabajos se han realizado hasta ahora y en qué fase se encuentra el proyecto?

Hemos investigado nuevos conceptos para el control de los PAV, nuevas interfaces hombre-máquina, sistemas automáticos basados en visión por ordenador, estrategias de evitación de colisiones y asistencia al aterrizaje automático, además de nuevas tecnologías PAV en un helicóptero experimental del Centro Aeroespacial Alemán (DLR). También hemos explorado los usos y riesgos potenciales de los PAV en la sociedad mediante un estudio tecnológico. El proyecto lleva funcionando tres años y medio y terminará al final de este año. Estamos organizando un Día del Proyecto en el Centro Aeroespacial Alemán en Braunschweig para el próximo 20 de noviembre. Ese día mostraremos los resultados del proyecto al público y a la prensa.

¿Cómo sería ese hipotético PAV del futuro?

Concepto artístico de vehículo aéreo personal (PAV). myCopter.

Concepto artístico de PAV. Copyright Gareth Padfield / Flight Stability and Control. Utilizada con permiso.

El proyecto myCopter se apoya en un modelo genérico de PAV que se ha desarrollado como referencia interna. En los escenarios que contemplamos, un PAV genérico sería del tamaño de un coche pequeño. Para minimizar los requerimientos de espacio, debería despegar y aterrizar en vertical, como los helicópteros. Los PAV se utilizarían sobre todo para desplazarse de casa al trabajo, por lo que nuestro modelo genérico tiene una autonomía de 100 kilómetros y un solo asiento, con la posibilidad de llevar un pasajero adicional si se reduce el equipaje. La velocidad máxima sería de 150 a 200 km/h, y debería poder utilizarse al menos durante el 90% del año en casi todas las condiciones meteorológicas.

¿Cuándo podemos esperar que los PAV sean una realidad?

Queremos allanar el camino para futuras iniciativas, y esperamos ver despegar los primeros PAV en las próximas décadas. Ya existen varios vehículos, pero el reto es combinar varias tecnologías nuevas para procurar que los pilotos no experimentados también puedan manejar estos aparatos, y que muchos vehículos puedan circular al mismo tiempo con seguridad.

Este concepto cambiaría todo lo que hemos conocido hasta ahora sobre el transporte personal y probablemente tendría un impacto profundo en la fisonomía de las ciudades. Lo que implica enormes retos de cara a la regulación. ¿Estaría dispuesta la UE a abordar esta transición?

Las actuales regulaciones no contemplan los vehículos automatizados ni los vehículos aéreos no tripulados. Esto también se aplica al transporte por carretera, donde los coches de conducción automática deben conseguir permisos especiales para circular. Estos desarrollos están facilitando el camino hacia la integración de los vehículos automáticos en diferentes modos de transporte, pero aún hay muchas preguntas que responder. Esperamos que estos avances lleguen en los próximos años y tenemos confianza en que se implantarán las regulaciones necesarias.

«La percepción de Grosseteste era asombrosa incluso para un físico moderno»

Richard G. Bower, físico de la Universidad de Durham (Reino Unido)

Richard G. Bower, físico de la Universidad de Durham.

Richard G. Bower, físico de la Universidad de Durham.

Hace unos días comenté en este blog un estudio, aún pendiente de publicación, en el que un equipo multidisciplinar de científicos, lingüistas y medievalistas ha traducido a formulación matemática la teoría cosmológica enunciada en el siglo XIII por Robert Grosseteste. En sus reflexiones este filósofo, científico y clérigo inglés introducía conceptos familiares en la física actual como el origen del universo por una gran explosión y lo que los autores del estudio denominan un rudimentario «multiverso medieval«. El estudio ha despertado tanto interés que ha merecido un comentario hoy en la revista Nature. Su autor principal es el físico de la Universidad de Durham (Reino Unido) Richard Bower.

–¿Cuál es la principal aportación del estudio?

–El objetivo era comprender mejor cómo era el pensamiento científico a principios del siglo XIII. Antes de comenzar con este proyecto, pensaba que durante aquellas edades oscuras se entendía muy poco y que había escaso pensamiento racional y demasiada referencia a las «escrituras». Al menos en el trabajo científico de Robert Grosseteste, esto no puede estar más lejos de la verdad. A medida que indagamos en su trabajo, encontramos cada vez un conocimiento más profundo del mundo natural. A veces, su percepción era asombrosa incluso para un físico moderno.

–Y el resultado es…

–Nuestra conclusión es que el texto tiene perfecto sentido. El modelo que se describe en latín puede traducirse a matemática moderna y después resolverse con tecnología informática. El resultado final es justo como Grosseteste lo describe, excepto porque nos resulta difícil cuadrar exactamente el número de planetas observados; tenemos que comenzar los cálculos de una manera muy especial. Pero parece que Grosseteste también es consciente de esto, y podemos entender por qué el último párrafo del texto habla de propiedades especiales de los números, una discusión que recuerda mucho al papel de la simetría en la actual física de partículas.

–¿Cuál fue la innovación más relevante de Grosseteste?

Un retrato de Robert Grosseteste del siglo XIII.

Un retrato de Robert Grosseteste del siglo XIII.

–¿Por dónde empiezo? Su trabajo en De Luce no puede calificarse de menos que revolucionario. Su trabajo desarrolla ideas presentadas por Aristóteles desde el 350 a. C. Estas eran nuevas ideas que comenzaron a emerger desde el mundo árabe (como traducciones al latín de textos árabes) y que inspiraron un minirrenacimiento en el pensamiento occidental. Pero la explicación de Grosseteste sobre el universo va mucho más allá de todo lo hecho antes. Aristóteles concluyó que el universo no tenía comienzo ni fin. En cambio, Grosseteste comienza proponiendo una nueva teoría de la materia, y después la desarrolla hacia una explicación de la creación del universo. Trabaja igual que un cosmólogo moderno, proponiendo leyes físicas y después siguiéndolas hasta sus conclusiones. Esto es lo que me parece asombroso.

–¿Es correcto decir que fue el primero en intuir que el universo nació con un Big Bang?

–Debemos ser cautos. Él no imaginó el Big Bang como hoy lo concebimos. Pero sus ideas tienen mucho en común: el universo es inicialmente muy pequeño y después se expande rápidamente. Pero su universo no tiene gravedad y se asume que está centrado en la Tierra (por razones que se comprenden).

–En cuanto a esas razones, ¿cómo fueron aceptadas en su día las teorías de Grosseteste, sobre todo por la Iglesia y dada su condición de clérigo?

–Es una pregunta muy interesante. Hasta donde yo sé, nadie más (que conozcamos) se atrevió a abordar estas cuestiones. Por desgracia casi no disponemos de registros históricos que nos digan lo que sus contemporáneos pensaban de sus ideas. ¡Sospecho que debieron de quedar desconcertados! Recuerde que Aristóteles era un autor pagano. Quizá Grosseteste trataba de reconciliar las ideas de Aristóteles con el «Hágase la luz» del Génesis. Sospecho que detrás de todo ello aún hay una historia mucho mayor por descubrir.