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«Si trabajas de imagen es porque solo vales para eso»

[Lugar: una conocida discoteca madrileña. Hora: entre las dos y las tres de la madrugada.]

Llevo dos horas subida a unos tacones de 10 centímetros dentro de un vestido que escandalizaría a todas y cada una de las monjas de mi colegio junto a tres compañeras. Trabajamos como azafatas de imagen en una acción promocional de una marca de cerveza cambiando las consumiciones por botellas de tercios y realizando sorteos de entradas dobles para un festival.

MARA MARIÑO

MARA MARIÑO

Por la puerta entra todo tipo de gente: rebotados de la Oktoberfest del Palacio de los Deportes, guiris, cuarentañeros, amantes de la música indie… y en ocasiones, todo junto.

Encontramos gente en todos y cada uno de los estados de ebriedad posibles: desde los más amigables hasta los que se nos quedan mirando con cara de pez mientras se tambalean. No nos queda otra que echarle paciencia y ganas, que se note la proactividad de la que presumimos tanto en los currículos.

En una de estas, me habla una de mis compañeras (cuando digo «hablar» me refiero a hablar a voz en grito, la única forma de comunicarse en una discoteca). Uno de los clientes de la discoteca le ha soltado que si trabajamos de azafatas de imagen es porque solo valemos para eso. Me mira dolida y reconozco en ella la cara que he puesto alguna vez cuando me han dejado caer comentarios del estilo trabajando en otras ocasiones.

Le pregunto qué le ha respondido y me dice que se rió y lo dejó pasar. Me duele pero la entiendo. No queda otra, estamos trabajando, no nos representamos a nosotras, sino que representamos a la marca que haya pagado a la agencia esa noche y no podemos tomarnos la libertad de reaccionar como lo haríamos fuera y dejar mal a nuestros jefes con los clientes.

«Para otra dile que estamos trabajando y que si te faltan al respeto tendrás que llamar a seguridad» le digo mientras la cojo del hombro para reconfortarla. Asiente y se va algo cabizbaja mientras me hierve la sangre por dentro no solo por ella sino solo por el hecho de que tengamos que aguantar este y otro tipo de improperios sin perder la sonrisa. Como cuando trabajando nos piden el teléfono y si dices que no lo das es, según algunos, «porque te estás haciendo la interesante con eso de que estás en horario laboral». Parece que a estas alturas, muchos siguen sin comprender que un «No» es un «No». E incluso sacan el teléfono y te dicen que disimuladamente les vayas dictando los números. No, no y no.

Otro se me acerca y me pregunta qué hago además de trabajar de azafata. «Soy periodista» afirmo convencida. Trabajo de azafata pero no es lo que me define, porque decir que solo servimos para estar de imagen en una discoteca es como decir que un basurero solo sirve para limpiar mierda.

De todos los años que llevo trabajando de esto no he conocido a ninguna azafata que no tuviera claro que era un trabajo temporal. Algo que te apaña por unos años por lo fácil que es compatibilizarlo con la vida universitaria. Pero si tenemos algo claro es que no es una profesión de la que puedas vivir a largo plazo. Al menos no mucho tiempo a no ser que termines en una compañía de transporte, por lo que todas tenemos unos estudios u otros trabajos al tiempo que trabajamos de azafatas.

Quitando que es algo que hacemos en un momento concreto de nuestras vidas, he conocido mujeres preciosas, pero preciosas de verdad. Pero no solo preciosas por fuera, sino por dentro y además, algunas de ellas, brillantes. Una de mis amigas más queridas, a la que conocí trabajando de azafata para un equipo de fútbol, estuvo seis meses en Nueva York en un voluntariado levantando casas, la misma que, además de arquitecta sobresaliente, tiene de lectura ligera los libros de Stephen Hawking. Y es solo un ejemplo.

He compartido uniforme con futuras doctoras, ingenieras, publicistas, maestras, diseñadoras, activistas… Mujeres fuertes, amables, educadas, alegres, y todas y cada una de ellas me han parecido que valían para algo más que para hacer un pase de micrófonos o entregar regalos en un evento.

Quiero pensar que muchos todavía se dejan llevar por los tópicos fáciles, por el «las guapas son tontas» y «si lleva gafas es lista», porque juzgar una apariencia es y será más fácil y rápido que molestarnos en conocer a la persona que tenemos delante.

Y si no quieren conocerla, bien. Están en su derecho, pero para otra, que no falten al respeto, que a fin de cuentas mientras ellos están disfrutando de su tiempo de ocio nosotras estamos en nuestro horario de trabajo.

No confundas mi sonrisa falsa y mi lenguaje corporal profesiona. Te golparía en la garganta si no fuera porque sé que perdería mi trabajo. SOMEECARDS

«No confundas mi sonrisa falsa y mi lenguaje corporal profesional. Te golpearía en la garganta si supiera que no perdería mi trabajo». SOMEECARDS