¿Se acuerdan de Gaspar, el buitre sabio del famoso documental de Félix Rodríguez de la Fuente? Sí, hombre. Aquel joven de alimoche que agarraba piedras con el pico y, tras mucho suspense y demasiados fallos, las lanzaba contra un falso huevo de avestruz hasta lograr romperlo y comerse su nutritivo interior. Fue un documental único en la historia del cine científico, pues demostró que estas aves poseían una conducta instintiva, ya que el pájaro no había podido emigrar a África con sus congéneres y nadie le había enseñado a utilizar guijarros como herramientas.
El ave dio así respuesta al pequeño desafío del barón Hugo Van Lawick desde el Serengeti, quien quería saber si tan curioso comportamiento visto allí con las puestas de las avestruces lo aprendían de los adultos o era congénito.
Tres décadas después el experimento ha vuelto a ser filmado, pero esta vez en plena naturaleza. El mérito es de los naturalistas Tony y Jordi Escandell, padre e hijo, quienes con su empresa Paleârtica han logrado el difícil documental. No ha hecho falta, como en aquella ocasión, sacar un pollo de un nido y tenerlo en cautividad varios meses antes de soltarlo en pleno invierno, cuando ya los alimoches están en África. Porque han elegido la isla de Menorca, donde la especie no emigra y, como explican los Escandell, “las aves hace cientos de generaciones que no ven un huevo de avestruz”.
Nuevamente demostrado. Los alimoches tienen memoria genética, no han olvidado las enseñanzas aprendidas por sus antepasados hace miles de años en otro lejano continente.
El trabajo de filmación no fue sencillo. Los naturalistas invirtieron tres años hasta poder conseguirlo, tras ocultar las cámaras junto a un gran dormidero de alimoches con más de un centenar de individuos al que bautizaron como “la cima de los sabios”. Porque esta rapaz carroñera es tremendamente desconfiada.
En Canarias también hay una relicta población sedentaria de alimoches. Y allí las aves conservan el mismo comportamiento innato, como pude comprobar hace unos años cuando participaba en los programas de estudio y vigilancia del amenazado pájaro. Algunos ejemplares son tan rápidos manejando las piedras que casi no nos dejaban tiempo para fotografiarlos. Teníamos pocos huevos de avestruz y nos los rompieron todos.
Si Félix Rodríguez de la Fuente siguiera vivo, estoy seguro de que hubiese repetido en Menorca o Fuerteventura su experimento. Le habría entusiasmado.