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Recomendaciones para prevenir el acoso escolar para padres, niños y docentes

(GTRES)

Me preocupa que mis hijos puedan ser objeto acoso escolar, en cualquiera de sus grados, por supuesto. Ningún padre quiere ver a sus hijos sufrir. Pero me preocuparía incluso más que mis hijos fueran los artífices de ese acoso.

No sé qué pensaréis vosotros. Yo no quiero sufrimiento, pero menos aún deseo la crueldad en su interior.

Hace algún tiempo me encontré con los recursos que la Asociación Española para la Prevención del Acoso Escolar (AEPAE) tiene en su web y decidí que tenía que recomendar desde este blog que dediquéis unos minutos a leer lo que ofrecen, si es que el tema del acoso escolar os interesa. Es un lugar lleno de recursos valiosos que merece la pena divulgar.


Hoy os traigo, como ejemplo, sus protocolos de actuación para padres, niños y docentes. Están divididos en tres niveles de alerta: verde (prevención), naranja (cortafuegos) y rojo (actuación). En la captura de pantalla sólo se muestra el apartado de los padres, pero la imagen está enlazada a la web en la que se puede navegar por el resto de pestañas.

Creo, sinceramente, que el material de la AEPAE es algo que todo adulto que trate con niños debería conocer. No sólo los padres y docentes, que es a quienes va dirigido, también entrenadores de actividades deportivas, voluntarios en asociaciones que tratan con niños o monitores de campamento, por poner algunos ejemplos.

Por supuesto, los niños más mayores y los adolescentes también deberían saber de sus guías y herramientas. Pueden ser un buen apoyo para tratar el tema en clase.


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‘A silent voice’, una historia de lobos y corderos

En mi último post os hablaba de acoso escolar, de ser lobos o ser corderos, de que no quisiera ver a mis hijos convertidos ni en lo uno ni lo otro.

He leído en los últimos tiempos varias publicaciones que hablan del bullying desde diferentes perspectivas y narrativas distintas. Y tengo pendiente escribir más pausadamente de todas ellas, porque a través de la literatura también se puede aprender a ser asertivo, a identificar situaciones de riesgo y entender cómo reaccionar.

Hay sobre todo dos de las que en el futuro próximo habrá reseña. Una es El club de los Kakamonstruos, de Ana Coto. 176 páginas aptas para niños a partir de 9 o 10 años que se publicó hace justo dos años. Yo di con la historia de Marco y los monstruos que pueblan su colegio en el Festival de Fantasía de Fuenlabrada, dónde pude charlar un poco con su autora que, por cierto, estará este fin de semana en la Héroes Cómic Con de Madrid.

La otra es La lección de August, de Raquel Jaramillo, que se publicó en España hace pocos meses y aborda el bullying a un niño con deformidad en el rostro. En este caso una lectura para niños más mayores, como poco a partir de doce años.

No son las únicas lecturas recomendables, como os contaba. Queda claro que el acoso escolar nos preocupa mucho, cada vez más, y es tiene representación en la ficción. Si existiera algo así como un CIS con los motivos de preocupación de los padres, en la última década había escalado muchos puestos.

Hoy la protagonista va a ser otra obra, un premiado manga de siete tomos llamado A silent voice (Koe no Katachi) de Yoshitoki Ōima, que la editorial Milky Way ha publicado en España. Un éxito en Japón que también ha propiciado la existencia de una película.

La particularidad de esta historia, es que el protagonista que nos la narra es acosador y víctima a la vez. Shōya Ishida empieza siendo un lobo, un niño de doce años inquieto, que se aburre, que por pura carámbola se convierte en la pesadilla de una niña que llega nueva a su clase, una niña con discapacidad auditiva. La dulce y contenida Shouka Nishimiya no habla, solo emite ruidos extraños; lleva audífonos; los signos que conoce para expresarse nadie más los entiende e intenta usar sin demasiado éxito una libreta de comunicación. Ahí, en el acoso nacido de la discapacidad, está el otro aspecto diferenciado de estos libros.

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No podemos criar lobos, tampoco podemos criar corderos #atrapados

No podemos criar lobos.

Tampoco podemos criar corderos.

Pocas cosas hay más difíciles que criar un hijo.

Me da terror que mi hija sea víctima de acoso y me conteste que todo va bien cuando le pregunte qué tal en el colegio.

¡Qué complicado es el tema del acoso escolar! Duele incluso pensarlo cuando eres padre. Nadie quiere ver sufrir a su hijo, atrapado en la pesadilla del bullying.

También duele cuando no lo eres. Nadie que no sea una bestia quiere ver sufrir a un niño.

Y es algo lo suficientemente frecuente como para que no sea sencillo apartar los miedos de un manotazo.

La única respuesta posible es armarnos de conocimiento. A nosotros y después a nuestros niños. No hay que callar, no hay que consentir.

Pero siempre te quedas dudando si será suficiente, rogando porque la suerte le acompañe, porque sea fuerte, asertivo e inteligente si se encuentra a su pesar en una de esas situaciones, en la de ser cordero pero también en la de ser lobo.

Rogando por ser todo eso también tú si tu hijo es acosado o es un acosador. Os soy sincera, no sé qué me rompería más.

(GTRES)

Doce percepciones erróneas sobre el acoso escolar

1. Son cosas de niños, no pasa nada.
2. Es parte de su crecimiento, los niños pequeños no acosan.
3. Solo le pasa a los tímidos e introvertidos.
4. No hay que hacer caso al acoso, termina desapareciendo por sí solo.
5. Si no hay agresiones físicas no es acoso.
6. Si no pasa muchas veces no es acoso.
7. El acoso escolar ha existido siempre.
8. El centro educativo ha hecho todo lo que podía, ya ha abierto el proceso de protocolo.
9. Mi hijo no acosa: eso es imposible.
10. No hay señales de alerta fáciles de detectar para saber si el niño sufría acoso.
11. No hay nada que hacer: los niños no tienen responsabilidad penal.
12. El cambio de colegio es la mejor solución. A los acosadores hay que expulsarles.

Teléfono contra el acoso escolar: 900 018 018

La campaña ‘Atrapados’, a la que pertenece el vídeo y las doce recomendaciones que acompañan este post, tiene el objetivo social de luchar contra el acoso esoclar. Por cada vídeo (o contenido que incluya el vídeo) compartido en redes sociales, utilizando el hashtag #Atrapados, Sonae Sierra donará 1€ a la Asociación Española para la prevención del Acoso Escolar. En su web encontraréis información para abordar este problema, también de forma preventiva.

La Asociación Española para la Prevención del Acoso Escolar (o A.E.P.A.E. o AEPAE) es una entidad NO gubernamental SIN ánimo de lucro. Está formada por profesionales de distintos ámbitos: psicólogos, pedagogos, expertos en ciberacoso, educadores sociales, abogados, expertos en seguridad y autoprotección, profesores de arte dramático y padres y madres de víctimas de acoso escolar, comprometidos con la prevención del acoso escolar.

Es la fundadora e impulsora del Plan Nacional contra el Acoso Escolar. Una necesidad urgente de nuestro sistema educativo, que acometen desde la sociedad civil, con la intención de mejorar la convivencia en los centros educativos y combatir el acoso escolar en todas sus manifestaciones.

Desde AEPAE consideramos que nuestros hijos tienen derecho a asistir a su centro escolar seguros, sin miedo y con libertad. Que nadie tenga derecho a hacerles daño para que puedan desarrollar todo su potencial como personas en un clima de confianza y sana autoestima. Los niños son el futuro de la sociedad. Ayudarles a crecer felices es tarea de todos.

¿Verías con tus hijos ‘Por trece razones’?

La pasada semana terminé Por trece razones, la serie de Netflix que mas está dando que hablar los últimos meses. La he visto con un poco de retraso, ya lo sé, pero el tiempo que puedo dedicar a la televisión es bastante limitado.

Tenía curiosidad por esta serie por distintos motivos. Independientemente de su popularidad, tenía amigos en cuyo criterio confió que la tachaban de muy interesante, lo cierto es que había algún otro que reconoció su calidad pero añadiendo que le había dejado frío. Trata sobre acoso escolar llevado a sus últimas consecuencia, al suicidio que es un tema tabú en televisión y medios (cada vez menos, también es cierto) y que se trata de la segunda causa de muerte entre los adolescentes de Estados Unidos. Y en ese país precisamente ha suscitado un intenso debate sobre la conveniencia de que la vean adolescentes, incluso de ponérsela para trabajar sobre ella.

Es una serie cuyo mayor acierto creo que es su casting. Casi todo el peso de la producción recae sobre los jóvenes hombros de un elenco sobradamente capaz. Y no hablo solo de sus dos protagonistas (a mi parecer brilla especialmente Clay Jensen, la imagen del cartel promocional e hilo conductor interpretado por Dylan Minette), el trabajo actoral de todos ellos es el que da credibilidad a la historia, polémica por su crudeza y por mostrar sin apartar la mirada violación y sobre todo suicidio. Un intento declarado por los productores de mostrar que no es algo fácil ni bonito y que el dolor que causa en otros puede ser insuperable.

Otro gran valor es el de tratar a los personajes adolescentes con el respeto y aproximación que se daría a los adultos, sin filtros ridículos, interpretaciones simplistas o tintes de caricatura. Pero al mismo tiempo son adolescentes, imperfectos todos ellos, impulsivos, incapaces de expresar sus emociones, de entender del todo la situación en la que están, el mundo que les rodea.

Cuando la ves siendo padre es inevitable empatizar con los padres que también asoman a la serie, preguntarte cómo pueden estar tan ciegos en unos casos, cómo pueden estar así de desaparecidos en otros, constatar no saben lo que pasa en el día a día de sus hijos, su desconocen sus relaciones con sus iguales, y sufrir con el dolor de los padres de Hannah, que es inimaginable.

Pero no voy a entrar a hablar en profundidad de la serie, que para eso ya está mi compañero Víctor con su blog Smelly Cat (os recomiendo su tema Cinco consejos para padres aterrorizados de que sus hijos vean ‘Por trece razones’). Lo que yo quería era preguntar si habéis visto la serie y si la recomendaríais a adolescentes. Incluso a profesores como me sugieren por Twitter.

A mí aún me quedan unos cuantos años para verme lidiando con adolescentes, pero creo que sí lo haría. Es una ficción dolorosa pero que merece la pena para poder hablar luego de ciertos temas más que relevantes. Eso sí, me parece apropiada solo para adolescentes de al menos dieciséis años, creo necesario verla junto a ellos y no dejársela digerir a solas, y tendría especial cuidado si el adolescente en cuestión está en una situación de especial vulnerabilidad.

Tal vez lo indicado fuera verla primero nosotros y luego valorar si, en ese momento concreto, a nuestros hijos les puede venir bien verla y que luego (o durante) hablemos sobre lo que en ella se ve: el peligro de la difusión de imágenes, de que se malinterpreten, que nuestros comentarios, nuestras bromas a las que damos poca importancia pueden hacer sufrir mucho a otros, que aunque creamos estar solos no es así, que ante cualquier aproximación sexual es necesario el consentimiento expreso de la otra persona, que hay que saber pedir ayuda…

Al terminar los trece capítulos, las trece cintas, hay un pequeño documental en el que los creadores y los asesores de la serie, psicólogos especialistas en estas lides, que resulta especialmente interesante, porque trascienden la ficción y dan pistas sobre las percepciones erróneas que llevan a los chicos a sentirse completamente solos y sin salida y porqué no es así.

De hecho la serie, basada en una novela de Jay Asher, de la que ya hay una segunda temporada en marcha y tras la que está la actriz y cantante Selena Gomez como productora ejecutiva, tiene una clara vocación de ayuda a los chicos para afrontar situaciones de bullying y ofrece información y recursos en su página web.

Vuelvo, para terminar, a la pregunta inicial: ¿La veríais con vuestros hijos?

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La mitad de los niños con autismo ha sufrido acoso escolar #StopBullying

Casi la mitad de los niños con Trastorno del Espectro del Autismo (TEA) sufre acoso escolar, una proporción cuatro veces mayor que en la población general; un 46,3% frente al 10,6% de la población sin este trastorno o sin discapacidad.

No son datos nuevos. Se conocen hace tiempo y proceden de Estados Unidos, pero no cuesta pensar que son extrapolables a España. El diferente suele ser objetivo.

Los recordé el sábado, en las jornadas que Autismo Diario llevó a cabo en Aleph TEA cuando Daniel Comín decía lo siguiente:

Me acordaba de ellos gracias a la (tan necesaria) campaña que ha lanzado estos días la Federación Autismo Madrid. Con el nombre #StopBullying No cuentes conmigo. Por el respeto de los talentos diferentes, quiere poner el foco «en hacer visible la lacra del acoso escolar» y también «en los testigos del acoso escolar, compañeros y amigos que no denuncian la situación».

Esta campaña tendrá presencia en centros escolares, donde la Federación Autismo Madrid impartirá charlas-coloquio con estudiantes para concienciar y sensibilizar sobre una realidad, que según los últimos datos afecta a más del 52% de las personas con TEA. A falta de estudios concluyentes, (se está realizando en la actualidad el primer estudio sociodemográfico nacional para poder dar datos más certeros, a la vez que en Europa trabajan para tener un censo real), se estima que aproximadamente 1 de cada 100 nacimientos tiene TEA. Este dato, ya de por sí perturbador, choca con una realidad aún más llamativa: la inexistencia de una sociedad concienciada.


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‘Mi amigo capricornio’, un manga con el que trabajar el acoso escolar

Últimamente estoy muy japonesa. En mi anterior post os hablaba de las películas de animación procedentes de aquel país con las que más ha disfrutado mi hija de siete años, una recopilación que también es una recomendación para que podáis ver con vuestros niños. Son historias hermosas cuya calidad supera con frecuencia a muchas de las cintas infantiles de grandes estudios occidentales que nos meten a carretadas en los cines.

Hoy os traigo un manga de Otsuichi y Masaro Miyokawa editado en España por Milky Way Ediciones que he disfrutado leyendo este fin de semana y que creo que puede ser una buena herramienta para que nuestros chicos reflexionen sobre el acoso escolar, sobre si el papel que desean ocupar es el de meros observadores cuando vean a un compañero abusar de otro.

imageSe trata de Mi amigo capricornio y no es apto para los niños más pequeños. Lo recomendaría para chicos a partir de unos catorce años. Y no porque haya violencia o sexo, en absoluto, sino porque en él se lleva al extremo la situación de acoso, con un matón que acaba siendo asesinado, un suicidio en el aire y otro en el pasado.

Así es la sinopsis de la contraportada:

Una noche, Yuya Matsuda se topa con su compañero de curso Naoto Wakatsuki, que acaba de cometer un asesinato. Wakatsuki, agobiado por el horrible acoso escolar al que es sometido, acaba matando a su maltratador. El sentimiento de culpabilidad que atenaza a Yuya, que hasta ahora no había hecho nada para evitar ese acoso a pesar de haber sido testigo a menudo, le insta a tomar la decisión de huir con él. Una impactante verdad espera a los dos jóvenes al término de su huida. ¿Se cumplirá el predestinado desenlace…?

En Mi amigo capricornio también hay magia, un viento que sopla trayendo noticias del futuro que el protagonista querrá evitar, personajes conmovedores y un misterio a resolver, porque no todo es ni mucho menos lo que parece en este libro francamente recomendable que puede abrir la puerta a una buena charla.

Eso sí, tal vez la historia hubiera mejorado si mostrara algunos grises en el acosador, algunos claroscuros. Si ese personaje no fuera eminentemente un monstruo habría ganado en profundidad.

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«Fuimos nosotros quienes optamos por sacrificarlo a él para poder vivir seguros»

Son 224 páginas en edición rústica con sobrecubierta de 13×18 centímetros. Cuesta ocho euros.

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El acoso escolar hay que trabajarlo en las dos direcciones (necesitamos psicólogos en los colegios)

Escena de acoso escolar (GTRES).

(GTRES).

Leo las noticias sobre acoso escolar, sobre niños con frecuencia muy pequeños, sufriendo por la crueldad de otros miembros de su manada escolar. El último, un niño de doce años con una discapacidad del 33% que no sale de su habitación y está tomando ansiolíticos.  Aunque las nuevas tecnologías abren nuevas vías no creo que haya más, es que antes los medios no nos planteábamos que fuera noticia. Cosas de críos, como también pensaban muchas familias.

Se me parte el corazón, pero creo que tendría más o menos claro el camino a seguir si fuera mi hijo. Lo primero sería sufrir como si el maltrato lo hubiera recibido yo. Luego denunciar, darle todo el apoyo y amor que fuera capaz, buscar ayuda especializada y, casi con toda seguridad, buscar otro colegio.

Es lo que han acabado haciendo todas las personas que conozco cuyos hijos lo han estado pasando mal por culpa del bullying. Todas, absolutamente todas, decepcionadas con el proceder de sus distintos centros escolares.

Injusto completamente. Precisamente la víctima es la que tiene que irse, desarraigarse de su colegio, perder tal vez a los amigos que tuviera, buscarlos nuevos aunque sea de los que le cueste. Los que acosan permanecen en su centro, con su vida apenas alterada.

Y aún así yo también lo haría. Yo también le sacaría, porque no querría a mi hijo en un entorno hostil en el que sufre. Se puede luchar de muchas maneras contra el acoso, por la inclusión, pero no empleando a tus hijos como ariete.

Pero os voy a decir una cosa. Estoy convencida de que sufriría lo mismo y más y estaría mucho más perdida si mi hijo fuera el acosador.

Es curioso como solo he sabido de una persona que reconociera que su hijo había acosado a otro, pese a que los padres de víctimas que me he topado son varios. Curioso porque los que acosan son más en número.

Era una persona empática, bondadosa y completamente perdida. No sabía cómo encarar aquel comportamiento de su hijo. «En casa no somos así, no les hemos transmitido eso», me decía. También tendía a disculparlo, explicando que el cabecilla era otro, que su hijo solo se dejaba llevar.

No son chiquilladas, no es algo a lo que quitar importancia. Es muy duro, muy doloroso reconocer que tu hijo es un verdugo y actuar en consecuencia.

Por suerte ellos reaccionaron y buscaron la ayuda de un psicólogo. Por desgracia muchas familias no tienen su preparación y sus medios. Aún sucede que si al niño le salen dos granos comiendo nueces vamos corriendo al médico, pero nos cuesta horrores tratar lo que es más importante, hay que romper varias barreras mentales para llevar a un niño a psicólogo.

Y los buenos psicólogos, los que están especializados y te atienden rápido, no son baratos. 

Más motivos para la desigualdad.

Estos días he estado leyendo varios textos en los que sus autores contaban que habían sufrido acoso escolar. Ahora, ya adultos, hablan abiertamente de cómo fue su experiencia, de que el acosado nunca tiene la culpa, de que nadie está libre de ser acosado. Tienen razón. Pero, ¿sabéis qué? Aun estoy esperando a alguien que salga del armario y diga «yo hice la vida imposible a otros niños, yo fui un matón, yo les acosé». Los padres de los niños que sufren acosos salen entrevistados en los medios, los otros no.

El acoso escolar hay que frenarlo en las dos direcciones y para eso hay que verlo y reconocerlo en las dos direcciones.

Los protocolos no funcionan, nuestros hijos tardan en contar en casa lo que les sucede en el colegio aunque les intentemos sonsacar, los medios para tratarlo a tiempo en uno y otro lado son escasos o costoso, muchos de nuestros niños van a pasarlo mal y, en algunos casos, quedar con cicatrices para siempre, al lugar al que deberían ir a pasarlo bien y aprender.

Lo peor, que no parece que sea una prioridad a solucionar en la agenda política de nuestros dirigentes.

Hacen falta medios, profesionales cualificados en todos los centros, formados y actualizados para bregar con el acoso, terapias psicológicas gratuitas para los niños que lo necesiten y talleres que trabajen la inteligencia emocional y la empatía con los niños.

En lugar de eso en los últimos años nos hemos encontrado que los orientadores desaparecen de los centros, que se ven obligados a repartirse entre varios colegios, que tienen que manejar más de lo que son capaces de abarcar y sin posibilidad de especializarse.

Necesitamos buenos psicólogos en los colegios. Y los necesitamos ya.