
Vaca frisona con su ternero. Imagen de Elsemargriet en Pixabay
La vieja canción de «tengo una vaca lechera» venía con truco. Porque como nos han desvelado los veganos y animalistas de Igualdad Animal, las vacas lecheras no existen.
No nos descubren la pólvora. Cualquier ganadero lo sabe. ¿Pero lo conoce el consumidor urbano? La inmensa mayoría piensa que la vaca lechera es una variedad ganadera que en lugar de producir carne, hamburguesas, es una máquina natural de producir leche. Se ordeña todos los días y ¡alehop!, tenemos leche fresca a raudales, como quien abre un grifo por las mañanas.
En realidad todas las vacas son lecheras, al igual que todos los mamíferos. Pero como cualquier mamífero, solo producen leche cuando tienen crías.
¿Y cómo puede ser que nuestras vacas lecheras se pasen la vida produciendo leche? Es una respuesta incómoda: porque son madres a la fuerza. Al igual que los humanos, una vaca sólo produce leche para su cría.

Ordeñadora automática en la ubre de una vaca. Imagen de Wolfgang Ehrecke en Pixabay
Lo que la publicidad esconde
Como critica Igualdad Animal, «décadas de publicidad nos han hecho creer una ficción que en nada se parece a la realidad». Una vez que la vaca pare a su cría y empieza a amamantarla, la industria lechera le da el cambiazo. Le retira el ternero, que alimentará de forma artificial, y ocupará su lugar una máquina de ordeño. El proceso dura unos tres meses, hasta que se la vuelve a inseminar artificialmente para mantener un rendimiento anormalmente alto de producción de leche.
Este ciclo tan industrializado y alejado de la idea que la publicidad alimentaria nos ha inducido, es a decir de los animalistas «cruel y abusivo«. Se repite una media de tres o cuatro veces a lo largo de la vida del animal. Hasta que la vaca, agotada por los repetidos embarazos y partos, reduce su producción lechera. Perdido el interés lácteo, será sacrificada para obtener carne barata.
La leche no se produce en una fábrica
En una sociedad cada día más sensibilizada y empática con los animales, el mensaje animalista está cambiando muchas conciencias. Tiene mucho que ver con nuestra actual desconexión con el mundo rural, la propia de esas épocas no tan lejanas donde la ganadería era una actividad familiar a pequeña escala, pero que ahora se ha convertido en un gigantesco agronegocio industrial y despersonalizado. Y con la falta de información de muchos ciudadanos, que piensan que la leche, e incluso la carne, se produce en fábricas desde donde sale todo envasado, listo para su consumo.
La nueva visión animalista, muy crítica con el especismo, considera que «las vacas son madres, no máquinas de producir leche«. Madres cariñosas que se preocupan por sus crías, las cuidan y protegen, que sufren cuando las pierden.
Nueva visión animalista
Aseguran en Igualdad Animal que cuando una vaca es separada de su ternero dentro de la industria láctea «sufre desconsoladamente«. También que «pueden ser tan empáticas, que el resto del grupo de vacas que está en la granja se acerca a la madre que sufre y la rodea para arroparla con sus cuerpos y acompañarla en su dolor».
Es una visión nueva que cada vez tiene más adeptos. Que rechaza la explotación animal. Que difunde los mil y un estudios científicos sobre nutrición que demuestran que consumir leche todos los días ni es necesario para el organismo ni es saludable; que hay muchos alimentos vegetales con tantas o más proteínas y calcio que la leche.
Pero tampoco debería ser una visión excluyente. Se puede seguir consumiendo leche, pero quizá no tanta, y a ser posible procedente de pequeñas explotaciones donde a los animales se les crie con ética. Porque hay que seguir apoyando al mundo rural. Y a los productos hechos con calidad y cariño. Los de la industria son otra cosa.
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