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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

Marmotas y cigüeñas se quedan sin trabajo por culpa del cambio climático

Fotograma de la película «El día de la marmota».

Estos primeros días de febrero, en lugar de sufrir los rigores del invierno hemos disfrutado de un tiempo que yo denomino “asquerosamente bueno”. Porque oculta la tragedia de la emergencia climática y sus negativas consecuencias para nuestra economía, nuestra salud y nuestro futuro.

Ahora tenemos una moderna tecnología para saber cómo hará dentro de unos meses. Pero antes contábamos con los santos y los animales para tratar de adivinarlo. Entrañables futurólogos que por culpa del cambio climático y nuestro compulsivo sistema de consumo derrochador se han quedado sin trabajo.

Virgen llorona

La primera cabañuela, como se denominaban a este tipo de pronósticos poco científicos, era la de la Virgen de la Candelaria. Dice el refrán:

“Cuando la Candelaria llora, el invierno está fora; pero si le da por reír, el invierno está por venir”.

La Candelaria fue el domingo 2 de febrero y no lloró, no llovió.  Todo lo contrario, hizo mucho calor en toda España. Así que, si este refrán está en lo cierto, el invierno y la nieve está todavía por llegar.

Marmota dormilona

Pero en Estados Unidos, en lugar de consultar a la Virgen de la Candelaria consultan a un animal muy curioso Consultan a la marmota Phil, el animal «meteorólogo» más famoso del mundo. Es la protagonista del Día de la Marmota, la divertida película de Bill Murray que nosotros tradujimos como “Atrapado en el tiempo”. Esa que le obliga a repetir el mismo día una y otra vez.

El caso es que, como cada 2 de febrero, la marmota Phil ha salido de su guarida en Pensilvania. Y como estaba nublado no vio su sombra, lo que significa, según la tradición popular, que la primavera llegará pronto este año a Estados Unidos.

Virgen frío, marmota calor ¿Desempatamos?

Cigüeñas en un vertedero de Madrid ©Javier de la Puente-SEOBirdLife

Las cigüeñas pasan de san Blas

En España, para predecir el final del invierno, en lugar de marmotas siempre tuvimos como adivino meteorológico a un pájaro inconfundible de nuestros pueblos y ciudades, la cigüeña blanca.

El pasado lunes 3 de febrero fue san Blas, abogado de los dolores de garganta y supuesto patrono de las cigüeñas por ese refrán:

“Por san Blas la cigüeña verás. Y si no la vieres, año de nieves».

Se suponía que era ese día cuando, como un reloj, las zancudas llegaban a los campanarios castellanos después de pasar el invierno en África. Pero hace ya mucho tiempo que las cigüeñas pasan del santo y de su fiesta. Y que no nieva en febrero. Este mes ya parece verano por culpa de la crisis climática.

Las cigüeñas huyen del hambre y no del frío. Del hambre del final del verano, pues la mayoría migran en agosto, cuando la sequía reduce el alimento.

Algunas ya regresan apenas dos meses después, en octubre. Y otras esperaban hasta que los días fueran más largos, a finales de enero, en que ya encuentran más comida en España. Pero el frío seguía varios meses más desde que llegaban. Febrero es uno de los más fríos del año. Y la primavera no empieza hasta el 21 de marzo.

Todo esto ha cambiado

Ahora las cigüeñas blancas adultas invernan en España, mientras que los ejemplares jóvenes siguen migrando al Sahel, a miles de kilómetros de distancia de sus nidos.

Esto es muy importante. Los jóvenes siguen el impulso de un instinto que llevan en el ADN y les empuja a recorrer una media de 2.500 kilómetros para llegar al centro de África y volar otros tantos kilómetros de regreso, siempre en busca de alimento fácil y abundante.

Pero los adultos, que saben más por viejos que por herencia genética, han abandonado en los últimos años ese instinto migratorio y se quedan en la cada vez más confortable para ellos Península Ibérica. Aquí encuentran más comida y evitan un peligroso viaje para atravesar el Estrecho de Gibraltar y el cada vez más inhóspito desierto del Sáhara.

Por eso España se ha convertido en los últimos años en el destino de invierno favorito para las cigüeñas . Las españolas y también las de Centro Europa.

Alta tecnología para desvelar el misterio

¿Y cómo sabemos todo esto con tanto detalle?, te preguntarás sorprendido. Lo sabemos gracias a un extraordinario estudio realizado por SEO/BirdLife.

Los investigadores del Programa Migra han trabajado con datos de 79 cigüeñas blancas marcadas con dispositivos de seguimiento GPS, de las que 53 fueron marcadas en España, 24 en Suiza, 1 en Francia y 1 en Alemania. Estos animales han proporcionado casi tres millones de localizaciones a lo largo de 7 años de estudio.

De hecho, esta especie ha resultado ser un modelo ideal para mostrar cómo los cambios producidos por los seres humanos (basuras, regadíos) están produciendo profundos cambios en el medio ambiente y el comportamiento de las especies.

Comedores de basura

Lo de las basuras es muy interesante. En lugar de pasar el invierno en lugares paradisíacos, las cigüeñas pasan el invierno en nuestros grandes basureros. Allí tienen toda la comida del mundo que quieran. ¿Para qué irse más lejos?

Uno de estos macro restaurantes para cigüeñas es el vertedero de Rivas- Vaciamadrid, en Madrid. Además se trata de uno de los lugares de mayor importancia para la especie en Europa. Allí se establece una numerosa población invernante de miles de cigüeñas que vienen de todos los rincones de Europa Occidental para pasar unos meses en la zona donde encuentran alimento abundante y zonas de descanso adecuadas.

La cigüeña bautizada como “Blas” y marcada con un emisor GPS fue una de ellas. Cría en Pinilla del Valle, en la bien conservada sierra de Madrid. Fue marcada en 2012 con un transmisor dentro del programa Migra. Desde entonces la podemos seguir minuto a minuto. Y sabemos que pasa medio año, de agosto a enero, en el vertedero, y el resto del tiempo en la Sierra de Madrid. ¿Para qué irse más lejos?

¿Tiene también la culpa de estos cambios la emergencia climática?

También la tiene, claro, aunque es más difícil de evaluar. El cambio climático transforma progresivamente los hábitats poniendo en peligro la distribución y migración de algunas aves que se ven obligadas a adaptarse para no desaparecer.

Especies que hace tan solo unas décadas invernaban en África ahora se quedan en España. Al mismo tiempo, otras que lo hacían en nuestro país se han desplazado más al norte.

Pero hay algo que está muy claro: estamos poniendo patas arriba el tablero de la naturaleza.

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