Hay pocos pescados más populares, sabrosos y económicos que la sardina, pero también que estén más amenazados.
Las sardinitas que se vendían «desde Santurce hasta Bilbao» o, más exactamente, desde Bilbao a Cádiz, las sardinas ibéricas, están al borde del colapso, advierten los ecologistas.
La sobrepesca y los efectos del cambio climático debido al calentamiento de las aguas parecen estar detrás de la alarmante reducción de capturas. También se especula con el daño que les pueden estar provocando los micropláticos.
A pesar de ello, los gobiernos de España y Portugal acordaron este año, con el visto bueno de la Comisión Europea, autorizar una exigua pesca de 10.000 toneladas (hace 20-30 años era habitual pescar más de 100.000 toneladas anuales) con el objetivo de conseguir una supuesta recuperación que lleve a la sardina a estar al 80 % del mínimo saludable en 2023.
Pero las expectativas no son buenas. Al contrario de lo que ocurrió con la anchoa cantábrica hace unos años, la sardina no levanta cabeza.
Preocupantes mínimos históricos
La comunidad científica había recomendado no abrir este año la pesquería de la sardina debido a su mal estado, pero los gobiernos de España y Portugal presionaron para mantener su pesca. Y ello a pesar de que la abundancia de adultos de sardina se mantiene en mínimos históricos desde 2012 y los nuevos juveniles que deberían aportar más individuos no llegan.
Coincidiendo estos días con el fin de la temporada de pesca de la sardina ibérica atlántica, 14 organizaciones ambientales de España y Portugal han enviado una carta abierta a la Comisión Europea y a los gobiernos de España y Portugal mostrando una vez más su preocupación.
Pasión por la sardina
Los españoles consumieron 70.260 toneladas de sardinas frescas en 2016, 18 veces más que los ciudadanos franceses. Un consumo que aumenta en los meses de verano con las barbacoas y los espetos. Pero que al paso que va, puede acabar siendo un pescado más caro que la merluza. Por no hablar del precio que alcanzarían las sardinas más pequeñas y apreciadas de Galicia, las famosas xoubas o parrochas.
Los ecologistas exigen una cuota cero en capturas para salvar a la especie, si no de la extinción, sí al menos de la pérdida de su valor pesquero. Porque ese hundimiento de los caladeros arruinaría a muchas familias, empobrecería el medio ambiente marino y pondría fin a uno de nuestros platos más tradicionales.
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