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El bonito y la anchoa del Cantábrico logran la ecoetiqueta más prestigiosa

Bonito

El caladero de anchoa del Cantábrico es una gran historia de asombrosa recuperación. La sobreexplotación por exceso de capturas del conocido en España como bocarte, anchoa o boquerón (nombre científico Engraulis encrasicolus) a punto estuvo de provocar su extinción. Desplomadas sus poblaciones, fue necesario incluso cerrar la pesquería entre 2005 y 2009, además de implantarse unos estrictos cupos de capturas. Era eso o el desastre. Y los primeros que lo entendieron fueron los propios pescadores.

En marzo de 2015 la flota vasca y la de Laredo obtuvieron la certificación Marine Stewardship Council (MSC) para sus capturas de anchoa cumpliendo el estándar medioambiental más riguroso del mundo para la pesca sostenible. Son las únicas que pueden ir a los canapés de gala vestidas de rigurosa etiqueta, la prestigiosa ecoetiqueta azul MSC que buscan los consumidores concienciados más exigentes.

Y ahora le ha llegado el turno al bonito del norte, la joya gastronómica del Cantábrico. La Organización de Productores de Pesca de Bajura de Guipúzcoa (OPEGUI), la Organización de Productores de Pesca de Bajura de Vizcaya (OPESCAYA) y la Cofradía de Pescadores San Martín de Laredo acaban de obtener el certificado azul para la pesquería artesanal de curricán y caña de bonito del norte del Atlántico (Thunnus alalunga).

Como explica MSC a través de una nota de prensa, «la evaluación llevada a cabo por la entidad certificadora Bureau Veritas ha demostrado que la población de bonito del norte está en una situación saludable, la actividad pesquera tiene un impacto mínimo en el ecosistema y la pesquería está bien gestionada con un sistema de gestión precautorio implementado».

La pesquería está compuesta por una flota de curricán formada por 87 barcos que capturan bonito del norte de junio a octubre y una flota de caña con cebo vivo, principalmente  anchoa y sardina, de 42 barcos cuyas capturas se realizan en los meses de verano, de julio a noviembre. Ambas son artes selectivas. El bonito del norte del Cantábrico es capturado uno a uno, lo que permite que el impacto ambiental de la pesquería en el ecosistema sea mínimo y controlable.

Los pescadores de las cofradías vascas y de Laredo siguen apostando por la sostenibilidad, defendiendo la utilización de métodos de pesca tradicionales, pues saben que es el futuro. Un esfuerzo que sólo tiene sentido si los consumidores se lo reconocemos eligiendo sus bonitos y anchoas «de ecoetiqueta» frente a quienes piensan que lo importante son los precios bajos, aunque ello suponga acabar con todos los peces del mar.

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