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A ‘Los Increíbles 2’ solo se le puede echar en cara que nos haya hecho esperar catorce años

El pasado miércoles tuve la oportunidad de ver, rodeada de niños, la segunda parte de Los Increíbles. Una película que se estrena en España este primer fin de semana de agosto pero que ya viene precedida por un estreno en otros países arropado por estupendas críticas y números en taquilla.

Entré a la sala contando desde mis redes sociales que la primera parte puede que no fuera la obra maestra de Pixar, pero que tenía una calidad muy alta. En mi podio de cintas ideadas por John Lasseter, el primer puesto es para Wall-E (de cuyo estreno se cumplirán este agosto diez años), pero Los Increíbles es realmente más que notable, una película excelente de la que disfruté mucho en su día y con la que volví a pasármelo bien al revisitarla siendo madre.

A mi parecer, Los Increíbles 2 la supera. Efectivamente, es uno de esos raros casos en los que las segundas partes son incluso mejores que las primeras. Es inteligente, todos los personajes están bien dibujados y te dejan con ganas de pasar más tiempo a su lado, presenta conflictos creíbles, tiene un ritmo envidiable e introduce de maneras acertadas nuevos personajes, destacando el carismático villano, que tiene su fondo y forma.

La estética es sencillamente una maravilla, en ella se paladean los años cincuenta y sesenta, la series y películas de superhéroes clásicas, incluso me acordé viéndola de los supersónicos y de esa zona de los parques de Disney dedicados al futuro que Tomorrowland no supo hacer brillar. Artísticamente es impecable.

Nos gustó tanto a todos los que estábamos aquel día en la sala que hubo un aplauso generalizado al acabar, algo que sucede raras veces.

Solo hay algo que se le pueda echar en cara a esta cinta, y es que nos hayan hecho esperar tanto por la segunda parte. Los Increíbles se estrenó en 2004, los niños que la vieran con diez años ahora tienen 24. Yo era una veinteañera que fue al cine en pareja y ya tengo 42 y dos hijos.

Ojalá para la continuación de esa otra pequeña gran maravilla de Disney que es Big Hero 6 no haya que aguardar tanto.

Al menos tanta espera ha merecido la pena.

Hay películas de animación que en los avances te destripan prácticamente todo el argumento y las mejores bromas. No es el caso de Los Increíbles 2, algunas de las bromas más graciosas sí que están en los trailers, pero hay más. Y sobre todo hay mucho más allá de las risas.

Tiene un ritmo excelente, personajes bien dibujados, diálogos inteligentes, un villano complejo y memorable (se come la pantalla en todo momento) y también humor, que levanta el conjunto para todos, pero sobre todo para los más pequeños. Aunque tal vez a los muy, muy pequeños (de tres a cinco o seis años) les resulte algo árida. 

No quiero, por tanto, contar demasiado del argumento. Diré simplemente que la película retoma la historia exactamente en el punto en el que se quedó hace catorce años, por lo que puede ser recomendable tener fresca la primera parte antes de ir al cine.

También que tiene un par de mensajes de fondo de calado. El que primero encontramos es una lección sobre cómo vivir en pareja, en familia. La necesidad de hacer equipo, de ser flexible y asertivo, de saber adaptarse y apoyarse mutuamente. Es tal vez el que esté peor construido, porque se recrea en el arranque demasiado en la inutilidad del padre increíble para poner en valor a la madre, auténtica protagonista de la historia aunque toda la familia lo sea.

 

El segundo, secundario además y metafórico, es la necesidad de levantar la vista de las pantallas, de saber que son un elemento útil pero que entraña sus riesgos.

Atención además a dos de los nuevos personajes que aparecen, carismáticos y fantásticos para ejemplificar como un mismo suceso traumático se puede encarar de formas muy distintas, de cómo nos puede ayudar a crecer y ser mejores o llevarnos por un rumbo equivocado.

Igual que su predecesora, puede que no sea una obra maestra, pero se le acerca mucho.

‘Cars 3’, terceras partes a veces fueron buenas (una carrera a la madurez)

La tercera entrega de las aventuras de Rayo McQueen, una de las franquicias más rentables de Disney/Pixar, llega este viernes a los cines españoles; una nueva película que deja manifiesto, igual que ya lo hiciera la otra saga de la misma casa, Toy Story, que las terceras partes pueden ser buenas. O al menos pueden ser más que correctas y entretenidas.

Dirigida por Brian Fee, artista gráfico en las dos películas previas, Cars 3 vuela mucho más alto que la segunda y decepcionante entrega. Y remonta el vuelo -aunque tal vez debería decir que rueda más rápido- por muchos motivos, sobre todo a partir de la segunda mitad del metraje.

Cars 3 funciona bien en primer lugar porque supone una vuelta a las raíces; podría perfectamente ser la continuación de la primera película obviando la prescindible Cars 2. También porque toda ella es un viaje al proceso de madurez de Rayo y un descubrimiento de la generosidad que hay en él. Hasta ahora el bólido rojo era como un chaval de esos que siempre quiere ganar, algo chulito, pero al que se lo perdonabas todo porque era encantador y, sobre todo, tenía buen corazón. Los niños que vieron la primera película hace once años ya son jóvenes adultos y se podrán identificar con esa asunción de Rayo, no siempre fácil de aceptar, de que todos cambiamos con el tiempo, que no permanecemos inmutables con el paso de los años, que hay que ir acomodándose a nuestro lugar en el mundo, que debemos ser flexibles, capaces de adaptarnos a esos cambios y seguir siendo felices.

Cars 3 es una carrera a la madurez, de su protagonista, de la saga entera y también de su público.

Mejora además porque reduce considerablemente la presencia de Mate en pantalla.
El papel de amigo graciosillo, inocente y pesado del viejo remolque oxidado está más que amortizado. Es lo más parecido a Jar Jar Binks en el universo Pixar y se agradece que su presencia disminuya en esta película, en la que ya no es el constante compañero de Rayo. También es poco más que testimonial la aparición de los compañeros de Rayo en la primera película y de su novia Sally. En su lugar se abre paso una nueva colección de personajes en la que destacan el nuevo rival, Jackson Storm, y, sobre todo, la nueva compañera de aventuras del veterano coche de carreras.

Se trata de una entrenadora de nombre latino -Cruz Ramírez- y orígenes humildes, que encierra en un giro del argumento el mensaje de que hay que tener valor para perseguir los sueños. Un mensaje que convive con un constante homenaje a aquellos que nos enseñaron, que nos guiaron haciéndonos mejores.

Sobra decir que la calidad técnica ha dado un salto espectacular, algo lógico dado los años transcurridos y que ya habíamos podido apreciar en los avances, con la espectacular escena del accidente de Rayo.

Es una película larga para estar destinada al público infantil, casi dos horas. No obstante, el ritmo, sin ser frenético, no decae y mantiene la atención de los niños, con excepción tal vez los que sean muy pequeños. No es la película indicada para acudir por primera vez al cine con nuestro hijo de tres o cuatro años.

Termino con un par de curiosidades relacionadas con el doblaje: podremos escuchar en castellano a Fernando Alonso, echando un cable en los entrenamientos de Rayo y a Carmen Jordá como una corredora.

Y en la versión original también a Paul Newman, ya que aparecen flashbacks de Doc Hudson, el desaparecido e inolvidable mentor de McQueen, que emplean grabaciones de Newman que no fueron empleadas en la primera película.


Concept art de la escena en la que Cruz y Rayo entrenan en la playa.

Películas que nos vienen esta Navidad y en 2017 para ir al cine con nuestros niños

Este post lo suelo hacer todos los años el mes de septiembre, en esta ocasión casi lo publico encima de las navidades, una época propicia para los estrenos infantiles potentes. Cosa del frío y las vacaciones escolares supongo.

El retraso ha hecho que ya no tenga mucho sentido hablar de Kubo y las dos cuerdas mágicas, Cigüeñas, Trolls y Ozzy, los estrenos que hemos tenido este otoño y del que yo destaco dos: Trolls, de Dreamworks, por el buen rollo que transmite y que ahora es ahora número 1 en taquilla y Kubo, una absoluta belleza, la mejor de todas ellas, que ha pasado discretamente por nuestros cines.

A continuación os voy a hablar de los próximos estrenos que más me llaman la atención. Algunas son películas que se pueden ver con niños más que películas infantiles, pero es que Julia va creciendo y disfrutando también de esos títulos. De hecho, este viernes iremos a ver la nueva entrega de Harry Potter, Animales fantásticos y dónde encontrarlos.

Hablo solo de Julia. Jaime, aunque le llevamos cuando era bastante más pequeño al cine, lo cierto es que no lo disfruta. No le gusta estar sentado a oscuras, pronto se aburre, protesta y quiere irse. El cine es uno de esos ejemplos en los que tener un hijo con autismo en la familia supone dividirse. No pasa nada. Nos parece lo lógico que Julia no tenga que renunciar a ciertos entretenimientos y que respetemos los deseos de Jaime.

Bueno, vayamos al lío.
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¿No estáis un poco cansados de tantos huérfanos en las películas infantiles?

frozenkingshd

Tras la publicación el viernes pasado de un artículo de mi compañero Isra Álvarez sobre la diversidad racial en las princesas Disney, heredero del próximo estreno de Moana (Vaiana en el resto del mundo), nació en redes sociales una conversación con @Zurine_UG sobre los padres de las princesas, que con pocas excepciones están criando malvas. Y la cosa es especialmente sangrante respecto a las madres.

No deja de ser curioso teniendo en cuenta que a los niños lo que mayor estabilidad les proporciona es saber que sus padres estarán siempre ahí, a su lado. Lo que más les angustia es imaginar que les pasa algo malo y se ven solos.

Para poner una madre así, casi mejor no poner ninguna.

Princesas con madres entre las clásicas solo tenemos a Aurora. Una madre que es un cero a la izquierda, un florero que entrega a su bebé a tres hadas madrinas y lo recupera ya para que se case con el príncipe. Y entre las más recientes solo están Rapunzel, que también crece lejos de sus padres como Aurora pero al final los recupera, y Mérida. La princesa pelirroja, la más atípica de Disney (ya, ya sé que en realidad es Pixar), parece querer resarcirse de la masacre maternal previa de todas las otras princesas Disney y coloca a la reina como coprotagonista y a la relación madre-hija como hilo conductor. Es una película que se considera menor dentro de Pixar, pero que según pasa el tiempo creo que va haciendo vale sus virtudes.

Fijaos en la cantidad de princesas con padre pero huérfanas de madre: Jasmine (Aladdin), Ariel (La Sirenita), Bella (La bella y la bestia), en Blancanieves y Cenicienta los padres también sobreviven a las madres el tiempo justo para liarla casándose con los peores bichos que encontraron.

Completamente huérfanas están Elsa y Anna (Frozen), que pierden a sus padres a la vez. Tiana es una rara avis que es huérfana, pero de padre.

Y en las películas que no tienen princesas por medio, lo de la horfandad también abunda: el caso de Bambi es mítico, pero también están ahí Tod y Toby, Dumbo, Mogli (El libro de la Selva), Simba (el Rey León), Tarzán, Nemo

Lo de tener abuelos o tíos que se ocupen de los huérfanos, ni planteárselo claro. Solo en Big Hero 6 recuerdo a una tía haciéndose cargo de sus sobrino huérfanos de nuevo. Y Mulán, princesa no era, pero tenía padres e incluso abuela (gracias por el apunte Ana). La estructura familiar de los protagonistas de películas infantiles es entre escasa e inexistente.

«Dickens ha hecho mucho daño», bromeábamos, pero es verdad que va siendo siglo de que los guionistas sean algo más originales si quieren dotar de complejidad a sus protagonistas y el pasado que arrastran. Los huerfanitos que nos dan lástima, igual que las malvadas madrastras y los colofones románticos al uso, están ya demasiado gastados.

Tal vez se estén dando cuenta. Las películas Disney/Pixar que más nos han gustado últimamente son Zootrópolis (Zootopia) e Inside Out, cuya niña tiene unos padres estupendos. En ninguna de ellas hay nada de todos esos recursos manoseados.

Veremos que nos trae Moana.

‘Buscando a Dory’ para reencontrar la fórmula de ‘Buscando a Nemo’

 Ayer pudimos ver una película que llevábamos mucho tiempo esperando. Todo Pixar nos encanta en casa, todos sus personajes nos gustan, pero Dory es especial entre ellos. El pez azul que nació para comparsa y que robó el protagonismo a Nemo y a Marlin tuvo a Julia todo el verano de hace dos años hablando en balleno y cantando Sigue nadando. Está claro que tenía madera de estrella.

Y a partir de aquí algún spoiler. Poca cosa, pero aviso porque soy consciente de que hay gente muy susceptible. A mí, salvo que me chafen el final de El sexto sentido, no me importan demasiado.

Buscando a Dory es muy similar a Nemo en muchos aspectos. Tiene un ritmo similar, tal vez no el más apto para los niños más pequeños, no hay malvados sino circunstancias adversas, hay superación personal y un sentido de la familia latente a lo largo de todo el metraje. Hay también una humanización absoluta de los habitantes del océano, capaces de vivir en cualquier tipo de agua y de realizar proezas increíbles que hay que asumir como posibles dentro del universo creado por los guionistas.

Conserva además a casi todos los personajes de la primera entrega, aunque sea casi en plan cameo y añade a un pulpo que es un acierto, un gruñón de corazón corazones de oro que es un maestro del camuflaje, una pareja de ballenas, una gaviota estrafalaria y un trío de excéntricos leones marinos.
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El Disney que nos vendrá en pantalla grande en lo que queda de año

Julia tuvo la suerte de ver este domingo Buscando a Dory, la secuela de Buscando a Nemo que se estrena el 22 de junio en España y que ya ha batido récords de recaudación en su estreno: 186,2 millones ha recaudado en todo el mundo, convirtiéndose en el mayor estreno de animación de todos los tiempos. Este sábado la veré yo con ella para contar aquí qué nos ha parecido. Julia ya me ha adelantado que en esta segunda parte Dory vuelve a hablar ‘balleno’ pero no canta Sigue nadando.

Aprovechando el retorno del desmemoriado pececillo azul genialmente doblado en España por Anabel Alonso, y que llega acompañado de una campaña para no expoliar los mares de cirujanos azules para saciar caprichos acuarófilos, he pensado repasar las próximas películas de la factoría Disney con el público infantil/familiar como objetivo.

Vienen unos meses por delante cargaditos de estrenos, ya veréis.

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‘El viaje de Arlo’, una calidad técnica sobrecogedora y poco más

Peter Sohn

Juan Carlos Navarro al micrófono (miembro español del equipo), sus creadores Peter Sohn y Denise Ream y Manuel Carrasco, que pone voz a la canción de los créditos.

El viernes tuvimos la ocasión de ver una película a la que teníamos muchas ganas: El viaje de Arlo. Julia estaba loca por verla porque es una apasionada de los dinosaurios. De hecho el fin de semana anterior lo pasamos en una casa rural buscando huellas de estos animales por La Rioja y Soria. Yo tenía muchas ganas porque hablamos de un gran estreno de Pixar, una empresa que nos ha regalado maravillas.

Ahí están UP, con su perfecto arranque; Wall-e, que no nos cansamos de ver; Toy Story, cuya primera entrega acaba de cumplir 20 años, que vi en un cine que ha cerrado y que me dejó con la boca abierta; Cars, que sigue siendo la favorita de muchos niños; la divertida y trepidante Monstruos S.A.; Buscando a Nemo, con personajes inolvidables; Ratatouille, con su mensaje de que todos podemos hacer todo y no hay que despreciar de entrada a nadie; esa adaptación de Los siete samuráis que es Bichos; la revisión del mundo de los superhéroes de Los Increíbles o esa princesa sin príncipe de Brave… Sé que muchos consideran a Brave o Bichos películas menores de Pixar, yo diría que Arlo es la hermana pequeña de esas, solo por encima de las segundas partes de los universos de Cars o Monstruos.

Ir a ver un producto de Pixar es ir con la expectativa de encontrar una buena película, de las que hacen soñar y emocionan. Películas como la reciente Inside Out, que hemos vuelto a ver precisamente estos días y de la que soy una entusiasta.

Tantas expectativas han jugado en contra de El viaje de Arlo, que no está a la altura. Me encantaría poder decir otra cosa, pero esa es la verdad. Técnicamente es asombrosa, los paisajes en los que se recrea son muy hermosos, con una luz mágica, las texturas son perfectas, el agua está especialmente bien lograda. Poco más. Tal vez entre ese poco más esté ese aroma sutil a vieja película sobre la conquista del oeste y esos T-Rex vaqueros que ojalá fueran los protagonistas de la cinta.

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‘Inside Out’ (Del Revés), las emociones crecen y se hacen complejas con nosotros

Ayer tuve la oportunidad de ver la última película de Pixar en compañía de Julia, una película a la que tenía muchas ganas desde que vi el primer trailer y supe que tras ella estaba el artífice de UP, cuyo arranque es de una belleza emocionante.
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Cuando acudes al cine con muchas expectativas asumes el riesgo de estar poniéndoselo aún más difícil a la película que vas a ver. En este caso la apuesta ha salido bien. Inside Out es absolutamente preciosa en muchos sentidos.

Es un perfecto ejemplo de ese tipo de películas de animación que pueden gustar tanto a los adultos como a niños de diferentes edades. Como una cebolla cinematográfica, es igualmente disfrutable si le quitas cinco capas como si te quedas en la superficie. Bien es cierto que probablemente la aprecien más los niños a partir de unos nueve años, pero Julia a sus seis también la disfrutó mucho.

Es preciosa también por su originalidad. Se trata de una película que hace que nos miremos al interior, que comprendamos como las emociones crecen y se hacen complejas con nosotros, que necesitaremos cada vez más herramientas para valernos de ellas, que todos somos diferentes también por dentro, que hay ciertos andamiajes indispensables para tener un equilibrio emocional en el que los padres tenemos mucho que aportar, y, no menos importante, que todas las emociones tienen sentido. No todo puede ni debe ser pura alegría. No si queremos alcanzar cierta madurez.

Es cierto que podría haber más emociones, más personajes. Se barajaron hasta 27 y se quedaron fuera algunas como sorpresa, orgullo y confianza. Pero la Tristeza, Alegría, Miedo, Ira y Asco (traducción de Disgust que se me queda corta) de Riley, la protagonista de 11 años que se enfrenta a una mudanza, cumplen tan bien con su papel que no se las echa en falta.

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La película de Pete Docter, inspirada en el crecimiento de su propia hija, es buen cine porque es emocionante, logra que los adultos recordemos cuando nosotros dejamos de ser niños, cuando dejamos de tener unas pocas emociones sencillas, puras y brillantes, de jugar con amigos imaginarios para tener novios imaginarios, de soñar con ser princesas o hacer payasadas. Logra también que anticipemos lo que les está sucediendo o les sucederá a nuestros niños. Y consigue que nuestros niños también lo vean.

Es verdad que depende del grado de sensibilidad y las circunstancias personales de cada espectador, pero no es raro que se escapen algunas lágrimas al verla. ¿Ya os había dicho que su autor es el responsable del arranque de UP?

Entiendo perfectamente que la estén usando para trabajar la comprensión de las emociones, la inteligencia emocional con personas con autismo.

Lo único que se me ocurre criticable es su empeño por traducir el título: Intensa-mente, Del revés… Son ganas de complicar la vida a los espectadores de esta aldea global de millones de habitantes (y a los que elaboran y venden el merchandising).

Acabará siendo Inside Out para todos. Y será de las que duren.

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