Amenazadas por la pérdida de hábitat y el uso generalizado de herbicidas e insecticidas en el campo, las currucas, nuestras reinas canoras de los arbustos por excelencia, van a sufrir con dureza (lo están sufriendo ya) los efectos del cambio climático. Y con ellas la mayoría de las aves migratorias.
Inocentes víctimas del desastre ambiental provocado por nuestra especie, el actual desajuste del clima les obligará a alargar sus ya de por sí maratonianas migraciones transaharianas.
Un estudio de varios investigadores británicos publicado en la revista Journal of Biogeography así lo demuestra, tras calcular que esos viajes podrían aumentar hasta 400 kilómetros más. Y para un pajarito de poco más de 10 gramos que debe meterse todas las primaveras entre pecho y pluma hasta 6.000 kilómetros el cambio puede suponer, más que un problema, la muerte, y hasta su extinción en regiones enteras
En un resumen del trabajo difundido por las agencias de noticias Reuters y EFE, Stephen Willis, director del equipo científico, es tajante:
Desde 2071 a 2100 se espera que nueve de las diecisiete especies que hemos estudiado afronten migraciones más largas, particularmente los pájaros que cruzan el desierto del Sahara.
En su opinión, con el previsto aumento de las temperaturas y la modificación de los hábitats, «las aves se enfrentan a su mayor desafío desde la era del Pleistoceno«, hace 2,5 millones de años.
Para colmo de males, este mismo cambio climático está provocando un aumento de las sequías por todo el mundo, que serán cada vez más duras, especialmente en la ya castigadísima región africana del Sahel, donde estos pájaros tienen sus cuarteles de invierno. Un desastre humanitario, pero también ambiental, que estamos empezando a comprobar con el enmudecimiento de los campos.
Ya no canta la curruca en la zarza. Quizá murió de hambre al otro lado del Sáhara, incapaz de alegrar con sus melodías a tantísimos pueblos sedientos. Quizá feneció en un viaje cada vez más largo y duro hacia una Europa donde su silencio es la antesala del desastre, el de una triste primavera silenciosa.
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