En el foro de la Asociación Madrid Felina se han quedado estupefactos. Dedicados a la adopción de gatos, les ha llegado una petición surrealista:
«Compré hace ocho años de manera del todo legal y con toda su documentación un cachorro de puma americano de sexo hembra. Vive conmigo como un gato, y está sana y sin ningun problema.
El caso es que me tengo que marchar de la finca donde vivo con mis animales, el dueño la ha vendido y los compradores no quieren que me quede, y me han dado de plazo hasta finales de septiembre. Hace un tiempo vi en la televisión un programa en el que salía un centro situado en Madrid que recogía grandes felinos y les daba una vida digna sin comerciar con ellos ni explotarlos. Es por eso que me dirijo a vosotros, por si habíais oído o sabíais algo de ello.
Si me pudiérais dar una solución os lo agradecería enormemente, porque no sé cómo superaría el tener que sacrificarla, pero antes de que fuera a parar a malas manos es lo que haría».
Tampoco yo salgo de mi asombro. ¿Un puma en casa, con perros y gatos, como una mascota más? ¿Al que si no encuentra un hogar digno está dispuesto a sacrificar?
Pues parece cierto. El pobre animal se llama Xesca y vive en una finca madrileña junto con cinco gatos, cuatro perros sin raza y varios dogos alemanes. Y su caprichoso dueño, supuesto amante de los animales, se da cuenta ahora de lo difícil de reinstalar a un gran felino salvaje en un apartamento.
El puma (Puma concolor) es el segundo mayor felino de América, cazador solitario de ciervos. Una hembra como Xesca puede pesar más de 50 kilos y medir de morro a rabo más de dos metros. No es en absoluto «un lindo gatito» al que le gusta jugar con Piolín. Pero para algunas mentes frívolas debe parecerlo.
El problema no es qué hacer con una hembra de puma de ocho años y medio centenar de kilos de poderosos músculos. La auténtica tragedia es qué hacer con nuestras autoridades, capaces de permitir la venta legal de estos peligrosos animales a cualquiera que tenga el capricho de tenerlos. No sólo pumas, también leones, tigres, cocodrilos, pirañas, tarántulas, escorpiones,… que al final acaban en un zoo, en un circo o, lo que es aún peor, soltados en el campo con el riesgo de provocar un auténtico desastre medioambiental, como ya os he contado que está ocurriendo con mapaches y coatíes.
Lo siento por el pobre puma, pero creo que a éste no va a poder encontrarle casa ni siquiera mi admirada compañera Melisa Tuya, siempre dispuesta a dar una segunda oportunidad a nuestros queridos animales de compañía.