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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Busca en Madrid un hogar para su puma o lo mata

En el foro de la Asociación Madrid Felina se han quedado estupefactos. Dedicados a la adopción de gatos, les ha llegado una petición surrealista:

«Compré hace ocho años de manera del todo legal y con toda su documentación un cachorro de puma americano de sexo hembra. Vive conmigo como un gato, y está sana y sin ningun problema.

El caso es que me tengo que marchar de la finca donde vivo con mis animales, el dueño la ha vendido y los compradores no quieren que me quede, y me han dado de plazo hasta finales de septiembre. Hace un tiempo vi en la televisión un programa en el que salía un centro situado en Madrid que recogía grandes felinos y les daba una vida digna sin comerciar con ellos ni explotarlos. Es por eso que me dirijo a vosotros, por si habíais oído o sabíais algo de ello.

Si me pudiérais dar una solución os lo agradecería enormemente, porque no sé cómo superaría el tener que sacrificarla, pero antes de que fuera a parar a malas manos es lo que haría».

Tampoco yo salgo de mi asombro. ¿Un puma en casa, con perros y gatos, como una mascota más? ¿Al que si no encuentra un hogar digno está dispuesto a sacrificar?

Pues parece cierto. El pobre animal se llama Xesca y vive en una finca madrileña junto con cinco gatos, cuatro perros sin raza y varios dogos alemanes. Y su caprichoso dueño, supuesto amante de los animales, se da cuenta ahora de lo difícil de reinstalar a un gran felino salvaje en un apartamento.

El puma (Puma concolor) es el segundo mayor felino de América, cazador solitario de ciervos. Una hembra como Xesca puede pesar más de 50 kilos y medir de morro a rabo más de dos metros. No es en absoluto «un lindo gatito» al que le gusta jugar con Piolín. Pero para algunas mentes frívolas debe parecerlo.

El problema no es qué hacer con una hembra de puma de ocho años y medio centenar de kilos de poderosos músculos. La auténtica tragedia es qué hacer con nuestras autoridades, capaces de permitir la venta legal de estos peligrosos animales a cualquiera que tenga el capricho de tenerlos. No sólo pumas, también leones, tigres, cocodrilos, pirañas, tarántulas, escorpiones,… que al final acaban en un zoo, en un circo o, lo que es aún peor, soltados en el campo con el riesgo de provocar un auténtico desastre medioambiental, como ya os he contado que está ocurriendo con mapaches y coatíes.

Lo siento por el pobre puma, pero creo que a éste no va a poder encontrarle casa ni siquiera mi admirada compañera Melisa Tuya, siempre dispuesta a dar una segunda oportunidad a nuestros queridos animales de compañía.

Un halcón logra volar a 293 kilómetros por hora

Nuestro tren más rápido, el AVE, tiene un duro competidor, otra ave, pero ésta auténtica: el halcón peregrino.

¿Es posible que un pájaro logre superar los 240 kilómetros por hora de la famosa locomotora?

Un grupo de cetreros lo han demostrado en Estados Unidos, forzando al máximo las posibilidades biológicas de la especie. Para llevar a cabo su experimento eligieron una espectacular hembra, siempre más robustas y fuertes que los machos, y en una avioneta la subieron a 12.000 pies, 3.658 metros de altitud, donde la propia respiración se ve comprometida por la falta de oxígeno. Un detector de velocidad instalado en una de las plumas de su cola enviaba los datos a un ordenador central. Un paracaidista se tiró y, desde el aire, lanzó el cimbel, una bola de cuero con un pequeño trozo de carne, a modo de presa.

El halcón no se lo pensó dos veces. Como podéis ver en este espectacular vídeo de National Geographic, se lanzó como una bala, a tumba abierta. Y no falló. ¿La velocidad de caída? Impresionante, 293 kilómetros por hora.

Por suerte para todos, estas auténticas saetas con plumas son cada vez más habituales en España. Y no sólo en agrestes risqueras y apartados cortados montañosos.

También en las ciudades e incluso grandes urbes. Como Madrid, donde acaban de anillarse los pollos de una pareja que por segundo año consecutivo cría en la torre del Museo de América. O como Barcelona, donde gracias a un proyecto de reintroducción están criando incluso en las torres de la Sagrada Familia. Son los halcones urbanitas, de los que ya os hablé en una ocasión, el más bello sistema de lucha biológica contra palomas y tórtolas.

En toda España la población se estima entre 2.400 y 2.700 parejas pero realmente nunca, hasta ahora, se había abordado un censo nacional. Por eso este año cerca de 300 voluntarios, coordinados por SEO/BirdLife, están realizando el I Censo Nacional de halcón peregrino. Todo indica que sus poblaciones han aumentado, para satisfacción nuestra y terror de sus tradicionales presas.

Si estos días miras al cielo, es muy posible que puedas ver algún ejemplar de tan fabulosas rapaces, ahora enfrascadas en la cría de su prole. Fíjate bien en su vuelo raudo. Son auténticas flechas lanzadas al cielo.

En la imagen superior, los dos pollos de halcón anillados este año en el Museo de América (Madrid). Sobre estas líneas, un peregrino sobrevuela en Barcelona la Sagrada Familia.

La Sierra de Madrid será como los Alpes

¡Peligro en el bosque! ¡Vuelven los ingenieros del ICONA!

Como en una pesadilla que creíamos ya olvidada, regresan a los despachos los viejos señores ingenieros expertos en histriónicas repoblaciones forestales propias de los oscuros tiempos del franquismo. Aquellos que tuvieron a bien plantar pinos silvestres burgaleses en las faldas del Teide y pinos canarios a los pies del San Millán, en la sierra burgalesa de La Demanda, tras arrasar acebedas y brezales.

Por pura ley de vida ya deberían estar todos jubilados, pero según parece dejaron discípulos. Sólo así se explica lo que está ocurriendo en la Comunidad de Madrid.

Como acaba de denunciar Ecologistas en Acción, la Consejería de Medio Ambiente está desarrollando repoblaciones en la Sierra de Guadarrama con pino negro (Pinus uncinata) y alerce (Larix decidua), especies que son propias de los Pirineos y de los Alpes centrales. Además está realizando talas abusivas en la valiosa acebeda de Robregordo «para rejuvenecerla».

De acuerdo con los ecologistas, en enero de 2007 la Dirección General del Medio Natural, dependiente de la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio, publicó el Plan de Repoblaciones de la Comunidad de Madrid. Entre los objetivos a conseguir destacaban la mejora de la biodiversidad de especies arbóreas autóctonas, la restauración de áreas degradadas y la expansión de las áreas naturales de especies autóctonas valiosas. Indicaba además que las repoblaciones previstas se harían con material genético procedente de parcelas seleccionadas «de las mejores masas» de la misma Comunidad.

Fieles a su palabra de políticos, han echo exactamente lo contrario de lo previsto. Supongo que para ellos mejorar la biodiversidad debe ser introducir especies alóctonas no presentes en España de forma natural como el alerce, proveniente de viveros italianos. Al fin y al cabo, dirán algunos, árboles son.

Y yo me pregunto: ¿Son estos los árboles que por millones nos están prometiendo los políticos en tan confusos días preelectorales? En cualquier sitio, de cualquier manera, de cualquier especie. ¿También los plantarán en los valiosos piornales de alta montaña que ahora destruyen para colocar alerces, donde pintan menos que un pingüino en la playa de Varadero? ¿Volverán los negros tiempos de los aterrazamientos, de los eucaliptos, a mayor gloria del partido gobernante? Me dan miedo.

Al final va a ser mejor que nos sigan repartiendo cheques y dejen en paz a nuestra maltrecha Naturaleza.

Detalle de un alerce, la nueva especie arbórea de la Sierra de Madrid.

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Adenda.

Me cuenta por correo electrónico un lector bien informado que el dislate es aún mayor de lo que ya de por sí parecía. Ante la presión ecologista la repoblación con pinos negros y alerces ha sido suspendida. Parece una buena noticia, pero todo tiene siempre «efectos colaterales». El primero, que el terreno ya estaba preparado para la plantación, esto es, los piornales destrozados. Y así se quedarán. Segundo, que la empresa a quien se había contratado el trabajo ya había comprado los árboles, que por supuesto no le van a pagar ahora. Mi informante lo explica a la perfección:

«Resumiendo, se cargan el piornal, embarcan a empresas privadas en labores peregrinas (con el consiguiente gasto, que imagino tendrán que compensar), enfrentan a la gente y, al final, lo dejan todo como un bebedero de patos. Menos mal que después sacarán un proyecto para recuperar es espacio degradado por ellos mismos. Y es que es el negocio de este siglo: construir, degradar, restaurar y, si es posible, volver a construir».