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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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El Hayedo del Moncayo, nueva arboleda singular aragonesa

Hayedo del Moncayo. © Eduardo Viñuales

El Gobierno de Aragón ha anunciado su intención de declarar próximamente arboleda singular al Hayedo del Moncayo, uno de los bosques de hayas más meridionales de Europa.

Esta masa forestal se localiza en el término municipal de Tarazona (Zaragoza). En el Parque Natural del Moncayo, en las inmediaciones de las fuentes del Sacristán y de los Frailes, en altitudes comprendidas entre los 1.225 y los 1.453 metros. Dividido en dos rodales forestales, este viejo bosque a proteger ocupa una superficie de 6’21 hectáreas de gran interés ecológico debido a la edad y madurez de la arboleda, así como a la rareza y estructura de la misma.

El hayedo del Moncayo es una masa pura, de extensión considerable, situada en el Sistema Ibérico. Representa una de las localizaciones más meridionales de esta especie, gracias a las características climáticas del macizo montañoso, lo cual le confiere unas características ecológicas y un interés muy especial. Lee el resto de la entrada »

Los grandes árboles nos descubren el secreto de la eternidad

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Lo aseguraba hace muy poco en El País Semanal Manuel Rivas, nuestro escritor naturalista por antonomasia: «Los árboles son buena gente«.

Y añadía, con la genialidad que le caracteriza:

La sensación que tenemos ante un árbol, y más ante un viejo árbol, es que es una expresión de lo humilde y lo sublime a la vez. Hay una gran verdad en comparar la arquitectura de un buen árbol con una catedral. Hay una voluntad de unir cielo y tierra.

Qué razón tiene. Como eterno admirador de árboles singulares, a los que he dedicado ya tres libros y una larga serie periodística, publicada precisamente en El País Semanal, no puedo estar más de acuerdo con Manuel Rivas. Por eso acuñé hace mucho tiempo una frase que resume perfectamente mi fascinación hacia los árboles monumentales:

Tan antiguos como una catedral, tan bellos como un paisaje y tan frágiles como una flor.

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La muerte de un árbol centenario también es arte

El museo más hermoso y desconocido de España está en el palacete de Parque Florido, en la madrileña calle Serrano. Es el Lázaro Galdiano, la colección particular de quien fuera gran defensor del patrimonio artístico español.

Zurbarán, Ribera, Velázquez, Goya te hablan allí desde la intimidad de un caserón familiar, con rincones donde la intensidad de las sensaciones provoca escalofríos de placer y hasta lágrimas de emoción.

En su jardín delicadamente decimonónico, miles de ojos visitantes miraron sin ver durante décadas la joya más espiritual de la colección, el haya centenaria plantada en 1908 por su fundador, el navarro José Lázaro Galdiano, permanente recuerdo natural a los bosques de su tierra natal.

Al fin y al cabo un árbol grande, debieron pensar los responsables de la última y profunda restauración del edificio, quienes preocupados por la estabilidad sin vida de una construcción, se despreocuparon de la estabilidad con vida de un gigante vegetal único, dañándole gravemente su órgano más preciado, sus raíces. Se llamaba Lázara. Y ante la consternación de quienes la amábamos acabó secándose.

Pero también los muertos son importantes. Así lo ha entendido el Ministerio de Cultura, quien ha encargado al artista Miguel Ángel Blanco un postrer homenaje al haya ausente.

El resultado, la exposición Árbol caído, es de esas muestras que todo amante de la Naturaleza debería admirar, por lo que supone de rendido tributo a esos admirables abuelos que tanto nos dan y tan poco valoramos. Sus últimas hojas, su corteza, su silueta, son ahora delicado arte, aunque en realidad nunca dejaron de serlo. También la de otros seres excepcionales recogidos como reliquias por el autor por todo el mundo, base de su extraordinaria Biblioteca del Bosque.

¿Y qué harán con el cadáver? Dicen que talarlo y plantar un ejemplar joven.

Yo no estoy de acuerdo. Vivo o muerto, su valor histórico y hasta sentimental es el mismo. Aunque llegue tarde, le debemos un respeto. ¿No os parece? Lázara, como Lázaro, debe resucitar de entre los muertos y mantenerse en pie, aunque sea momificado.