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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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El fútbol contamina, y mucho

Hoy estamos todos con La Roja. Un entusiasmo que no debe impedirnos el meditar unos segundos a propósito del impacto medioambiental de algo aparentemente tan benigno como dar patadas a un balón.
Partiendo de la base de que en la actualidad toda nuestra actividad vital supone una fuerte huella ecológica en el planeta, es lógico que la organización de un evento a escala planetaria suponga un asombroso consumo energético. Nada menos que 2.700.000 toneladas extras de dióxido de carbono se emitirán a la atmósfera durante el mes de celebración del Mundial de Sudáfrica. La cifra es la conclusión final de un estudio presentado en febrero del año pasado, a fin de buscar la manera más eficiente de contrarrestar estas emisiones, según informó la BBC.

Esta cantidad estimada de CO2 -el gas con efecto invernadero que más contribuye al calentamiento global– es ocho veces superior al emitido en el mundial de Alemania en 2006.

¿Por qué contaminaremos más en Sudáfrica que en Alemania? Pues porque el país africano es mucho más extenso y lejano, sin trenes de alta velocidad y con nueve ciudades como sedes de los 64 partidos previstos.  En consecuencia, tanto el público como toda la maquinaria deportivo-mediática que se mueve alrededor de los equipos elegirá el avión en sus desplazamientos.

El transporte internacional representa cerca del 70% de las emisiones previstas en este Mundial, alrededor del 18% surge del traslado entre las distintas ciudades donde tienen lugar los partidos y el resto puede atribuirse a la energía utilizada en los hoteles donde se hospedan las delegaciones y el público.

Y todo ello sin tener en cuenta el consumo de los 450.000 visitantes que recibirá el país para contemplar el evento, junto con los millones de balones, camisetas y otros cientos de productos fabricados para la ocasión. La huella ambiental va a ser profunda.

Pero no sólo hay que irse a Sudáfrica para notar la influencia del fútbol en el medio ambiente. Por poner un ejemplo cercano, un reciente estudio realizado en Madrid ha comprobado cómo la contaminación se dispara en la ciudad cuando hay partidos de fútbol en el estadio Santiago Bernabeu. Y es que ya no nos apeamos del coche o del avión ni para consumir deporte.

Foto: Efe/Juanjo Martín

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Apaga la luz… y el coche

Mañana por la noche, durante una hora, medio mundo quedará sumido en tinieblas. Será nuestro eclipse global, el gran apagón mundial con el que, todos juntos, tratamos de lanzar un grito desesperado pidiéndonos a nosotros mismos un cambio real en nuestro sistema de vida que haga retroceder el ya inevitable cambio climático.

Reconozcámoslo, tenemos miedo. El futuro es cada vez más negro y la culpa es nuestra, exclusivamente nuestra. Pero no queremos cambiar.

Una hora sin luces, iluminados por velas, suena hasta divertido. Otra cosa es modificar los hábitos; eso es mucho más difícil.

Por ejemplo el coche, el principal responsable de la mala calidad de aire que respiramos, que nos mata, y una de las principales fuentes de emisión de CO2. Tres de cada cuatro de los desplazamientos en España se hacen en coche y con un solo ocupante. Somos los más comodones y contaminadores de Europa. Este vicio nos roba la mitad del espacio de las ciudades, invadido por vehículos privados en forma de carreteras y aparcamientos.

Pero lo malo se pega, y en países emergentes y superpoblados como India o China el automóvil está arrollando a la bicicleta, ahora con baratos modelos de gasolina por menos de 1.700 euros. Frente a una reducción en el uso del transporte público, los 700 millones de coches que circulan en el mundo se duplicarán en 2025 si no cambian los comportamientos, que no parece que vayan a cambiar.

Los gestos, las actitudes, son muy importantes. Por eso yo les propongo para mañana ser aún más ambiciosos y no quedarse tan sólo en apagar una hora las luces. Hagamos algo más. Aprovechemos la primavera y apaguemos el coche. Salgamos a pasear, movámonos en bici, conozcamos nuestros parques, descubramos que las golondrinas y los vencejos ya han llegado.

Vayamos por delante. Es «La hora del planeta«.

Instalan el primer árbol artificial viable del mundo

Nos lo advirtieron hace años los chicos de Radio Futura, «el futuro ya está aquí», quienes quizá por estar enamorados de la moda juvenil no advirtieron lo complicado que llegaba este huxleiano Mundo feliz.

Ciudades saturadas, contaminación, aire irrespirable,… y árboles artificiales.

Los primeros se han instalado en la ciudad de Lima (Perú) con el único propósito de ayudar a purificar su atmósfera, donde está previsto instalar unos 400 aparatos de este tipo en los próximos cuatro años, de los que se beneficiarán ocho millones de personas cada día.

Los periodistas los llaman árboles pues, a pesar de ser estructuras metálicas sin ramas ni hojas, son capaces de imitar artificialmente la fotosíntesis y convertir las partículas de dióxido de carbono en oxígeno.

No son los primeros. Chile y México ya los tuvieron antes, aunque su elevado consumo eléctrico y caro mantenimiento convirtieron los proyectos en inviables.

Estos nuevos gastan 2,5 kilovatios, el equivalente a 25 bombillas de 100 vatios, y alrededor de 60 litros de agua cada cinco horas». Parece mucho, pero a la vista de sus beneficios no lo es tanto. Según informa la Agencia EFE, se trata de una gigantesca máquina de más de cuatro metros de altura, diseñada para recoger el aire contaminado y liberarlo de polvo, gérmenes, bacterias y gases procedentes de los motores de los automóviles. Un gran purificador capaz de emitir 200.000 metros cúbicos de aire limpio diarios.

Otros proyectos de árboles sintéticos pretenden funcionar como las hojas de los árboles reales, capaces de absorber dióxido de carbono (CO2) de la atmósfera y almacenarlo posteriormente bajo tierra de manera segura y permanente.

Parece claro que nos estamos preparando para algo inevitable, construir máquinas artificiales que copian lo que la naturaleza nos ofrece gratis y a raudales. Resulta raro, cuando lo lógico sería mantener y acrecentar nuestros bosques.

¿Hacia donde vamos? ¿Un mundo sin árboles? Aún con estas máquinas, sin ellos será sin duda un mundo infeliz.

Llegan los semáforos ecológicos

Unos 100.000 semáforos convencionales, de los de bombilla incandescente de toda la vida, serán sustituidos próximamente en España por otros de tecnología LED, mucho más eficientes y ecológicos, según recoge el diario digital Econoticias.com.

El Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE) ha aprobado ampliar su programa de subvenciones para la sustitución de semáforos por otros dotados con esta nueva tecnología. El objetivo es renovar cerca del 30% del actual parque de semáforos del país.

La medida beneficiará a 584 municipios en los que residen 27 millones de personas, permitiendo un ahorro anual de 90.000 megavatios/hora de electricidad, el equivalente al consumo de 22.000 hogares, evitando con ello la emisión de casi 58.000 toneladas de dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera. Asimismo, permitirán reducir la demanda de petróleo en más de 20.462 toneladas anuales.

La sustitución de lámparas convencionales por las de diodos LED permite ahorrar hasta un 80% de consumo eléctrico. Paralelamente incrementa la seguridad del tráfico «por su fiabilidad, durabilidad y mejor iluminación», afirma el IDAE.

En España existen cerca de 300.000 semáforos cuyo consumo de energía final se estima en 350 gigavatios/hora al año, equivalente a la electricidad que pueden consumir más de 150.000 hogares. En la actualidad, tan sólo el 15% de ellos disponen de tecnología LED.

Como igualmente se explica en Consumer.es, las lámparas de diodos LED son más luminosas y al mismo tiempo mucho más pequeñas, no se calientan, consumen veinte veces menos que una bombilla incandescente tradicional y duran 50 veces más.

Entonces, si son tan fantásticas, ¿por qué no las tenemos ya en nuestras casas? Por una única razón: su alto precio. Pero no os preocupéis, también esto está cambiando. Es sólo cuestión de tiempo que los diodos mágicos lleguen a nuestros hogares, arrinconando definitivamente a las bombillas incandescentes y también a las nuevas que estamos instalando ahora de bajo consumo. Los semáforos son la avanzadilla.