La crónica verde La crónica verde

Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

¿Hace falta una ley para proteger los ruidos (y olores) rurales?

El campo tiene derecho a sus ruidos. Y a sus olores ¿O quizá no?

Con una sociedad cada día más urbana, ambas peculiaridades del mundo rural están amenazadas. Para algunos es un hecho identitario, pero para otros, los recién llegados, un problema gordo.

Aunque muchos hayan decidido irse a vivir a los pueblos, definitivamente o en fines de semana y vacaciones, lo cierto es que para una amplia mayoría de la población la bucólica imagen de vivir en el campito no encaja con que los gallos cacareen, los perros ladren, los burros rebuznen, el reloj de la iglesia dé las horas o los cerdos huelan mal. Paradójicamente, otros piensan que esos ruidos y olores son el alma de la vida rural y exigen protegerlos, salvarlos de la extinción.

En Cangas de Onís se hizo famosa esta primavera la denuncia de un vecino de la localidad, quien acusaba a los gallos del vecino, próximos a unos apartamentos rurales de su propiedad, de producir un sonido «insoportable a las tres de la mañana». La culpa no era de los animales, sostenía el paisano, sino de lo que interpretó como una estrategia de uno de sus conciudadanos para hundirle el negocio hostelero.

Algo parecido ha ocurrido este verano en Francia. Allí el protagonista es Maurice, convertido en el gallo más famoso de Francia, un país donde tal animal simboliza nada menos que a la república. Y que podrá seguir cantando por las mañanas, todo lo alto y madrugador que quiera, después de que un tribunal rechazara en septiembre pasado la demanda de una pareja de jubilados que acusaban al ave de despertarlos demasiado temprano [bien es cierto que el gallinero se lo habían puesto a dos metros de la ventana del dormitorio]. La sentencia ha sido presentada como una victoria de las tradiciones rurales frente a los urbanitas que acuden a vivir a estas zonas.

“Todo el mundo va a ser protegido después de esto: las campanas, las ranas, etc.”, señaló satisfecha a la agencia France Press la dueña de este gallo, Corinne Fesseau, objeto de titulares en todo el mundo aludiendo a otras demandas similares contra los ruidos del mundo rural, que opone a los habitantes de los pueblos con los neorrurales.

Entusiasmada por el éxito, Fesseau ha llegado a preguntarse:“¿Y si se hiciera una ley Maurice para proteger los ruidos rurales?”.

Inspirado en el caso, Bruno Dionis du Séjou, alcalde de Gajac, un pueblecito al sureste de Burdeos, reclamó que la Unesco declare patrimonio cultural inmaterial “el canto del gallo, el mugido de la vaca, el rebuznar de los asnos, los ladridos del perro, el canto de los pájaros y el sonido de las campanas”.

El gallo tiene derecho a cantar, afirman muchos.

O quizá no, y el único ruido que ya aceptemos, tanto en el campo como en la ciudad, es el del camión que se lleva la basura.

Si te ha gustado esta entrada quizá te interesen estas otras:

5 comentarios

  1. Dice ser Rural

    ¿¿¿Y cuándo nos libraremos los rurales de algunos urbanitas (no todos), domingueros,pisapraos,y paracaidistas que aterrizan en los pueblos y desprecian todo lo que significa un pueblo (incluidos los ruidos rurales)???
    El día que los habitantes de las junglas de asfalto y de las selvas de cemento entiendan que existe otra realidad más allá de sus centros comerciales, de sus calles , de sus metros y de sus emjambres de pisos, y que existen otros ruidos que no son los que ellos escuchan, ese día podemos tocar las campanas….
    No hacenb falta leyes, solo hace falta sentido común, ese que muchos urbanitas no tienen….

    25 octubre 2019 | 11:14

  2. Dice ser Juan

    ¿y para proteger a los vecinos de los ruidos y olores de los bares con sus terrazas?

    25 octubre 2019 | 13:03

  3. Dice ser Juan Nadie

    Si hace falta una ley y que el SEPRONA pueda actuar sobre la gente que vierte purines de las granjas de cerdos de forma incontrolada sobre acuíferos por ejemplo

    25 octubre 2019 | 13:06

  4. Dice ser Juan

    El campo no tiene necesidad de recibir imbéciles que no les guste el gallo o el olor a estiércol ,que se quede en la ciudad con su bachata y su móvil y los politonos

    25 octubre 2019 | 13:42

  5. Dice ser Hernan

    Los neorurales son invasores que vienen de Mordor, atontados igjorantes contaminados por el cemento, el humo de la ciudad y el reggaeton. En cambio el campo mola cantidubidubida y sus gentes son como hadas del bosque, guardianes de lo puro y natural. ¡Mejor no tocamos nada! De hecho, ¿porque no vamos un poco para atrás, para ser más puros todavía? Y volvemos al medievo, sin luz ni tractores y con señores feudales… A ver, los tiempos cambian, en algunas cosas para bien y otras para mal. No todo es blanco o negro y en el campo también vemos cosas como furtivismo de especies protegidas, vertidos de purines, abuso de agrotóxicos, desprecio por lo ecológico y el reciclaje…y también algunos ruidos que es del todo comprensible que puedan ser molestos para algun@s. Y tienen derecho a quejarse. Los tiempos cambian y algunas cosas deben cambiar también.

    26 octubre 2019 | 11:52

Los comentarios están cerrados.