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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

Viaja con los cinco sentidos a la isla de Fuerteventura

Te invito a viajar con los cinco sentidos a la isla de Fuerteventura. A catar su paisaje como los buenos viajeros, que no turistas, gustan catar como si de un buen vino se tratara.

Llegué a Fuerteventura desde Burgos como “refugiado climático” hace ya más de 20 años. Cualquiera que conozca el duro clima de esa ciudad castellana y haya estado en Canarias lo entenderá perfectamente. Son ya 20 años de disfrute en esta mi particular Ínsula Barataria.

Fuerteventura es la isla de Canarias más desértica, la más cercana a África. Apenas 100 kilómetros nos separan del desierto del Sáhara. Pero es también un increíble refugio de flora, fauna, cultura y paisaje amenazado. Por esta razón, además de estar protegido más del 43% de su territorio con 13 espacios naturales y la Red Natura 2000, toda la isla y una amplia franja de su mar circundante fue declarada por la Unesco en 2009 Reserva de la Biosfera. Y por si todo esto fuera poco, tiene las mejores playas del Atlántico, abiertas todo el año gracias a su clima maravilloso.

El secreto para su feliz degustación está en conocer esta isla a ritmo insular. Como decimos allí: Al golpito. Poco a poco. Sin prisas ni estrés. Paseándola, paladeándola, disfrutándola como se disfrutan las cosas buenas de la vida.

Oído. ¿A qué suena Fuerteventura?

Imagínate que estás al atardecer en una de sus muchas playas salvajes. Cae la noche. Solo se oye el fuerte oleaje hasta que, de repente, empieza a escucharse algo así:

Si no lo has escuchado antes puede que hasta te dé miedo. Parecen bebés llorando. O brujas gritonas haciendo algún aquelarre. Pero son pardelas canarias (Calonectris borealis), nuestros albatros del hemisferio norte.

Asombrosas aves marinas del tamaño de una gaviota capaces de recorrer cada año más de 40.000 kilómetros sin tocar tierra, hasta que llegan a sus colonias de cría en los acantilados de Fuerteventura.

Este canto tan sobrenatural aterrorizaba a los marineros y es el origen de la leyenda de las sirenas. Lo de mitad mujer seductora, mitad pescado, se popularizó a partir del siglo IX, cuando la Iglesia Católica readaptó el mito clásico. Hasta entonces las sirenas tenían alas y pies de pato.

En los tiempos de la Grecia Clásica se decía que sus cantos nocturnos tenían el maléfico poder de arrastrar mortalmente a los marinos hacia los acantilados.

Jasón y sus compañeros se salvaron gracias a la voz de Orfeo, quien con su música logró tapar la de las sirenas y hacer mirar para otro lado a los encandilados argonautas.

En la Odisea de Homero, Ulises fue más práctico y tapó con cera los oídos de su tripulación para evitar que enloquecieran pero, curioso como todo viajero, se hizo atar a un mástil para escucharlas sin caer en su hechizo.

Pasemos a la vista. ¿Dónde estamos?

En la costa de Tindaya, en una cala entre riscos en la desembocadura de un río diminuto, en la costa oeste de Fuerteventura. En las grietas de estos acantilados crían miles de parejas de pardela cenicienta, cuyo «guaña guaña» suena por las noches cual aquelarre brujeril.

Si hemos llegado al atardecer quizá hayamos tenido la suerte de ver en el ocaso el famoso rayo verde, cuando el color naranja del sol cambia por un instante a verde fosforito antes de desaparecer bajo el horizonte.

Si ya cayó la noche, disfrutaremos de uno de los cielos estrellados más limpios y fabulosos del planeta. Y no es una exageración. La isla de Fuerteventura es la tercera Reserva Starlight de las Islas Canarias, certificación internacional que garantiza la pureza de sus cielos nocturnos.

Tacto. Siente Fuerteventura

Toca las rocas de estos acantilados de Tindaya. O los de Ajuy o Aguas Verdes. Es el tacto de millones de siglos. Son las rocas más antiguas de Canarias e incluso anteriores al nacimiento de las islas. En algunos sitios hay algunas de hace 180 millones de años, algo asombroso si tenemos en cuenta que Fuerteventura, la primera de Canarias en emerger del océano, apareció hace 23 millones de años.

Esas primitivas erupciones marinas empujaron hacia la superficie depósitos marinos de la época de los dinosaurios. Son auténticas esculturas de arte abstracto que podemos tocar sin miedo a estropearlas. Las bellas arrugas de nuestro planeta.

Olfato. ¿A qué huele Fuerteventura?

Huele a mar y a vientos alisios.  Mar y vientos frescos que hacen posible el milagro de un clima donde disfrutamos de la eterna primavera a pesar de estar tan cerca del desierto del Sáhara.

Aquí el Atlántico no huele tanto a algas como en Galicia, es un olor más sutil, de aire cargado de humedad marina. Lo que se conoce en Canarias con el bello nombre de maresía, palabra de herencia portuguesa.

Terminamos con el gusto. ¿A qué sabe Fuerteventura?

Sigue sabiendo a mar. A una sal que el viento lleva por toda la isla y que ahora en verano vamos muchos a recoger a la costa, pues se acumula en secos charcos por los acantilados.

Y por supuesto sabe a queso de cabra. El queso majorero. Uno de los mejores quesos del mundo.

Pájaro especial: el guirre

Mi pájaro tótem en Fuerteventura es el guirre, el alimoche canario (Neophron percnopterus majorensis). Su extraño nombre local es herencia aborigen, pues ya era un ave mágica para los primitivos habitantes de la isla hace 2.000 años.

De ellos se han conservado leyendas hermosísimas como la de que cuando este buitre siente que va a morir se eleva hacia el sol y desaparece. Este mito está relacionado nada menos que con el del Ave Fénix, el ave que renace de sus cenizas. Y el guirre lo ha logrado.

Estaba a punto de extinguirse. Fue la razón por la que yo me vine a vivir a Fuerteventura. Pasé casi diez años estudiándolo junto a científicos de la Estación Biológica de Doñana.

Cuando hice el primer censo apenas quedaban en Fuerteventura, en el mundo, 21 parejas, y ahora crían 65. Aunque en realidad deberíamos decir grupos reproductores, porque los guirres son sexualmente muy caprichosos. Además de parejas también se han formado varios tríos, algunos integrados por dos machos y una hembra feliz, y otros por dos hembras y un macho más que contento.

Por si fuera poco, a este buitre le encanta maquillarse con el barro. Será por eso que nos ha salido tan ligón.

Un lugar muy especial de Fuerteventura: Tindaya

La Montaña de Tindaya. Más que un lugar especial es una montaña mágica. Ya lo fue para los aborígenes de Fuerteventura, asombrados ante esta pirámide de extraña roca traquítica alzada en medio de un llano inmenso que cae hacia el mar.

En su cumbre hay más de 300 grabados de pies descalzos conocidos como podomorfos, el mayor yacimiento de estas características del mundo.

Es el espacio más protegido de toda Canarias pero también el más amenazado por culpa de un proyecto que, irónicamente, quería preservarlo. La gigantesca escultura que Eduardo Chillida soñó, vaciando el interior de la montaña, y que todavía hoy el Cabildo se empeña en hacer.

El monumento ya existe, no necesita mejoras ni agujeros. Y menos promovido por una serie de corruptos que hasta la fecha han dilapidado más de 27 millones de euros sin haberse movido todavía una sola piedra. Mejor se lo habían gastado en hospitales y colegios.

Un árbol singular de Fuerteventura: las palmeras

Hay palmeras en Fuerteventura con más de 200 años. Me encantan las de la Rosa de los Negrines, en la carretera de La Oliva hacia el Cotillo. Me hacen recordar un preciso pasaje de El Alquimista, el famoso libro de Paulo Coelho:

“Tal vez Dios haya creado el desierto para que el hombre pueda sonreír viendo las palmeras”.

Un personaje de Fuerteventura: Miguel de Unamuno

Don Miguel de Unamuno (1864-1936) vino a Fuerteventura como castigo, desterrado en 1924 por orden del dictador Miguel Primo de Rivera, a quien no le gustaba nada su afilada y crítica pluma. Fueron tan solo cuatro meses menos tres días, pero este tiempo de destierro fue fundamental para él.

En estas llanuras canarias Unamuno descubrió el mito de Castilla y soñó con escribir un Don Quijote en Fuerteventura.

Fue su primer turista, el primero que dijo algo que confirman muchos de los 3,4 millones de turistas que ahora nos visitan al año: Dijo entonces Unamuno:

«En mi vida he dormido mejor. ¡En mi vida he digerido mejor mis íntimas inquietudes! Estoy digiriendo el gofio de nuestra historia”.

También fue Unamuno el primer turista en despelotarse en las playas majoreras. Se tumbaba desnudo en la azotea del hotel. Y en las arenas de Playa Blanca, con las piernas abiertas mirando al mar para darse plácidos baños de olas en sus partes pudendas. Ante las críticas de algunos escandalizados, su respuesta fue ya muy majorera:

«Yo no los miro. Que no me miren ellos a mí».

En este enlace tienes la versión radiofónica de mi cata de paisaje dedicada a Fuerteventura, emitida el 5 de agosto de 2018 en RNE, programa No es un día cualquiera.

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1 comentario

  1. Dice ser Sociólogo Astral

    Solo mi imaginación puede viajar a paradisíacas playas. yo no, yo me tengo que conformar con pasear por aqui por mi pueblo y cercanias.

    16 septiembre 2018 | 23:47

Los comentarios están cerrados.